jueves, agosto 11, 2011

Abismos de lo cool


Hay calamares gigantes que miden 20 metros y tienen tres corazones y la sangre azul y el ojo más grande del reino animal. Están, por ejemplo, en un oscuro abismo submarino de 5.000 metros de profundidad a unas millas al este del Cabo Peñas. Hasta allí se sumergen lo cachalotes para comérselos; luego, los marineros, encuentran dentro de los cachalotes los restos de los calamares, sobre todo los picos, que son de difícil digestión.

Esto mola, así que le pedí a Mamá Peligro que pilotara su deportivo rojo hasta la zona en la que se desarrollan estas singulares batallas de monstruos marinos para escribir un reportaje sobre el terreno. Es una de las zonas más bonitas de la geografía astur, digamos que es la parte más softcore de la belleza asturiana: tierras llanas, verde claro, junto al mar, donde caen unos acantilados que me recuerdan a Capri.

En el camino cruzamos un pueblín al que unos desalmados le habían borrado el nombre en la señal de tráfico de la entrada y habían escrito con spray “putes” (el asturiano para putas). Inspirado por la inscripción le dije a mamá:

- Una vez soñé que me enamoraba de una prostituta del Este. Era chiquitita, muy rubia, con los ojos muy grandes como los que le han puesto a la pitufina en la película de Los Pitufos. Y era muy candorosa, no te imagines a las que hay en la Montera. Llevaba siempre dos trenzas. Recuerdo entre brumas que nuestra relación fue bastante feliz, aunque el asunto de la prostitución a veces era dramático, pero, bueno, en los sueños nunca nada importa demasiado y todo fluye.

- ¿Una puta?

- Sí, del Este de Europa. No sé bien de dónde. ¿Tú nunca te has enamorado en sueños de alguien que no existe ? Es muy raro. Luego te despiertas y resulta que eso: no existe, no hay nadie que sea esa persona. Es como si hubiera muerto. O como cuando soñaba que tenía toda la colección de los Playmobil y luego, al despertar, solo tenía la ambulancia.

- Aún así la ambulancia estaba bastante bien. Yo recuerdo que una vez me enamoré en sueños de un chico muy majo que llevaba un jersey rojo, era como un galán de cine. Luego, en las tiendas de fotografía y en los estudios de foto de la vida real siempre me paraba para ver si lo veía en las fotos que tenían expuestas. Pero lo importante aquí es que llevaba un jersey rojo, lo que demuestra que sueño en color.

- ¿Cómo? ¿Y eso qué importa?

- Pues que hay gente que sueña en blanco y negro, gente sin imaginación… Pero yo no. Technicolor.

- Bueno, yo creo que esa gente es más culta.

- ¿Cómo que culta?

- No sé, imagínate soñar en blanco y negro y además en versión original subtitulada.Y, además, con la puta aquella de Godard. Sería el culmen de la intelectualidad.

A estas alturas de la disquisición, mi mamá se distrajo y se puso a mirar a las vacas que pastaban indiferentes por aquellos prados que surcábamos en el coupé rojo y dijo lo que siempre dice sobre las vacas asturianas (y que yo sabía que iba a decir, porque es muy predecible): que tienen la misma mirada melancólica e italiana que Sofía Loren. Las vacas. Y es verdad.

Y luego, en Avilés, paseando al atardecer, descubrimos que no hay nada más cool que pasearse con una botella de leche fresca, de cristal, estilo anglosajón, por el centro de una ciudad, sobre todo de provincias. La gente te señala y dice: mira, van con leche. En cuanto vuelva lo hago en Malasaña.

Adiós.

3 comentarios:

Meme dijo...

Tres entradas seguidas nombrando a los calamares gigantes, sólo dan ganas de un bocata del Brillante.

Txe Peligro dijo...

anda, jaaj, no me había dado cuenta. pero los gigantes no se pueden comer. llevan amonio en sus tejidos para flotar mejor. y es tóxico.

mejor vete de putas.

Anónimo dijo...

No sé cómo fui a dar a este blog pero esto del sueño donde te enamoras de alguien que no existe me ha llegado muy adentro. Todavía al abrir los ojos y dejar que la claridad matinal me ilumine el despertar, percibo el rostro casi neblinoso de esa persona que simplemente no existe, pero probablemente lo haga en una dimensión paralela, donde haya 3 lunas.