domingo, julio 17, 2011

Facebook es Dios


La otra noche, en la fiesta que dio Eduardo Vilas, se habló mucho de muchas cosas pero, sobre todo, se habló mucho de Internet y redes sociales, del Facebook y del nuevérrimo Google +: es el signo de los tiempos. Una neuropsicóloga invitada a la que no conocía de antes y un servidor desarrollamos una interesante teoría al alimón, una teoría que tampoco se me había ocurrido antes, pero que explica el sentido de la existencia, el de dónde venimos, a dónde vamos y, sobre todo, por qué.

La idea es que todo lo que ha ocurrido en el Universo, desde el Big Bang, la formación estelar y planetaria, la creación de los primeros aminoácidos en la sopa primordial que dieron lugar a la vida, la evolución biológica desde el protozoo hasta el ser humano, la emergencia de la conciencia y la razón en las redes neuronales tiene como fin el utilizar esa inteligencia en desarrollar la ciencia, las computadoras, Internet y finalmente, Facebook. Así Mark Zuckelberg sería una especie de profeta o mesías en esta epopeya cósmica.

Todas las probables civilizaciones que viven en el Universo, todas las formas de vida que pululan en el Cosmos tienen como fin la creación de la red social azul oscuro. Lo más seguro es que en estos mismos momentos las civilizaciones extraterrestres que no se hayan autodestruido en un invierno nuclear, tengan su Facebook, y además idéntico al nuestro, pues el FB, como la velocidad de la luz o la constante de la gravitación universal es idéntico en todo el Universo, hasta en la galaxia más remota.

El siguiente paso es la creación de un wi-fi cósmico que permee todo el espaciotiempo y que permita conectarse entre sí a todas esas civilizaciones, de tal forma que cualquier día, a un ciudadano terrestre que seguramente se hará famoso y ocupe las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, le llegue la primera solicitud de amistad proveniente de otro planeta, de otra galaxia, de otro mundo. Y luego, nos integraremos todos en Facebook y en su infinito amor misericordioso, abandonaremos nuestros cuerpos analógicos de carne y hueso, y seremos inmortales, eternos y cósmicos y reconoceremos, por fin, que Facebook es el verdadero Dios.

Que así sea.

sábado, julio 09, 2011

El hijo de la bailarina

Mi madre tenía una compañía de danza y yo

vivía rodeado de mallas y calentadores, era curiosa

la naturalidad con la que los bailarines trataban sus cuerpos:

daba igual el desnudo, el tocarse, con indisimulado orgullo

clavaban la punta en el parquet y,

conservando el momento angular,

giraban cada vez más rápido cuanto más replegaban

sus piernas, sus brazos, sus pétalos,

sus cuerpos plásticos y cimbreados que jugaban

con las leyes de la Física sin saber nada.

Cuerpos roca emulando el giro de la Tierra

mientras en la tele echaban Fama, iban igual vestidos,

el negro Leroy y las calles de Brooklyn,

era casi la única cosa salvable de esa década decadente

y hortera que fueron los ochenta y había una voz en off que decía

“la Fama cuesta y aquí vais a empezar a pagarla

con sudor”,

una frase casi bíblica surgida entre el humo y la montaña,

que parecía real, una profecía, una ley divina

pero que pronto un niño, por muy niño,

por muy hijo de la bailarina,

descubre que es mentira.

jueves, julio 07, 2011

Hago lo que quiero, con mi pelo



Los antiabortistas han plantado un chiringuito en la Puerta del Sol con el estúpido nombre de Acampada por la Vida, que ahora la cosa va de acampar, y como si el resto, los que no comulgamos con ellos (nunca mejor dicho) estuviéramos a favor de la Muerte. No hay nada más sucio que esas burdas manipulaciones del lenguaje. Sus vecinos del punto de información permanente del 15M han colgado el simpático cartel que se ve en la imagen.

