Como ustedes saben el ladrillo es la forma más zafia y
española de modelo productivo. Mientras otros países basan su riqueza y
crecimiento en la agricultura, la industria o la tecnología, aquí la bonanza
vino de la especulación inmobiliaria: es decir, comprar barato con la esperanza
de vender caro y construir a troche y moche viviendas destinadas a hipotéticos
ocupantes que nunca vendrían, a poder ser en lugares costeros donde se joda
bien el litoral, su fauna, su flora y su idiosincrasia local. Así que ahora
tenemos millones de viviendas vacías, la mayoría en forma de urbanizaciones que
ni siquiera han sido terminadas, o que, si han sido terminadas, no han sido
inauguradas. Calles y calles de decadentes chalets adosados con piscina
ocupados solo por el viento que sopla entre los marcos vacíos de sus ventanas.
Sí España fuera un país guay y basase su modelo productivo
en el I+D, es decir, en el conocimiento y el desarrollo científico, a algún
cerebrito del CSIC se le hubiera ocurrido investigar una enzima o algo que
permitiese digerir y metabolizar los ladrillos excedentes, que están fabricados
con arcilla, hecha a su vez de caolín, silicatos hidratados de alúmina, illita
o montmorillonita (como lo oyen). Sería tan fácil como incorporar estos
materiales a los procesos por los cuales se metabolizan las proteínas, los
lípidos, lo hidratos de carbono y demás biomoléculas. No puede ser tan difícil.
En el nuevo panorama viviríamos en la abundancia, pues
podríamos comer ladrillo y nunca habría vacas flacas. Al principio tendríamos
que comerlo molido con algún instrumento pero en unos miles de años, mediante
procesos evolutivos, el español desarrollaría una mandíbula apta para tales
tareas. Nos podríamos comer Marina D’Or ciudad de vacaciones, o la fantasmal
ciudad vertical que Paco el Pocero levantó en Seseña, en medio del desierto.
Nos podríamos comer el delicioso hotel El Algarrobico que edificaron en el
espacio natural del Cabo de Gata y, de hecho, podríamos limpiar las costas sin
coste, sin bulldozers ni explosivos, solo a base de gula y desenfreno
volveríamos a tener litorales sanos y diáfanos. No habría hambre: España, la
comeladrillos, sería un lugar próspero y feliz, cuyo único problema sería, tal
vez, el sobrepeso.
Incluso podríamos saltar al extranjero: comernos el Empire
Estate Building, la Torre Eiffel, el Palacio Prohibido de Pekín, o las ruinas
de Macho Picchu. ¿Frank Lloyd Wright? Pa dentro. ¿Mies Van der Rohe? Pa dentro.
¿Álvaro de Siza? Ñam. Los españoles seríamos famosos y temidos por nuestro
voraz apetito por lo más granado de la arquitectura mundial. No podrían
pararnos. ¡Hasta podríamos comernos a Calatrava! Pero a Calatrava ¡en persona!
Ahí se abriría la veda, y entonces ya pasaríamos del ladrillo a la carne y el
hueso, al canibalismo. Primero Calatrava, ¡luego Carla Bruni! ¡Sarkozy! ¡la
Duquesa de Alba! ¡Ai Wei Wei! Nos iríamos comiendo a todo el mundo, hasta que
al final aparecería el carácter cainita y fraticida de nuestra patria y nos
comeríamos entre nosotros.
5 comentarios:
Y el último de los españoles -a la sazón el último de los humanos y de todos los seres vivos- se comería nuestro planeta, todos los demás del sistema solar, el propio Sol, toda la Vía Láctea -con sus agujeros negros inclusive, por supuesto- y el resto de las galaxias del Universo hasta quedar finalmente reducido a una singularidad, para así cumplirse aquello de que éramos una "comunidad de destino en lo universal".
Yo trabajé en una fábrica de ladrillos, Txe. Salían palés y palés en la cinta transportadora, al doble de precio que el año anterior. Sospecho que puede dar un vuelco la investigación y descubrir que son ellos los que, cada vez con mayor descaro, nos están engullendo a nosotros. No son los mercados, son ellos, con sus muchos ojos ávidos acabarán por comernos la moral...
Un beso, Txe!
cuenta el timo de la heroinómana, no nos dejes asi!!!
Si me reencarnase en una de tus carcomas ladrilleras lo primero que me zamparía sería el Espacio Buenavista de Calatrava. Y empezaría, como no, por esa visera móvil que ha costado tantos millones de euros y que estaba diseñada para moverse una o dos veces, en grandes solemnidades, pero que nunca nadie se va a atrever a desplegar por miedo a que se quiebre. Será por culpa de la cárcoma...
el espacio buenavisyta es una araña del espacio. un día se va a levantar un comerse oviedo. y luego partir para el planeta Zordon
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