lunes, diciembre 07, 2009

Otra maldita crónica de un viaje a Asturias

Todo empezó como empieza siempre: una resaca de colores, carreras por el metro para llegar a tiempo, coger el autobús in extremis cuando ya se está yendo, tratar de conciliar el sueño en posturas incómodas, el dolor en el cuello, mientras el tedioso paisaje de Castilla la Vieja pasa al otro lado de la ventana y una tipeja sentada al lado dice chorradas durante horas a través de su teléfono móvil. Al llegar a Oviedo, la heroica ciudad dormía la siesta, que diría Clarín, y yo tenía mucho sueño.

La tarde del viernes fui a la tertulia de los poetas a ver si me ayudaban para el reportaje. Allí Javier Almuzara contó una anécdota: al parecer anda dando talleres literarios para niños en torno a los diez años y uno de los educativos ejercicios que les propone consiste en construir un diccionario. Estas son algunas de las definiciones que han ideado:

- Abuelita: señora mayor que me da lo quiero cuando mis padres no me lo dan.
- Juguete: cosa que me compra mi padre para no tener que jugar conmigo.

Y la mejor:

- Tiempo: reloj que no existe pero que se nota.

Aaayyyy, diablillos… Los niños de hoy tienen un toque entre irónico y despiadado que me asusta.

Al día siguiente, sábado, viajé a un pueblecito de la costa a recabar información para el otro de los reportajes que tengo entre manos. Allí conocí a un tipo, el anciano P., que me hizo de guía. Vive en un lujoso chalet, de esa arquitectura que en los 60’s era moderna y que ha envejecido un poco mal, como de mansión de malo de James Bond, encaramado en el monte, y desde el que hay unas vistas increíbles (el Cantábrico, las montaña metiéndose a saco en el mar, la niebla). El chalet, sin embargo, no es suyo, sino de su cuñado, un anciano empresario que tiene la casa llena (y cuando digo llena es que no quedan huecos libres en las paredes) de fotos de sus viajes por todo el orbe terrestre, simbología franquista a tutti y decoración de lo más rancia, en un claro desaprovechamiento de aquel espacio y aquellas vistas maravillosas. P., en cambio, es un viejo intelectual de izquierdas, periodista, que vivió más de una década en el París de Sastre, Foucault, el estructuralismo y el 68 (que le cogió fuera), que estudió mil carreras desarrollando los más variopintos oficios, y llegó a altos cargos en la agencia France Press y Efe.

Después de la visita al pueblo, P. habló un par de horas (comiendo un pote asturiano casero delicioso), con mucho tino, templanza y criterio, sobre aquellos tiempos frenéticos, sobre poesía, sobre inmigración. Lo que une a estos dos personajes casi antitéticos, el empresario facha y el romántico periodista afrancesado, es la hermana de P. y mujer del empresario, que murió hace seis años después de cuatro en coma, tras sufrir un ictus. Su viudo ha construido un parque en la ladera de la montaña, de su propiedad, en honor a su amada desaparecida, con estatuas de la susodicha, poemas en su memoria escritos por varias personas, retratos de todos los reyes asturianos y, como en la plaza de España de Sevilla, un lugar dedicado a cada comunidad autónoma del Estado (¿). Puro kistch.

Para más inri había allí una pareja cincuentona que se acerca cada fin de semana al pueblo para cuidar de los dos ancianos y prepararles la comida hasta el próximo viernes. Me enteré, mientras visitaba el pueblo con el marido, que llevaba 20 años sufriendo depresión crónica y crisis de ansiedad aunque no se le notaba nada. “Estoy bien porque voy hasta arriba de antidepresivos y ansiolíticos”, me dijo muy sonriente. Al parecer, fue uno de los primeros casos de acoso laboral en España (lo que ahora se llama mobbing), y está prejubilado por esa depresión que todavía colea.

Todo aquello me pareció flipante, no sólo el caso de este hombre, sino el ambiente general de aquella casa, aquellas cuatro personas con extrañas relaciones en un espacio que parece que duerme todavía soñando con otro tiempo. Habría que escribir una novela. Y luego hacer la peli, algo en plan documental como El Desencanto, de Jaime Chavarri.

Y por la noche, cómo no, salir por Oviedo. De mis correría en Vetusta ya he escrito bastante (aquí, por ejemplo, y aquí). La cosa fue más o menos como siempre, o mejor, porque siempre es mejor recorrer los bares de Oviedo y quedar con unos y con otros, y encontrarse con el resto, en esa vorágine neblinosa que es la noche ovetense. El amanecer me cogió refugiado en el pesebre del belén a tamaño real que coloca el ayuntamiento en la plaza de la Catedral, en sintonía con lo que fue el resto de la noche.

Fue una visita relámpago: ayer me volví, y todo acabó como acaba siempre: una resaca de colores, el sueño incómodo del viaje de vuelta ante el tedioso paisaje castellano, y una tipeja al lado que, por suerte, no habló por teléfono en todo el viaje. Al vislumbrar el skyline de Madrid refulgiendo en el horizonte, el Palacio Real, las torres KIO, los edificios de Plaza de España, me invadió una extraña emoción, recordando de golpe, todo a la vez, los años que he pasado en esta salvaje ciudad, una de las dos que amo. Porque sí se puede amar a dos ciudades a la vez, y no estar loco.

16 comentarios:

Ángel Muñoz dijo...

joer pues no estuvo nada mal, no txe?

Txe Peligro dijo...

pues la verdad es que no, compañero. Rápido y preciso.

Olalla dijo...

Nice.

superkova dijo...

El viernes por fin llego el libro con unos cuantos más que me entretendrán un par de meses o algo mas la mamá se cayó y rompió una cadera así que estoy mas atareada se acabó el reposo absoluto. Lo leí por detrás en cuanto llegó y después por delante más despacito. Con los libros me para como con la música y ...bueno con todo, no sé de estilos, ni de normas, simplemente las cosas me gustan o no me gustan y me gustó mucho, solo me han faltado más páginas. Empecé el que buscaba cuando te encontré en internet y lo empecé por el medio por donde habla de su pierna enferma para compadecerme de mi espalda enferma y que me ayude a llorar a ratitos que después me quedo como nueva y ahí voy... un besín.

Anónimo dijo...

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Madame Blavatsky dijo...

Esa caravana hacia el disparate astur por lo menos sería un ALSA.

mencantó tu crónica.

Txe Peligro dijo...

claro que era un ALSA

. dijo...

A caballo entre dos ciduades... algo que puede llegar a ser esquizofrénico... pero no lo cambio por nada. :)

giraluna dijo...

No sabía que Inés Sastre y Foucault eran coetáneos! :P

es que tengo que sacarte algún fallo...

y por qué no te animas con la novela ésa eh? eh? eh?

Txe Peligro dijo...

sastre hostia!!! ay que pereza cambiarlo

Eva dijo...

Leído el libro, enhorabuena!! Pero una cosa: ¿has abandonado definitivamente el cuento por la poesía? Que yo empécé leyendo tus relatos y ahora me siento abandoná!!
Saludines

giraluna dijo...

pues no lo cambies poemo

eda dijo...

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Txe Peligro dijo...

los chinolis!!!

Comtessa d´Angeville dijo...

Tengo curiosidad por saber cuál es el pueblo ese del que hablas.

Txe Peligro dijo...

es lastres, donde el doctor mateo