viernes, octubre 28, 2005

Esas nubes negras

Estaba ahorita mismo escribiendo un nuevo post cuando el viento, abriendo violentamente la puerta del balcón y revolviendolo todo, me ha obligado a dejarlo y a escribir esto en cambio. Me he levantado a cerrar y he visto horrorizado a través del cristal como unas nubes negrísimas cubrían la ciudad a toda velocidad. Ha comenzado a llover de forma muy violenta hace un momento y el día se ha puesto oscuro, los árboles de ahí enfrente parece que se van a quebrar. Es curioso, me da la impresión de que el tiempo atmosférico siempre metaforiza las cosas que me pasan en cuestión de minutos -había ocurrido un suceso aciago hace un rato-, como si yo estuviese conectado con el cosmos o fuera un dios griego furioso.

jueves, octubre 27, 2005

El Sol sale para todos (pero para mí mejor)

La ventana de mi cuarto está orientada al Este y no hay nada delante que se interponga entre ella y el horizonte, allá a lo lejos, recortado de edificios. Hoy al despertar subí la persiana y eran las 8:57 de la mañana: el minuto justo en el que la bola de fuego aparecía en el cielo, toda la bóveda aún teñida de noche y aquel foco inmenso dándole vida a un día nuevo. Así que me ví fulminado instantáneamente por la primera luz del día. Intensa. Caliente. Creo que a partir de hoy intentaré levantarme siempre con el sol. No es para menos.

lunes, octubre 24, 2005

Buzo

He pasado este octubre buceando bajo los días. Algunas tardes algo o alguien llamaba desde fuera como agitando un sonajero. Sal de ahí, decía, entonces yo asomaba tímidamente la cabeza, temeroso, miraba alrededor y pensaba que lo mejor sería sumergirme de nuevo bajo las horas y las nubes, bajo mi manta estampada, prefiriendo no ver pasar los dias. Así los árboles se han puesto ocre, casi sin darme cuenta comienza a hacer frío en mi cuarto y ya encarrilamos noviembre. Todo va como debería de ir, parece, todo va bien.

sábado, octubre 22, 2005

Los flequis y yo

Una de las banderas de esta era de banalidad en la que nos arrastramos son los flequillos sobre las frentes de las señoritas. Y como soy un hombre de mi tiempo tengo el extraño don de cortarlos muy bien. Recuerdo que hace algo así como un año, en una fiesta a horas intempestivas en la casa de Iglesia Martalampa se prestó para que le cortase un flequillo. Lo cierto es que en vista del estado en que todos nos encontrábamos demostró mucho valor. Con la vista emborronada paseé las tijeras por delante de sus ojillos cerrados, el pelo rubio le estaba cegando. Finalmente quedó estupendo: el lunes en su trabajo de la ONG todos dijeron que jamás había llevado un estilismo tan acertado y moderno. Estaba guapa.
Hoy lo he vuelto a hacer. Al volver del almuerzo en el centro a Ale se le antojó que le cortase los pelos que le caían por la cara. Con más tino esta vez he recortado un estupendo flequillo que enmarca su carita en pelo negro azabache. Está muy guapa.
Debería ser peluquero, sería Txe Por Dios!

viernes, octubre 21, 2005

Todo tiempo pasado fue mejor

Viendo que se reeditan las obras completas de todos los grandes escritores me he puesto a leer mi antiguo blog, planetaimaginario. Así de perjudicado he llegado hoy a casa. Lo peor ha sido que creo que antes, hace un par de años o así, escribia bastante mejor que ahora. También la vida era más excitante. Así que pasen de mí y lean el que fui: solo ahí que pinchar aquí, Planetaimaginario.
PD. Lean lo más antiguo que puedan pinchando en la barra con las fechas. Llega hasta el 2002. Éramos jovenes entonces.

jueves, octubre 20, 2005

Mis nuevas muelas ¿molan?

Las hojas se caen y a mi me salen nuevas piezas dentales. Las Muelas del Juicio: dicen los que saben que cuando aparecen cobras la razón. Espero que esta vez sea cierto. Son cuatro nuevos molares que van naciendo poco a poco, verlos crecer es como observar a tu niño o al árbol que has plantado para transcender. Ahora mismo duele un poco, parece que con ellas me he mordido partes interiores de la boca que no estaban preparadas para las recién llegadas. Lo bueno es que no es la encía lo que me molesta, así que espero que el dentista no quiera extraerlas. Es un trance por el que ha pasado gran parte de la gente que conozco y que no es nada grato. Como una circuncisión o como un ritual de paso a la edad adulta en las tribus africanas. De todas maneras lo mejor será no visitar al médico, dicen también los que saben que últimamente las sacan sistemáticamente para hacer algo más de dinero y yo creo que en mis poderosas mandíbulas aún queda hueco para nuevas piezas trituradoras. Me voy a comer el mundo, o al menos masticarlo.

