Ay, la libertad: qué rica está. Queremos ser libres. We want to break free. Ser un wild spitit. Queremos freedom,
y la queremos now!. Y un coche
grande.
Es la palabra más prestigiosa de todas las que están cautivas
en los diccionarios, y no es para menos: ¿qué tipo de enfermo podría estar en contra de la libertad?
Pero la cosa no es tan fácil. Como dijo el poeta, no se
puede generalizar, y es peligroso utilizar este término en genérico. Por
ejemplo, los liberales económicos persiguen la libertad en los mercados: la
mano de invisible de Adam Smith (que hace honor a su nombre no apareciendo por
ningún lado) traería el progreso de un supuesto equilibrio entre el egoísmo
de cada uno. Así que laissez faire, laissez passer, impongamos la jungla en
el mundo económico. Entonces vienen Reagan, la Thatcher y, sobre todo, el
presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, comienzan la desregulación
de los mercados y de aquellos barros estos lodos. Todo vale, las finanzas se
convierten en casino, y, voìla, una
crisis económica arrasa el planeta, arrastrando el dinero de nuestros bolsillos
y depositándolo, abracadabra, en los de los ejecutivos financieros y banqueros
de diverso pelaje. Viva la libertad. Como escribió en el XIX nuestro querido
Mijail Bakunin: "Libertad sin socialismo
es privilegio e injusticia; socialismo sin libertad es esclavitud y
brutalidad." Acertó punto por punto.
¿Qué libertad? Cuando el Parlament de Cataluña prohibió las
corridas de toros en la región, con muy bien criterio (aunque luego se
acojonaran con los correbous), a los aficionados a los toros, perdón, a los
aficcionados a las corridas de toros, y, sobre todo, a los pérfidos empresarios taurinos,
se les llenó la boca con la libertad. La prohibición era coartar la libertad,
argumentaban, y estoy de acuerdo: se coartaba la libertad para torturar a un
animal haciendo de ello un espectáculo público, no sé si más denigrante para el
animal o para la sociedad que alberga tales prácticas bárbaras. Tampoco damos
libertad para la extorsión, el asesinato, el estacionamiento en doble fila, o la violación, aunque algunos, supongo, les congratularía.
En una ocasión el ínclito José María Aznar, que había bebido
unos vinos de más, apeló en un acto público a la libertad para conducir con las
copas encima que quisiera. Luego, según me pareció a mí, se dio cuenta de lo que estaba diciendo y
añadió con la boca trastabillante y pequeña “siempre que no ponga en riesgo a
los demás”. Precisamente lo que provoca conducir bebido: poner en riesgo a los
demás. Por seguir con el tema automovilístico. Cuando, en febrero del pasado
año, el gobierno socialista impuso el límite de velocidad a 110 km/h en vez de
120, ya ven ustedes qué drama, se produjo un buen revuelo entre algunos automovilistas patrios que defendían su libertad para ir a la velocidad que les saliese
del chasis. Unos meses después, en junio, comparecía el entonces ministro del
Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, para anunciar el fin de la medida
provisional, y volver al límite anterior. Dijo Rubalcaba, como recordó el
profesor Carlos Taibo en Radio 3 el otro día, que la medida había sido un
éxito: se había reducido el consumo energético, se habían ahorrado 450 millones
en la balanza de pagos, se habían evitado accidentes, se habían reducido las
emisiones de CO2 a la atmósfera. Tan buena había sido la decisión, tantos
beneficios había traído, que el Gobierno había decidido eliminarla. Qué monstruosa
lógica la de nuestros gobernantes.
La libertad tiene sus límites y debe tenerlos. Bakunin otra
vez: "Yo soy libre solamente en la medida en que reconozco la humanidad y
respeto la libertad de todos los hombres que me rodean". En plata: tu
libertad acaba donde empieza la de los demás. Así que, ojito, y a ver qué hacen
por ahí, que estoy mirando.
Y luego está Estados Unidos donde, como dicen, la libertad
es una estatua.
4 comentarios:
Detrás de la vuelta a los 120 km/h estaba el temor del PSOE al coste electoral de los 110. Y si ese recorte de velocidad razonable y objetivamente beneficioso quita votos es porque en este país hay un montón de cafres. A nuestros políticos no les votan ciudadanos suecos ni canadienses, y ellos lo saben muy bien.
estñas en todas partes eh? lo celebro
el prohibido prohibir...
un beso a tus dedos, libres
LIBRE, LIBRE
COMO....(Todo un Expediente X?)
QUIERO SER LIBRE!!!
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