sábado, diciembre 31, 2011

Señales que precederán al Fin del Mundo



Que el mundo se acaba en 2012, además de una obviedad, es evidente. Se da un intenso debate entre escépticos e iluminados (yo me encuentro, y muy bien, entre los segundos), pero el acumulo de pruebas es tan abrumador que apenas deja espacio a la duda. Como agente del caos, les haré un breve resumen.

La prueba más cacareada ha sido el final del calendario maya, del que ustedes seguro ya habrán oído hablar. Hace miles de años los sabios astrónomos de este imperio precolombino, iniciaron un calendario cósmico que precisamente toca a su fin en diciembre de este año. Predijeron para esas fechas, basándose en quién sabe qué atávicas sabidurías, grandes cambios, un cambio de era o, directamente, el fin del mundo. Pero además, en esas fechas coincide con un máximo de actividad solar: en esta fase, que se repite cada once años, aumentan las fulguraciones y emisiones de viento solar, consistente en partículas cargadas que, en condiciones normales, son desviadas por el campo magnético terrestre hasta formar las auroras boreales en los polos, pero que, en un máximo, pueden causar problemas en la red de satélites y en la red eléctrica provocando apagones. Como nunca antes en la historia habíamos dependido tanto de los satélites, si nos faltan puede provocarse un caos financiero fatal para la raza humana. Además, por las mismas fechas, se alinean la Tierra, el Sol y el centro de la galaxia, que alberga un agujero negro supermasivo de varios millones de veces la masa del Sol. Esto no tiene por qué tener ninguna consecuencia, pero da cosica ¿que no? Luego está la extinción de las abejas, que se viene produciendo sin una explicación clara hace años, y que va en aumento. Las abejas, aunque no les hagamos mucho caso, son responsables de la mayor parte de la polinización y su falta rompería la cadena trófica. En poco tiempo, también acabaría con nosotros. Pero hay muchos más indicios sobre los que no me extenderé: la galopante crisis económica, la rotura de tibia de David Villa, el olvidado Cambio Climático, la toma del poder por Mariano Rajoy, la subida temporal del I.R.P.F, la continuidad de la Ley Antitabaco, el caso Urdangarín. En efecto, todo pinta mal, pero que muy mal. Igual aparece por ahí el planeta Melancolía.

Por lo demás tampoco debería preocuparnos demasiado el fin de la raza humana. Somos el que pega fuego a su casa, el que pega fuego a su bosque, el que pega a quien ama hasta matarle, el que cuelga al perro de un árbol y lo machaca y lo machaca y lo machaca. Somos la carcoma cósmica devorándose a sí misma. Yo creo que el Universo estaría mucho mejor sin nosotros, pero se ve que aumentamos exponencialmente la entropía. 

Disfruten de su última Nochevieja.

martes, diciembre 27, 2011

Ciudad de provincias: instrucciones de uso

En las ciudades de provincias, aunque haya muros opacos, persianas bajadas, puertas, portezuelas y cancelas, costosas obras de insonorización o gafas de sol Wayfarer, se vive en permanente vida pública. En las calles, en los bares, en los sex shops, siempre hay alguien que conoces, o que te conoce, o al que no conoces muy bien pero con quien  alguna vez (que no recuerdas) coincidisteis nosédónde. Así, levantas levemente la mano, o ensayas un breve gesto con la cabeza, hola, qué tal, como va eso, y luego ya a lo tuyo, a mirar los tangas o las novedades en DVD's de sexo geriátrico. Esto pasa, of course, en Oviedo, que ya en la tradición literaria (véase La Regenta (la serie me refiero, no el novelón, sino diría léase)) tiene fama de ciudad cotillera y criticona, y con razón. En Madrid, no crean, la cosa es parecida: si uno lleva un puñado de años y se mueve lo suficientemente rápido y contundente por sus saraos y sus mentideros, acaba encontrándose a conocidos con la misma frecuencia por la Gran Vía que por la recoleta calle Uría ovetense. Porque Madrid es un pueblón. Así, la sensación es la de vivir, en vez de en una ciudad, en un piso compartido en el que sabes que probablemente te encontrarás constantemente con tus compañeros en el pasillo o en la cocina, y en ropa interior. Porque cuando la gente habla mucho de la gente, y todo se sabe, vivimos en calzoncillos. Ahí está Facebook, sin ir más lejos, que es como una capital de provincias, pero sin catedral ni dulce típico (habrá que inventarlos), aunque con muchos tontos del pueblo y muchos borrachos ilustres. Por lo demás, algunos tenemos las piernas muy bonitas.

