Con la llegada del primer aniversario del 15M vuelve a
alzarse al viento la voz de los necios, esos que repiten como un mantra que los
movimientos sociales tienen que dejarse de protestar, abandonar las algaradas
callejeras tan propicias a la desmedida intervención policial, y proponer
alternativas. Me consta que se proponen alternativas, no sé si buenas o malas,
si posibles o imposibles, pero ese no es el caso: los políticos son muy listos,
además de sufrir los ciudadanos las consecuencias de una crisis en cuyo
advenimiento no estuvieron implicados, tenemos, atento el auditorio, ¡que
encontrar las soluciones! Válgame Dios: algunos políticos quieren que, encima,
les hagamos su trabajo.
Cada mañana me levanto y puedo comprar el pan que muy
temprano, en las frías nieblas del amanecer, el panadero amasa en su taller.
Los camareros sirven café en las barras y los españoles de a pie se lo toman
muy rápido para llegar a tiempo al puesto de trabajo. Las prostitutas apuntalan
las calles y evitan que se caigan y los taxistas surcan las calles en busca de
un cliente. Los dependientes, en las tiendas, los libreros, en las librerías, los
barrenderos, barriendo. Los freelancers, en la fangosa trinchera del email. Hasta los parados cumplen con su deber mirando las
obras, paseando desconsolados por los parques públicos. ¡Qué ambiente provoca
la crisis en los parques público!
Los políticos sin embargo, y como digo, quieren que les
hagamos su trabajo, y poder dormitar en sus despachos y acolchados escaños.
Porque los políticos hace tiempo que hincaron la rodilla en la polvorienta
tierra y dimitieron de la Política. Nos ofrecieron en sacrificio a la economía,
como quien ofrece el holocausto de un carnero para aplacar la furia de los
dioses. Ahora los dioses furiosos no son otros que los Mercados. Desde que en
los ochenta comenzó la desregulación que liberó a la bestia económica, la Política
(es decir la gestión soberana de lo público por los legítimos representantes
del pueblo) no ha hecho más retroceder asustada por los colmillos de los
índices bursátiles y los bonus extragalácticos de los banqueros. Aquí hay
indolencia, vagancia, falta de voluntad para hacer nada, excepto para obedecer
los dictámenes del dinero. No hacen política: viajan, hablan, salen en la tele, se hacen fotos, y doblan la cerviz ante los que mandan de verdad. Para eso son muy solícitos: cada uno sirve a su amo.
Piden que la ciudadanía aporte soluciones, alternativas, una
luz al final del camino, no porque ellos estén ciegos, si no porque ellos
mismos se han maniatado. La Política ahora no es más que la portavocía de las
desgracias que la crisis ha traído a los perdedores. Porque la crisis no es una
ciclogénesis explosiva, ni un tsunami, ni ningún tipo de fenómeno natural
indomable, inevitable, inexorable. Nos quieren hacer creer que las leyes de la
Economía son leyes naturales como las Leyes de Newton, eternas, inmutables y
perfectas. ¿Quién puede escapar de la atracción gravitatoria? Nadie. Pero no: la
crisis es un saqueo, con ganadores y perdedores, con verdugos y con víctimas.
Nosotros.
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