jueves, septiembre 08, 2011

El mundo por Montera


En la calle Montera hay una prostituta rumana con un brazalete republicano. Rojo, gualdo y morado. Se sienta en un portal enseñando el muslo más allá de lo decente y fuma, es una puta rumana y republicana que ha venido desde el país transilvano, pálida y rubia, a decir NO a la jefatura del Estado hereditaria, a decir NO a la tiranía borderline de los Borbones, y a decir SÍ a muchas otras cosas. Ojalá todas las meretrices fueran así de comprometidas, aunque ya comprobamos durante el JMJ que estaban en nuestro bando, el de los buenos, cuando tentaban a los inocentes peregrinos venidos del más allá con sus infinitas virtudes. Olé sus ovarios.

La calle Montera, para los lectores poco avisados, es una de las calles más floridas, macarras y concurridas del centro de Madrid. La calle en la que los que vienen de provincias se atreven a hacerse un tatuaje, la calle donde la musa de los 90 Silke (¿qué fue de Silke, tan mona?) ponía piercings a media jornada, la calle que mola y no mola al mismo tiempo. Pero a pesar de las tiendas de parafernalia marihuanera, los sex shops, las zapaterías de baratillo, los compro oro, los dunkin donuts y las amables terrazas, las protagonistas absolutas son esas a las que nadie mira y todo el mundo mira al mismo tiempo: las putas. Ellas sostienen los arbolitos y los portales, a veces me da la impresión de que la calle se derrumbaría si las putas no estuvieran ahí apuntalando la Realidad, sea lo que sea eso. Las mujeres heterosexuales las miran con asco y desafío, los hombres las miran con disimulo y curiosidad, pero siempre intentando que ellas no les vean mirar y se amarren a su brazo, o que algún conocido en este pueblo grande que es Madrid piense que va de putas, que es un putero.

Cuando mi madre me visita, viene de Oviedo, pasamos por Montera a hacer puta spottin’, porque en las ciudades de provincias las putas no están en la calle expuestas como aquí, sino ocultas en pisos ignotos, al fondo de la sección de clasificados de los periódicos, o en más ignotos clubs de carretera de la cuenca minera, neón azul y rosa. Mamá las mira con una mezcla de curiosidad y lástima. Me dice: “¿y esa es… es… es puta?”. Su mirada no está todavía acostumbrada, como el biólogo primerizo que no distingue una mitocondria al microscopio. Yo le digo: claro, ¿no lo ves? ¿no ves esa falda cinturón, esa actitud? Yo las miro con admiración y respeto.

Hay gente que piensa que las putas de Montera, y en general, son unas guarras. Que hacen lo que hacen porque les satisface estar ahí, follando con desdentados. Hay gente que les tiene mucha lástima. Luego hay gente que compra sus servicios. Yo creo que ya es hora de reconocer a las putas, y ninguna forma mejor que regulando sus derechos. Las feministas y los derechistas que piensan que es una forma de explotación navegan en el mismo barco. Por supuesto hablo de putas freelance, como las de la asociación Hetaira, que no sean esclavizadas por ninguna mafia o chulo, putas autónomas. El libre contrato entre dos personas, un demandante y un oferente de sexo no es inmoral. Feministas de izquierda y católicos de derecha siguen influidos por la moral judeocristiana que dicta que el cuerpo y el sexo es un asco. ¿Acaso es mejor vender tu tiempo (8 horas diarias) en una cadena de montaje en una fábrica o en una gris oficina, que vender tu cuerpo? ¿No era esta la obsesión del perversor San Pablo después de darse un hostión a caballo? Las putas no son ellas: vosotros, asalariados, también sois putas.

7 comentarios:

Fany dijo...

Me gusta, me gusta...
Buenas ideas y muy buen estilo.
Un saludo

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

gracias

Liber dijo...

De acuerdo con la regularización laboral, derechos e impuestos. Y no sé si llego a ser feminista, pero desde luego sí de izquierdas.
Y como mujer heterosexual, nunca las he mirado con odio, sino con una mezcla de pena y admiración (lo sé, suena muy cntradictorio y absurdo, pero como bien dices, hay que tener un par de ovarios para dedicarse a ese oficio)

Sergio López dijo...

Lo que es una vergüenza es que sus hijos las tengan así en la calle, estando tan bien colocados como están todos: en las dos cámaras parlamentarias, en los consejos directivos de las principales empresas, en los claustros de las universidades, al frente de los medios de comunicación, en la Sgae, el la Administración central, autonómica y local, en el COI, en la lehendakaritza, en el sindic de greuges, al frente de la Cruz Roja, en ETA, ETB, etc

Lalaith dijo...

"Los que vienen de provincias..." Tú de dónde vienes, del siglo pasado?

Txe Peligro dijo...

yo cuando venía de provincias fantaseaba con tatuarme en la montera

Cliente X dijo...

Pues hay una buena razón para que no se haga. Trata de descubrirla.