jueves, septiembre 21, 2006

Acoso

Había una chica en el colegio que se llamaba Lucía Villa Torres. Tenía los ojos verdes y grandes. Verde esmeralda. Tenía el pelo negro azabache. Tenía la nariz un poco aguileña. Pero no tenía amigos. Lucía era la hija de una de las cocineras. Aquellas mujeres de aspecto proletario que trabajaban en la gran cocina industrial del colegio. El menú era bastante irregular. Las lentejas estaban buenas. Y la tortilla de patata. Había un plato de pasta con nata que los alumnos habíamos apodado como Puta Mierda Blanca. Y aún así nos encantaba. Luego había otros platos asquerosos. Todos ellos eran preparados por aquellas mujeres maduras vestidas de rosa en las ollas gigantescas de la cocina. Que tenía los techos altísimos. Y en cuyo suelo de baldosas amarillentas era fácil resbalar. Porque estaba siempre húmedo.

Recuerdo a Lucía de niña corriendo detrás de nosotros. Lucía tiene la peste. Si te toca Lucía te pega la peste. Corríamos en desbandada como si aquello fuera un encierro y ella fuera la bestia. Era extraño ver como Lucía conservaba la sonrisa cuando nos perseguía. Portando la peste que alguien le había diagnosticado.

Lucía era una pringada. Cuando yo ingresé en el colegio, a los cinco años, Lucía ya llevaba dos años allí. Y ya era una pringada. Así, tan joven. No sé quién decidió aquello. O si Lucía había nacido ya con esa condición. El caso es que la realidad era esa.

Recuerdo a Lucía cuando teníamos diez años. Acurrucada sola debajo de un árbol durante los recreos. Ensartando pequeñas margaritas en un palo. Como si fuera un pincho moruno de flores. Recuerdo a Lucía jugando sola con los bichos que cazaba. Las arañas. Los bichos bola. Sentada al borde de la calzada. A los trece. Recuerdo a Lucía paseando sola por el colegio a media mañana. Y ya éramos adolescentes. Y la veíamos pasar sentados en los bancos. Recuerdo a Lucía quedándose sola en la clase durante los ratos libres. Sentada en su pupitre. Garabateando en papelitos. En la penumbra. Murmurando. En el silencio.

Algunas veces me tocó sentarme al lado de Lucía durante algunas clases. Lucía parecía una chica normal. Tenía un estuche de tela cilíndrico repleto de rotuladores de colores. Y fluorescentes. Cuando escribía –con la zurda- se mordía suavemente la lengua con el lado izquierdo de la mandíbula. A veces se volvía hacia mí y me dirigía la palabra. Y era sonriente. Y tenía algo en los ojos que parecía esperanza. Verde esmeralda. Y yo siempre la trataba cordialmente. Porque no veía motivo para todo aquello. Y nunca llegué a entender cual era el problema con Lucía.

Los profesores tampoco lo entendían. Durante los quince años que fue marginada sistemáticamente por, no solo un pequeño grupo de personas, sino por toda una clase, por todo un curso, por todo un colegio con cientos de alumnos, ellos trataron de encontrar soluciones. Le hacían irse de clase con cualquier excusa. Lucía vete a por los bocadillos. Lucía vete a por folios a secretaría. Y cuando Lucía se iba los profesores nos preguntaban qué ocurría. Cual era el problema con Lucía. Esta escena se repitió demasiadas veces durante toda nuestra vida escolar. Una vez un profesor nos hizo escribir a cada uno en un papel nuestra opinión al respecto. Luego se leyeron uno a uno. La mayoría escribió que no sabía lo que pasaba. Algunos pusieron que Lucía era una marginada. Que Lucía no hacía nada por tener amigos. Que Lucía era un bicho raro. Entonces ya teníamos diecisiete años. Y todo era mentira. Y Lucía lloraba cuando la ponían al corriente de aquellas reuniones.

