domingo, octubre 22, 2006

Coche

Papá era calvo y tenía una barba canosa y vestía con una horrible cazadora amarillo salmonela y olía siempre a ginebra. El coche de papá, en cambio, olía siempre a tabaco y el aire allí dentro parecía más denso -como la atmósfera de algún planeta extraño y peligroso-; la tapicería, estampada en blanco y negro -ajedrezada- se veía amarillo nicotina y en el cenicero no cabían más colillas. Papá unos días me decía que era agente secreto de la policía y otros días me llevaba de bares y financiaba generosamente mis partidas a los videojuegos mientras él, acodado en la barra, se ponía tibio a Gordons tónica. Papá desapareció un día y ya no tuve que esconderme más por las calles de Oviedo, buscando las esquinas y bajando la cabeza, de regreso a casa; o sorprenderme cuando le veía plantado muy erguido y orgulloso en la parada del autobús del colegio cuando mis compañeros me preguntaban, quién ese hombre raro que te espera, y yo intentaba decir algo pero no decía nada. O tener que soportar el desgarro de mi padre tirando de mí por una manga y mi madre y mi tía a dúo por la otra, y sentir mis brazos en cruz como un pelele crucificado al que algún día iban a partir salomónicamente por la justa mitad. Tengo la patria potestad, decía papá, es mi derecho, y yo no entendía nada, porque aquellas palabras, patria potestad, me sonaban absurdas y anodinas, sobre todo potestad, porque patria sí lo entendía, aunque ahora, más viejo, ya no lo entiendo. Lo cierto es que pensábamos que su desaparición se debía a un viaje a Algeciras, su tierra natal, donde habitaba su (¿mí?) familia, constituida básicamente por un tropel de suicidas, contrabandistas, esquizofrénicos y alcohólicos. Nunca pensamos que había muerto.

De lo de la muerte nos enteramos meses después, nueve tal vez. La casera del pequeño apartamento en el que vivía, aledaño a mi casa, al final de un pasillo largo y oscuro, y consistente en habitación, baño y un salón cocina en el que ambas estancias se separaban por una puerta corrediza plegable que imitaba a la madera -pero que era de plástico malo-, dejó un día de recibir el pago mensual por el alquiler. Al cabo de unos meses, cuatro o así, y en vista de la ausencia injustificada de mi padre, decidió entrar con su llave en el inmueble. La sorpresa fue mayúscula o superlativa al descubrir que mi padre no se había ido a Algeciras ni a Tombuctú ni a ninguna parte, simplemente se había tumbado una noche cualquiera –presumiblemente tarde, amaneciendo y muy cocido- en su cama de noventa a esperar lo inesperado -pero bastante esperable-, un infarto de miocardio –el corazón, el corazón- que le dejó seco -literalmente- allí tumbado y que impidió que pagara la renta a la casera durante los meses siguientes, y que también impidió que me invitara en adelante a su casa a ver el fútbol merendando canapés de atún con mayonesa sobre pan recién hecho que comprábamos en la panadería de abajo, y también que me esperara en la parada del autobús del cole con gesto orgulloso o que tirara de la manga de mi cazadora que mi madre y mi tía dejaban libre tirando al mismo tiempo del otro lado, porque él tenía la patria potestad y yo no entendía nada, como Jesucristo en el Gólgota clamándole al cielo.

