miércoles, febrero 23, 2011

Amigo, soy la DROGA



Amigo, soy la DROGA:

He venido destruyendo la vida de muchos jóvenes ignorantes. Me he introducido en los bailes y en las fiestas. Al principio te hago vivir fuera de este mundo lleno de problemas. Pero al trascurrir el tiempo comienzo a hacerte falta.

He venido destruyendo el mundo entero. No me importa que seas blanco o negro, pobre o rico. Después que me pruebas, eres mío para siempre. ¿Recuerdas cuándo comenzaste? Estabas triste, te sentías solo. Yo te ofrecí felicidad y ahora te tengo, mío eres. Hago contigo lo que yo quiera. Te levanto por la mañana pensando en mí, aunque no quieras. Soy tu amo. Tú eres mi esclavo te hago; caminar como un muñeco.

Mía es tu voluntad. Destruyo tu vida física y moral y



Esto lo hallé pegado en una farola de La Latina un domingo lluvioso cuando el Rastro terminaba, antes de una buena bronca absurda. Cuánta razón tiene este mensaje que un bendito anónimo colgó en el espacio público para advertirnos sobre nuestra mala amiga la Droga. Pero, sobre todo, qué extraña poesía destila el texto. Palabras sombrías, a veces mal coordinadas, tono apocalíptico, discurso zigzagueante, lleno de meandros, la utilización de un punto y coma, y ese sobrecogedor final abierto: Destruyo tu vida física y moral y…

¿y qué, joder?

viernes, febrero 18, 2011

¿Hay vida inteligente al fondo de la pista? (featuring Cristóbal Fortúnez)



La juventud actual es la menos moderna en casi 100 años. La más banal y la más conservadora, más preocupada por cambiar de peinado y de modelito que de cambiar de realidad, si es que tal cosa existe. Uno ya no es lo que hace, ni siquiera lo que tiene: uno ahora es lo que parece, posando para una foto del Facebook con su nuevo total look, consecuencia nefasta de la democratización de los gadgets cuando se cruzan con las redes sociales. Me lo decía el otro día una joven escritora y factótum del underground capitalino a la que entrevisté: antes la gente hacía cosas, uno era músico o artista (o ambas cosas, pardiez!). Ahora para ser un It Boy o una It Girl, basta con cultivar la propia imagen, hacerse buenas fotos vestido/a de cierta manera y colgarlas donde sea preciso. Ya lo dijo nuestro amigo Guy Debord (en una extraña paráfrasis de nuestro otro amigo Carlos Marx) en La Sociedad de Espectáculo, y cito de memoria: “el Capital se acumula hasta tal punto que se convierte en imagen”. "Los jóvenes de todo el mundo han sido autorizados a elegir entre el amor y una unidad recogida de basuras. En todo el mundo han elegido la unidad recogida de basuras”, dijo también Debord, hace demasiados años. Y sigue teniendo razón.

Desde las vanguardias artísticas de principios de siglo, o incluso antes (ver Rastros de Carmín, en Anagrama, de nuestro amigo de más allá Marcus Greil), eso que se ha dado en llamar movimientos o subculturas juveniles han tenido algo de subversivo y/o contestatario. He aquí unos ejemplos evidentes: el izquierdismo surrealista o el dadaísta en la primera mitad del XX en centroeuropa. El cínico rechazo del sueño americano de la Generación Beat. La marginalidad (e incluso delincuencia) de los rockers cincuenteros, las formas de vida comunitarias propuestas por los hippies, la negación total del mundo propia del punk. La efervescencia sexual/revolucionaria de los Mayos del 68 (que fueron varios, no solo París). Incluso los 90, con su ya bastante asimilado grunge, por entonces tenía su componente de rechazo social, de oposición frontal al mundo tal y como se (re)presentaba.

Cuando yo tenía 15 años (ya ha llovido) en según qué ámbitos estaba mal visto comer en un McDonalds o lucir Nike. Eso se interpretaba como una concesión al Poder, una rendición, era casi obsceno, era bajar la cabeza, cerrar los ojos ante la injusticia, participar, incluso, de ella. Las multinacionales eran el Mal: ahora marcan tendencias. Entonces lo verdaederamente cool era el citado Guy Debord, el do it yourself, el patinete y oler un poco mal. El último estertor de esta serie histórica de acontecimientos fue el movimiento antiglobalización que persiguió a los poderosos por doquier rompiendo mobiliario urbano y demás bienes públicos y privados para denunciar ciertas políticas globales y globalizantes (en el peor sentido del término) que habían permanecido en cierta penumbra, lejos de la crítica pública, y que entonces descubrimos ¡oh! asombrados. Después de la caída de las Torres, ya no pasó nada más.