miércoles, octubre 19, 2005

Mal presagio

He pasado un rato hoy, tras apagarse el cielo, fumando un piti y observando la luna desde el balcón. Desde casa se domina un cielo casi semiesférico: vivimos en un séptimo y no hay ningún edificio cercano. Este balcón, asomado al cruce entre Ferrocarril y Paseo de las Delicias, es casi lo mejor que tiene este piso que se cae por momentos. Estaba la luna, digo, completamente amarilla y a ratos cubierta levemente por algunas nubecillas que difuminaban la luz. Mirar la luna es mejor si uno se olvida de que es un disco plano y se convence de que en realidad es esférica, una bola que está ahí, bastante cerca, girando alrededor de nosotros. Y de que misteriosamente no se cae. Dicen que la ciencia explica todas estas cosas pero yo digo que, aún después de dedicarme a esto desde hace algunos años, ya no se qué creerme.

Anoche, volviendo de Lavapiés, la luna estaba más alta y más blanca y muy cerca, como si estuviera orbitando en torno a ella, se veía Marte de color rojo - tal vez anaranjado. Y para mí eso siempre fue un mal presagio aunque seguramente esta vez deje de serlo. Mañana, por lo pronto, es jueves.

martes, octubre 18, 2005

Ultimo

Amanece un poco nublado. Pago la factura del agua. Almuerzo en el comedor de Renfe con amigos. Tomo un café descafeinado y duermo la siesta. Es martes y finalmente, a media tarde, el sol ha salido. Posiblemente sea el último sol del otoño.

lunes, octubre 17, 2005

Resaca monstruo

Media tarde de lunes y vuelvo a luchar -ya hacía tiempo- con una resaca monstruo. Lo cierto es que hoy no es el día más adecuado para tal empresa: al otro lado del balcón el cielo está blanco y ahí, en el medio de la plaza, se levanta ese obelisco que hay al lado de la Iglesia, como un falo divino totalmente oxidado. Laus deo, se puede leer en la base del obelisco, la ley de Dios. A veces me asusta. Por lo demás los arboles también se están poniendo poco a poco color óxido y empieza a hacer frío. Ha venido Álvaro e íbamos a hacer cosas pero finalmente se ha quedado sopa en el sofá. Mira, ahora mismo se está desperezando. El fin de semana me dejó fatal.

jueves, octubre 13, 2005

Mea Culpa

La culpa es del sistema. La culpa es del Estado. La culpa es de la tele. Y de los padres, que las visten como putas. La culpa es de la educación. Y de la cultura. La culpa es de la izquierda. También de la derecha. Del PP y del PSOE. La culpa es de la marginación. La culpa es del tiempo atmosférico. De los lunes. De las drogas. De la RENFE y de la ETA. De las viejas que salen de misa. La culpa es la desinformación, de los editores, de Operación Triunfo. La culpa la tiene la resaca y los nervios de última hora. La culpa es de Israel. La culpa es de mi vieja y también el garrafón tiene la culpa. La culpa es del vecino. La culpa es de los pilotos. Es de la juventud y de la Iglesia. La culpa es de las multinacionales y de las revistas de tendencias. La culpa es de la mayonesa hecha en casa. La culpa es de las putas, de los fontaneros que miraron mis tuberías. La culpa es del desayuno que me sentó mal. La culpa es de ese tipa que sentó frente a mi en el metro. La culpa es del amor. De Tom Hanks y de Meg Ryan. La culpa es tuya. La culpa es mía.

miércoles, octubre 12, 2005

A vueltas con el otoño y ahora en serio

Decía hace dos posts que cuando el cielo se ciega en Madrid hasta los cuervos bajan la cabeza. Y hablaba de prestado, pues en el fondo confiaba en que aquí jamás engriseciera. Pero ocurrió. Y hace un par de días el lunes se intersecó con el otoño y solo podía sonar en el lóbrego salón de mi casa Dominique A -tout sera comme avant-. Fue triste que la lluvia me cogiera, de pronto, sin avisar, frente al Museo del Prado, y también fue triste (si esta es la palabra para designar estas cosas) que todo el mundo corriera a guarecerse dentro de los portales o junto a la pared. Lo más triste fue, sin duda, ver como lentamente el suelo se ponía brillante y negro de agua y de suelas. Necesité tres vasos de ron y una llamada telefónica para sobreponerme y ni aún así. El futuro será como sea pero sobre todo otoñal y después terriblemente invierno.