Todo esto llegó a mis oídos, y nunca mejor dicho, una noche en la que, contando catorce primaveras, abandoné mi habitación sigiloso en mitad del sueño para echar una meada. En la cocina, contigua al servicio, aún se mantenían despiertas mi madre y mi tía, que había decidido visitarnos a esas horas intempestivas. Mientas mi orina iba cayendo en el agua del inodoro pude oír, entremezclado con el ruido del agua cayendo sobre el agua, como mi tía le relataba a mamá la historia. Luis ha muerto, dijo, y yo lo oí y oí también algunos detalles, porque aunque se pueda dejar de ver no se puede dejar de escuchar pues los oídos no tiene párpados ni nada que los separe de lo que existe ni nada que los preserve del horror o de lo real, que viene a ser lo mismo, los oídos son honestos y no pueden esconder lo que ocurre al que los posee. Yo volví a mi habitación algo turbado y, contrariamente a lo esperado, concilié el sueño sin dificultad. Al día siguiente, al despertar, digerí la situación y le dije a mi madre, mamá, sé que papá ha muerto, y después me reí, y con aquella risa quería simplemente expresar que no deseaba ser objeto de lástima o de pena o de nada. No quise ser una víctima ni quise ver los ojos piadosos de mis familiares posándose en mí. Reí como diciendo no os preocupéis, aquí no pasa nada. Nada pasa. La muerte de papá supuso un impacto más filosófico que emotivo pues lo cierto es que me libraba de la tristeza de soportar a un padre alcoholizado y plasta, y de las comidillas de los compañeros y de las miradas de pena de los adultos que estaban al tanto de mi problemática. El cadáver de papá fue misteriosamente trasladado a su tierra y enterrado o incinerado y sus cenizas, tal vez, esparcidas por las aguas del atlántico o del mediterráneo, quién sabe, y nadie nos avisó a mi o a mi madre o a mi tía o a nadie de la familia, de tal manera que aún desconozco donde reposan sus restos o si estos reposan en paz.

El coche de mi padre, un Ford Fiesta metalizado y con múltiples abolladuras en su carrocería, permaneció aparcado en una calle cercana a la mía durante meses y cada vez que pasaba por allí me asomaba a su interior y posaba las yemas de mis dedos en la ventana y me preguntaba si allí dentro seguía encerrado aquel aire saturado de humo o si su aliento todavía seguía contenido en aquel coche y también si todas las palabras que en algunos viajes me había dicho todavía revoloteaban por allí sin oídos distraídos que las acogieran. El coche finalmente desapareció envuelto en el mismo misterio en el que desapareció él mismo –papá- o su cuerpo inerte, tal vez se los había llevado la grúa municipal, a ambos. Todavía podría ir a allí, a la calle donde estaba el coche aparcado –que han peatonalizado quizás en honor de papá-, y señalar aquel sitio exacto con el dedo.

31 comentarios:

Andrea González-Villablanca dijo...

GRACIAS POR TU VISITA,
BUENÍSIMO POST
TE ESTOY LEYENDO
BACCIOS
ANDREA

Batiscafo dijo...

ausente la figura paterna?... como una vez dijiste, no creo, no diría ausente, tal vez es ajena a ti. o lo se, muy duro.
saludos

nancicomansi dijo...

Sublime. El párrafo en el que hablas del ford de tu padre,muy bueno, muy triste, y si, yo creo que era como una caja de resonancias...

Javier López Clemente dijo...

Excelente narraciòn.

(He sido prudente y acabo de borrar una disertación mediocre sobre las patrias y sus amantes tan despechados como histéricos)

ALOMA69 dijo...

La realidad siempre supera a la ficción.
Magnífico, como siempre!

Saludos esperando ansiosa el post sobre la Juani.

jjjjj dijo...

Uno se sumerge en tu lectura como pez en el agua........ supongo que estos son los avisos o indicios de un futuro escritor......

Como tantas otras, esta es una historia tan triste como real en muchas familias........ cada uno tiene una más lejos o más cerca...... en mi corazón primero se hospedo el ódio, un odio que no me dejaba vivir y que con el tiempo dejo su habitación para dar paso a la compasión.

un saludo desde Cantabria Infinita.

jjjjj dijo...

Uno se sumerge en tu lectura como pez en el agua........ supongo que estos son los avisos o indicios de un futuro escritor......

Como tantas otras, esta es una historia tan triste como real en muchas familias........ cada uno tiene una más lejos o más cerca...... en mi corazón primero se hospedo el ódio, un odio que no me dejaba vivir y que con el tiempo dejo su habitación para dar paso a la compasión.

un saludo desde Cantabria Infinita.

Olvido dijo...

