domingo, abril 30, 2006

Cambio



Ayer Guillermo dió cuerda a un viejo reloj oxidado que alguien debió dejar olvidado hace años en el pasillo y desde entonces un tic tac monótono y amenazante vertebra la casa.
Después nos sentamos en el salón a observar los muebles de Ikea recién montados.

- Vivimos en la era de la velocidad -dijo Guillermo blandiendo un cigarro en la mano.- Por la mañana viene un camión, se lleva unos muebles y a un par de amigos. Por la tarde viene otro camión conducido por un colombiano y un tipo de Groenlandia, dejan unos muebles, los montas y ya tienes casa otra vez.

Esa mañana Edgar y Virginia -en la foto- nos dejaron para irse a vivir a Sevilla. La resuelta andaluza y el mago del humor catalán empezarán una nueva vida a orillas del Guadalquivir. Se llevaron un montón de muebles que les pertenecían -la mesa grande, la lámpara chula, el microondas- pero supongo que el hueco que dejan no se podrá llenar con muebles desmontables de diseño sueco.
A Virginia la conocí junto con Ale hace unos tres años en un after hours que ya no existe. Edgar apareció unos meses después en otro agujero aún menos recomendable. Desde septiembre vivimos los cuatro juntos en el ya famoso Barrio de las Delicias, en esta casa que transformamos completamente con nuestras manos desnudas y que ahora parece un garito.

La verdad es que en los últimos doce meses mi vida a cambiado lo indecible. Hace un año por estas fechas, la pasada primavera, yo vivía en aquella lujosa casa de Ópera con Andy y Yoli. Luego vino la mudanza y también la mudanza de tantos amigos asturianos a Madrid, arreglar el piso, tener un par de fracasos sentimentosexuales, conocer a esa tribu de hardnighters que revienta los fines de semana capitalinos, la muerte de un conocido en accidente de tráfico, un montón de relatos, la vida de barrio en Delicias, en fin, el mundo patas arriba.

Edgar y Virginia me dejan los recuerdos, la amistad y un poco de pena. También un colchón grande que Edgar consiguió en la película donde trabajaba. Ahora fantaseo cada noche con los divinos culos de Leonor Watling y Victoria Abril posados sobre mi cama repleta de insomnio y ansiedades cinematográficas.

Hasta pronto amigos.

miércoles, abril 26, 2006

Reminiscencia

Otra vez esa sensación, empieza a hacer calor, la luz del sol calienta mi rostro como un puré caliente y blando derritiéndose sobre mi piel, como aquellos veranos en Caños de Meca cientos de años atrás, bajando acalorados las escaleras serpenteantes donde siempre estábamos a punto de matarnos y en las que una vez encontramos un camaleón de ojos saltones que te hizo mucha gracia y al final, abajo, la playa, todas aquellas noches de flamenco, la arena entre los dedos de los pies, el cajón, la guitarra y la flauta travesera (yo amaba su sonido sinuoso) y el firmamento dándonos cobijo limpio y oscuro –todas la estrellas, todas- y perfectamente redondo porque todo era así entonces, esférico y perfecto, hasta la Tierra y el Cielo, hasta eso; recuerdo tu cuerpo fibroso perlado de sal mientras te comías una gamba gorda y hermosa y una gota de mar caía en tu ombligo desnudo, plof, y se oían las olas y yo te decía tu piel es dorada como el pollo frito y tú te reías mostrándome todos tus pequeños dientes que parecían perlas o pastillas de éxtasis; a veces noté un fino velo de ceniza cubriendo tu mirada y no me preocupó lo suficiente, eso lo recuerdo ahora pero el recuerdo tiene la calidad del sueño o la ficción o la fantasía y ya no sé si realmente ocurrió o simplemente lo imaginé porque éramos solos los dos y el resto del mundo no existía y la gente eran actores y al atardecer corríamos bajo la sombra trenzada por miles de ramas trenzadas en nuestro campamento en El Camaleón y cuando venía la noche nos trenzábamos nosotros -las manos, los brazos, las piernas- y dormíamos.

