sábado, diciembre 31, 2011

Señales que precederán al Fin del Mundo



Que el mundo se acaba en 2012, además de una obviedad, es evidente. Se da un intenso debate entre escépticos e iluminados (yo me encuentro, y muy bien, entre los segundos), pero el acumulo de pruebas es tan abrumador que apenas deja espacio a la duda. Como agente del caos, les haré un breve resumen.

La prueba más cacareada ha sido el final del calendario maya, del que ustedes seguro ya habrán oído hablar. Hace miles de años los sabios astrónomos de este imperio precolombino, iniciaron un calendario cósmico que precisamente toca a su fin en diciembre de este año. Predijeron para esas fechas, basándose en quién sabe qué atávicas sabidurías, grandes cambios, un cambio de era o, directamente, el fin del mundo. Pero además, en esas fechas coincide con un máximo de actividad solar: en esta fase, que se repite cada once años, aumentan las fulguraciones y emisiones de viento solar, consistente en partículas cargadas que, en condiciones normales, son desviadas por el campo magnético terrestre hasta formar las auroras boreales en los polos, pero que, en un máximo, pueden causar problemas en la red de satélites y en la red eléctrica provocando apagones. Como nunca antes en la historia habíamos dependido tanto de los satélites, si nos faltan puede provocarse un caos financiero fatal para la raza humana. Además, por las mismas fechas, se alinean la Tierra, el Sol y el centro de la galaxia, que alberga un agujero negro supermasivo de varios millones de veces la masa del Sol. Esto no tiene por qué tener ninguna consecuencia, pero da cosica ¿que no? Luego está la extinción de las abejas, que se viene produciendo sin una explicación clara hace años, y que va en aumento. Las abejas, aunque no les hagamos mucho caso, son responsables de la mayor parte de la polinización y su falta rompería la cadena trófica. En poco tiempo, también acabaría con nosotros. Pero hay muchos más indicios sobre los que no me extenderé: la galopante crisis económica, la rotura de tibia de David Villa, el olvidado Cambio Climático, la toma del poder por Mariano Rajoy, la subida temporal del I.R.P.F, la continuidad de la Ley Antitabaco, el caso Urdangarín. En efecto, todo pinta mal, pero que muy mal. Igual aparece por ahí el planeta Melancolía.

Por lo demás tampoco debería preocuparnos demasiado el fin de la raza humana. Somos el que pega fuego a su casa, el que pega fuego a su bosque, el que pega a quien ama hasta matarle, el que cuelga al perro de un árbol y lo machaca y lo machaca y lo machaca. Somos la carcoma cósmica devorándose a sí misma. Yo creo que el Universo estaría mucho mejor sin nosotros, pero se ve que aumentamos exponencialmente la entropía. 

Disfruten de su última Nochevieja.

martes, diciembre 27, 2011

Ciudad de provincias: instrucciones de uso

En las ciudades de provincias, aunque haya muros opacos, persianas bajadas, puertas, portezuelas y cancelas, costosas obras de insonorización o gafas de sol Wayfarer, se vive en permanente vida pública. En las calles, en los bares, en los sex shops, siempre hay alguien que conoces, o que te conoce, o al que no conoces muy bien pero con quien  alguna vez (que no recuerdas) coincidisteis nosédónde. Así, levantas levemente la mano, o ensayas un breve gesto con la cabeza, hola, qué tal, como va eso, y luego ya a lo tuyo, a mirar los tangas o las novedades en DVD's de sexo geriátrico. Esto pasa, of course, en Oviedo, que ya en la tradición literaria (véase La Regenta (la serie me refiero, no el novelón, sino diría léase)) tiene fama de ciudad cotillera y criticona, y con razón. En Madrid, no crean, la cosa es parecida: si uno lleva un puñado de años y se mueve lo suficientemente rápido y contundente por sus saraos y sus mentideros, acaba encontrándose a conocidos con la misma frecuencia por la Gran Vía que por la recoleta calle Uría ovetense. Porque Madrid es un pueblón. Así, la sensación es la de vivir, en vez de en una ciudad, en un piso compartido en el que sabes que probablemente te encontrarás constantemente con tus compañeros en el pasillo o en la cocina, y en ropa interior. Porque cuando la gente habla mucho de la gente, y todo se sabe, vivimos en calzoncillos. Ahí está Facebook, sin ir más lejos, que es como una capital de provincias, pero sin catedral ni dulce típico (habrá que inventarlos), aunque con muchos tontos del pueblo y muchos borrachos ilustres. Por lo demás, algunos tenemos las piernas muy bonitas.