En las ciudades de provincia se cuentan muchas tragedias. A mí, cuando llego a Oviedo después de una temporada larga sin dejarme caer por aquí, en seguida se me pone al día religiosamente de fallecimientos, enfermedades degenerativas o venéreas, intentos de suicidio (fracasados o exitosos, signifique esto lo que signifique), divorcios o triunfos electorales de la derecha. O ese familiar demente al que ya le cuesta reconocerte. Las razones para esto, se me ocurre, son varias: el contacto íntimo entre todos los ciudadanos, el contacto interno entre las familias, también la falta de grandes eventos, que, tal vez, magnifica los eventos pequeños que configuran la pulpa de nuestras míseras vidas, que suelen ser desgraciados y que corren de boca en boca dándole un poco de color, aunque sea gris, a la peripecia cotidiana. Si uno se ha ido de su ciudad natal, es probable que conozca poca gente en su nueva ciudad en edad de desarrollar Alzheimer o morir de viejo. Y en las ciudades grandes hay muchos que están muy solos. Y luego están todos esos amigos que, recién entrados los 30, se embarazan. Que no digo yo que esto sea una desgracia, eso que conste.

Se aprecia muy bien el continuo paso del tiempo: las reuniones se llenan de hijos que corretean y los bares se vacían de caras conocidas. Nos arrugamos, clareamos, engordamos, lo flipamos. Igual la moraleja es que ya es hora de dejar de perrear, ponerle freno al bullate y construirnos una vida como Dios Manda, con su primogénito, su domingo por la tarde, sus tachuelas. Cada vez van pasando diez años de más cosas. Cada vez estamos más lejos de todo.

domingo, diciembre 11, 2011

Sponsoriza mi puta vida


Hace mucho tiempo, en una plaza muy muy cercana, la realidad me pegó un bofetón. Una señora se me acercó con cara de querer hacerme una pregunta:
-       
-          - Perdón, ¿el teatro jaguendazs?
¿     - ¿Cómorrrrll?
-          - Sí, ¿el teatro jaguendas?

Se refería al teatro Häagen-Dazs, como habrán adivinado, pero todavía vivíamos en aquella edad inocente en la que las cosas tenían sus propios nombres. El Teatro Calderón, de rancio abolengo madrileño, está en la céntrica plaza de Jacinto Benavente, haciendo esquina, y fue uno de los primeros en adoptar el nombre de una empresa, en este caso de la marca de helados estadounidense Häagen-Dazs. ¿A que pensaban que era alemana o escandinava? Pues no, los helados Häagen-Dazs vienen de las profundidades del Bronx, Nueva York. En cualquier caso, ¿por qué le ponían al Calderón el nombre de un helado que la mayoría de la población no sabe deletrear ni pronunciar? Estamos hablando de Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo universal del Siglo de Oro español, que, además, en la época, vivía por allí cerca, ¿no era un nombre perfecto? (De todas formas, todo hay que decirlo, la programación del teatro deja mucho que desear, copada por musicales naïf, así que bueno...).

Algún tiempo después, en otra plaza, una chica se acercó para preguntarme por otro teatro (se conoce que tengo cara de saber dónde están los teatros, pero, ya saben, lo mío es puro vicio). ¿El teatro Movistar?, preguntó la joven. Lo de Häagen-Dazs al menos tenía cierto misterio y una diéresis, que no es moco de pavo, pero ¿Movistar? Pues sí, un teatro de la Gran Vía, el Rialto, había sido rebautizado como Teatro Movistar. Como tu teléfono. Vaya cutre.