Cuanto mal nos hacen...cuanto soportamos...triste.. pero cuanta realidad y cuantos niños y jovenes en el mundo padecen esta tragedia..
Saludos..

lidia dijo...

por favorrrrr, claro que pueden, el %minoritario de heteros debemos poder hacer algo también!!! jajajaj

Absurdo Rutinario dijo...

¿No has escrito un libro?
¿Y a que esperas?¿a que se me acabe la pasta y no pueda comparlo?

El detective amaestrado dijo...

Leer este texto me ha producido una extraña perplejidad, una cierta turbación ante la maravilla que me ha parecido la manera de contarlo y el trasfondo de desapego que había hacia esa figura desaparecida...Que terrible que todo llegara a vivirse de esa manera. Que sublime que hayas sabido contarlo de esa forma.

Anónimo dijo...

Sólo puedo decirle enhorabuena. Un texto magnífico.

Saludos

ana martinez dijo...

Nada más lejos que practicar un "qué se dice que yo me opongo", pero.... o peroooooooooo, te los he leído mejores.

No obstante, tiene gancho, que ya es mucho mérito.

Cómo dices tú?.... Saluditos

Lost in Translation dijo...

simplemente fascinante tu post...me ha cautivado.

Bea_Tou dijo...

me ha gustado mucho el post, da que pensar...

gracias a ¿dios? mi padre es...increíble y me alegro mucho de tenerle siempre en casa, siempre cerca :)

caracolquiscol dijo...

me ha prestado a mí leer esta historia del forfi metalizado, pero sobre todo lo de los oídos honestos, sin párpados ni nada... llevas razón

Anónimo dijo...

cómo meces y acaricias la falta haciéndola tan presente; y tan de todos.

...y qué bien que dejes de temer al naufragio y que conviertas la tormenta en brisa.

missangria dijo...

SUBLIME!
aprovecha este don y escribe libros...tienes todos los números para que te los publiquen...no prives a los que no son bloggeros de tu narrativa.
Saludos.

Anónimo dijo...

Me has dejado sensible. Me ha parecido un texto muy metafórico, enhorabuena.
Y me has hecho pensar... debe ser terrible morirte solo, sin que nadie lo sepa. Que tengan que encontrarte tiempo después...

Un beso ;-)

Anónimo dijo...

Nini, se nota que estás trabajando. Muy bueno. Esta ve, y sin que sirva de precedente, no te pondré ningún pero. Sniff

Anónimo dijo...

quería decir "vez"

Anónimo dijo...

excelente, sublime...

eli bennet dijo...

Muchas veces sucede que cuando uno se transforma en padre comienza a comprender y a algo parecido a perdonar.
Y también, hay padres que en vida se encontraban cuasi ausentes,pero luego de morir su recuerdo se vuelve más presente que nunca,persiguiendo a sus hijos casi obsesivamente.

Paula dijo...

Tremendo relato, muy bien escrito y llevado, y de trasfondo,
una vida más

simplemente, una vida más


Un abrazo

Paula dijo...

Tremendo relato, muy bien escrito y llevado, y de trasfondo,
una vida más

simplemente, una vida más


Un abrazo

Fernandina dijo...

Este relato ... tuyo

Me ha dejado con lagrimas.

Un abrazo, me dejas sin palabras

Sandra Becerril dijo...

Cielos, es tan real que me salgo de aquí piense y piense

besos

tormenta dijo...

Me gusta tu forma de narrar. Yo no quería... pero me has hecho parte de la historia. Muchas, muchas gracias por darte a conocer.
Un beso.

tormenta dijo...

por cierto... me niego a que mi blog sea "rococó"!;)

eva dijo...

no tengo palabras...

si yo supiera contar las cosas como tu te diría lo mucho que me ha gustado tu blog, todos los posts q llevo ya mas de una hora leyendo. me ha encantado

Txe Peligro dijo...

quienes hayan visto metáfora, no se donde la han visto.Y quienes hayan visto realidad es que han visto bien.

Muchas gracias a todos,todos.

Automovilísticos saludos!