Hace mucho tiempo, en una plaza muy muy cercana, la realidad
me pegó un bofetón. Una señora se me acercó con cara de querer hacerme una
pregunta:
-
-
- Perdón, ¿el teatro jaguendazs?
¿ - ¿Cómorrrrll?
-
- Sí, ¿el teatro jaguendas?
Se refería al teatro Häagen-Dazs,
como habrán adivinado, pero todavía vivíamos en aquella edad inocente en la que las cosas tenían sus
propios nombres. El Teatro Calderón, de rancio abolengo madrileño, está en la
céntrica plaza de Jacinto Benavente, haciendo esquina, y fue uno de los
primeros en adoptar el nombre de una empresa, en este caso de la marca de
helados estadounidense Häagen-Dazs. ¿A que pensaban que era alemana o escandinava?
Pues no, los helados Häagen-Dazs vienen de las profundidades del Bronx, Nueva
York. En cualquier caso, ¿por qué le ponían al Calderón el nombre de un helado
que la mayoría de la población no sabe deletrear ni pronunciar? Estamos
hablando de Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo universal del Siglo de Oro
español, que, además, en la época, vivía por allí cerca, ¿no era un nombre
perfecto? (De todas formas, todo hay que decirlo, la programación del teatro deja mucho que
desear, copada por musicales naïf, así que bueno...).
Algún tiempo después, en otra plaza, una chica se acercó
para preguntarme por otro teatro (se conoce que tengo cara de saber dónde están
los teatros, pero, ya saben, lo mío es puro vicio). ¿El teatro Movistar?,
preguntó la joven. Lo de Häagen-Dazs al menos tenía cierto misterio y una diéresis,
que no es moco de pavo, pero ¿Movistar? Pues sí, un teatro de la Gran Vía, el Rialto, había
sido rebautizado como Teatro Movistar. Como tu teléfono. Vaya cutre.
Nada nuevo bajo el sol. Todo esto les sonará a los fans del baloncesto, el hermano
pobre. Recuerdo que en mi juventud el equipo de Vitoria (el Baskonia) se llamaba Taugrés, por
la empresa de gres que lo patrocinaba. En la publicidad del equipo decían: “¿Qué
hora es? ¡La hora del Taugrés!”, un ripio que desde entonces, no sé por qué, se
me viene a la mente cada vez que me preguntan la hora (que no solo me preguntan
por teatros). Con los demás equipos pasaban cosas similares. En las
retrasmisiones de la SER (creo que era la SER) llegaron a patrocinar hasta algunas
jugadas: un mate era un mate Phillips, y un triple, era un Cinco Estrellas (por
la Mahou Cinco Estrellas). Cada vez que había un mate o un triple decían mate
Phillips o Cinco Estrellas, hasta cuando acababa el partido y repasaban las
estadísticas: “El Taugrés ha encestado siete Cinco Estrellas en la segunda parte”, por ejemplo. Claro,
quien no estaba al loro de estos términos vanguardistas no sabía qué coño decían por la
radio. Pero hay cosas peores: hasta la Sacrosanta Liga Nacional de Fútbol, origen y fin de todos nuestros problemas, se
llama Liga BBVA.
El mundo de la juerga tampoco está exento: la tradicional
sala de conciertos Arena, en Plaza España, una de las más importantes de la
capital, donde han tocado buena parte de los grupos que importan (yo ví allí a Chimo Bayo, por ejemplo) se llamó hace un tiempo
Sala Heineken (como el Festival de Benicasim, que se transformó en FIB
Heineken). Pero hace unos meses es la ¡Sala Marco Aldany!, por Marco Aldany, la
cadena de peluquerías low cost que emplea a peluqueras sacadas del barrio y
formadas en su propia cantera, todo muy bling bling. Esto sí que es cutre, que vengan, por ejemplo,
los Sonic Youth, y toquen en un sitio apadrinado por Marco Aldany (que por otro
lado es un joven y exitoso empresario con pelazo y grandes bíceps, ver foto).
¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Rebautizaremos las iglesias
por 30 monedas? Imagínense: Catedral de la Almudena-Durex. Vaya cachondeo,
¿no? Hace poco salió en los periódicos que los autobuses de
línea de Valencia llevaban publicidad de prostíbulos con el número de móvil de
la madamme, ¿recuerdan? ¿Podría entonces haber
una Basílica de la Sagrada Familia/Piso de Relax Conejitas? ¿Y España? ¿Rebautizaríamos
España como medida de austeridad para salir de la crisis? ¿Se llamaría España
entera Santander? ¿Seríamos todos Santanderinos? ¿Le gustaría la idea a Merkel? El resto es misterio.
Yo, por lo demás, cambiaría Txe Peligro por Cheetos por un
buen puñado de ecus. Que también estoy muy rico.
7 comentarios:
A mí todo este tema me recuerda a un capítulo de Los Simpsons en el que la familia viaja a África. Cuando ya están llegando, aún en el avión, la azafata les dice: "Estamos a punto de aterrizar en Tanzania", alguien le da un papelito y dice: "Disculpen, ahora se llama nueva Zanzíbar", le dan otro papelito y dice: "Perdonen, ahora se llama Pepsi presenta Nueva Zanzíbar".
Al menos el Rialto vuelve a ser Rialto y el otro, oficialmente, es "Häagen-Dazs Calderón". A mí me sigue pareciendo escandaloso, como el hecho de que en el intermedio de la obra se metan con el carrito a vender helados para facilitar que el público engorrine el teatro. Pero qué se le va a hacer... seguramente si no fuera por Häagen-Dazs el teatro ya no existiría.
no sabía yo eso de que pasan un carrito de helados, qué disloque.
a mi lo que me molan son esos cines donde venden unos nachos asquerosérrimos.
Como ya has dicho tú lo de España-Santander, que era la gracieta que se me iba ocurriendo a mí, me he quedado sin nada que decir: es la cifra y compendio de la época.
Eso sí, lo de los helados es recuperar una tradición: cuando yo era pequeño, en los cines de estreno se hacía. En los de barrio y programa doble, no. Tenías que ir al ambigú en el descanso entre las pelis (si te había sobrado pasta de la entrada, claro)
Lo que molaban eran los autobuses de Valencia cuando se publicitaban las meretrices burguesas. Vale, las putas.
siempre me he preguntado que es un ambigú?
HAY UNA FELICITACIÓN PARA TÍ...
EN MI TAL VEZ UN BLOG MÁS...
cuánto tiempo, expediente! feliz año!
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