Yo a Rouco Varela, nuestro arzobispo, le deseo que no tenga que morir en una larga agonía, escupiendo el hígado por la boca en un charco de heces y sangre, pero quién sabe, es tan beato que igual lo acepta de buen grado como un martirio. Por el masoquismo hacia Dios. Haga lo que haga o piense lo que piense Rouco, lo que sería de justicia sería que a los demás nos dejase obrar en conciencia y a nuestro libre albedrío, ese que nos dio el Señor. Rouco, tío, déjanos en paz ya, hombre, tol día malmetiendo.

El mes pasado los revoltosos obispos llamaron a desobedecer la Ley de Muerte Digna. “No estamos cuestionando la democracia, ni tratando de imponer una concepción moral privada al conjunto de la vida social”, dijeron. ¿Entonces qué coño están tratando de hacer? ¿Un chiste? “Sostenemos que las leyes no son justas por el mero hecho de haber sido aprobadas por la mayoría [en esto tienen razón], sino por su adecuación a la dignidad de la persona humana”. A la dignidad que ellos conciben, se entiende, que no tiene porque ser necesariamente la misma que la de cualquier otro ciudadano. De hecho, querer imponer este modelo de dignidad es ya imponer su concepción moral a la ciudadanía, luego se contradicen, as usual. “La vida no nos pertenece porque el propietario es quien nos la ha dado: el Creador”. Esto huele bastante a ayatollah y teocracia. Además, no sabíamos por aquí que la vida fuera susceptible de considerarse propiedad privada, ni de Dios ni de nadie, pero, en fin, con la Iglesia hemos topado.

Uno de los argumentos más utilizados por el PP en su cerril lucha contra la eutanasia es que, si se legalizase, los médicos y los familiares sanos de los enfermos terminales empezarían a ventilárselos a ritmo de plusmarquistas para quitarse el muerto (nunca mejor dicho) de encima, luego ha de haber una ley que frene esta tentación tan apetecible. Lo que cabría preguntar a los señores del PP es si esa es la España que pretenden representar, o la que forma sus filas y su electorado, un país de asesinos de ancianos sedientos de sangre que necesitan ser contenidos para que no se desate el caos en los hospitales. Si esa es la España del PP, habría que empezar a preocuparse.

domingo, julio 03, 2011

Solo hay putas y cocheros en Madrid


Madrid no es solo una ciudad, como pudiera parecer a simple vista o mirando un mapa, Madrid es un animal, un ser vivo, una bestia compuesta por millones de células autónomas que, actuando individualmente, y sin ningún tipo de orquestación, reproducen el comportamiento de la bestia (o alimaña) a gran escala. Las células son, claro está y en sentido amplio, los madrileños. Es decir: la olla podrida de procedencias, colores, nacionalidades, ideologías, estéticas, tribus urbanas y gustos culinarios que vivimos aquí, en medio del desierto.

A Madrid, a los madrileños, lo que más nos gusta es echarnos a la calle en multitud, petar las plazas y las avenidas, sentir que, en efecto, cada uno de nosotros somos parte de un Todo, de algo superior, que es Madrid, ese buey azuzado por avispas. Este finde miles de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y simpatizantes de los anteriores nos liamos la manta a la cabeza en Gran Vía, Plaza España o Chueca. Durante el mes pasado fuimos los llamados indignados los que tomamos la Puerta del Sol y aledaños. Sin ir más lejos, basta con que Perséfone escape de su rapto y estalle la primavera para que los madrileños salgan de sus madrigueras y, cual lagartijas al sol, aposenten sus culos en las terrazas (uno de los únicos lugares donde, tal y como están las cosas, se puede fumar, albricias). Pero no solo eso: también cuando España gana el Mundial, cuando el Real Madrid gana cualquier cosa, cuando hay manifestaciones de los perturbados pro-vida, cuando los obispos comandan a nuestros mayores por las calles con el ruin combustible de un bocata gratis o cuando el mes que viene venga (¡qué ganas!) el Pontífice a darse un garbeo y un baño de multitudes en la Castellana, rodeado de los cuerpos calientes de “la juventud más conservadora”. A ver si nos cuenta qué dice Dios o por qué se calla tanto. O cuando vino Carlinhos Brown en su sambamóvil patrocinado a regarnos con agua y sabrosura. De lo que se trata es de salir a la calle. A mí, por lo demás, y si tengo que pronunciarme, me satisface.

