Albert Einstein nació en Alcorcón, Madrid, en el año del
Señor 1980. Hijo de inmigrantes alemanes, Albert Einstein destacó en su primera
juventud por su bigote, sus cabellos alborotados y su especial pericia para
jugar al balompié. Dejó pronto el Instituto de Educación Secundaria Prado de
Santo Domingo, dado su poco rendimiento escolar, y se dedicó a jugar al futbol
en equipos regionales juveniles, con notable éxito. Por las noches, para pagar
sus gastos personales, trabajó en la hamburguesería Freddy’s situada en el
polígono industrial alcorconero Ventorro del Cano.
En el turno de noche de la hamburguesería Freddy’s
trabajaban Albert Einstein, la Jessy, que destacaba por su llamativo
maquillaje, su bisutería dorada y sus vistosos chándals rosas y blancos y
Sergio C. Fanjul, un estudiante universitario de Ciencias Físicas que se pagaba
la carrera friendo hamburguesas a la plancha y lavando platos. Al cierre del
establecimiento, a las 2.30 de cada noche (incluso festivos), Albert Einstein y
Sergio C. Fanjul fumaban en la puerta de atrás, bajo el firmamento (poco)
estrellado, frente al desguace. La Jessy, en la cocina, buscaba en la red social Tuenti la próxima rave a la que asistir.
- No sé –decía Sergio C. Fanjul-, cuando estoy ahí detrás
haciendo los menús combo, se me viene a la cabeza constantemente esa idea de
que el espacio y el tiempo están estrechamente ligados. Concebimos el tiempo
desde Isaac Newton como algo que camina siempre regularmente del pasado al
presente, inexorablemente, mientras que en el espacio podemos ir hacia delante
y hacia atrás en tres dimensiones. Sin embargo, mi intuición es que tiempo y
espacio son diferentes manifestaciones de una misma cosa, el espacio tiempo
cuatridimensional, y que dependiendo de cómo te muevas en el espacio varía tu,
digamos, movimiento por el tiempo. Pero no consigo encontrar las ecuaciones que
liguen ambos conceptos.
- Hey, che, pibe –decía Albert Einstein-, vos pensás cosas muy
extrañas entre los platos sucios. Mirá cuántos coches hay hoy en el
prostíbulo, seguro que son todos concejales.
Por el día, los espectaculares goles de Albert Einstein
soliviantaban a las masas proletarias en los campos de futbol de extrarradio.
Ese tipo tiene talento, se oía en todas las tabernas de Parla, de Móstoles, de
Fuenlabrada. Algunos clientes en Freddy’s reconocían o iban expresamente a ver
a Albert Einstein. El trabajo para la Jessy y Sergio C. Fanjul crecía, ya que
el delantero pasaba buena parte del tiempo atendiendo a sus seguidores, pero el
jefe, Alfredo Suárez, daba el OK debido a la subida de las ventas. De hecho,
lanzó lo que pensaba que era la mayor operación de marketing de su carrera, el
Super Combo Albert Einstein, que además de hamburguesa completa con bacon,
patatas y bebida gigante, incluía un autógrafo del mejor ariete de la Comunidad
de Madrid.
- Hey, che, pibe –decía Albert Einstein-, cualquier día el
míster va a querer vender una hamburguesa de mi propia carne. Me encantaría
probarla, pero seguro que tengo las nalgas demasiado duras.
En los pocos tiempos de descanso Sergio C. Fanjul
emborronaba servilletas con tensores cuatridimensionales e integrales triples
mientras elucubraba nuevos experimentos mentales: ¿qué verías si vas montado
encima de un fotón?