Nada nuevo bajo el sol. Todo esto les sonará a los fans del baloncesto, el hermano pobre. Recuerdo que en mi juventud el equipo de Vitoria (el Baskonia) se llamaba Taugrés, por la empresa de gres que lo patrocinaba. En la publicidad del equipo decían: “¿Qué hora es? ¡La hora del Taugrés!”, un ripio que desde entonces, no sé por qué, se me viene a la mente cada vez que me preguntan la hora (que no solo me preguntan por teatros). Con los demás equipos pasaban cosas similares. En las retrasmisiones de la SER (creo que era la SER) llegaron a patrocinar hasta algunas jugadas: un mate era un mate Phillips, y un triple, era un Cinco Estrellas (por la Mahou Cinco Estrellas). Cada vez que había un mate o un triple decían mate Phillips o Cinco Estrellas, hasta cuando acababa el partido y repasaban las estadísticas: “El Taugrés ha encestado siete Cinco Estrellas en la segunda parte”, por ejemplo. Claro, quien no estaba al loro de estos términos vanguardistas no sabía qué coño decían por la radio. Pero hay cosas peores: hasta la Sacrosanta Liga Nacional de Fútbol, origen y fin de todos nuestros problemas, se llama Liga BBVA.

El mundo de la juerga tampoco está exento: la tradicional sala de conciertos Arena, en Plaza España, una de las más importantes de la capital, donde han tocado buena parte de los grupos que importan (yo ví allí a Chimo Bayo, por ejemplo) se llamó hace un tiempo Sala Heineken (como el Festival de Benicasim, que se transformó en FIB Heineken). Pero hace unos meses es la ¡Sala Marco Aldany!, por Marco Aldany, la cadena de peluquerías low cost que emplea a peluqueras sacadas del barrio y formadas en su propia cantera, todo muy bling bling. Esto sí que es cutre, que vengan, por ejemplo, los Sonic Youth, y toquen en un sitio apadrinado por Marco Aldany (que por otro lado es un joven y exitoso empresario con pelazo y grandes bíceps, ver foto).

¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Rebautizaremos las iglesias por 30 monedas? Imagínense: Catedral de la Almudena-Durex. Vaya cachondeo, ¿no? Hace poco salió en los periódicos que los autobuses de línea de Valencia llevaban publicidad de prostíbulos con el número de móvil de la madamme, ¿recuerdan? ¿Podría entonces haber una Basílica de la Sagrada Familia/Piso de Relax Conejitas? ¿Y España? ¿Rebautizaríamos España como medida de austeridad para salir de la crisis? ¿Se llamaría España entera Santander? ¿Seríamos todos Santanderinos? ¿Le gustaría la idea a Merkel? El resto es misterio.

Yo, por lo demás, cambiaría Txe Peligro por Cheetos por un buen puñado de ecus. Que también estoy muy rico.

lunes, diciembre 05, 2011

Charles Darwin y los Fraguel



Como los ricos viven en sitios muy raros (porque los ricos, créanme, existen, yo los he visto) como La Moraleja o el barrio de Salamanca y veranean en Sotogrande o Puerto Banús, cuando vienen al mundo real se sienten como Darwin en las Galapagos. ¡Qué biodiversidad, Borjamari! Los ricos no distinguen a un ladrón, de un indigente, de un comunista, de un bohemio. Cuando los ricos vienen al Mercado (pijo) de San Miguel se acuerdan precisamente de Charles Darwin, porque los indigentes que montan eterna guardia en la puerta (que no son ladrones, ni comunistas aunque sí algo bohemios), y a los que yo he bautizado como Los Fraguel, son muy parecidos a Darwin y porque la foto de Darwin en los libros de texto de la escuela es la única persona tan barbuda y desaliñada que han visto en su vida. También porque a muchos niños ricos sus abuelas ultracatólicas les dicen que no crean en Darwin y ellos, como les invitan a chocolate con churros y les compran coches a los 16, en vez descreer de la teoría de la Evolución, descreen directamente de la existencia del Darwin hombre, como si fuese un personaje de ficción. Cuando vienen aquí lo flipan, claro. Me pregunto qué diría el darwinismo del fenómeno de Los Fraguels a la puerta del Mercado (pijo) de San Miguel. Tal vez aquello tan polémico de la “selección de grupo”: desde luego ese sucio grupo de hedonistas pedigüeños, esa útil asociación, parece haberse adaptado perfectamente al salvaje ecosistema urbano, y desmuestran tener una habilidades hepáticas de acero. Por el momento, parece que hay dos que se van a aparear y probablemente, traer más Fraguels a este mundo y perpetuar sus mugrientos genes. Con suerte, algún día, morderán a algún turista.