En las ciudades de provincia se cuentan muchas tragedias. A mí, cuando llego a Oviedo después de una temporada larga sin dejarme caer por aquí, en seguida se me pone al día religiosamente de fallecimientos, enfermedades degenerativas o venéreas, intentos de suicidio (fracasados o exitosos, signifique esto lo que signifique), divorcios o triunfos electorales de la derecha. O ese familiar demente al que ya le cuesta reconocerte. Las razones para esto, se me ocurre, son varias: el contacto íntimo entre todos los ciudadanos, el contacto interno entre las familias, también la falta de grandes eventos, que, tal vez, magnifica los eventos pequeños que configuran la pulpa de nuestras míseras vidas, que suelen ser desgraciados y que corren de boca en boca dándole un poco de color, aunque sea gris, a la peripecia cotidiana. Si uno se ha ido de su ciudad natal, es probable que conozca poca gente en su nueva ciudad en edad de desarrollar Alzheimer o morir de viejo. Y en las ciudades grandes hay muchos que están muy solos. Y luego están todos esos amigos que, recién entrados los 30, se embarazan. Que no digo yo que esto sea una desgracia, eso que conste.

Se aprecia muy bien el continuo paso del tiempo: las reuniones se llenan de hijos que corretean y los bares se vacían de caras conocidas. Nos arrugamos, clareamos, engordamos, lo flipamos. Igual la moraleja es que ya es hora de dejar de perrear, ponerle freno al bullate y construirnos una vida como Dios Manda, con su primogénito, su domingo por la tarde, sus tachuelas. Cada vez van pasando diez años de más cosas. Cada vez estamos más lejos de todo.

domingo, diciembre 11, 2011

Sponsoriza mi puta vida


Hace mucho tiempo, en una plaza muy muy cercana, la realidad me pegó un bofetón. Una señora se me acercó con cara de querer hacerme una pregunta:
-       
-          - Perdón, ¿el teatro jaguendazs?
¿     - ¿Cómorrrrll?
-          - Sí, ¿el teatro jaguendas?

Se refería al teatro Häagen-Dazs, como habrán adivinado, pero todavía vivíamos en aquella edad inocente en la que las cosas tenían sus propios nombres. El Teatro Calderón, de rancio abolengo madrileño, está en la céntrica plaza de Jacinto Benavente, haciendo esquina, y fue uno de los primeros en adoptar el nombre de una empresa, en este caso de la marca de helados estadounidense Häagen-Dazs. ¿A que pensaban que era alemana o escandinava? Pues no, los helados Häagen-Dazs vienen de las profundidades del Bronx, Nueva York. En cualquier caso, ¿por qué le ponían al Calderón el nombre de un helado que la mayoría de la población no sabe deletrear ni pronunciar? Estamos hablando de Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo universal del Siglo de Oro español, que, además, en la época, vivía por allí cerca, ¿no era un nombre perfecto? (De todas formas, todo hay que decirlo, la programación del teatro deja mucho que desear, copada por musicales naïf, así que bueno...).

Algún tiempo después, en otra plaza, una chica se acercó para preguntarme por otro teatro (se conoce que tengo cara de saber dónde están los teatros, pero, ya saben, lo mío es puro vicio). ¿El teatro Movistar?, preguntó la joven. Lo de Häagen-Dazs al menos tenía cierto misterio y una diéresis, que no es moco de pavo, pero ¿Movistar? Pues sí, un teatro de la Gran Vía, el Rialto, había sido rebautizado como Teatro Movistar. Como tu teléfono. Vaya cutre.

