miércoles, septiembre 21, 2005

Un sueño

Soñé anoche que se declaraba de nuevo una guerra y volvíamos a salir a la calle y otra vez llegaba la policia y nos golpeaba, ellos con sus cascos negros, sus porras negras, su pecho negro con un zapato dentro, nosotros con nuestros pelos locos y la cabeza llena de pájaros.

jueves, septiembre 08, 2005

Txetxu ya no vive aquí

Ayer dejé mi casa. O la que era mi casa, antes. Así que ayer ya es antes. En un acto que debería haber sido solemne hice entrega de mis llaves a Yoli, después de dos años y medio de convivencia. Pero como, aunque a mi me gustaría, la vida no es una película, resultó de lo más light.

Llegamos a la casa de Ópera un 7 de Diciembre, huyendo de aquel horror en que se había convertido la casa de Atocha. Por esas fechas caía el cumpleaños de Rory y lo celebramos junto con la inaguración. Recuerdo que un inglés se cayó borracho sobre la mesa y se hizo pequeñas heridas con cristales en la espalda, había manchitas de sangre en su camiseta. Otro de ellos recibió un directo a la mandibula de manos de un vecino enfurecido que acechaba en la escalera. Anyway aquel guiri no nos caía muy bien, era de color rosa.
La casa de Ópera, al contrario que la que habíamos dejado atrás, era de lo más burgués. Yo siempre lo dije: como de un matrimonio de mediana edad esperando su segundo hijo -y que por favor salga la parejita. Como dice en los carteles con los que anunciamos ahora la habitación libre tiene de todo (todas las comodidades): aire acondicionado, calefacción, parquet, lavavajillas... Y el barrio era céntrico y tranquilo, poblado de buena gente y sin problemas, aunque solo faltaba dar la vuelta a la esquina en la calle leganitos para encontrarse con todo bullicio del centro y los peligros de la noche, los indigentes, las putas,la gente armada y los taxistas.
Fui feliz en esa casa, y también fui de lo más desdichado. A veces lloré. Pero dicen que el hogar es donde ha dolido el corazón, así que supongo que fue mi hogar durante un tiempo crucial. Ayer, con la habitacíón ya completamente vacía y limpia se me encogió el pecho y me sentí traicionado al pensar que alguien vendrá ahora y llenará las paredes y los armarios con sus cosas. Es extraño despedirse de las casas vacías, igual que despedirse de un cadáver de gala y maquillado. Ayer me fumé un cigarro en el balcón y escuché mecerse al viento una vez más los árboles del Senado que tanto me acompañaron por las tardes. Cogí mis últimas cosas, bajé tres pisos de escaleras, le dije adiós a una vecina y la puerta se cerró detrás de mi cuando salí a la calle. Es curioso, por primera vez en meses llovía.