domingo, noviembre 27, 2011

Txe Peligro vs. Javier Marías



Y entonces, apareció Javier Marías. Estaba yo tomándome una birra y leyendo el periódico en una cervecería irlandesa de la calle Mayor, haciendo tiempo para no irme ya a casa, cuando le vi cruzar por delante del ventanal. Recién había anochecido y Javier Marías iba muy ufano, se diría que contento, muy recto, fumándose su buen piti, aunque caminando un poco a trompicones, con dificultad, como si fuese un mueble con patas, iluminado por la primera luz anaranjada de las farolas. Fue visto y no visto,  pronto se perdió en el puzzle humano que se forma en el Centro cuando es viernes tarde-noche y las Navidades se acercan. “Wow, chico”, me dije como si estuviera en una película estadounidense, “así que este es Javier Marías ¿eh? Formidable”. Lo cierto es que ya era hora de que nos cruzásemos, después de nueve meses en el barrio nunca me lo había encontrado ni en la Librería Méndez, ni en la Plaza de la Villa, ni en el Mercado de San Miguel, ni atascado en una de esas procesiones militares o religiosas que colapsan la vía pública y a las que Javier Marías profesa verdadero odio. Pero, de alguna forma, sentía su presencia poderosa, y pueda que, tal vez, él sintiera la mía, aunque sin identificarla.

Lo cierto es que viví otro avistamiento de Javier Marías hace exactamente 10 años, es curioso. Por entonces yo acababa de llegar a Madrid hacía un mes y pico y perdía el tiempo explorando la ciudad y fumando porros en el jardín del Reina Sofía, mirando con mucha atención, con los ojos enrojecidos, cómo la escultura móvil de Calder hacía esfuerzos por girar una vez más. (Cuando a Salvador Dalí le enseñaron las esculturas móviles de Calder dijo que lo primero que le había que exigir a una escultura es que se estuviese quieta, informo). De aquella vino a visitarme mi amigo Txavi y, una mañana gris, yendo al Prado a ver las Pinturas Negras de Goya, Txavi me dio un codazo y me señaló al tipo que caminaba delante. No era gordo, sino más bien grande y compacto, tenía una nuca arrugada y poderosa y una incipiente calvicie y se movía como un mueble.

-         – Creo que ese es Javier Marías, o Pedro Piqueras, no estoy seguro, me dijo.

Como yo acababa de llegar a Madrid todavía no me había acostumbrado a la tridimensionalidad de la gente que aparecía en la tele o en los periódicos, así que me puse muy contento de haber visto a Javier Marías o a Pedro Piqueras en el paseo el Prado (pues nunca conseguimos adelantarle y comprobar su identidad), y se lo conté a toda la gente que pude. De hecho, yo tenía 21 años y aún no había leído a Marías, así que me puse a ello, tras aquella primera aparición mariana.

A mi Javier Marías, qué quieren que les diga, me gusta. Sus novelas, no las he leído todas, me parece que están bien. Yo soy estilista en esto de la literatura, pero no de los que ponen la ropa a las modelos de la portada del Vogue, sino de los que casi casi se fijan más en el estilo o la “calidad de párrafo” como me la llama Guillermo Aguirre, que en los argumentos y las tramas. Luego cuando me leo una novela o veo una peli nunca me acuerdo bien de cómo iba la historia. Eso sí, disfruto con una escritura sorprendente, o fresca, o muy elaborada, o irreverente, o cuando Javier Marías detiene el tiempo (al parecer aprendió este recurso en el Tristam Shandy de Lawrence Sterne) y utiliza 100 páginas para contar como un tío se sirve un vaso de agua, o cuando se pone repetitivo, y se enrolla en plan Thomas Bernard o Miguel Noguera. Si no pasa nada en una novela, me da igual. Si pasan muchas cosas y están bien contadas, también lo acepto. De todas formas, ya casi no leo novelas, porque estoy en Facebook, que es mejor. Respecto a los artículos de Javier Marías en nuestro sacrosanto EPS, bueno, vale, a veces se me repite, y a veces me parece un viejo cascarrabias, o muy monjil, o muy resabidillo, con sus rollos anglófilos y su defensa académica de la lengua, con sus ataques a los poetas que recitan en telefonillos, pero, bah, es Javier Marías protestando de nuevo, y lo leemos. Total…