¿Lo recuerdas? A la vuelta me dijiste que me habías dejado de querer y las fotos ni siquiera habían salido.

Otra vez esa sensación.

martes, abril 25, 2006

Bailad malditos

- ¿Por qué será que mola tanto bailar? No sé, tal vez todo lo que existe es movimiento, desde la vibración loca de las partículas subatómicas hasta las ondas densidad en las galaxias espiral y así todo el universo vibra en una absurda danza cósmica al ritmo del Tao y de la diosa Shiva bailarina que con una mano crea y la otra destruye, sensual y terrible a la vez; explota el cosmos y se expande al infinito para contraerse después como un gigantesco corazón, y baila el mar con los delfines y lamen las olas las playas sin descanso, y danzan los planetas en perfecta armonía en torno a una estrella inimaginable y giran las moscas y los derviches, y todo nace y muere y yo siento morir hilvanada en la línea de bajo, títere de un Dj bajado de los cielos o quizás venido de los infiernos, quién sabe, en el medio de la pista mi cuerpo flota y gira y reluce en éxtasis místico y siento las gotas de sudor tibio surcando mi frente y mis sienes y la realidad se cubre de aceite y todo resbala suavemente, es una batalla de brazos y piernas y ojos perdidos, deseo levantar el vuelo como un cohete espacial y traspasar la atmósfera, salir del Sistema Solar y de la Vía Láctea y alcanzar el centro del Universo y la Nada que lo circunda a la velocidad de la luz y mi cuerpo que crezca, se expanda –subidón, subidón, subidón- y que lo cubra todo, que yo y el mundo seamos uno, por fin explotar en cientos de millones de pedazos brillantes como supernovas y unirme en comunión cósmica con Dios y la Eternidad, descansar al fin.
Y tú ¿qué crees?

- Que estas drogada.

viernes, abril 21, 2006

Una foto


Pues es primavera y ahí fuera hace sol y la gente está más guapa y a nadie le apetece escribir ni leer ni pensar en cosas profundas y ni siquiera en chorradas, así que ahí les pongo una fotico del Autor para animar un poquito el blog y que fue tomada hace un año, la primavera pasada -cómo ha cambiado todo en un año-, por Andy un guiri con el que vivía entonces -el segundo al que enseñé español y el onceavo extranjero con el que compartí piso- y que ahora está en Perú o en Argentina en uno de esos viajes de iniciación y autoconocimiento que lo hijos de la pérfida Albión suelen darse cuando ven que se les acaba la juventud. Luego vuelven y se casan y lo cuentan a sus hijos y después a sus nietos.

Andy siempre estaba tomando fotos, consciente de su efímero paso por Madrid, así que conservo amplia documentación fotográfica de aquella época en la que paseábamos durante horas casi a diario: a Andy le fascinaba esta ciudad, sus calles, su cielo y sus mujeres. "La vida es buena aquí" decía siempre cuando volvíamos a casa al atardecer y nos tomábamos una caña en algún bar cerca de Plaza de España. "Sí", le decía yo, "sobretodo en primavera".

En la instantánea aparezco en el parquecito donde está el Templo de Debod, él siempre fantaseaba conque esta foto ilustrase la solapa de mi primer libro; bien, esto no es lo mismo pero se le parece.

Un beso.

