lunes, marzo 03, 2008

Grace

Esta tarde he pasado, de casualidad, por delante de Caballero de Gracia número 33, metro Iglesia. Es un edificio normal, con un portal normal en el que entra y sale gente normal. Un edificio como cualquier otro. Pero ahí, en ese segundo piso que ahora tiene las persianas bajadas, vivieron durante algún tiempo Alejandra y Virginia. Es curiosa la indiferencia de las ciudades al paso de las personas: nacemos, vivimos en su seno, nos cambiamos de una casa a otra o de una ciudad a otra y, al final, nos morimos. Pero ahí quedan alzados el cemento y el metal, el cristal y el hormigón, impasibles, mudos y orgullosos, durante siglos; y siempre hay alguien que viene y ocupa el espacio que alguien deja, pone sus muebles, su ropa, sus posters, sus desgracias y triunfos en las paredes vacías, en una rueda frenética y eterna. Pero mientras vivimos también existe la memoria, así que este edificio no es un edificio normal cuando yo lo miro, porque este barrio tan frío y ajeno fue para mí, en aquel tiempo cuando nada importaba y todo brillaba y se compartía, otra parte de mi hogar que sentía como propia. Y me gustaba recorrer estas calles –que eran mías- algunas noches de camino a las frecuentes cenas que Alejandra y Virginia celebraban y donde estábamos todos comiendo tortilla y pasta preparados para salir a la aventura electrónica de cada noche, o volver errático a mi cama de las fiestas afterhours que llenaban aquel pequeño piso oscuro, los domingos más soleados del verano de la vida, de decenas de náufragos de la noche, camellos, carteristas, exsoldados y presidiarias, para la desesperación del vecindario y nuestro gozo y alborozo psicotrópico. Alejandra y Virginia vivieron en otros lugares después y compartieron piso conmigo en Delicias pero ya se han vuelto, después de un puñado de años, a la Sevilla de la que un buen día salieron. Dicen al otro lado del teléfono que ahora viven en una casita de tres pisos, grande y luminosa, con una gran claraboya, que debo ir algún día a conocer. Aquí quedamos algunos –pocos- que aún las recuerdan, haciendo que todavía permanezca algo de ellas en esta ciudad loca, brutal, tan fascinante, y permitiendo que su estancia aquí no haya sido en vano, al menos por el momento. Como ésta tarde, cuando, por casualidad, pasé frente Caballero de Gracia número 33, y las imaginé asomadas al balcón, disfrazadas y borrachas, como si el tiempo no existiera o solo fuera una ilusión. Todavía queda el hueco.

Después volví a casa caminado por aquellas calles tan extrañas y el centro de la Castellana. Eran las ocho menos cuarto y empezaba a oscurecer.

23 comentarios:

Dama Atómica dijo...

Qué vivos son los recuerdos, de borracheras y felicidad. Un pequeño detalle, desencadena una serie de acontecimientos pasados a la misma velocidad frenética a la que ocurrieron.

Esos momentos de embriaguez siempre los llevaremos guardados. Cenas, alcohol, fiestas...

Saludos

Anónimo dijo...

Txe,Caballero de gracia por metro iglesia? Yo conozco caballero de gracia metro gran via.(todo esto si nos referimos a Madrid)
Chulo el texto.

Raúl.

Anónimo dijo...

Chamberí es lo que tiene. Un buen barrio para vivir y compartir, aunque asome la nostalgia.

Hola

Txe Peligro dijo...

hostia! no era caballero de gracia!!!

es garcía de paredes...

Saludos

Anónimo dijo...

Joder, guardo un recuerdo terrorífico de un lugar no menos terrorífico que hay por allí, cerca de Zurbano. Sigue siendo Chamberí pero sólo con ver el nombre de esa maldita calle me ha chafado toda la historia, aunque entiendo que eso a usted le importe un comino. Cosas de cada uno, no?

E dijo...

yo con lo que me quedo es
con que es genial que camines madrid.

porque madrid está pa caminarla.


y los recuerdos etílicopsicotrópicos de noches fundidas con mañanas,
pa recordarlos.

un beso

Trapi dijo...