Como ven, la visión de Javier Marías cruzando la calle Mayor, muy ufano y fumándose su buen piti, me hizo un poco de magdalena de Proust y me dejó un poso espeso y aceitoso en el cerebro, ignoro si les ocurrirá los mismo a sus coleguis Arturo Pérez Reverte y Agustín Díaz Llanes, cuando salen en plan rat pack. Estoy seguro que Javier Marías también vio un destello, o sintió un pinchazo en el costado o un aura en el cráneo al cruzarse por delante de la cervecería, una señal que seguro que no supo a qué achacar. Lo que si me di cuenta tras la aparición o avistamiento, es que Javier Marías es lo que todo el mundo en el mundo de la literatura quisiera ser. El que siempre se cita como epítome del éxito, porque vendió un millón de ejemplares en Alemania y todo eso, pero además, porque es literatura seria y no subliteratura comercial como su amigo Pérez Reverte, o Carlos Ruiz Zafón. Vamos, que Marías triunfa y mola, y si no te mola, al menos lo respetas, porque, como dicen, “contenta a crítica y público”. A ver si dentro de 10 años vuelvo a verlo. A él o a Pedro Piqueras, que también tiene tela.


viernes, noviembre 25, 2011

El punk rock me robó la virginidad (+ OBK)

Los Descendents son uno de mis grupos favoritos de cuando me estaba saliendo la barba. Algunas noches que acompaño mis sesiones de YouTube con unas buenas Mahous Clásicas descubro a un montón de chicas guapas versioneando sus temas, webcam y guitarra acustica mediante. He aquí algunos ejemplos de punk rock comparado ¿comparado con qué?

Aquí están los Descendents haciéndose el Clean Sheets, uno de los temas más emocionales que tienen. Adviertan que Mylo Auckerman, doctor en Bioquímica, ya llevaba gafapastas de las gordas cuando usted, querido lector, pensaba que se llevaban las de carey.


Ahora una hermosa oriental se lo marca con la guitarra, y no lo hace mal.


El Good good things tambien me la ponía llorona cuando viajaba a Madrid solito en el Alsa.


Pero luego viene una caucásica y lo hace en plan Carla Bruni y te rompe el corazón.



El Hope ya era un pelín más punkarra. En este video nuestros chicos ya están talluditos.



Sin embargo, una joven latina, por aquello de la paridad racial, nos lo suaviza en su cuarto.



¿Eran los Descendents un grupo punki para nenas? No sé. No importa. El punk ha muerto, viva el punk y sus chavalas. Así que, ahora, para bajar los ánimos, una de OBK.


Enjoy!

jueves, noviembre 24, 2011

Le dije que


Le dije que me dejara en paz, le dije que,
le dije que me dejara, le dije, le
dije que todo olía, a lejía, le dije que,
le dije que escarabajo, murciélago, que crustáceo,
le dije que me dejara en paz, le dije, se lo
dije clavando clavos, oxidados, a ver si así,
a ver si, a ver si así me oía, decirle,
decirle que, que me dejara en paz, que me dejara.

domingo, noviembre 20, 2011

Una obra de arte con patas


Este tipo no es un artista. Este tipo es una puta obra de arte. O quiere serlo. Isaac del Valle Mogarra, natural de Madrid, marsellés de adopción desde hace unas semanas, posa en el Museo de Arte Contemporáneo de Marsella (MAC) donde nos cuenta su ambicioso proyecto.

"Le voy a proponer al Museo vivir aquí. Siempre que el museo esté abierto yo estaré paseando por las dependencias", explica. No le importa "trabajar" las horas que sea, le da igual que el MAC abra en agosto o en días festivos. Si el museo abre sus puertas, Del Valle Mogarra estará de cuerpo presente. Le vale  con 1.000 euros al mes (menos que el sueldo mínimo en la República Francesa). "O mil y pico", matiza. Eso sí, será un trabajo para toda la vida. "No me interesa la jubilación, estaré expuesto hasta el día de mi muerte".



Su pareja, que se llama Suspirito Alemán, al principio se mostró reticente. "Si haces eso te dejo", le dijo. Luego se dio cuenta de que, en resumidas cuentas, este trabajo no se diferencia mucho del de un oficinista a jornada completa. "Bien mirado, está guay, podré escribir un libro que se llame 'Yo me follé a una obra de arte".

