
Ayer Guillermo dió cuerda a un viejo reloj oxidado que alguien debió dejar olvidado hace años en el pasillo y desde entonces un tic tac monótono y amenazante vertebra la casa.
Después nos sentamos en el salón a observar los muebles de Ikea recién montados.
- Vivimos en la era de la velocidad -dijo Guillermo blandiendo un cigarro en la mano.- Por la mañana viene un camión, se lleva unos muebles y a un par de amigos. Por la tarde viene otro camión conducido por un colombiano y un tipo de Groenlandia, dejan unos muebles, los montas y ya tienes casa otra vez.
Esa mañana Edgar y Virginia -en la foto- nos dejaron para irse a vivir a Sevilla. La resuelta andaluza y el mago del humor catalán empezarán una nueva vida a orillas del Guadalquivir. Se llevaron un montón de muebles que les pertenecían -la mesa grande, la lámpara chula, el microondas- pero supongo que el hueco que dejan no se podrá llenar con muebles desmontables de diseño sueco.
A Virginia la conocí junto con Ale hace unos tres años en un after hours que ya no existe. Edgar apareció unos meses después en otro agujero aún menos recomendable. Desde septiembre vivimos los cuatro juntos en el ya famoso Barrio de las Delicias, en esta casa que transformamos completamente con nuestras manos desnudas y que ahora parece un garito.
La verdad es que en los últimos doce meses mi vida a cambiado lo indecible. Hace un año por estas fechas, la pasada primavera, yo vivía en aquella lujosa casa de Ópera con Andy y Yoli. Luego vino la mudanza y también la mudanza de tantos amigos asturianos a Madrid, arreglar el piso, tener un par de fracasos sentimentosexuales, conocer a esa tribu de hardnighters que revienta los fines de semana capitalinos, la muerte de un conocido en accidente de tráfico, un montón de relatos, la vida de barrio en Delicias, en fin, el mundo patas arriba.
Edgar y Virginia me dejan los recuerdos, la amistad y un poco de pena. También un colchón grande que Edgar consiguió en la película donde trabajaba. Ahora fantaseo cada noche con los divinos culos de Leonor Watling y Victoria Abril posados sobre mi cama repleta de insomnio y ansiedades cinematográficas.
Hasta pronto amigos.