Me ha gustado la imagen. Esos recuerdos únicos unidos a objetos, edificios, que siguen estando a nuesto alcance para evocar aquellos momentos que nos hicieron sentir.

Un saludo

Lua dijo...

Muy buen post Txe .Besines guapo .

Alnitak dijo...

Para bien y para mal, hasta ahora siempre he sido yo la que me he marchado. Luego he vuelto y he visto mis pisos desde lejos, con otros ocupantes y otras vidas pero me he encontrado de nuevo con la gente.
Ahora temo que comience a pasarme lo que a ti, pero supongo que es ley de vida, ¿no?

Bren dijo...

ahora quiero recorrer Madrid aunque no me recuerde a nadie porque nunca estuve...
esta bueno pasar por un edificio conocido y aun imaginar a los antiguos moradores, me pasa bastante y me da una sana alegrinostalgia
saludos

la cónica dijo...

Mi casa de siempre la venden (otra vez). Está puesto el cartel en la terraza desde el sábado. En la terraza donde quemábamos cerillas, donde criábamos los pollitos.

Y nadie lo sabe. Nadie se acuerda. Ni cuando levanto la vista unos segundos y miro el cartel. En seguida la bajo y me sonrío o suspiro sin que se note casi. Los recuerdos propios son material invisible, aunque te desborden en plena calle.

Tienen imágenes y tienen música, pero sólo suenan para uno. Tú les pones letra y tienen sentido. Y los vemos todos.

Un beso

Luna Carmesi dijo...

La ciudad la hacemos nosotros.
No los ladrillos.

;-)

Adrià dijo...

Pues bien… pero es que este (Las leyendas, Gusty) no me rimó demasiado nunca, ya sabes los gustos los colores y esas cosillas…

La indiferencia de las ciudades es algo casi terrible cuando vives en ellas y algo casi necesario cuando no…ufff es un puto bucle!

Cuídate! Txe.

Miriam G. dijo...

Me ha gustado mucho esta entrada Txe. Ese fue mi barrio algún tiempo. Pero el piso que más hecho de menos está sin duda en Rodrigued San Pedro, también 33.

Un beso, Miriam G.

De antes más dijo...

LO mismo me ocurre a mi solo que cambia el nombre de la calle, el número es el 4, y el piso el tercero...

Como puede entrar toda una vida en apenas 90 metros cuadrados?

Saludos.

Ale dijo...

Nos debes una visita a las "ales", eso si, no te olvides las gafas de sol y las chanclas que nunca se sabe..igual terminas de mañanera en los caños. Te leo nostalgico clarabollo

Batiscafo dijo...

vá, en serio
otra vez te he vuelto a escribir y no sale...pues me enfado y no te comento

Gato negro dijo...

Solo los espacios son "casi" eternos. Nosotros pasamos, aunque tenemos la oportunidad de dejar nuestra huella, al menos eso creo.
Pasear y reencontrar, ver y volver a ver.
Tengo en mente un texto de esos que te interesan. Ya te contaré.
Saludos

Batiscafo dijo...

guarrindongo tú

me da igual lo que ponerte, total, no va a salir
ñiñiñiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiñiñiñiii

vas a volver alguna vez por el hogar?

Anónimo dijo...

Recorrer Madrid leyendo algo hace que por mi cuerpo corra una especie de electricidad recoerdando cosas, borracheras, enamoramientos, papelitos de chupachup compartidos,personajes trancitorios. Ahora en Mexico recuerdo mi infancia y disfrutoi de una temperatura que enamora y una brisa marina que encanta los sentidos.
Saludos :)

Sergio Velasco dijo...

No se si Alejandra y Virginia son reales, pero si no, es una pena.

Saludos

Anónimo dijo...

Simplemente dejarte un saludo, hace tiempo que no lo hago :)

KissX

Anónimo dijo...

las ciudades no tienen memoria, eres tu el que acumulas sus recuerdos. te engañan con sus luces, pero, sin ti, solo son lugares muertos.