Algunos dicen: los niños son así. Los niños son crueles. Es normal. En mis tiempos también pasaba. No. Lo que hicimos con Lucía fue un crimen. Algunos fueron criminales activos. Otros solo colaboramos con nuestra complicidad muda. Para que se haga el mal solo hace falta la indiferencia de la gente de bien, dicen. Lucía fue ignoraba por el mundo durante quince años ante nuestros ojos. Ocho horas al día inmersa en la más absoluta soledad. Hablando entre dientes. Contándose historias en las que todo iba mejor. Después de esto, cuando el colegio acabo y la vida continuó su curso Lucía Villa Torres fue vista regularmente por la ciudad. Con botas altas. Con minifalda. Y mucho maquillaje en la cara. Montada en las motos de tipos de aspecto peligroso. Parecía una mujer dura. Daba la impresión de que había olvidado todo aquello. Pero estoy seguro de que aún dolía la enorme herida que le habíamos inflingido. Y ya no había remedio. Pues la niñez había pasado por entre nuestros dedos. Como el viento del otoño.

24 comentarios:

Absurdo Rutinario dijo...

Impresionante relato.

Por momentos me he sentido Lucia, En mi caso el peso y las gafas fueron mi delito mi delito, hasta llegar a la universidad. El tiempo, y algo de esfuerzo, me han cambiado. Me gustaría ver lo que hizo la vida con los que se burlaban de mi.

Pero también me siento mal por que seguro que, en alguna ocasión, he sido un obsevador acallado por... ¿Miedo?. Tarea pendiente.

La única lección que aprendí de aquella etapa fue a elegir bien el bando. Lejos de "criminales".

Anónimo dijo...

fui patito feo.
ahora a veces me paso de cisne. no aprendí la justa medida.

aunque suene raro, dentro de un grupo, los agresores tienen peores perspectivas de futuro que las víctimas.

podemos recuperarnos como víctimas, pero los agresores que han aprendido a vivir así y aprenden que les funciona casi no les queda remedio de cambiar y reaprender una forma diferente.

otro tema complicado es que aunque extraigas al jefe de los agresores del grupo, por la propia dinámica del grupo, éste será reemplazado.

ana martinez dijo...

Puede que el título no se corresponda por completo al tema del post. El acoso requiere una atención constante hacia la persona acosada y en este caso parece que impera más la indiferencia.
Personalmente, casi prefiero el acoso a la indiferencia.
Buena historia.

Anónimo dijo...

yo recuerdo una chica que era así en mi primario, solo que duro un año y luego se fue. Se llamaba Carina creo y nunca entendí xq no se/la integraba/mos.
un saludo.

Javier López Clemente dijo...

Ha sido una lectura emotiva. Creo que si tiramos del hilo casi todos podremos recordar a nuestra Lucia. Yo he recordaddo a la mía, en este caso esra chico.
Lo vi hace menos de un mes. Lo saludé y no encontré en su mirada odio ni resquemor. Eso me hizo pensar en las veces que lo invité a jugar a los indios en mi casa pero, ¿qué hice en el colegio?

Anónimo dijo...

Hola Txe, soy Israel Saeta, de Hypatia.
Te he escrito un correo electrónico, pero por si las moscas repito aquí: queríamos sacar una revista para principio de curso, y me gustaría publicar alguna historia tuya. Selecciona de entre lo que más te guste y envíala a dukebody@gmail.com, o déjame un comentario en el blog, o intenta pasar por el local.
Gracias.

lulan dijo...

Dura historia. Que duro tuvo que ser para aquella niña y quien sabe que consecuencias le habrá acarreado. Por suerte yo nunca fuí un patito feo, siempre he tenido la suerte de caer bien (no se por qué, pero es así, quizás porque me gusta abrirme al resto de gente).

He conocido alguna historia similar a la de esta Lucía y al leer la escrita por ti me ha venido a la cabeza lo que yo también hice en el pasado: olvidarme de aquel o aquella compañera de clase que nunca hablaba con nadie.

Me alegro que lo publiques, quizás se pueda ayudar a evitar que le pase a algún otro niño, aunque lo dudo.

Salud y paz.

Anónimo dijo...

Vaya, me he sentido Lucía, hubo una época en el colegio en el que yo era una lucía, pero marginada por algunos profesores que me crucificaron por mi caracter introvertido y mi timidez. Cuando salí de aquel colegio y entré en otro no estaba dispuesta a seguir igual y lo que hice fue ayudar a las "lucías" que encontraba y apoyarlas. Tengo varias lucías amigas mías que 15 años despúes siguen siendo amigas.
1extraña. (Gracias por visitar mi blog).

