miércoles, marzo 26, 2008

El problema de la inducción

Cuando Alberto Villanueva elevó la pelota dispuesto a realizar el saque, la pelota se quedó suspendida en el aire, en lo más alto de su trayectoria. A dos metros diez, la esfera amarillo chillón recortada contra el cielo blanco. Hacía frío. Al otro lado de la red, Garrido gritó hostia, soltó su raqueta y echó a correr hacia Alberto, hasta que, viendo la cara que ponía Alberto, se volvió y vio la raqueta que había arrojado suspendida en el aire a medio metro del suelo. Se acercó de nuevo a recogerla y comprobó horrorizado que ahora era su propio cuerpo el que se elevaba a cada paso, como si hubiese una escalera invisible imbricada en el aire, y ahora, en el camino hacia la raqueta antigravitatoria, se había elevado ya más de un metro, más de dos, y la raqueta permanecía allá abajo, a tan solo medio metro del suelo, ya inalcanzable. Alberto reaccionó de la misma manera y corrió hacia la parte de la cancha donde Garrido se había elevado, elevándose él también a cada paso, de la misma manera. Me miraron entonces desde allá arriba, cada vez más altos, entre alucinados y desesperados, esto es imposible, dijeron, imposible. Yo, detrás de la verja verde de retícula diagonal típica de las pistas de tenis, casi no podía contener la risa. No hay nada imposible, les dije. El problema es que esperáis del futuro lo mismo que os ofreció el pasado, pero cualquier día las cosas pueden cambiar. Mañana puede, por ejemplo, no salir el Sol.

(Os pasa como a aquel pavo inductivista del que habló Bertrand Russel: pensaba –si es que los pavos piensan- que le iban a alimentar todos los días hasta la Eternidad, ya que cada día le daban de comer. Hasta que llegó el Día de Acción de Gracias y en vez de cebarle, le cortaron el cuello. Según este argumento el conocimiento solo se puede falsar, nunca verificar.)

Pero creo que esto último ya no lo escucharon, estaban demasiado lejos, demasiado alto. Se perdían allá arriba, ya casi invisibles, como un globo de helio extraviado en la inmensidad del cielo.

23 comentarios:

Camille Stein dijo...

Texto hermoso. El tiempo juega al despiste, no podemos tratarle como si jugara de nuestro lado. El muy cabrón. Saludos.

Anónimo dijo...

Espera lo inesperado.

Nacho dijo...

Si ni siquiera la antaño segura ciencia nos ofrece certidumbres, quien las quiera tendrá que construirlas a su propia medida.

Ana dijo...

Esto lo había imaginado alguna vez. ¿Y si tiramos todos los días algo en el aire imaginando que las leyes de gravedad se cumplen siempre y un día dejan de hacerlo? Me gustó cómo lo explicaste con la imagen de los tenistas.

Anónimo dijo...

Imaginario, invisible, nuestro planeta ideal...

saludos

Sergio Velasco dijo...

La Eternidad se acabó para el pavo el Día de Acción de Gracias ;)

la cónica dijo...

Ese pavo sólo tuvo en cuenta que los primeros días de su existencia le alimentaron. Los primeros cien o los primeros doscientos siete. Los tenistas han ido subiendo a cada golpe. El primer golpe, el segundo, el tercero. El pavo no sabía que para aplicar la inducción necesitaba una hipótesis más. No basta comprobar que los primeros casos son ciertos. Hay que probar que si la hipótesis es buena para un día cualquiera n, entonces es buena para el siguiente (n+1)... Esto es lo difícil de la inducción...

Sospecho que los tenistas no llegarán al infinito...

Me ha gustado mucho. No pensé que un axioma diera para un relato, aunque fuera discutido...

Besos.

Bambu dijo...

Muy bueno, desde luego lo del pavo ha sido de lo más apropiado.
Este mundo es tan ridículo como asombroso.

Un saludo

Batiscafo dijo...

a mí no me sorprendería, porque yo no tengo fe ciega en la ciencia
ves?
ves?
ves?

un biquiño

Batiscafo dijo...

ni ciega ni no ciega
no tengo y point.

Tesa Medina dijo...

Mi vecino, el de la sombra del post de esta semana, jugaba con una pelota amarilla, pero le ocurrió lo contrario que a los protagonistas de tu relato, él quería volar para empezar a cambiar su futuro y no repetir su pasado, no creía en teorías, pero su sombra lo tenía atrapado.

Cuando la mujer lo llamó desde el balcón, se sintió como el pavo de Russell, al menos eso pensé al ver como se echaba la mano al cuello.

Muy interesante esta coincidencia de escenario.

Besos, txe.

Ale dijo...

de lo mejorcito

saluditos

Sólo digo una cosa dijo...

Tengo graves problemas con mi vitrocerámica y pensaba que leyéndole los solucionaría. Lejos de hacerlo, me he notado de repente más y más ligera, hasta cabecear la lámpara de la cocina con mi metrosesentaytrés. Estoy un poco apurada… si alguien pudiera cogerme por los pies o leerme a Russel le estaría eternamente agradecida.

ALOMA69 dijo...

Contestando al post anterior: me ha gustado leer tu visión de Barcelona, no tenía duda de que te gustase El Raval y el aire decadente que se respira en general en toda la ciudad.

Saludos!!!

Lola gracia dijo...

Qué forma de hilar asuntos tan dispares...Hacía tiempo que no me pasaba por aquí, Txe. Te pido disculpas...
Siempre eres sorprendente.

Sintagma in Blue dijo...

Es un abracadabra...

Expediente X dijo...

Insisto por enésima vez, Txe,
es un Expediente X...

Miriam G. dijo...

¡Qué bueno txe! ¡Buenísimo!

Un beso, Miriam G.

Luna Carmesi dijo...

Ya le gustaria a la Nike...
Por cierto...
Pobres recogepelotas!

Un beso wapo!

ana martinez dijo...

Bueno

E dijo...

¿ya no poesías?

Txe Peligro dijo...

estoy desintoxicándome y desintoxicandóos de la poesía. Es provisional.

Pronto volverá, como una adolescencia malcurada.



besos y gracias a todos todos

eSadElBlOg dijo...

muy bueno, ojalá mañana no sea como ayer.