domingo, octubre 07, 2012

Cárceles de tierra


Las prostitutas rumanas que se exhiben en la calle Montera de Madrid son iguales, o muy parecidas, a sus homólogas españolas: alquilan (no venden, como suele decirse) su cuerpo por un rato, de igual manera que lo alquilamos todos los que trabajamos por cuenta ajena, y visten faldas muy cortas y maquillajes excesivos, igual que las putas españolas. Mircea Cartarescu es un escritor rumano del que dicen que, a pesar de su juventud, es candidato a ganar el Premio Nobel. Cartarescu es un escritor rumano que es igual, o muy parecido, a los escritores españoles o estadounidenses o franceses. Usa americana, escribe libros, asevera cosas profundas (aunque no muy comprobables) en sus entrevistas. Las prostitutas son iguales, o muy parecidas, en todos los países del mundo, como los escritores. Los pocos ricos que vi en Senegal, o en Nepal, o en Filipinas, son iguales, o muy parecidos, a los ricos españoles (que muchas veces están allí yéndose de putas); los muchos pobres son iguales a los que aquí malviven en los barrios más desfavorecidos o en el mismo portal de tu casa. Los antidisturbios reparten estopa en defensa del status quo igual aquí que en Chile o Indonesia. El lujo es igual en todo el planeta (aquella enorme suite en Manila, aquel restaurante de lujo en Dakar), lo mismo que la suciedad y el hambre (la periferia de la Cañada Real, los barrios de Katmandú). El nacionalismo, pues, es una fantasía perversa.

Todo esto que digo no es nuevo, porque no existe nada nuevo, pero también porque tradicionalmente la izquierda ha sido internacionalista: lo que diferencia a las personas no es eso que se denominó “nación” (y que muchas veces se confunde con “idioma”), sino la clase social, aunque se diga que tal cosa no existe. Es decir, usted no es francés, rumano o español, español, español, sino pobre o rico, mileurista o nimileurista, o, por ser fino, humilde o pudiente. Por eso se tenían que unir los hermanos proletarios por toda la faz del planeta, y por eso la Internacional comunista (la organización y el himno) se llamaba internacional, y por eso aquello de arriba parias de la Tierra, en pie famélica legión. Por eso no hay nada más absurdo que la contradictio in terminis del nacionalismo de izquierdas: la nación es una entelequia para manipular a los trabajadores y empujarlos a morir en las guerras o a fliparlo en las urnas. Ni siquiera los ricos son nacionales, ya que su capital interviene en grandes emporios internacionales. Se privatiza internacionalmente el beneficio, y las pérdidas, eso sí, se socializan en cada país, como estamos viendo.

Pero nacionalistas haylos, como las meigas, y vaya si los hay.  Aunque la idea tan ilustrada del Estado-Nación, esa que decía que cada nación tenía que tener su propio Estado, está más que muerta en vista de la libre circulación de capitales, los mercados de deuda pública, las uniones europeas y demás, la quimera de la tribu sigue tirando centrípetamente , es decir, hacia dentro de la nada. España: unidad de destino en lo universal. Euskadi: askatu. Catalonia: is not Spain. Caña, caña, caña, Asturies: nun ye España. Bueno, estamos arreglados. Hablemos esperanto: la lengua del amor.

Lo cierto es que estoy a favor de que cada grupúsculo de personas que ocupan una región geográfica tenga su dosis, y alta, de autogobierno. Me parece muy hermoso eso del federalismo pero, como soy de ciencias, me gusta una cierta simetría. Si las comunidades humanas obtienen ciertos derechos políticos que sea por ser humanas y por practicidad y democracia. Lo que no es de recibo es que se reciban derechos por cuenta de la cultura, la nación o la historia, porque eso supondría que un señor nacido en Palencia tendría menos derechos que uno nacido en una comunidad histórica, simplemente porque existió la Corona de Aragón, porque existe el idioma gallego, o porque en Cataluña se comen calçots y se embolan toros con fuego, cosas que, por muy viejo que sea uno, no dependen del individuo y vienen dadas, por mero azar, por el lugar en el que uno no nace, sino que le nacen. El reparto de derechos entre los seres humanos en función de su idioma, lugar de nacimiento o eso que llaman cultura (la mayor parte de las veces tradiciones rancias, rurales, y muchas veces crueles) no se sostiene. Las putas rumanas, como los escritores, los barrenderos y los sommeliers, son iguales en todo el mundo. Viva la Internacional.

6 comentarios:

Liber dijo...

Cojonuda reflexión. Hijo, que envidia me dan esa cabecita y esas manitas tuyas. Plenamente de acuerdo con cada vocal y consonante.

Anónimo dijo...

Qué mareo llevas, hermano. ¿Y quién decide quién tiene derecho a decidir? ¿El conjunto de la Nación Española, como dicen la Cospedal, Sáenz de Santamaría y Rubalcaba? Tu simetría es tan injusta como este estado de las autonomías, que al fin y al cabo se hizo por las demandas de las naciones que este estado no protege sino que ha luchado por borrar del mapa durante siglos. Madrid o Palencia no querían comunidad autónoma porque ya tenían Estado. Y los catalanes queremos Estado porque el español defiende los intereses de los buenos españoles como tú. Así cualquiera es internacionalista. Como dijo Aznar: "Lo mío es mío, lo de los demás que se lo repartan como puedan".

Te lo repito: ¿Y qué grupo de humanos es sujeto de soberanía? ¿Por qué los humanos catalanes no podemos decidir nuestro futuro si tenemos una voluntad colectiva de hacerlo? Cuando lo expliques a lo mejor soy capaz de entender tu dudoso internacionalismo. ¿Cómo puedes ser internacionalista si te proclamas contrario a la idea de nación? No me cuadra nada. Salud!

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

a mi me parece muy bien que cada colectivo humano se autogobierno, pero de manera pragmática, es decir, para llegar a mejores cotas de democracia y eficiencia. no porque esos argumentos "nacionales".

si va a ser mejor para os ciudadanos, adelante. si es solo para hacerlo igual de mal pero en petit comitte, y porque en la Edad Media hubo un rey que no se qué, pues igual nos quedamos en las mismas.

Absurdo Rutinario dijo...

al final va a resultar que las novelas de ciencia ficción eran ensayos acerca de la situación economicogeopoitico del mundo. ¿para que preocuparse de las nacionalidades si al final estamos siendo gobernados por grandes conglomerados empresariales que controlan todo lo que nos rodea y todo lo que bebemos, comemos, respiramos y hasta follamos?
Indepencia para todos! es el grito que pedimos todos de un modo u otro mientras recorremos el pasillo del matadero. al final nos espera el mismo palo a todos al final del tunel.

Absurdo Rutinario dijo...

al final va a resultar que las novelas de ciencia ficción eran ensayos acerca de la situación economicogeopoitico del mundo. ¿para que preocuparse de las nacionalidades si al final estamos siendo gobernados por grandes conglomerados empresariales que controlan todo lo que nos rodea y todo lo que bebemos, comemos, respiramos y hasta follamos?
Indepencia para todos! es el grito que pedimos todos de un modo u otro mientras recorremos el pasillo del matadero. al final nos espera el mismo palo a todos al final del tunel.

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

ea!