Del Valle Mogarra, que aún no ha trasladado su propuesta a las autoridades del museo, no ve más que ventajas: "Podré incluso viajar, podrán cederme al MoMA o a la Tate Modern, veré mundo. Además, en las elitistas fiestas del artisteo diré con un vino tinto en la mano: '¿que tú eres artista?, pues yo soy una obra de arte".


--------------------
(Arriba, en una de las imágenes tomadas por Esther Minia, dos obras se superponen: en primer término, la obra de arte humana, Isaac del Valle Mogarra, al fondo Tela-Nicchia de Michelangelo Pistoletto. Más abajo, Del Valle Mogarra al lado de una ficha que bien podría decir: Isaac del Valle Mogarra, autor: Pedro y Amalia, fecha: 1981, materiales: carne, hueso, bilis e indeterminados litros de alcohol.)

viernes, noviembre 11, 2011

Mejor callar



“Qué rico el limón, ¿eh?” Hay gente que dice este tipo de cosas, que se admira de las cosas buenas de pronto, después de haber convivido con ellas durante muchos años, porque, precisamente, es la gente mayor de 50 años, según he observado, la que más pronuncia estas sentencias. “Qué rica la leche entera, ¿eh?”. “Qué rica la carne, ¿eh?”. Llevan varias décadas aliñando los mejillones hervidos con limón, o bebiendo vasos de leche antes de dormir o comiendo carne poco hecha. Sin embargo, un día cualquiera, repararan de nuevo en las bondades de los productos. No este limón, ni esta leche, ni esta carne. Si no el limón, la carne, la leche, así, en general. Es como tomar conciencia de nuevo de la vida en esencia una vez que ya están demasiado acostumbrados a ella, cuando los días pasan uno tras otro si apenas rascar, como cuando se bebe agua. “Qué rica el agua cuando se tiene sed, ¿eh?”, dice mucho mi madre con un vaso en la mano.

Una vez conocí a un poeta mayor que, caminando por la calle, siempre te señalaba las cosas buenas de las cosas que nos cruzábamos. Señalaba un árbol y lo nombraba por el nombre, porque los buenos poetas saben el nombre de todos los árboles y de todos los pájaros, aunque no de todos los estados del alma, si es que el alma existe. “Mira que árbol tan impresionante”, decía, yo ya no recuerdo que árbol era. Y se ponía nervioso esperando el postre y me hablaba de gente talentosa que le caía bien, como si no tuviese interés en la gente odiosa, como si eso fuera una pérdida de tiempo. Muy al contrario de lo que hacen la mayoría de los escritores y de la sociedad en la que fermentan, que siempre prefieren hablar mal y acertar mucho.

Luego hay gente que prefiere detenerse en los aspectos más sórdidos de la existencia, las corrientes de aire traicioneras o los descuidos del camarero, que revisa los tickets y las vueltas minuciosamente, que no quiere que se le cuelen en el cine, pero trata de colarse, que no se fía de su madre. Pero de esos limones, como diría el poeta, mejor no hablemos.

jueves, noviembre 10, 2011

Naturaleza vs. Cultura





El de arriba es el Cerditín con Bragas. Esa cosita linda es una de las pocas razones que me animan a levantarme cada mañana y vivir. Sus suaves mofletitos, su mirada de algodón, su caracter siempre alegre son un rayo de luz que ilumina y da sentido a esta experiencia áspera y fangosa que es la vida.

El de abajo es un cochinillo, vecino mío, que vive en el escaparate de un grasa bar de la calle Toledo. Muchos días le miro un rato al pasar, no se a qué espera ahí metido, como la momia de Lenin.

Esta es la diferencia entre Cultura y Naturaleza.

Obrar esta transformación: esto es a veces la función  del Arte.

Eso sí, eventualmente, el de abajo se puede comer.

jueves, noviembre 03, 2011

Abducciones generales


 
El 20 de Noviembre se va abrir el cielo y van a bajar ellos. Grandes naves espaciales con forma de tartera flotando misteriosamente sobre las grandes urbes, los pueblos, las pedanías de la España más negra, al ritmo del theremin cósmico. Nos abducirán tirándonos de los pelos y nos llevaran al planeta Zordon, donde todos seremos felices pero sobre todo: libres!

Libertad: de empresa! Libertad: para los mercados y los mercadonas! Libertad: de despido! Libertad: de horarios para las grandes superficies! y para los empresarios taurinos! ¡Qué bien sabe la libertad en la galaxia de Andrómeda!

