Añadir un nuevo elemento a la lista de vicios que uno cultiva con dedicación siempre resulta agridulce. Por un lado, qué horizonte de gozo perverso. Por otro, qué servidumbre.
Con la latas de albóndigas, hace unos años, la cosa empezó como un juego. Vamos a probar, a ver qué pasa. Yo era un joven estudiante recién llegado a Madrid, y no había nada más propio que comer de bote: barato, bohemio, buenérrimo. La cosa me fue gustando y acabe completamente adicto, cualquier cosa me valía: las Hero, las Litoral, las de La Jardinera, incluso cualquier marca cutrelux que me agenciara en el chino. ¡Que están hechas de carne de perro!, me decían. Me da igual, me hacen tanto bien… pensaba yo. Y eso que algunas sabían, efectivamente, a perro, y a gato, y a rata, pero, en el fondo, a Gloria. ¡Puedo dejarlo cuando quiera!, exclamaba mientras mezclaba meatballs con guisantes, con arroz, con spaguetti como los mafiosos, o montaba un buen torpedo bocadillil rellenando media barra de pan con esta munición cárnica. Ka-boom! Las comía por la noche, al mediodía, el findesemana, para alguna merienda, cuando volvía del after, porque a veces volvía del after solo para abrir las albóndigas, como si se tratase de una droga más. Y vaya si lo era. No me preguntéis cómo, pero conseguí dejar aquel infierno estomacal que iba colonizando todas mis comidas, porque la cosa tenía también su lado oscuro. Llamadlo valor, voluntad, excelencia.
Después, ya con el trance albondiguil casi olvidado, volvieron a aparecer en mi vida los inocentes potitos, las papillas infantiles. Un día en el súper me quedé pensativo frente al expositor. Si de niño me gustaban tanto, y eso que tuve una niñez desgraciada, por qué no volver a probar. En efecto, con un poco de sal y un par de minutos mecidos por las microondas, seguían gustándome. Otro día volví a coger, y otro y otro.... de Hero, de Nestlé, de pollo y arroz, de cordero con menestra, de ternera con verduras… ¿No es maravilloso, un plato de carne y guarnición convertido en deliciosa crema? ¿Por qué nadie hace esto para adultos? Aquí una instantánea de un potito de Menestra de Cordero aún frío junto a mis relucientes auriculares bermejos.Cuando algún conocido me encuentra en el Día con mis potitos haciendo cola en la caja me pregunta sorprendido si tengo prole, que ya era hora. No. Ah, ¿entonces es para algún sobrino? No, son para mí. Me gustan los potitos. Adoro los potitos. Me suliveyan, me hacen ser mejor persona, son un sol en mi existencia. Entonces es que tienes Síndrome de Peter Punk, no quieres crecer, qué diría Herr Doktor Sigmund Freud de un caso como el tuyo, tiene tela. Aquí el delicioso aspecto de un ejemplar bien caliente y aliñado con barra de pan al fondo. Noten los deliciosos grumos, esa textura escatologica. Yummy!
Lo curioso del asunto es que, luego, cuando convenzo a alguien, tras mucho forcejeo, para que pruebe el plato prohibido, el plato solo para menores de 5 años, resulta que le gusta. Ooooh, vivimos en un mundo hiperclasificado y cuadriculado, un mundo de estrechos márgenes por el que nos escurrimos atemorizados. Pero yo les digo: abran su mente, lleguen a estados superiores de conciencia, liberen su ser más íntimo. Coman potitos. Yo, además, los puedo dejar cuando quiera.
9 comentarios:
Que valiente!! Mi reserva de potitos soli la conoce mi compi de piso. No estoy preparada para el que diran.
libértate, Liber
Yo hace un tiempo me planteé todas esas cuestiones y tal, y me compré unos potitos, pensando que ya que a los niños se les trata como a frágiles criaturitas a las que hay que proteger y cuidar con sumo mimo, la comida hecha expresamente para ellos tenía que ser de la mejor calidad de la Tierra. Pero, la verdad... no me gustaron. Claro que leyendo tu post me doy cuenta de que, en su momento, no les eché sal. Quizá fue ese el fallo.
la sal es fundamental: es lo que diferencia la niñez del mundo adulto.
Has probado a hacerte la comida algún día.... me pareces un vagoneta.
vagoneta! esa expresión es de los 80 como poco!
Prueba el potito de frutas. Con galletas, rollo natillas. Está buenoquetecagas,
bss
los de frutas no me molan. carnona!!
La única razón por que no como potitos habitualmente es que son bastante caros
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