jueves, diciembre 09, 2010

San John Lennon y las tetas gordas



Yo soy de los que opinan que el gusto de los varones heterosexuales por ciertos atributos de las mujeres es un grado de su primitividad: los grandes senos (lo que científicamente se denominan tetorras) y las caderas anchas, son preferidos por gran parte de la población masculina sin duda por la ventaja reproductiva que suponen: más espacio para albergar a la cría, más espacio para las mamas, más eficacia a la hora de multiplicarse. Le decía a mí madre que como a mí me gustan las hembras más chupaítas(decía mi amigo Isra que yo tenía preferencia por las anoréxicas, con cara de yonki y el pelo cortado hachazos. Con esto último se refería al peinado Inditex), soy un hombre más evolucionado porque primo otros valores civilizatorios que la mera reproducción de la especie. Me sitúo lejos de la jungla y las tetorras, y cerca de la civilización y la cultura, el progreso, el bienestar, la justicia, eso que diferencia, o debería diferenciar, al hombre de la bestia. Por eso también me sitúo lejos del liberalismo selvático (verbigracia: Esperanza Aguirre), donde todo vale y se espera que, abracadabra, todo encaje como debiera, y cerca de la ilustrada izquierda que es a Espe, en esto de lo político, lo mismo que yo a los admiradores de la chica de la contraportada del As. Mi madre me dijo: sí, es que hay mucho primate suelto.

Después colgué y me fijé que en el informativo de la tele estaban recordando el aniversario de la muerte San John Lennon. Salía Yoko Ono, algunos amigos del finado, pero, sobre todo, el cirujano que lo atendió cuando ingresó cadáver en el hospital, fulminado por cinco tiros a bocajarro en la puerta de su casa. Este señor canoso y de estupenda dicción, pese a ser estadounidense, explicó que, como no le quedaba otra, le abrió el pecho a Lennon y le masajeo el corazón directamente con la mano, a ver si así había manera de resucitarle.

No conocía esta técnica médica, pero desde de ahora es mi técnica médica poética favorita. Lo del desfibrilador ya me llamaba la atención, devolver la vida con un gran chispazo en el pecho, de hecho lo incluí en algún verso, pero esto de meter la mano en el tórax y acariciar el corazón me recuerda a un poema de Luis Rosales en La casa encendida (el libro, no el centro cultural madrileño) que era algo como, y cito de memoria: “esa mano que entra en tu pecho y te cambia de sitio el corazón”. Maravilloso Luis Rosales, maravilloso John Lennon, maravilloso ese cirujano con dicción inglesa. Por cierto, ¿cómo será matar a un mito?

15 comentarios:

Estepa Grisa dijo...

Tuvo el corazón de Lenon en sus manos.
¿No será que no se es mito hasta que no se le mata? Y cuanto más poética y/o escabrosa sea la muerte, más mito con el tórax abierto.

Me ha gustado especialmente esta actualización, sr. Txe!

Txe Peligro dijo...

bueno, yo creo que San John Lennon ya era bastante mitillo cuando estaba vivito y coleando.

vaderetrocordero dijo...

¿En que lugar de la historia de la humanidad estaríamos los fetichistas del látex?

Violeta dijo...

Un grande, San John Lennon, sí señor...

Txe Peligro dijo...

los fetichistas del látex sois el futuro.

Lalaith dijo...

"Este señor canoso y de estupenda dicción, pese a ser estadounidense"
¿Los estadounidenses no pueden tener buena dicción?

Chica_webcam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Chica_webcam dijo...

Ups no se que hice mal, pero queria decir que coincido plenamente con tu madre, mucho primate suelto miranto tetas. jejejej
Besos de Lulu

Txe Peligro dijo...

pero bueno!

conbotasrosasye_yé dijo...

entonces aquellas de pocas tetorras y anchas caderas... donde esta¿?!
Oye me ha gustado mucho saber la historia del corazon de Lennon! :)

Por cierto: hola a ti tambien!

Anónimo dijo...

Muy lírico pero... ¡a mí me da una grima lo de tocar un corazón! Aunque sea el de un mito moribundo.

Superviviente dijo...

Yo prefiero el chispazo, limpio y rápido, sin entrar a acariciar ninguna víscera ¡vete tú a saber la de colesterol que tiene y te pones perdido!

Rodrigo Simón dijo...

Bonito relato. Coincido contigo en el gusto por John Lennon. No tanto en el gusto por Luis Rosales. Nunca le perdonaré que rompiese el matrimonio entre Leopoldo Panero -no tiréis el tiempo a la basura con sus poemas; leed a sus hijos- y Felicidad Blanc. Además, como poeta me parece bastante sobrevalorado. Por lo demás, un blog muy interesante y que sigo desde hace tiempo. Sigue escribiéndonos estas píldoras. Suerte.
Un saludo desde mi Apartamento Stroszek,

Rodrigo

Txe Peligro dijo...

qué más te da lo que hiciera Luis Rosales en vida?

hay que juzgar la obra no el autor...

cómo se quejaba la Felicidad Blanc (que habla en prosa) en El Desencanto. Pero ella tb se colgó por Cernuda, que además era gay.

Saludos y gracias!

Rodrigo Simón dijo...

Como ya he dicho, como poeta me parece demasiado sobrevalorado. No me interesa como poeta, como poeta del régimen. Aún así, reconozcp que "La casa encendida" es un buen poemario.
Esa crítica "desencantada" a Rosales era una pequeña píldora como broma. Felicidad Blanc habla en prosa, pero poética. Más profunda que la poesía de cualquiera de los "poetas arraigados" -o debería decir cobardes: Ridruejo, Panero o Rosales-.
Aclarado ésto: normal que le interesase más Cernuda que su marido: era mejor poeta y, al parecer, mejor padre para los tres hermanos.
John Lennon es un genio.
Un saludo,
Rodrigo