martes, agosto 30, 2005

Miedo

Estoy realmente acojonado ante la llegada del otoño. Me pondré amarillento o marrón y me caeré al borde de cualquier camino del parque. Y allí estaré hasta que me lleve una ráfaga de viento gris o un hombre con rastrillo me coloque sobre un montón de hojas secas, amarillas o marrones. Es verano hoy aún...

viernes, agosto 26, 2005

Desidia

Desidia o apatía. La mayor parte de la semana transcurrió en casa con las persianas bajadas, viendo desde la cama la series del Paramount Comedy sumergido en la penumbra, masturbándome en exceso y alimentándome de latas de fabada Litoral. Y al encenderse las farolas de la calle acercarme hasta el bar y agarrarme fuerte a la barra como quien se agarra a un madero en un naufragio. Al volver a casa me chocaba con las paredes.

sábado, agosto 13, 2005

Aerolineas Genitales

Qué maravilla pasearse por la casa en pelota picada, caminar por el pasillo, dejarme caer un rato por el salón, sentir el fresquito de la nevera contra mi pecho desnudo, así hasta plantarme delante del espejo de cuerpo entero, comenzar a mover rítmicamente en círculos la cadera y observar, alucinando bellotas con la naturaleza y el cuerpo humano, como mis genitales comienzan a girar haciendo el movimiento de un molino o un helicóptero. Una pena no conseguir la velocidad suficiente para despegar los pies del suelo y salir volando, con mi polla y mis cojones como aspas, hasta un lugar mejor que este, como la orillita del mar en Cádiz o un estado libre asociado de conciencia.

No puedo

Básicamente soy un inútil. Si como pasa con el cerebro que está formado en capas desde el cerebro de reptil -en lo más hondo- hasta el córtex o en las muñecas rusas o en las cebollas, nosotros también nos construimos a capas dentro de mí hay, sin duda, un niño inútil, y esto me condiciona. De guaje cuando estábamos en el cole yo era el que siempre llegaba el último en el test de Cooper, el que menos potencia de escupitajo poseía y también el que perdía el balón en los partidos de baloncesto. Al llegar a la adolescencia la cosa mejoró al empezar a valorarse otro tipo de cosas como el don de gentes o los chistes malos. Pero algo de aquel niño inepto quedó y ahora existe una fuerza invisible que obra sobre mí y me impide cumplir con mis obligaciones más inmediatas.

Fumo ahora mi primer cigarro del día - son las ocho de la tarde- mirando por la ventana y pensando que Oviedo es una ciudad de juguete poblada por ciudadanos muñeco cuando se me ocurre que en vez de terminar la jornada haciendo un inventario de las cosas que he hecho mejor debería hacer lo contrario: listar las cosas que debo hacer y que nunca hago por pura desidia, como por ejemplo estudiar o visitar a mi TíaVicen. Al menos he conseguido escribir algunas cosillas en mi olvidado blog y por otra parte es preferible ser un inútil que un tonto útil, aunque menuda gilipollez, quien no se consuela es porque no quiere, eso está clarinete. Otro cuento que me cuento.

La desgracia del melómano

Cuando uno entiende de música no le respeta nadie, es la hostia. He dedicado una parte importante de mi vida a escuchar discos de una gran variedad de estilos, a mangarlos en las grandes superficies, a bajármelos de internet, a mover el cacas en todo tipo de garitos, a leer libros y revistas sobre el tema, a charlar, a ir a conciertos. Pero claro, entender de música no es algo bien visto. En cambio si uno tiene por aficción los perros, los coches o los rifles es tratado como una autoridad en la materia. Nadie niega que conoce el tema en profundidad porque, en realidad, poca gente entiende de estas cosas. Pero como la música es una cosa tan común con la que nos bombardean y hasta nos hacen burla continuamente todo el mundo se cree con derecho a tener una opinión autorizada, y no es así. Cuando tu das la tuya -que generalmente si lo es- o cuando nombras una banda desconocida ya te toman por un snob que se las quiere dar de entendido. Y no es que me las quiera dar, es que lo soy. Coñe.

El clero volador

Hoy he visto a un sacerdote cruzar la calle por donde no debía y cada vez que veo algo así pierdo de nuevo la fe. Era además un cura con todas las de la ley: viejo, de pelo completamente cano y con sotana. Y sin ningún respeto por los pasos de cebra. Resulta que esos que desde los púlpitos nos exigen continuamente obediencia a las normas -al menos a sus normas- luego se saltan a la torera el código vial. Aunque claro, bien mirado tal vez sea que los curas solo están sujetos a las leyes de Dios y las leyes terrenales sean para ellos una nimiedad. Así que propongo que les instalemos bajo los faldones unos retropropulsores que los eleven por los aires y asi no interfieran el tráfico. Sería divertido ver a todo el clero volando por ahí y tal vez chocando entre ellos y cayendo del cielo cual Lucifer. Sería divino.