miércoles, octubre 05, 2005

Mordisco

Llamó anoche mamá yy me dijo que al final TíaVicen se había levantado y me puse triste y sentí cierto asco de mí mismo. A veces no puedo aguantar el ritmo en mi constante y angustiante lucha contra la desidia: dejo las cosas que debo hacer. Es entonces cuando hago una visita relámpago a Asturias y me digo: tienes que visitar a la TíaVicen. Me digo luego: bueno, puedo hacerlo en cualquier momento. Porque la TíaVicen vive en el mismo edificio que mamá, sólo dos pisos más arriba y solo tengo que coger la escalera para plantarme en su puerta en menos de un minuto y entonces darle dos besos, aguantar que me riña un rato por mi pelo y por estudiar una carrera estrafalaria y por tener rotos los pantalones; asomarme con ella al balcón y escuchar otra vez que los vecinos de enfrente seguramente son etarras porque hacen cosas raras (como dormir en colchones en el suelo) y reírme un rato y luego recibir, tal vez, algo de dinero y volver a mis cosas, que son fundamentalmente no hacer nada o estar en el bar. Pero, incluso con lo poco que cuesta, a veces no lo hago. Me digo que lo haré más tarde, o mañana, sabiendo en el fondo que no lo voy a hacer. Resulta que es lo que ha pasado este finde. La TíaVicen llamó a casa y preguntó por mi la noche antes de mi partida. Me puse y le dije que me tenía billete para las 9:30 de la mañana, que podía visitarla antes de irme. Ella dijo que era muy temprano, que aún así la despertara. Por la mañana me mentí diciendo que no quería molestarla, la TíaVicen es una anciana y no madruga. Me mentí porque en realidad lo importante es que no me apetecía. A cerrar la puerta de casa tras de mí oí el teléfono sonar al otro lado, hice caso omiso y tome el ascensor. Era la TíaVicen, me dijo mamá anoche, que se había levantado para verme cinco minutos, y lo peor es que yo ya sabía que era ella la que llamaba, y peor aún, que ya sabía que se iba a levantar ella solita, que no la iba a tener que despertar porque me quiere. Aún así tomé el ascensor, digo, y me fui derechito a la estación, muy de mañana. Y ahora me muerde un animal que albergo en el bajo vientre, será la conciencia, si es que yo uso de eso.

domingo, octubre 02, 2005

Mis coordenadas espaciotemporales son las siguientes: Oviedo, sábado noche, las doce y cuarto ya de la noche. Estoy frente a mi ordenador tartamudo acompañado por una lata de Mahou cinco estrellas y un paquete de Ducados Rubio, nuestro último gran descubrimiento: veinte barritas de cáncer inflamables por solo un euro y pico. La mayoría de mis amigos están en Madrid o en una boda a la que no he sido invitado -tampoco había la confianza suficiente-. He hablado con María y están tomando sidra, hoy vuelve Madalena después de un largo verano en Salou con un trabajo basura. Tengo ganas de verla.

He pasado la tarde charlando con mi ex por el messenger -invento crucial de nuestra sociedad- y escuchando algunos discos. Ahora mismo suena James Holden, un dj inglés que pincha trance -no se sorprendan, soy un tipo más cultivado, pero dejen sus prejuicios y escúchendo-. Mi madre se ha ido al cine con un amigo a ver la última de Fernando León de Aranoa, yo he declinado la invitación porque me amanecí perezoso y he oido que el film es largo, efectista y algo tedioso. Una pena pues realmente amaba a ese director. Otro día la veré.

He leido, también, los textos de Isabel, una mujer que no conozco y a la que envidio. Su prosa poética es sorprendente y admirable. Quisiera escribir como ella pero, ya ven, aquí estoy relatando simplemente un día aburrido y preguntándome si debería salir a ver a mis amigas y si debo o no ducharme. Mis axilas -o sobacos- opinan que si. Yo, la verdad, no lo tengo nada claro, amanecí perezoso hoy.

Otoño, Oviedo

Oviedo es una ciudad fabricada con hebras de otoño. Porque es siempre otoño en Oviedo, incluso cuando no lo es, incluso en agosto o febrero. Pero Oviedo es más otoño aún cuando es otoño, en las tardes grisáceas de octubre o en los cafés humeantes que se sirven en Noviembre. Un lugar para otoñear, verbo que denota el acto de ver caer las hojas, imaginar algún verso melancólico y pasear por calles de piedra con bufanda y libro bajo el brazo. Las aceras húmedas comparten color con el cielo y siempre hay una gota en la superficie de los cristales.

No me malinterpreten. Esta bien el otoño en Oviedo. Madrid, por ejemplo, es una ciudad de pequeños vasos dorados de cerveza tomados al aire libre, de primavera y verano si lo prefieren. Y cuando una nube plomo ciega el cielo de Madrid hasta los cuervos bajan la cabeza. En cambio en Oviedo, en otoño, osea, siempre, se produce esa tristeza que provoca un placer morboso, tristeza un poco parisina poblada de paraguas negros y hermosas muchachas de boina, piel blanca y tersa y gesto infantil. Leve melancolía, si lo prefieren. Ya sé: me compraré un gran abrigo negro de segunda mano, lleno de bolas, y una bufanda roja, iré a un café con solera a fumar en pipa e intentar releer Rayuela. Cuando salga tal vez llueva, pero así estará bien.