Txe Peligro dijo...

vaya, que curioso, ahora resulta que todos ustedes han sido patitos feos... Bueno, supongo que a todos nos ha tocado alguna temporara. A mi me ocurrio un poco en 7º y 8º de la EGB: tardé en dar el estiron y, aunque ahora soy un tio apuesto de metro ochenta, por entonces era bastante canijo. Por suerte llego el BUP y se empezaron a valorar otras cosas como las habilidades sociales, el salir por la noche (que entonces era salir hasta las 10) y beber cerveza. Como todo esto se me daba bastante bien comenzé a ser respetado de nuevo. Pero fueron un par de años feo, ya lo creo.

Saludos y gracias por estar ahí!

Anónimo dijo...

Hola. Me ha encantado esta historia, el contenido y la forma de contarlo, se me ha hecho corto ;-) Bueno, a mí también me ha llamado la atención que todos digan que fueron Lucía... En mi caso, yo no era Lucía en el colegio, pero me relacionaba con todas las Lucías e intentaba integrarlas, yo no fuí indiferente. Sin embargo, eso me costó discusiones con mis "amigas". Una Lucía en concreto, la más Lucía de todas, era despreciada por una de mis "amigas". Ni siquiera le aceptaba un caramelo, porque decía que era una "piojosa". Sin embargo, en 8º de EGB (qué agradable oir que no todo el mundo es de la ESO), era mi "amiga" quien le pedía caramelos. Se le bajaron los humos con ella porque le surgieron problemas familiares (su padre tenía una doble vida con doble familia, era hija única pero se enteró que en realidad tenía dos o tres hermanas por ahí sueltas). A todo ésto, añado que las Lucías no tienen resentimiento alguno con las personas que le trataron mal, al contrario (lo que es extraño). Creo que algunas Lucías buscan el alago de las personas que les tratan o trataron mal a toda costa, y se olvidan de quienes las defendieron, que en realidad, son quienes les aprecian. Aunque en el colegio, instituto o universidad no me he sentido Lucía, hay momentos en los que sí me siento Lucía. Momentos en los que voy por la calle y parece que soy invisible porque la gente choca contigo, como si no te viera, como si no existieras, y tienes que ir esquivando... Qué sensación más desagradable... Saludos

gaia56 dijo...

Txe, muchas gracias por este relato que a todos nos induce a la reflexión. Muchas gracias por ponerlo en evicencia, proque hay muchas Lucías en la vida de todos y muchos todos "pasando" sin hacer nada por evitarlo.La prueba la tienes en los comentarios de todo el mundo.
Supongo que fue el momento propicio por la rueda de prensa del informe Cisneros X, que dicho sea de paso, de muy poco rigor en alguna de sus aseveraciones.

Enhorabuena chaval.... por cierto todos nos sentimos patitos feos en alguna ocasión de nuestra vida..

Marede3 dijo...

Que relato más entrañable, bueno yo nunca fui patito feo, ni l mas popular de la clase, simplemente existí, sin mas ni menos,pero recurdo que siempre hay algun@ marguinad@, siempre hay alguna Lucía. Somos crueles desde siempre, y hay gente que se siente mejor siendo mas cruel conlos demas. En lo que he vivido yo, las personas que han sido crueles, después de mayores (en la adolescéncia) son las que han tenido peor suerte, las que s'ha derrubado antes, quizás la vida les ha devuelto el golpe.

pcbcarp dijo...

Pues si, yo creo que todos hemos conocido casos así en nuestra vida escolar... A lo mejor no tan fuertes, pero si. Y efectivamente, a veces uno se preguntaba ¿por qué este chaval es un pringao? Y normalmente no había respuesta. Yo tuve varios episodios de eso que hoy día se conoce como acoso buylling, etc. Pero los resolví sin más traumas al modo de la época: ejerciendo mis habilidades de socialización a guantazos. Aunque perdieras -lo que era frecuente si te pegabas con varios- y acabaras sangrando por la nariz, eras inmediatamente reconocido como respetable. Y, por supuesto, cuando los profesores preguntaban qué había pasado, terminabas de socializar compartiendo la omertá con los demás, que hasta acababan invitándote al Water a toser un poco dando caladas a un celta.
En mi caso, el problema era que no me gustaba jugar al fútbol, lo que era gravísimamente antisocial.

Txe Peligro dijo...

Es curioso, además, como hablan ustedes de ser una "lucía", de conocer a "lucías" o de sentirse "lucía". Je, tal vez el término se haga popular y llegue a figurar como una acepción en el diccionario de la Rae y todo el mundo mundial utiliza esa palabra para referirse a esto. Aunque sería una mala pasada para las que se llamen así.

lee y difunde!!!

