lunes, enero 26, 2009

Alejandra entre las lilas

Yo estaba herido muy grave de poesía cuando llegué a Madrid hace más de siete años –cada vez pasa más el tiempo pero Madrid era entonces salvaje y extrema, oscura igual que ahora-, así que cada noche me fumaba un porro y me bebía una botella de vino muy barato y me encerraba en aquella pequeña habitación alargada de la calle Atocha 26 –afuera la ciudad rugía- con Alejandra Pizarnik –que fue, no se confundan, una poetisa suicida. Porque en aquella casa no había salón -estaba alquilado como cuarto-, ni tele -fue productivo aquel año-, y no había nada más que hacer. Así que allí dentro, frente al balconcillo que daba a un patio de luces -muy madrileño y muy fascinante para mi yo de entonces -, solo con Alejandra Pizarnik, sus obras completas en hermosa edición de Lumen, de tapas marrones como papel de estraza, iluminado por la tenue luz del flexo, se me caían absurdas lágrimas ante el prodigio que suponían sus versos, sus pequeños poemas como joyas de cristal, llenas del silencio que ella invocaba para ocultar, o para gritar tal vez, su desesperación.

Además, por entonces yo era muy zen, y, por unión de ambas coordenadas, digamos, espirituales, a veces me quedaba alucinando bellotas porque la Idea platónica de la Perfección se me presentaba en un huevo frito que estaba friendo –era tan hermoso y tan real-, o porque encontraba extraños significados ocultos en las cosas que reflejaban los charcos de la horrenda calle Atocha en los días húmedos y grises del otoño que pasé allí, o también por las finas ondulaciones que el paso de los coches, o de los transeúntes acelerados, provocaban en las mismas superficies de los mismos charcos, aquellos ante los cuales se pasaban el día sentadas unas señoras muy feas y muy viejas, apoyadas en la barandilla, de las que más tarde descubrí con asombro que ejercían el noble y viejo arte de las prostitución.

Todo esto me llevaba, además, a escribir pequeños textos sobre lo inmanente y lo trascendente de un pétalo que, de pronto, abandonaba la flor y caía revoloteando en espiral hasta el suelo, y tres cuartos de lo mismo para las crujientes hojas secas, y siempre encontraba momentos zen a cada paso, que también me resultaban muy poéticos. O encontraba sucesos poéticos en los calcetines, que a su vez catalogaba como indiscutibles respuestas a las principales paradojas del zen.

Hay que decir que aquellos textos no estaban mal del todo y que alguno apareció publicado en alguna revistilla de dudosa calaña, pero también hay que decir que la vida ahora, siete años y pico después –cada vez pasa más el tiempo-, es trillones de veces más prosaica, sobre todo con la que está cayendo. Las cosas me van bien -incluso con la que está cayendo-, y aquel sufrimiento, aquella incertidumbre, aquella soledad tan postadolescente, aquel oficio de recién llegado -en palabras de la Pizarnik-, son un recuerdo muy propicio para desvariar en estas líneas, pero para nada más. Entonces no había facebook, no tenía móvil, ni un periódico de referencia en el que escribir. Aún así era hermoso, porque todo se vuelve hermoso en mi memoria, hasta lo más pútrido, más sórdido, más esdrújulo. Así que no os fiéis, porque yo no me fío. El tiempo pasa cada vez más y no nos va dejando nada que tocar, sólo esta bruma, este recuerdo, este pequeño temblor ahí, en no sé dónde.

Alejandra Pizarnik, adolescente eterna, ingirió una sobredosis letal de seconal sódico en 1972 para encontrar la muerte. Tenía 36 años. Ahora vive feliz entre las lilas.

24 comentarios:

5181553 dijo...

Tan vivos sin embargo, tan hermosos. Somos tan tan hermosos que a veces me dan ganas de llorar.

Ros dijo...

pues si, tiene pinta de haber estado muy b ien esa época y tienes mucha suerte de que te vaya tan bien en esta.. sobre todo estando el patio como está

giraluna dijo...

me acuerdo de tu entrada zen de la Gran Vía
supongo que eso sólo eran jirones de algo que fuiste
que se te quedaron colgando... pues te imagino de todo menos zen...

me ha gustado mucho Txe.

y sí el tiempo pasa cada vez más, si señor
y seguirá pasando

Nodicho dijo...

