El mundo que nos presenta el neoliberalismo rampante, eso sí
que es radical, con casi la totalidad de la riqueza radicalmente saqueada y
llevada a manos de unos pocos, con una ciudadanía cada vez más radicalmente pisoteada
y radicalmente desesperanzada, con un medio ambiente cada vez más radicalmente
esquilmado y radicalmente contaminado, con una democracia radicalmente
arrinconada y radicalmente ninguneada, con unos radicales rescates financieros a costa del dinero público, y unos responsables radicalmente
impunes, en sus radicalmente esplendorosas mansiones, disfrutando de sus
radicalmente inflados sueldos y bonus,
y sus radicalmente deliciosos daikiris en sus radicales piscinas bajo un muy
suave baño de sol. Y los demás, radicalmente desesperanzados y radicalmente
iracundos, en las radicales colas del paro mientras se endurece radicalmente el
acceso a la educación y a la sanidad y se recortan radicalmente los derechos sociales
y laborales conquistados con sangre, sudor y lágrimas durante radicales años de
lucha y explotación.
¿Quiénes son, pues, los radicales? Los otros radicales, los
buenos, al fin y al cabo lo que proponen es la justa distribución de la
riqueza, la atenuación de las diferencias sociales, la justicia, el castigo a
los culpables, la vida en armonía con el medioambiente, porque si no hay
medioambiente no puede haber nada más. A mí esto no me parece nada “radical”,
tal y como lo hablan algunos, tal y como lo define la RAE en su cuarta acepción
como ““extremoso, tajante, intransigente”. A mí todo
esto me parece bastante sensato y mesurado, qué quieren que les diga, algo a lo
que podría aspirar hasta un monaguillo. Ellos dicen que los radicales son esa “violenta
minoría” que enturbia “el legítimo derecho a la manifestación ciudadana”
rompiendo los ventanales de los bancos y quemando contenedores. Pero, bien mirado, lo realmente radical es lo que nos
quieren hacer tragar como inevitable y natural, el retorno a la naturaleza
salvaje del sálvese quien pueda, como si después de tantos años de proceso
civilizatorio ahora nos viésemos obligados, quién sabe por qué designios
divinos, a volver a la jungla más hostil.
(Ya hablé en otra ocasión de la perversión de otra palabra, la sacrosanta palabra libertad). Por eso este sábado 12 de Mayo, en el aniversario de la
erupción del movimiento 15M, deben ustedes acudir radicalmente a tope a las
manifestaciones y concentraciones que florecerán por todo el orbe terrestre. A
ver si les hacemos bajar radicalmente la cerviz y aceptar las legitimas reivindicaciones
de la ciudadanía.
Y ahora, como radical broche de oro de estas palabras,
recordemos las del Chivi, que hace unos diez años nos llenaban de estupor y
satisfacción: “Solo porque me masturbo pensando en sacerdotes / solo porque me
he anillado la punta del cipote / solo porque me produce excitación anal / el
visualizar un vídeo de Cascos con Aznar / solo porque colecciono películas snuff / me señalan con el dedo y me
laman radical”.
Es otra forma de verlo.
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