M.G.G. dijo...

Sí, es curuioso que muchos de nosotros no hayamos sentido "Lucía" en algún momento. Yo fui un poquito así cuando era perqueña pero luego crecí y no se cómo me hice amiga de la más popular que a la vez era una santa y se reveló contra sus amigas, jeje se vino conmigo y fuimos haciendo otras amigas a lo largo de nuestra vida y hasta hoy.

ALOMA69 dijo...

Yo he estado en los dos bandos y haberme reído de una chica en 1º de B.U.P. es la única cosa que cambiaría en mi vida ahora mismo y sí, ella ha tenido rencor y odio en su mirada y sus palabras hacia mi, incluso una vez en plena calle y desde un coche me gritó HIJA DE... y supongo que estaba en su derecho aunque no sea culpa de mi madre que es verdaderamente una santa.
Por otro lado Lucía es un nombre que para mi tiene unas connotaciones de chica deseada...

Un saludo, tu post tiene mucha miga y da mucho de sí para comentar, como siempre.

Por cierto, me perdí el último post pq. mi ordenador no actualizaba (?).

Batiscafo dijo...

todos hemos sido niños/as marginales en algún momento de nuestras vidas
yo lo fui bastante tiempo... supongo quehastaque me acepté un poco o hasta que encontré un pequeño lugar en el que me sentía bien, q al final es lo único importante.
no es sólo porque loos niños son crueles, es también porque a veces somos inocentes/gilipollas.
saludos varios

Yo, Erotika! dijo...

Seguramente...se habrá convertido
en una mujer de una gran personalidad, con sus ideas bien ancladas..y lo mejor de todo no os guardará rencon en absoluto.

missangria dijo...

¿Por qué será que en todas las clases hay una o más lucías Villa torres?, en mi clase había una niña que todo el mundo decía era autista, la marginábamos con premeditación y alevosía, su expresión reflejaba una anormalidad, pero lo curioso es que a pesar de tener tremendas dificultades en todo además de en relacionarse, acabó los estudios, se sacó el carnet de conducir y terminó una carrera cuando la mayoría de los burlones que la trataban de corta se perdieron por el camino.
Hubo otra a la que yo marginé especialmente y me arrepiento horrores, cuando ya estábamos fuera del colegio una noche de borrachera arremetió contra mí diciendo que la había maltratado durante años, me arrodillé de vergüenza pidéndole perdón, cada vez que me ve me cuanta maravillas y grandezas de su vida y yo me alegro de verdad, le pongo la mejor de mis sonrisas y le digo que vale un montón con el corazón en la mano!! nunca seré lo suficientemente amable para compensarle mis torturas infantiles.

Anónimo dijo...

Me ha encantado este relato.
A mi me tocó en segundo de bup y no recuerdo un año peor en mi vida y no sé si no me siguen quedando secuelas de aquella pesadilla.

Gubia dijo...

Un relato que ha hecho que sintiera un escalofrío, muy bueno.
Mi primer año de instituto fué muy dificil, sentía que nunca encajaría allí y con mucho esfuerzo lo conseguí. Guardo buenos y no tan buenos recuerdos.
Con el tiempo mi físico ha cambiado mucho, me convertí en un cisne y ahora veo el cinismo de la gente que antes no te miraba y ahora tanto admiran lo guapa que estás y la mujer en la que te has convertido; en realidad solo se merecen desprecio,pero como no soy capaz de eso, me quedo con la indiferencia que me da mejor resultado.

simalme dijo...

Dicen q a lo mejor, en este momento, somos felices,pero que sólo nos daremos cuenta cuando pase el tiempo.

sopi/magyca dijo...

helada asi es como me he quedado al leer la historia...supongo que todos hemso recordado a la lucia que algun momento de nuestra vida hemos llevado dentro pues estas cosas no solo pasan en la infancia, tambien suceden con mas edad....ha sido raro recordar a la lucia que he tenido dentro en algun momento de mi vida y las lucias que he visto a mi alrrededor. un besote enorme

Anónimo dijo...

No quería que acabara la historia de Lucia. Me ha encantado. Todo. La forma, el modo... Todo. No tendré más remedio que pasar por aquí a menudo.

Saludos.