miércoles, abril 19, 2006

Asiento reservado

No me venga usted a decir que somos personas desalmadas y faltas de humanidad. No me venga usted a decir, señora, que esto es una vergüenza y que alucina bellotas con sus congéneres. Simplemente veníamos Isaac y yo cansados de la facultad y charlando de Termodinámica Fuera del Equilibrio –que es un tema complejo y desquilibrado, como usted- y estaba el vagón de metro a rebosar, lleno de esa turba mestiza madrileña, cuando subió usted y esa vieja pelleja, débil, pequeña y encorvada a la que no cedimos el sitio, simplemente porque no la vimos, porque había muchos cuerpos grandes junto a su cuerpo pequeño y resultó imposible, porque Isaac me hablaba de simulaciones numéricas y soluciones a la maldita ecuación de Boltzmann que acaparaban mi atención. Y entonces tuvo usted que ponerse casi a gritar “esto es inaudito, esto no puede ser” y la pobre vieja pelleja diciendo que no había problema, que solo iba a viajar hasta la siguiente parada, pero a usted eso le daba igual: “señora, como puede ser que nadie la deje sentarse” decía usted con su pelo teñido de un caoba imposible y embutida en pantalones de chándal, así hasta que nos damos cuenta del desaguisado –cómo no hacerlo- e Isaac se levanta y le cede amablemente el asiento a la señora vieja y pelleja -que se sienta más bien resignada porque se bajaba en la siguiente- y aún así la otra, usted, la conferenciante, sigue con su perorata “esto es una falta de solidaridad y de humanidad”, y me entran una ganas enormes de levantarme y darle un soberano bofetón, vieja de mierda, váyase a salvar el mundo a una de esas guerras desconocidas de África o váyase a bucear a pulmón a la fosa de las Marianas que hay unos animales abisales que viven en las profundidades más absolutas y oscuras y crean su propia luz animal, déjenos en paz que si no cedimos antes el asiento no fue por maldad sino por puro despiste y muy bien podía usted habernos avisado amablemente –perdonad, chicos, cededle el asiento- , en vez de dar su apestoso mitin que tenía como único propósito hinchar su ego que bota y rebota dentro de su horrible pantalón de chándal Carrefour; váyase por favor a tomar por culo y déjenos en paz que si no me levanto y le doy una hostia a mano abierta es simplemente por eso, por la pura humanidad que sus necias palabras salidas del infierno me niegan. Coñe.

lunes, abril 17, 2006

Una botella de ron

Hace ya seis u ocho años, no recuerdo, que por estas fechas visitamos Tapia de Casariego -un pueblo costero asturiano minúsculo en la zona donde ya se intuye Galicia- con motivo de una prueba del Campeonato Mundial de Surf; pero no nos malinterpreten, no: a nosotros el surf nos da igual, no tenemos bonita ropa playera ni rastas ni un bronceado estupendo -mi tez es aceitunada ya de nacimiento, un poco gitana, un poco iraní-, de hecho en esta larga sucesión de visitas aún no hemos visto a nadie cabalgando las olas en la playa ni una sola tabla de surf; a nosotros lo que nos llama es lo mismo que nos mueve siempre: el bullicio, la fiesta, la congregación de multitudes en los bares del puerto cuando la noche todopoderosa -porque la noche es más noche a la orilla del Cantábrico- cubre al pueblo indefenso. Lo demás es mera excusa.

Nos hospedamos siempre en una pequeña casa marinera encaramada a lo alto de un acantilado y propiedad de A, los ventanales del salón -del suelo al techo- dan al abismo, a un mar inmenso, a un cielo también inmenso y allá abajo, a unos cincuenta metros, las olas golpean furiosas contra las rocas, y el mar se rompe violentamente, la casa tiembla y la madera cruje, es como un barco esta casa, llena de motivos navales -los nudos marineros, los salvavidas, los catalejos, los ojos de buey en la habitación del tercer piso-, solo le falta balancearse de un lado a otro mecida por las olas, o separarse algún día de la costa y emprender el viaje mar adentro hasta dejarnos sorprendidos en el medio del mar o encallados en una playa perdida de la isla de Irlanda.

Cuando empezamos a hacer este viaje, después de la adolescencia, en la primera juventud, llámenlo como quieran, nos plantábamos en la casita hasta veinte o más personas (o personitas), utilizábamos todas las superficies para dormir, casi no cabíamos -la casa tiene cinco camas y un par sofás- y algunos tenían que dormir en el suelo, nos chocábamos en el pasillo y las escaleras, había cola en el baño y no cabíamos en la cocina; éramos jóvenes y cantábamos y las escapadas de casa de mamá eran nuevas y excitantes. Ahora ya solo vamos un puñado, seis o siete, y todos tenemos lugar donde dormir. La otra noche cuando el cielo se puso negro los ventanales del salón dejaron de mostrar el mar revuelto para mostrar nuestro reflejo bajo la luz amarilla, y nos vi allí, otro año más, los supervivientes, más cansados -casi no salimos de casa-, con más barba y menos pelo, como viejos piratas, quizás igual de contentos: hubo pulpo, hubo risa, y hubo cachopo (hablaré del cachopo otro día), y tomamos cerveza y pusimos discos chachis (y mucha música mala) y tuve hipercloridia y tomé Almax de 1 gramo en forma de pastilla masticable (que es como un asqueroso Sugus con sabor a menta que me salvó de sufrir el rigor de la acidez provocada por vasos de ron y latas de fabada, ya ven que triste, latas de fabada en plena Asturias) y al final nos volvimos a Oviedo en un domingo gris y lluvioso porque siempre que nos vamos de Tapia hace un día así, de agua y plomo, qué poético y qué bonito. El año que viene más, kowabunga!!!

