viernes, noviembre 11, 2011

Mejor callar



“Qué rico el limón, ¿eh?” Hay gente que dice este tipo de cosas, que se admira de las cosas buenas de pronto, después de haber convivido con ellas durante muchos años, porque, precisamente, es la gente mayor de 50 años, según he observado, la que más pronuncia estas sentencias. “Qué rica la leche entera, ¿eh?”. “Qué rica la carne, ¿eh?”. Llevan varias décadas aliñando los mejillones hervidos con limón, o bebiendo vasos de leche antes de dormir o comiendo carne poco hecha. Sin embargo, un día cualquiera, repararan de nuevo en las bondades de los productos. No este limón, ni esta leche, ni esta carne. Si no el limón, la carne, la leche, así, en general. Es como tomar conciencia de nuevo de la vida en esencia una vez que ya están demasiado acostumbrados a ella, cuando los días pasan uno tras otro si apenas rascar, como cuando se bebe agua. “Qué rica el agua cuando se tiene sed, ¿eh?”, dice mucho mi madre con un vaso en la mano.

Una vez conocí a un poeta mayor que, caminando por la calle, siempre te señalaba las cosas buenas de las cosas que nos cruzábamos. Señalaba un árbol y lo nombraba por el nombre, porque los buenos poetas saben el nombre de todos los árboles y de todos los pájaros, aunque no de todos los estados del alma, si es que el alma existe. “Mira que árbol tan impresionante”, decía, yo ya no recuerdo que árbol era. Y se ponía nervioso esperando el postre y me hablaba de gente talentosa que le caía bien, como si no tuviese interés en la gente odiosa, como si eso fuera una pérdida de tiempo. Muy al contrario de lo que hacen la mayoría de los escritores y de la sociedad en la que fermentan, que siempre prefieren hablar mal y acertar mucho.

Luego hay gente que prefiere detenerse en los aspectos más sórdidos de la existencia, las corrientes de aire traicioneras o los descuidos del camarero, que revisa los tickets y las vueltas minuciosamente, que no quiere que se le cuelen en el cine, pero trata de colarse, que no se fía de su madre. Pero de esos limones, como diría el poeta, mejor no hablemos.

1 comentario:

Olga Bernad dijo...

Hay gente que morirá chupando su limón amargo. A mí lo que me molesta es que ese gesto amargo se quiera hacer pasar tantas veces por rebeldía o sinceridad, cosas buenas que saben a naranja. Se llama mentir.