miércoles, mayo 11, 2011

El verdadero Twitter y Sylvia Plath



El verdadero Twitter (en el sentido de gorjeo, canto de los pájaros), es el que sucede en nuestro patio de luces, que, esta vez sí, está lleno de luz. ¡Oh, loor al arquitecto! Aunque uno se despierte en el medio de Madrid y pueda ver por Google Maps la coraza de acero y hormigón que le rodea algunos kilómetros a la redonda, aquí cantan los pájaros como burbujas amarillas en el silencio. Hay un vecino que tiene colgadas un par de jaulas con pájaros pequeños, no sé cómo se llaman ni de qué raza son. ¿No es una salvajada coger una parte voladora de la naturaleza y meterla en una jaula? ¿Con qué fin? ¿Para qué tiene esos pájaros cautivos? ¿Para asegurarse ese Twitter natural? La verdad, me gustaría saber quién es ese vecino y tirarle una piedra o un zapato o escupirle. Yo pensaba que tener pequeños pájaros enjaulados, en vez de surcando el cielo herido madrileño o brincando por los parques, era una funesta costumbre que ya había desaparecido, cosa de abuelas sangrientas. Pero no.

(Luego se nos ocurrieron otras preguntas: ¿duermen los gorriones? Y si duermen ¿lo hacen tumbados? ¿Se imaginan un gorrión tumbado? ¿Cómo se levanta? ¿Si se cae se puede levantar? Pero, sobre todo, ¿cómo se sienta un gorrión? Nos dio mucha risa)

Hay más sonidos que replican la naturaleza en la terraza. Como hay muchas palomas sobrevolando nuestra ropa limpia, colocamos un plástico amarrado con pinzas al tendedero. Al moverse, mecido el viento que a veces se cuela en el patio, el plástico reproduce el sonido del mar, de su oleaje. Yo me tumbo en el sofá con ese cómic de Alan Moore, y, si cierro los ojos, me parece estar en la costa: el continuo lamer de la olas, el twitter de los pájaros, la pachorra. Estás cosas deberían, si el mundo fuera justo, subir el precio de los inmuebles. Pero hoy en día ya nadie se fija en lo que se oye, excepto si lo que se oye molesta, como un bar o un inocente fresh bankin’ en la plaza de abajo. A veces, desde aquí, hasta se oye el camión de los repuestos del Día. Y entonces ya sabemos cuando han vuelto a traer el fuet espetec y la chistorra.

De noche, cuando los pájaros y el mar se callan, lo que suena es la nevera. Es como si a medianoche, cual cenicienta, la nevera se recompusiese y volviera a inyectar nitrógeno líquido en sus tuberías, si es que funciona de este modo. Pero luego también se oyen sonidos extraños dentro del congelador, como si hubiese alguien encerrado. No sé, un loco o un poeta. Sí, quizás haya un poeta hay dentro, que se ha metido en el congelador y ha cerrado la puerta. Como Sylvia Plath, que metió la cabeza en el horno y murió, para el deleite de las poetas actuales que escriben poemas sobre ella. Yo también escribí uno. Igual es Sylvia Plath la que está en mi congelador, seguro que es mejor que el horno. ¿Se imaginan? Va uno a coger las croquetas de jamón congeladas y se encuentra a una celebrada poetisa suicida de hace unas décadas. ¡Me cago en la leche, que estaba aquí! Oye, me encantaron tus poemas de Ariel


- Tengo un frío de la hostia.



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(En la foto, Sylvia Plath en 1952, con 19 años, once antes del incidente del horno)

3 comentarios:

Javier Divisa dijo...

Nosotros teníamos el twiter del perro del vecino que quedaba abandonado por la noche, y ladraba llorando, luego el twiter del vecino borracho, que abría la nevera y no encontraba Sylvia Plath, el perro callaba y el vecino la liaba parda con la parienta. Afortunadamente se fueron por imapago, algunas mañanas escuchábamos el twiter de las conversaciones con el casero, de vez en cuando me he preguntado que sería de su perro.

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

bueno bueno, eso es twitter en sentido amplio

la cónica dijo...

txe, tengo respuesta a una pregunta sobre los gorriones, no os la habéis hecho aún, pero os la haréis. En las bocas de riego. El agua de charcos y así no les gusta, así que los gorriones de Madrid buscan una boca de riego que pierda un poco de agua, meten la cabeza bajo el chorro o beben. A veces hacen largos viajes para encontrarlas. En mi calle había una así y esperaban, con la toalla bajo el ala y aguantando la sed, gorriones de muchos países. Lamentablemente, algún vecino insensible o intolerante al piar llamó al ayuntamiento y la arreglaron. El barrio no ha vuelto a ser el mismo.

Perdona el abuso de espacio, pero el twitter llega muy hondo...