Nada nuevo bajo el sol. Todo esto les sonará a los fans del baloncesto, el hermano pobre. Recuerdo que en mi juventud el equipo de Vitoria (el Baskonia) se llamaba Taugrés, por la empresa de gres que lo patrocinaba. En la publicidad del equipo decían: “¿Qué hora es? ¡La hora del Taugrés!”, un ripio que desde entonces, no sé por qué, se me viene a la mente cada vez que me preguntan la hora (que no solo me preguntan por teatros). Con los demás equipos pasaban cosas similares. En las retrasmisiones de la SER (creo que era la SER) llegaron a patrocinar hasta algunas jugadas: un mate era un mate Phillips, y un triple, era un Cinco Estrellas (por la Mahou Cinco Estrellas). Cada vez que había un mate o un triple decían mate Phillips o Cinco Estrellas, hasta cuando acababa el partido y repasaban las estadísticas: “El Taugrés ha encestado siete Cinco Estrellas en la segunda parte”, por ejemplo. Claro, quien no estaba al loro de estos términos vanguardistas no sabía qué coño decían por la radio. Pero hay cosas peores: hasta la Sacrosanta Liga Nacional de Fútbol, origen y fin de todos nuestros problemas, se llama Liga BBVA.

El mundo de la juerga tampoco está exento: la tradicional sala de conciertos Arena, en Plaza España, una de las más importantes de la capital, donde han tocado buena parte de los grupos que importan (yo ví allí a Chimo Bayo, por ejemplo) se llamó hace un tiempo Sala Heineken (como el Festival de Benicasim, que se transformó en FIB Heineken). Pero hace unos meses es la ¡Sala Marco Aldany!, por Marco Aldany, la cadena de peluquerías low cost que emplea a peluqueras sacadas del barrio y formadas en su propia cantera, todo muy bling bling. Esto sí que es cutre, que vengan, por ejemplo, los Sonic Youth, y toquen en un sitio apadrinado por Marco Aldany (que por otro lado es un joven y exitoso empresario con pelazo y grandes bíceps, ver foto).

¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Rebautizaremos las iglesias por 30 monedas? Imagínense: Catedral de la Almudena-Durex. Vaya cachondeo, ¿no? Hace poco salió en los periódicos que los autobuses de línea de Valencia llevaban publicidad de prostíbulos con el número de móvil de la madamme, ¿recuerdan? ¿Podría entonces haber una Basílica de la Sagrada Familia/Piso de Relax Conejitas? ¿Y España? ¿Rebautizaríamos España como medida de austeridad para salir de la crisis? ¿Se llamaría España entera Santander? ¿Seríamos todos Santanderinos? ¿Le gustaría la idea a Merkel? El resto es misterio.

Yo, por lo demás, cambiaría Txe Peligro por Cheetos por un buen puñado de ecus. Que también estoy muy rico.

lunes, diciembre 05, 2011

Charles Darwin y los Fraguel



Como los ricos viven en sitios muy raros (porque los ricos, créanme, existen, yo los he visto) como La Moraleja o el barrio de Salamanca y veranean en Sotogrande o Puerto Banús, cuando vienen al mundo real se sienten como Darwin en las Galapagos. ¡Qué biodiversidad, Borjamari! Los ricos no distinguen a un ladrón, de un indigente, de un comunista, de un bohemio. Cuando los ricos vienen al Mercado (pijo) de San Miguel se acuerdan precisamente de Charles Darwin, porque los indigentes que montan eterna guardia en la puerta (que no son ladrones, ni comunistas aunque sí algo bohemios), y a los que yo he bautizado como Los Fraguel, son muy parecidos a Darwin y porque la foto de Darwin en los libros de texto de la escuela es la única persona tan barbuda y desaliñada que han visto en su vida. También porque a muchos niños ricos sus abuelas ultracatólicas les dicen que no crean en Darwin y ellos, como les invitan a chocolate con churros y les compran coches a los 16, en vez descreer de la teoría de la Evolución, descreen directamente de la existencia del Darwin hombre, como si fuese un personaje de ficción. Cuando vienen aquí lo flipan, claro. Me pregunto qué diría el darwinismo del fenómeno de Los Fraguels a la puerta del Mercado (pijo) de San Miguel. Tal vez aquello tan polémico de la “selección de grupo”: desde luego ese sucio grupo de hedonistas pedigüeños, esa útil asociación, parece haberse adaptado perfectamente al salvaje ecosistema urbano, y desmuestran tener una habilidades hepáticas de acero. Por el momento, parece que hay dos que se van a aparear y probablemente, traer más Fraguels a este mundo y perpetuar sus mugrientos genes. Con suerte, algún día, morderán a algún turista.