Antes de que dijeras explíctamente en el texto la palabra "hermoso" yo ya la tenía en la cabeza, supongo que eso es bueno.

Hermoso, aunque el zen me da urticaria.

vaderetrocordero dijo...

Pues este viernes más le vale no encerrarse. Tocamos en Madrid, así que venga a menear el bullate, a tirarnos hortalizas podridas y a hacer algo de periodismo musical, copón!

Anónimo dijo...

me encanta lo de soledad postadolescente, creo que retrata una fase vital "tabú".
Siga escribiendo desde la viscera. Brutal.

Aureliano Buendía dijo...

Como pasa el tiempo.... en verdad que si. Nunca hay que dejar de lado la poesía, ni el vino, ni los porros eso sí... con el tiempo uno se va moderando.

Nunca dejes tu lado poeta y tú lado Zen de lado...


Saludos desde Macondo.

Aureliano Buendía dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Bambu dijo...

Menos mal que no acabaste por deprimirte hasta el punto de Alejandra...
Lo del momento zen lo hemos pasado todos, yo solía encontrar la perfección en un plato con cereales, ahora sólo me los como.

Batiscafo dijo...

A mí "lo zen" me parece un rollo. Me gusta más la tendencia superficial.

yo, la reina roja dijo...

Me tocó. Cierto lo del tiempo. Intocable, la Pizarnik.

Nodicho dijo...

Por cierto, he leído una reseña de tu libro por ahí, me han gustado los versos que ponían.

Me pillaré el libro. Felicidades por todo.

Violeta dijo...

esto es precioso, Txe

a mí Alejandra Pizarnik me encanta

me ha encantado
me ha despertado nostalgia
de pisos compartidos
de rollo zen que hay que vivir
al final todos tenemos épocas
y tiempos
que nos van conformando

a pesar de todo
seguro que la horrenda calle Atocha
y ese piso sin salón
esos tiempos sin móvil
ese no periódico donde escribir
te traen buenos recuerdos, eh?

:)

Violeta dijo...

esto es precioso, Txe

a mí Alejandra Pizarnik me encanta

me ha encantado
me ha despertado nostalgia
de pisos compartidos
de rollo zen que hay que vivir
al final todos tenemos épocas
y tiempos
que nos van conformando

a pesar de todo
seguro que la horrenda calle Atocha
y ese piso sin salón
esos tiempos sin móvil
ese no periódico donde escribir
te traen buenos recuerdos, eh?

:)

Anónimo dijo...

Txe, conoces la revista "Vacaciones en Polonia - Suicidios y literaturas"? Míratela, está muy bien
Paco

Nodicho dijo...

Aquí: http://www.eldesvandeloslibros.net/2009/01/otros-demonios-sergio-c-fanjul.html

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

"Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir".

Adoro a esta reina loca que ya se bajó la luna sobre la triste hierba del viejo jardín...

Svor dijo...

me has llevado a mis recuerdos, no se como, pero lo has hecho.

Santiago Bertault dijo...

Cuando quieras ser famoso no te preocupes que te echo una mano al cuello y te convierto en martir asturiano de la poesía.
Prometo que será rapido e indoloro xd.
Los suicidios de los artistas me tienen hasta los cojones.
Y cuando yo me muera espero que se pongan a bailar en mi tumba.
Saludos chulo

Grace en el País de Las Maravillas dijo...

Hermosos, pero no vencidos.
¿Por qué todos los asturianos, llegamos siempre heridos graves de poesía a Madrid?

Anónimo dijo...

Guauuuuuuuuu.

Next miércoles "Cosa de Dos" de a cinco o seis???

Claudia

Olalla dijo...

Esa etapa tuya me recordó tanto a la de mi amigo Pelayo que me apeteció darte un abrazo. Él estaba ahí pero los demás éramos muy brutos. Ahora sí le cuidamos mucho y mejor.
Que te cuiden mucho y mejor a ti, Txe, y seas feliz antes y entre tus lilas.

Anónimo dijo...

Buenas Txe... Soy Alejandra... Corbacho! Besos desde Sevilla, y qué recuerdos tan bonitos de Madrid, ahora, de lejos, en el Sur!
Muack!!!!

Anónimo dijo...

sdjappzky http://crush-the-castle.com Crush The Castle