jueves, abril 13, 2006

Brasil

Encontré una foto de aquella bizarra fiesta de travelos donde nos conocimos una noche de diciembre, ahí entre la multitud se aprecia mi cabeza -debe ser la mía- y la de algún amigo -casi no se nos ve entre la muchedumbre- y no sentí nada de pena, ni una pizca; en cambio recordé aquellos cuatro dias que dejaste Brasil o Portugal o ambos o lo que fuera y te veniste a esta ciudad que juzgaste excesiva, múltiple y vehemente -porque así lo es al fin y al cabo-; y aquel pueril e inocente tatuaje de un payaso en la parte delantera de tu hombro y luego aquella otra clave de Sol adulta y elegante que mostrabas en la espalda y que parecía te habías tatuado ya con el criterio de cierta madurez aún bastante tierna, como la que parecías poseer por entonces - para tí el proceso de maduración había transcurrido entre tu hombro y tu espalda-, aquellos cuatro días de tu piel morena y tu sonrisa amplia sobre mi cama -me hablaste durante horas de la política de Lula y el Partido de los Trabajadores en un idioma que no era el mío pero yo te entendía- que terminaron con un beso muy largo en la puerta de un bar cutre y barato de la calle Pez -como si nos quisiéramos o nos fuéramos a querer algún día- y una firme promesa de visitarte hace unas semanas a orillas del Atlántico, a finales de febrero, y que nunca cumplí, porque ciertas promesas ya se revelan imposibles antes de que terminen de salir de la boca y ésta era una de esas, porque esto y lo otro y lo de más allá, porque la gente va y viene -y alguien vino a final del invierno y parecía querer quedarse un rato-, porque dos meses son demasiado tiempo (gira la Luna dos veces) y hoy en día todo va demasiado rápido y nos llevamos la vida a mendigar fervor: se trataba más bien de sufrir un poco, puro romanticismo, y poder echar a alguien de menos y esta vez te tocó a tí, ya ves, así de triste y así de cierto, porque tú me quisiste un poco.

miércoles, abril 12, 2006

Garganta profunda

Regreso a casa paseando por la calle Uría (la principal de Oviedo) con una bolsa del supermercado donde llevo pescado, pollo y un litro de gazpacho para sobrevivir a la Semana Santa, cosa que no hizo Jesucristo, o sí, pero al tercer día y con enchufe, o yo que sé; cuando me cruzo con una de esas conocidas del Paleolítico que ya no sabes si saludar o no porque conversábamos en otro tiempo, sí, pero sobre nada en especial y nunca hicimos nada reseñable juntos y ella por separado supongo que tampoco excepto esto: felar, chupar, lamer; aquella tarde de adolescencia cuando C. la subió a su casa para que le practicase una felación mientras H., otro amigo, lo grababa en vídeo escondido en el armario y después -dicen- se proyectó el filme en el horrible bar que frecuentábamos nosotros y nuestras espinillas ante la hilaridad y erección general -aunque yo esto no lo ví y no sé cuanta parte de verdad hay en esta historia pero da lo mismo porque al fin y al cabo es una buena historia y una mamada es una mamada aquí y en China.

¿No es conmovedor encontrarse con el pasado en tu tierra natal?