Con la extraña disolución y mezcla entre el indie y el mainstream (que nunca parecieron inmiscibles, la verdad, ver Rebelarse vende, en Taurus, de ese par de clarividentes colegas, Joseph Heath y Andrew Potter), ha brotado una generación narcisista cegada por la moda, centrada en su ombligo, vacía de cualquier contenido. Ignorante de su propia situación, bailando en el centro del alegre incendio circundante. ¿Qué más da, joder? Ya ni siquiera sabemos qué es lo que ha pasado en la última década sin nombre (¿los naughties?), qué juventud ha salido de ahí, qué propone ni en qué dirección avanza, más allá de la dirección al baño del club de moda, a recomponerse el tupé Kortajarena y a meterse una buena raya de speed o, en el mejor de los casos, farlopa. Al grito de “los miércoles son los nuevos jueves”, la juventud toma la noche por asalto, pero ya no quiere estar fuera de eso que llaman Sistema, si no dentro, bien dentro, cuanto más dentro mejor, calentita y despreocupada por todo lo que acontece fuera, comprando todo lo que el Sistema vende para ser el más rápido en la muy fashion carrera hacia el Abismo.

Dicen que las crisis provocan la reacción, la creatividad, el cambio. No hace falta irse a Túnez o a Egipto para ver movimientos. En Londres, Grecia, París o Roma, aquí al lado, en lo que algunos llaman Primer Mundo, la juventud (y no tan juventud) ha salido a la calle a defender sus derechos laborales o educativos y a protestar, a romper otra vez las cosas. Aquí, que tenemos más de un 40% de paro juvenil, nos preocupa más Cibeles o Arco que la revolución egipcia (que, atención, también se orquestó en Facebook, ya ven, sirve para otras cosas) y nadie ha movido aún un dedo, ni siquiera ante la oportunidad perdida de hacer una huelga general como ¿Dios? manda (“es que era ya tarde”, “es que los sindicatos tal y cual”)… Como decía el ilustre poeta Luis García Montero, la única huelga que sale mal es la que no se hace.

Nosotros, claro está, ese día estábamos de fiesta. Claro está también: luciendo nuestros mejores modelones, carne de after, bien pasados.

(La ilustración es una amable cesión del amiguete Cristóbal Fortúnez para este post. Fortúnez parte la pana en su exitoso blog Fauna Mongola de Madrid. Pasen y vean. No quiere decir esto que el artista suscriba punto por punto todo lo que se dice más arriba, claro está. Gracias)

miércoles, febrero 09, 2011

Los más turbados



Lo demás, Google, Facebook, los tweets que sueltas borracho de madrugada, la botella de vino a un lado del laptop, los mails que le mandas a tu prima, eso es solo la punta del iceberg, la parte más minúscula; por debajo de la superficie del mar de la información duerme lo que importa, la Pornografía, eso es Internet: miles de millones de hombres ordeñándose a sí mismos, ciegos, con pelos en las manos, miles de millones de puños en alto que gritan, ascienden y luego bajan, cinco contra el calvo, la manola, la manuela, la manoletina, miles de millones de turbados, muy turbados, más turbados, turbadísimos ante las sexy blonde fucked hard y las tight teen latina hammered outdoor, los bukkakes y los gangbang, esa delicia; piénsalo: cuántos orgasmos simultáneos se producen todo el rato en las dos caras del planeta, un gemido global hedonista ajeno a todo lo sociopolítico y lo económico, a lo sociológico y lo antropológico, a lo semiótico y a lo hermenéutico (ya paro), a lo que contamos en los periódicos y en la Historia (¿por qué no una Historia Universal de las Pajas?), en el corazón de la revuelta egipcia y en un apacible suburb de Kentucky, un gemido globalizado y planetario, cuasicósmico, litros y litros de semilla, de vida en potencia derramados por los ciberdiscípulos de Onán que derramó primero en la polvorienta tierra de Judá violando la ley divina; de la ley de leyes a la red de redes, próstatas del mundo, uníos, y dejad paso a esto que va contra la moral y, ¡aaah!, contra la pantalla.

Pero después, ese vacío.


(Dibujín cibererótico realizado por Sara Herranz para la ocasión)

domingo, febrero 06, 2011

Insurrecto reloaded



Pasaremos a la clandestinidad. Nos ocultaremos en las alcantarillas, en los cobertizos, en las casas abandonadas. En los resquicios del sistema. Nos echaremos al monte.

Seremos como las sombras, nos moveremos rápido y en silencio. Jamás nos atráparéis. Cuando halléis nuestros escondrijos nosotros ya estaremos lejos, una nota manuscrita diciendo adiós será lo único que dejaremos a nuestras espaldas.

Estaremos organizados. Crearemos redes. Tendremos mensajeros y lenguajes cifrados. Formaremos comandos. Nos armaremos.

Extenderemos planos amarillentos bajo luces mortecinas. Nuestros cuarteles serán oscuros. Llevaremos barbas, boinas puestas de lado y pipas en la boca. Señalaremos con grandes rotuladores rojos nuestros objetivos sobre el mapa.

Oiréis hablar de nosotros, pero no podréis vernos. Estaremos por todas partes, camuflados. Podríamos ser cualquiera. El hombre que se sienta al lado en el metro. La camarera que os sirve una caña. Vuestros propios hijos. Tendréis miedo.