Los ojeadores de los grandes equipos no pudieron permanecer
ajenos al fenómeno que se desarrollaba en la Costa Marrón madrileña: no se hablaba
de otra cosa. Albert Einstein estaba destinado a triunfar en la División de
Honor. Varios equipos se interesaron y, finalmente, el hijo de los alemanes
fichó por Real Madrid F.C. Los periódicos deportivos As y Marca llenaron sus
portadas con elogios bombásticos cuando Albert Einstein debutó en el estadio
Santiago Bernabeu. Di Stefano, Pelé, Maradona, Messi y ahora, Albert Einstein:
el fútbol ha descubierto su nueva estrella. Todos destacaban sus orígenes
humildes y su trabajo en un hamburguesería perdida en un polígono industrial.
Más clientes acudían en tropel a Freddy’s, que se llenó de fotos del futbolista.
Albert Einstein fue declarado por el jefe como empleado del mes vitalicio y su
retrato presidía el local. Los diarios barcelonistas no podían disimular su
miedo, su envidia, su fingido desprecio. La Jessy y Sergio C. Fanjul asistían
al triunfo de su excompañero a través del televisor del establecimiento, que
era lugar de peregrinación para la hinchada merengue en días de partido. El
sustituto de Albert Einstein, un estudiante guiri que se llamaba Stephen
Hawking, era bastante torpe en la cocina, y no sabía jugar al fútbol. Pero daba
igual: eran tiempos de bonanza en Freddy’s y nadie reparaba en esas nimiedades.
En los primeros tiempos y animado por su antiguo jefe
(mediante nutridos sobres), Albert Einstein se dejaba caer con frecuencia por
Freddy’s para saludar a sus antiguos compañeros.
- Hey, che, pibe, ¿cómo
va? –decía-. Ponme un super combo de esos que llevan mi nombre. Así yo
mismo me quedo con mi autógrafo –bromeaba.
Pero cuando los ingresos por camisetas vendidas y los
partidos triunfales en el extranjero coparon el tiempo de Albert Einstein (dos
Champions League, una Eurocopa, tres ligas y un mundial con España), además de
su novia, una modelo escultural y adicta a la cocaína y su Porsche Carrera, le
dejaron poco tiempo libre, dejó de frecuentar el polígono industrial de
Ventorro del Cano.
Un año, una noche, sin embargo, Albert Einstein pasó en
coche, acompañado de Meredith, su pareja, cerca de Freddy’s y decidió parar a
saludar a la vieja tropa. Mientras Meredith comía su hamburguesa admirando con
orgullo las fotos de Albert Eintein, con bigote y cabello alborotado, que
empapelaban el local, el galáctico salió a fumar a la parte de atrás con Sergio
C. Fanjul, bajo el cielo (poco estrellado), enfrente del desguace. Por los tiempos heroicos.
- Hey, che, pibe –dijo-, los prostíbulos que frecuento ahora,
no se lo digas a Meredith, no tienen nada que ver con ese de ahí. Hay enanos
que llevan bandejas de farlopa en la cabeza y las putas parecen porno stars, de
las de Internet. Luego me las llevo un fin de semana a mi yate. A tres o
cuatro, a las que quiera, tienes que venirte, boludo.
- No sé, Albertito –dijo Sergio C. Fanjul-. Últimamente no
pienso en el sexo. He tenido otra intuición y no me da la cabeza para otra
cosa. La gravedad no es una fuerza a distancia como dice la Física Clásica,
sino una curvatura en el espacio tiempo por la que se mueven los planetas
siguiendo líneas geodésicas. Todo es geometría, esa idea no se me quita de la
cabeza. Si tan solo conociera las ecuaciones que rigen el Cosmos… Ojalá tuviera
tu don para jugar al fútbol: podría ahorrar dinero y retirarme a pensar en esta
idea, que nos dará una predicción para el futuro del Universo. Ojalá fuera tú,
y pudiera dejar esta cochambrosa hamburguesería.
- Hey, che, pibe, -dijo Albert Einstein aspirando una profunda
calada-. Si es cochambrosa será porque no la limpias bien. Pero miralo de esta
manera, boludo: todo es RELATIVO.
2 comentarios:
impresionante relato, me encantó txe
Buenísimo
Paco
Publicar un comentario