PD: Viva la República.

domingo, abril 09, 2006

Primavera, Oviedo

Paseo con mamá a media mañana de un domingo lluvioso y gris de abril: Oviedo. Calles desiertas y aceras húmedas nos conducen al mercadillo de El Fontán, en el camino mamá trata de buscar a conocidos en tumultuosos bares dominicales llenos de ovetenses domingueros, me quejo, me niego, no quiero ser más un testigo mudo de la vida social de mi madre, un títere que enseñar (mi hijo escribe, mi hijo estudia astrofísica en madrid, éste es mi hijo), en los puestos de libros de viejo compro un ejemplar por 2 euros, un pequeño libro de segunda mano negro y amarillo (editorial El Acantilado) de una joven barcelonesa que escribe como me gusta a mi, luego comemos en la pizzería de la callejuela cerca de la Catedral (La Taormina), un lugar pequeño y acogedor, yo tomo spaguetti con gambas y pizza Hawaii pero sin piña -es decir, pizza de jamón de york- y de postre me apetece la hija de la dueña, esa camarera joven de mirada tímida, cintura breve y piel de mazapan, pero la mujer me ofrece una tarta de limón que rechazo con la displicencia con la que rechazo todo tipo de segundos premios y consolaciones. Después mamá y yo cogemos una peli de Woody Allen del penoso videoclub de al lado de casa y bajo la lluvia mamá me cuenta que de niña, en el colegio, trató de escribir una novela que comenzaba así: "era una tarde de domingo ventoso y nos aburríamos como osos", pero una monja descubrió sus planes y la reprendió fuertemente, a ella le dio la risa y estábamos bajo la lluvia y la tarde fue osezna aunque lo que descubrí anoche con mis ojos de exiliado en los bares de siempre es que Oviedo está lleno de cerdas como nunca, ya lo dijo el otro: es una porqueriza.

viernes, abril 07, 2006

Felatriz?

Abrir los ojos cualquier mañana y encontrarte allá abajo lamiendo mi sexo fue algo que siempre esperé durante aquel tiempo que estuvimos los dos montados en un carrusel hace ya algunos años y que nunca me diste, pues fuiste tú quien me enseñaste que las promesas que hace la noche las disuelve la mañana; sin duda era mejor no creer las mentiras que resbalaban de tus gruesos labios de gata.

So guarra.

martes, abril 04, 2006

Funciones vitales

Y de pronto un domingo soleado por la tarde, después de un fin de semana que duró un siglo o dos, llegas a un extraño lugar con el pasillo en rojo que debe de ser tu casa acompañado de dos chicas ojerosas: una morena que al parecer es tu compañera de piso y otra de ojos azules que asegura haber tenido, no hace mucho tiempo atrás, un flequillo gigantesco y compartir ultimamente tu "cama"; y entonces decidís pedir comida china y comer, que es una actividad que os han recomendado y que consiste en introducir el alimento en ese orificio que tenéis bajo la nariz lleno de piezas de marfil, cuando acabáis con lo que trae una niña de ojos rasgados que pica a la puerta y que habla raro te das una ducha y eso ya te suena un poco más, tienes el recuerdo borroso de haberlo hecho alguna vez, en las brumas del pasado, algo que implica agua y desnudez, así que intentas repertirlo pero finalmente metes la pata como un principiante, te duchas en el inodoro en vez de en la bañera y te cepillas las piezas de marfil que tienes en el orificio de comer con la escobilla del baño en vez de con el cepillo destinado a las plaquitas, y lo dejas todo perdido de agua y jabón y pasta dentífrica y lejía; lo mejor, piensas, después de este desaguisado es probar esa otra cosa que también te han recomendado en algún bar horas antes y que debe de estar bien, "dormir" le dicen, algo así como desconectarte durante unas horas y ver películas surrealistas sin argumento en tu cabeza llamadas "sueños", así que te vas a ese artefacto diseñado a tal efecto -la "cama", por alguna razón hay una en el que parece ser tu cuarto- y tratas de dormir en compañía de los ojos azules pero ella sabe hacer otras cosas sorprendentes, enroscarse y formar un revoltijo, hasta que todo se acaba y se apaga y se hace negro y tal vez recuerdes tu nombre algún día si es que hay mañana y si es que algo existe.