viernes, mayo 14, 2010

Envuelto en llamas

Por mucho que vuele aún me parece insólito volar. Esa máquina terrible y orgullosa que brinca contra el cielo arrastrando toneladas de metal, combustible, equipaje, electrónica, azafatas y carne humana, ese rugido implacable de la bestia oculta en los motores. Ya lo dije una vez: hay teorías científicas que lo explican, la Mecánica de los Fluidos, que tanto me costó aprobar aquella vez, la Ley de Bernouilli, el efecto Venturi, toda esa mierda, pero al final, nadie sabe, creo yo, por qué vuelan.

Tomar un avión tiene algo de ritual, de misticismo, también de campo de concentración: sacar la tarjeta de embarque, empujar el carrito, luchar contra el Imserso, tomarse un café, quitarse el cinturón y el DNI en el detector de metales, ponerse el cinturón, esta vez de seguridad, no fumar. Es un rito colectivo, religioso, moderno e industrial.

A mí no me gusta volar, me da miedo, un miedo que, aparte de estadísticas tranquilizadoras, domo cada vez que por motivos de trabajo o de placer, tengo que meterme en un avión. Porque el valiente no es el que no teme, sino el que enfrenta sus temores. Cuando el vuelo es plácido viajo regular, cuando es malo, sufro. Siempre vuelo inquieto, pero vuelo.

A pesar de esto, siento una fascinante fascinación por los aviones: no puedo dejar de mirarlos despegar con la cara pegada al ventanal, no puedo dejar ventanilla cuando vuelo. Es tan extraño estar a 10 kilómetros del suelo... Hay gente que viaja sin mirar lo que se ve, ese paisaje extraordinario, el mundo desde arriba, no les entiendo. Allá arriba, como ayer, no importaba nada, ni siquiera el tijeretazo de ZP, todo se sumía en un silencio extraño ante la extrañeza de que el mundo es mundo, de que sea como es, de que existan mantas de nubes, y planetas, y rayos de sol saliendo del horizonte a ultima hora, el rayo verde. Anoche, volviendo de hacer el reportaje, vi en la oscuridad de medianoche Avilés, Gijón y Oviedo todos juntos e iluminados, la línea de la costa hecha de luz, comprobando que los mapas son verdad, que son como nos cuentan, y eso solo se comprueba desde arriba, muy arriba.

Y si el avión, como siempre temo, se cae, qué forma tan hermosa de morir, cayendo desde el cielo, envuelto en llamas.

21 comentarios:

Eva Bntz dijo...

morir nunca es hermoso

Lalaith dijo...

Me identifico al 100% con todo lo que has escrito. Cuanto más vuelo, más miedo me da, pero no por ello dejaré de volar. Siempre mirando por la ventanilla, admirando todo lo que hay al otro lado. Siempre con cierta tensión por si pasa lo peor. Siempre con alivio cuando descubro que no ha pasado. Es rara, esa mezcla de entusiasmo y terror...

Neop dijo...

Si hay que morir (yo no), al menos tener una muerte poética, como la de Ícaro.

. dijo...

Me encantó, como de costumbre.

:)

mis largos pies dijo...

Yo ya no creo en las muertes bonitas, siempre son desgarradoras. Pero leerte es un placer.

Txe Peligro dijo...

sí que hay formas hermosas de morir, me cago en diez. Hay una épica y una poética en la muerte, cojón.

Absurdo Rutinario dijo...

Teleoperador: ¿Ventanilla?

Usuario: ¡Pues claro! ¿acaso sabe usted de una opción mejor?

Teleoperador: Cabina

Usuario: ya, pero para eso hay que estudiar algo ¿no?.

Anónimo dijo...

Siempre gratificante un aeropuerto o estación o muelle por ser el punto donde se unen, se separan, cientos de vidas y experiencias potenciando nuestra imaginación...

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.

Txe Peligro dijo...

hay gente que prefiere pasillo...

Expediente X dijo...

En estos tiempos que corren,
casi volar es un privilegio,
al menos en Europa,
no lo digo por la crisis,
aunque el zapatazo o tijeretazo,
de ZP como continue, lo diré,
sino que tuvistes suerte, Txe,
que no te pilló la nube volcánica,
jeje!! >_-

Anónimo dijo...

http://www.poesi.as/og32001.htm

vaderetrocordero dijo...

Aún hay algo más fantástico que mirar por la ventanilla: Yo no puedo evitar hacer uso del inodoro en los aviones. Es la cúspide de la civilización, algo tan vulgar, tan terráqueo, instintivo y fisiológico como poner un muñeco y hacerlo a 10.000m de altura y cientos de Km/h. Estás cagando sobre el mundo, puro "Ostras o Mortadela" pero incluso más punk. Plantar un pinacho en un avión es el más extraño y morboso placer al alcance de casi cualquiera en occidente.

C. dijo...

yo es que soy muy de tren, por lo de la familia ligada a la renfe y tal. Lo de morir volando hombre, prefiero eso al río de lava o a que se me desplome el edificio encima en un terremoto (creo).

mis largos pies dijo...

ni de coña txe, ni de coña. Por ahí nopaso!

Sergio López dijo...

Hay muchas cosas en el mundo que no entiendo, que por más vueltas que les doy, no consigo hallarles lógica ninguna... y una de ellas es que haya gente que, pudiendo elegir, pida cogerse pasillo en lugar de ventanilla.

Absurdo Rutinario dijo...

¿Pasillo?
¿en serio?
Porque lo único bueno que tiene es echarle un ojo a las azafatas/os.

Olalla dijo...

Qué bonito: te da miedo volar. Me encanta.

missangria dijo...

Yo cada vez tengo más miedo a volar, mi cerebro empieza a dar vueltas como un ventilador y mis pensamientos se ennegrecen, también he pensado muchas veces que morir en un accidente de avión sería rápido, fulminante, pero odio pensar en los segundos previos al desastre, esos segundos de desconcierto, de descompresión de golpes y mascarillas que seguro es imposible e inútil colocarse, todo eso me supera...

Antes también quería ver el paisaje y siempre me colocaba en la ventanilla, ahora prefiero pasillo y vivir en la ignorancia..

Supongo que todo es a raíz de un vuelo nefasto que tuve de Bilbao a Barcelona en el que acabé abrazada al desconocido de mi lado aprétandole los brazos como si me fuese la vida en ello....

Me voy, por las ramas, estupendo relato.

yo, la reina roja dijo...

Muerte bonita+acojone cuando estás vivo.

Anónimo dijo...

Perfecto.

Me siento como si me hubieran leído la mente.

kay dijo...

no aparezco en 'algunos amigos' jejejejejej!!! pero que soy la ex mujer del líder de nirvana!!! :*