Tal vez hayan ustedes oído hablar de las propiedades emergentes. Se da cuando en redes complejas, digamos, en las que el total es la suma de las partes y algo más (¡olé, esa cursiva guapa!) Por ejemplo, en un hormiguero nadie dirige las acciones de las hormigas, pero toda la estructura se comporta como un organismo vivo de forma casi milagrosa, aunque cada hormiga individual vaya a su bola, siguiendo las hormonas que tenga que seguir y haciendo lo que le pida el cuerpo. En las redes neuronales del cerebro también se manifiesta una propiedad emergente, que va más allá de la mera suma de todas las neuronas: la conciencia (¡oh!), la mente. El zeigeist, el espíritu de la nación, las oscilaciones gordas de la economía, en fin, todas esas grandes tendencias que surgen de la acción individual descoordinada, podrían llamarse, de manera laxa, propiedades emergentes.

Pues bien: eso es Madrid. No la suma de los madrileños, el chotis, Arco, la pasarela Cibeles, la Gran Vía, el Palentino, la costa marrón, el cocido, los crackeros de la plaza de la Luna, Txe Peligro y Teddy Bautista. Sino todo eso, y algo más, que dialécticamente lo confronta, lo une y lo supera. Esa alimaña guarra. Este sudor.

viernes, julio 01, 2011

La Termodinámica del Asunto (reloaded)


Todo en el mundo se va deshaciendo lentamente, dice ella, sólo que tú no te das cuenta. Lo dice la Termodinámica, todo en el Universo ocurre de tal manera que aumenta el desorden, la entropía. Entonces ella coge un servilleta de papel en la que está impreso el nombre del bar, saca un bolígrafo del bolso y escribe una ecuación matemática:

S = k ln W

Cuando sabes matemáticas es todo más fácil, dice ella. Bueno, déjalo, quizás sea demasiado complejo, no me mires así. La vida es sólo una fugaz resistencia contra ese continuo disgregarse de las cosas y no podemos hacer nada contra ello, nos guste o no. Y además es irreversible. Venga, deja de mirarme así. Tengo una idea, quizás así lo entiendas mejor. Ella acerca el vaso de agua que acaba de traer el camarero y un sobre de azúcar del café que ya se ha tomado. Vierte el azúcar en el agua. Fíjate, dice ella, el azúcar es un sólido ordenado, sus moléculas están colocadas de forma geométrica formando una red, es lo que se llama un cristal. Pero si ahora meto la cucharilla y la giro en el sentido de las agujas del reloj... -ella mete la cucharilla en el agua, la hace girar en el sentido de las agujas del reloj y el azúcar se disuelve- ...entonces el azúcar se disuelve en el agua. Ya no es un cristal, dice ella, ahora las moléculas están desordenadas en el fluido: la entropía del Universo ha aumentado con este simple gesto. Y es irreversible, fíjate: si ahora giro la cucharilla en el sentido contrario... – y ella gira la cucharilla en el sentido contrario a las agujas del reloj- ...entonces el azúcar no vuelve a recuperar la estructura ordenada original, la estructura cristalina. Sigue disuelta. La entropía no ha disminuido, sino que se ha quedado igual ¿Entiendes? Aunque hagamos lo inverso no se vuelve al principio. Es irreversible, dice ella. Y así con todo.

Ya, dice él. Pero es que yo aún te quiero.




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(Este texto ya se había publicado aquí pero aprovecho para volverlo a poner porque es el primero de los 5 microrrelatos mios que aparecen en la antología Narrando Contracorriente (Ediciones Escalera) y porque Sara Herranz ha hecho una fantabulosa ilustración basada en él.)