El planeta Zordon está en el sistema solar xv56PPs, un lugar privilegiado donde la radiación de su estrella permite la vida tal y como la conocemos: temperaturas templadas que permiten la existencia de agua líquida, frondosa vegetación y todo recalificado para urbanizar la costa, porque en Zordon todo es costa y estaremos muy morenos, como los alcaldes de Benidorm, comiendo ladrillos repletos de vitamina. Pero sobre todo, en Zordon, nos espera el Gran Líder, que lleva túnica pero no ropa interior. ¡Grandes orgías en Zordon! ¡Circulación libre de capitales!

El Gran Líder es un señor de Pontevedra (porque en Zordon también hay Pontevedra igual que en Argentina también hay Córdoba), al que le gusta fumar puros después de comer bien, tomarse una copa, abrirse el cinturón y contar chistes picantones. ¡Un señorón de provincias! Nuestro Gran Líder –su verbo líquido, su labios húmedos, su barba que pincha cuando le besas- nos dará empleo a todos, de mano de los aguerridos emprendedores: trabajo barato! trabajo gratis! Podremos trabajar todo cuanto queramos por muy poco dinero ¡o por nada! ¡Qué bien se está en el paro, sin subsidio, mano sobre mano!

Porque en el planeta Zordon nos reuniremos con nuestra verdadera naturaleza: la selva. Retournons a la nature, que dijo Rousseau, aquel jipi. Allá vamos, en Zordon. Cada uno tendrá lo que se merezca. No pagaremos por el médico de otros, ni por la educación de los niños de padres sin iniciativa, ni riqueza (ni herencia): queremos a los niños listos de los emprendedores. Ellos se lo han ganado, no los otros, indigentes o extranjeros. No más regalos a los vagos: Zordon es para los que valen.

Estoy deseando llegar a Zordon, la neolibertad que nos interesa, y que Moody’s me rebaje a piltrafilla.

jueves, octubre 27, 2011

Estafadores del futuro


Ay, Sandro. Esos sedosos cabellos azabache, esa americana de negro satén, el leve acento andalúh con el que nos camelas, la eterna sonrisa despreocupada, esa pose adelantando la mano que rodea la bola (es decir, el futuro) como en el Autoretrato con espejo convexo del Parmigianino que John Ashbery convirtió en Pulitzer de Poesía…


Sandro Rey, cuya edad no me atrevo a aventurar (por la mezcla entre su lozana melena y su algo más curtido rostro (¿será un inmortal?)) es uno de los videntes más profesionales, es decir, con más jeta de la tele. Pontifica en las noches de La Sexta, y forma parte del Trigono Mágico: él, cabeza de cartel, figura en el medio de la pantalla; a ambos lados, en pequeñas ventanitas, aparecen sus adláteres Exther y Katiuska, sus pitonisas compañeras, que bien pueden estar atendiendo a una llamada o mirando expectantes al espectador. A su lado, una presentadora neutra, seglar, sin poderes, le canta sus alabanzas. Cuando nadie llama, Sandro escruta a la cámara con esa mirada misteriosa que se ve en la foto y ensaya sugerentes posturas con la bola de cristal en la que el hoy, el ayer y el mañana se le revelan. ¡Tiene un don! ¡Si no es para adivinar, al menos para posar! A veces, a qué negarlo, me veo hipnotizado por su influjo y me siento tentado a llamar.

Por lo demás, Sandro Rey se gana la vida estafando a las señoras iletradas que le llaman. Dictamina sobre temas tan complicados como la enfermedad de Crohn, recomienda visitar al homeópata o resucita a personas que llevan criando malvas una buena temporada y él todavía ve vivitas y coleando. Juega con la ilusión y las esperanzas de los incautos. Todo esto no es nada nuevo, claro está, sino las miserias habituales en el proceloso mundo de la adivinación.Yo no digo que haya que prohibir las cosas, pero si sabemos positivamente que esto es una estafa, al menos le podrían colgar un cartelito debajo, como en el paquete de tabaco, explicando que es nocivo para la cartera e inútil. O meterlo en prisión, como hacen con el resto de timadores.

