jueves, noviembre 24, 2005

Cajón desastre

Mantener un cajón ordenado es tan difícil como mantenerse ordenado a uno mismo. Es decir: imposible.

En todos los escritorios que he tenido a lo largo de mi vida ha habido cajones llenos de chinchetas, papeles con números de teléfono no identificados, panfletos de bares y restaurantes chinos, algunas fotos viejas, bolis, cigarrillos rotos, servilletas con restos de poemas, cables, transformadores, migas de pan y todo lo demás. Trataba de ordenarlos cuidadosamente, apilaba las libretas y los folios, colocaba paralelamente los rotuladores, metía los clips en cajitas y limpiaba los restos de tabaco. Entonces cerraba el cajón satisfecho. Pero cuando lo abría de nuevo se había vuelto a instalar el caos (incluso los restos de tabaco), como si aquel hueco paralelepipédico (¡al loro!) albergase a un duendecillo travieso -o mejor, hijoputa.

Así somos, un saco de carne con un revoltijo dentro: recuerdos, emociones, fobias, alergias, emociones y manías. Hay días que se levanta uno con todo en su sitio pero ocurre un suceso aciago y todo se vuelve un lío. Pasa una nube y te da la ansiedad. Te tropiezas con algo y brota -como un grano- un recuerdo ponzoñoso. Hueles por casualidad el perfume de alguien mientras cruzas el paso de cebra y te trae a la cabeza a otro alguien que te pone de mala hostia, joder. O te provoca una erección, que casi es peor. Como si los olores conectasen a la gente en diferentes lugares del mundo.

Ocurre además que el aspecto de tu dormitorio es indicador de tu estado de ánimo. Cuando todo va bien y hace sol y buen tiempo las cosas están en su sitio, donde deben de estar. Las mantas dobladas sobre la cama, cada cd en su caja, los libros por orden alfabético y los monstruos (y los gays no declarados) dentro del armario. Pero cuando uno sufre un bache parece que la ropa, misteriosamente, sale de su lugar volando y se desperdiga por el suelo a jugar con los periódicos arrugados de la semana pasada. Si quieres saber cómo está alguien basta con echar un vistazo a su cuarto.

Así que no sé. Debería contratar a una asistenta para que me mantuviera en orden. Un psicólogo (o quizás un psiquiatra), creo que es el nombre que reciben estos profesionales, aunque uno de estos no me barrería el suelo. Por lo pronto la cosa es bastante triste: ayer metí mi mano en el cajón en busca de unas tijeritas de uñas y, confundido, extraje un recuerdo de hace muchos años que me mantuvo todo el día cabizbajo y murmurante.

5 comentarios:

Miss Kubelik dijo...

Discrepo con su tesis. No creo que exista ninguna correspondencia entre el orden y los estados de ánimo. Mi habitación está siempre hecha un asco y le puedo asegurar que mis estados de ánimo fluctúan bastante... Eso sí, los recuerdos me encuentran a mí con bastante facilidad Y_Y

Txe Peligro dijo...

Bueno, no le de más vueltas Miss Kubelik, es solo literatura. Siempre poniendo la puntilla.

Anónimo dijo...

ni un psicólogo ni un barrendero barrería tu suelo, eso es cosa tuya... así que no subestimes a nadie. Y siento que te den bajones, ante eso, baila. Y si durante el día ries, de noche dormirás mejor.

Anónimo dijo...

yo no diskreparia tanto...

Anónimo dijo...

Si que tienes razon txe, deberias ver como esta mi cuarto desde hace un tiempo, creo que tienes toda la puta razon. Lo peor es que es como una espiral,cada dia esta peor,vuelven a acumularse los golpes, cada vez que una remota idea de poner orden en eso se me pasa por la cabeza la vagueza y el descontento me atrapan y no toco nada y a pesar de todo parece estar peor.
Habia ido a meter mi vida en cajas y ahora no me encuentro por ningun sitio...
Besines!
Visiten mi fotolog,que es nuevo y estoy de promo,jeje