jueves, julio 29, 2010

Los toros y el gato

Cómo imaginar que una cosa tan, aparentemente, nimia nos iba a afectar tan profundamente. De buena mañana me reuní en la calle Campomanes con Isabel, la fotógrafa, a la que no conocía pero con la que luego descubrí que compartía muchos amigos comunes(así es Oviedo). Cogimos su coche y pusimos rumbo a Cangas de Onís, donde nos esperaba Berta Piñán, a la que íbamos a entrevistar (y fotografiar).

En un tramo de carretera cercano a Cangas, mientras hablábamos de curros, de fotos o de cualquier trivialidad ví, ahí delante, casi sin verlo, cómo algo beige claro cruzaba la calzada con rapidez y se echaba encima del coche que venía enfrente en sentido contrario, un coche grande. Todo pasó muy rápido, en décimas de segundo, pero en aquel tiempo infinitesimal me dio tiempo a identificar aquella cosa como un gato y, según el coche de enfrente se acercaba hacia nosotros, pude ver un rastro de pelusas que iba dejando a su paso, pelusas color beige que revoloteaban caóticas y alegres a la luz de aquel intenso sol que se había abierto paso minutos antes entre las nubes. Como digo todo paso muy rápido: entonces lo que vimos delante nuestro fue el gato panza arriba, sacudido por violentas convulsiones. Le dije a Isabel que frenara, pues, atenta a la conducción, no se había percatado de lo que acontecía más adelante. Isabel aminoró y esquivó al gato agonizante -el gato estaba ahí, ahí delante-, miramos atrás y su cuerpo se perdió, como una bolsa de plástico vacía mecida por el viento entre las decenas de ruedas de los coches que nos seguían. Nos quedamos callados un rato, profundamente impresionados, luego dijimos qué fuerte, dijimos pobre gato, dijimos de nada servía parar… Intentamos retomar la conversación. ¿Qué es eso que decías de la piraguas?, le pregunté a Isabel, pero la conversación se apagaba al instante, y volvíamos a mirar por las ventanas, mudos, con una sola cosa en la cabeza: aquel gato convulso, su rostro apretado de miedo y dolor, las zarpas contraídas, boca arriba, arrojado sobre la línea discontínua de la carretera. El espectáculo de la muerte -estaba ahí, ahí delante-, un instante que casi no existe y que separa el ser de la nada, la existencia del vacío, sobre el asfalto caliente.

La entrevista estuvo muy bien: la poetisa resulto ser ultramaja, hospitalaria, profunda y campechana, con una conversación ágil y llena de recovecos. Luego sacamos fotos entre la maleza y las rocas, a la orilla del río Sella. En el camino de vuelta creímos ver un cuerpo peludo, beige e inerte en el arcén, pero ya no recordábamos si ese era el lugar donde sucedió el atropello o si realmente era aquel –o había sido- el gato que vimos morir, o al que vimos vivir sus últimos segundos.

Vuelvo a casa, le cuento a mamá la historia y me habla de cuando, no hace mucho, decapitó un gato que se le tiró delante del coche. Vi por el retrovisor la cabeza por un lado, el cuerpo por el otro, me dijo mamá, y luego se me soltaron las lágrimas hasta llegar a mi destino. Me duró mucho tiempo, aún me dura, la congoja de ese gato. A mí también, mientras escribo esto, me vuelve y me acongoja -el vello de punta- la imagen del gato beige en la carretera de Cangas.

Ayer prohibieron las corridas de toros en Cataluña. Sin embargo hay gente que desea seguir asistiendo a este espectáculo macabro. ¿Se hubieran emocionado ante la visión del gato beige? ¿Albergarían algún sentimiento ante la agonía del bicho? ¿Les hubiera tocado su zarpa moribunda, aunque sólo fuera un roce, el corazón? Se ha hablado mucho de los toros últimamente: la ética, la tradición, la identidad nacional, el arte, la cultura, la extinción de la especie. Yo sólo apelo a una cosa: la simple compasión. ¿Es mucho pedir al ser humano?

11 comentarios:

Meme dijo...

Sí, lo es. La compasión no es algo que esté en todas las persona; no se nace compasivo, se hace uno a si mismo.

Lalaith dijo...

Catalunya me gusta ahora un poquito mas.

la cónica dijo...

las imágenes que se perciben se pueden modificar a través de las costumbres.
y un toro en una plaza puede dejar de ser un toro agonizante. y su sangre puede dejar de ser sangre caliente, sangre de un animal vivo todavía.
y un mendigo en la acera puede dejar de ser una persona. la compasión la apuñalamos cada día por la espalda. con los toros, le damos la puntilla.

la cónica dijo...

la apuñalamos por la espalda sin querer, eh? siempre sin querer...

. dijo...

Compasión es un término que no está de moda...

Anónimo dijo...

¿de nada servía parar? te equivocas... servía de mucho... lástima que no lo hicieras, no eres mejor que los demás

Txe Peligro dijo...

si paramos provocamos un accidente multiple. para eso servía parar.

pcbcarp dijo...

Imagino que "parar" era para rematar al gato y que no sufriera, ¿no?

De verdad, creo que los urbanitas estamos llegando a un grado de hipersensibilidad tal por mera falta de estímulos. Me refiero a que ya no tenemos costumbre de ver la muerte de cerca.

Por cierto, he tenido gatos durante 20 años, y me caen muy bien. Y considero al perro como uno más de la familia.

Olalla dijo...

Hacía tiempo que no pasaba y me gustas tanto que no sé cómo se me había olvidado.

A veces demoledor pero a veces como brisa fresca.

Txe Peligro dijo...

danke schöen!

nancicomansi dijo...

HIJo!!!!!
Me paso por aquí después de muuucho tiempo y me dejas fatal!!!
Llámame cursi y blandengue, pero a mi se me parte el corazón con esas cosas, es que no puedo...
LA simple visión de una fotocopia mal pegada donde se muestran fotos de la protectora con gatos y perros para que los adopten, me pone mala; simplemente, ya no los miro, paso cobardemente de largo...

De pocas cosas me alegro yo referente a Parlamentos y demás movidas políticas, pero de ésta sobre las corridas de toros en Catalunya, no te imáginas cuanto!!!
Besos, Txe!!!