Algunos caerán, los sabemos. Será duro, también lo sabemos. Pero resisitiremos hasta la confrontación final. Ese día, un día lejano y tormentoso, nos revelaremos. Saldremos de nuestros agujeros y más vale que Dios os coja confesados pues no mostraremos piedad. Llenaremos de humo vuestras escuelas y universidades. Llenaremos de humo vuestros museos y ministerios. Vuestros edificios oficiales. Llenaremos de humo los transportes públicos y los centros de ocio. Todo lo llenaremos de humo, todo, hasta los ataúdes donde descansan vuestros muertos.

Moriréis tosiendo y tumorados.

Y fumaremos, por fin, donde nos dé la gana.



(Este texto se publicó en este su humilde blog el 20 de Enero de 2006, con motivo de la primera Ley Antitabaco. Desgraciadamente vuelve a estar de plena actualidad. En la imagen en Subcomandante Marcos. Su pipa favorita no escupía plomo sino humo. Enternecedor. ¿Dónde estará ahora?)

viernes, febrero 04, 2011

Vigalondo y la crisis

A mí me mola mucho Nacho Vigalondo. Me gustan sus cortos, su peli, y sus speechs. Lo conocí una vez en persona y me cayó muy bien. Incluso me dio ideas para un reportaje bastante chulo que publiqué en El País. (Ahí se puede leer). Un tío majo. El otro día en Twiter metió la pata con sus bromas sobre el Holocausto. Mucha gente defiende sus bromas. Yo no. Yo le defiendo a él porque todos podemos meter la pata. ¿Quién no lo ha hecho? ¿Quién no ha mandado un sms a deshoras a quien no debía o puesto un estado en Facebook que hubo de borrar por purita vergüenza? Yo sí. Pero sus bromas a mi no me hicieron gracia, sobre todo porque no fue una, si no toda una retahíla algo sangrante.

Los que defienden sus bromas, en realidad, no le defienden a él. Le defienden a él equivocado, que no es lo mismo. Hay que estar con los amigos, pero hay que ser críticos con ellos cuando nuestros amigos la cagan.

Un fantasma recorre Europa (y el mundo). Es el fantasma de esa moral laxa que permite chistes de estos, que todos hacemos en el bar, claro está (y peores), pero que quizás no se debieran hacer en un medio como twiter si eres una persona tan mediática. Sobre todo por tu propio interés. La autocensura razonable, como la mentira piadosa, son pilares básicos para la existencia del mundo tal y como lo conocemos. Son, de hecho, parte importante de su arquitectura oculta. Seguro que él se arrepiente y mucho.

Cuando Aznar borracho dice que se puede beber al volante o Sánchez Dragó habla de zorritas japonesas menores que se trajina ponemos el grito en el cielo. Qué indecencia, joder. Si Vigalondo hace chistes como los que hizo (y vaya por delante que yo me declaro abiertamente antisionista (que no antisemita)) o el Vogue París saca esas fotos de niñas de 7 años fuera de tono, estamos super a favor. Que, por favor, no queremos parecer mojigatos. ¿Cómo se llama esto? Espera… ¿Doble moral? Sí, así se llama.

La crisis, como oí el otro día no sé donde, no es económica. Es una crisis de valores. Es una crisis moral. Ser un moralista (todos los grandes escritores lo han sido de alguna manera) no es tendencia. El Todo Vale porque Dios Ha Muerto, propio de la posmodernidad y no de la modernidad (y esto es un aviso para navegantes, ya lo dije días atrás), trajo de aquellos barros en Wall Street, estos lodos globales.

Cada vez se dan más casos. Me declaro moderno (en el sentido aquel de Lyotard y las metanarraciones) y moralista. Seré poco trendy, pero aquí me planto.

miércoles, febrero 02, 2011

Burbujas y seres despreciables


Nosotros sabemos del plomo,
emboscados bajo la curva que se cae,
hijos de crecimiento negativo,
nuestra dieta a base de ladrillos.

Nosotros recogemos los restos de la fiesta,
refugiados de la que está cayendo
en 30 precarios metros cuadrados
de existencia.

Observamos el panorama alucinados:
explosiones de burbujas que derriban a gigantes,
cifras astronómicas descienden del cosmos al rescate,
seres despreciables.

¡Oh! El Capital en movimiento es poesía.

Mientras fuera Europa arde,
nosotros bajamos la cabeza como esclavos,
y observamos las ruinas por el suelo
en estricto silencio.

Qué ruinas tan bonitas,
mejor conservar lo que tenemos,
(perdonen la pobreza).

Está lloviendo tanto
que se va a disolver el cielo.
Nosotros veremos lo que está detrás del cielo,
es decir:
el dinero.



(Ilustración realizada ad hoc por Sara Herranz. Olé. Título tomado del nombre de una extinta banda de pop filosófico asturiana. Ele!)