Vivimos en un mundo completamente científico tecnológico, sin embargo, algunas mentes parecen ancladas en épocas precientíficas, medievales, donde la superstición campaba a sus anchas entre los pliegues de los cerebros. (No la de Sandro, claro, que seguro que sabe muy bien lo que se trae entre manos). Utilizamos ordenadores e iPhones a diario, nos tratamos con las últimas técnicas médicas, consumimos energía de los más diversos tipos, mandamos sondas a Marte… y luego, por las noches, llamamos a Sandro Rey, que nos lea la buenaventura o abrimos el libro de autoayuda (El Secreto de Rondha Byrne, por ejemplo). Salgan a la calle y pregúntenle a un transeúnte qué es el Sol y por qué brilla. O por qué el cielo es azul. Es muy probable que fenómenos que le tocan de cerca a diario o que, incluso, son imprescindibles para su vida, sean un misterio para él. Es lo que se llama analfabetismo científico. En una ocasión, un licenciado en sociología (atención) me dijo: “Oye, tú que eres físico: en la antípodas, en Nueva Zelanda, si están al revés… ¿por qué no se caen?”


Pues eso. Como diría Sandro: “bendiciones y buenas noches”




domingo, octubre 16, 2011

España se va comer el Mundo



Como ustedes saben el ladrillo es la forma más zafia y española de modelo productivo. Mientras otros países basan su riqueza y crecimiento en la agricultura, la industria o la tecnología, aquí la bonanza vino de la especulación inmobiliaria: es decir, comprar barato con la esperanza de vender caro y construir a troche y moche viviendas destinadas a hipotéticos ocupantes que nunca vendrían, a poder ser en lugares costeros donde se joda bien el litoral, su fauna, su flora y su idiosincrasia local. Así que ahora tenemos millones de viviendas vacías, la mayoría en forma de urbanizaciones que ni siquiera han sido terminadas, o que, si han sido terminadas, no han sido inauguradas. Calles y calles de decadentes chalets adosados con piscina ocupados solo por el viento que sopla entre los marcos vacíos de sus ventanas.

Sí España fuera un país guay y basase su modelo productivo en el I+D, es decir, en el conocimiento y el desarrollo científico, a algún cerebrito del CSIC se le hubiera ocurrido investigar una enzima o algo que permitiese digerir y metabolizar los ladrillos excedentes, que están fabricados con arcilla, hecha a su vez de caolín, silicatos hidratados de alúmina, illita o montmorillonita (como lo oyen). Sería tan fácil como incorporar estos materiales a los procesos por los cuales se metabolizan las proteínas, los lípidos, lo hidratos de carbono y demás biomoléculas. No puede ser tan difícil.

En el nuevo panorama viviríamos en la abundancia, pues podríamos comer ladrillo y nunca habría vacas flacas. Al principio tendríamos que comerlo molido con algún instrumento pero en unos miles de años, mediante procesos evolutivos, el español desarrollaría una mandíbula apta para tales tareas. Nos podríamos comer Marina D’Or ciudad de vacaciones, o la fantasmal ciudad vertical que Paco el Pocero levantó en Seseña, en medio del desierto. Nos podríamos comer el delicioso hotel El Algarrobico que edificaron en el espacio natural del Cabo de Gata y, de hecho, podríamos limpiar las costas sin coste, sin bulldozers ni explosivos, solo a base de gula y desenfreno volveríamos a tener litorales sanos y diáfanos. No habría hambre: España, la comeladrillos, sería un lugar próspero y feliz, cuyo único problema sería, tal vez, el sobrepeso.

Incluso podríamos saltar al extranjero: comernos el Empire Estate Building, la Torre Eiffel, el Palacio Prohibido de Pekín, o las ruinas de Macho Picchu. ¿Frank Lloyd Wright? Pa dentro. ¿Mies Van der Rohe? Pa dentro. ¿Álvaro de Siza? Ñam. Los españoles seríamos famosos y temidos por nuestro voraz apetito por lo más granado de la arquitectura mundial. No podrían pararnos. ¡Hasta podríamos comernos a Calatrava! Pero a Calatrava ¡en persona! Ahí se abriría la veda, y entonces ya pasaríamos del ladrillo a la carne y el hueso, al canibalismo. Primero Calatrava, ¡luego Carla Bruni! ¡Sarkozy! ¡la Duquesa de Alba! ¡Ai Wei Wei! Nos iríamos comiendo a todo el mundo, hasta que al final aparecería el carácter cainita y fraticida de nuestra patria y nos comeríamos entre nosotros.