Haciendo el gamba

El mar me pone nervioso. Cómo no me lo va a poner, si esta siempre ahí, lame que relame la playa, rompe que rompe la roca, desde que naces hasta que mueres, con esa tenacidad que yo no tengo. Y luego se queda ahí, para siempre, yendo y viniendo, mientras los gijoneses meten los pies en él y se comen un helado. Hace mucho tiempo el mar era una sopa, y caían rayos, y en una de estas el azar, la electricidad, la química se unieron y aparecieron los primeros aminoácidos, los primeros glúcidos y lípidos, etcétera, y luego todo eso se ensambló y aparecí yo y abrí un blog y un perfil de Facebook.

Ahí sigue el mar, lo veo todo el rato desde el balcón de la casa alquilada de mi madre. El mar es siempre el mismo, de manera que me baño en la misma cosa cuando me baño aquí (que no me baño) que cuando me bañaba en aquel viaje a Filipinas. Ahí mismo están los calamares gigantes, los centollos, Rodolfo Langostino, los submarinos nucleares, los tesoros piratas naufragados y la orina de millones de organismos anfibios, humanos, subacuáticos. Vaya lío el mar.

Mejor lo miro desde aquí y ya está. Los gijoneses son gente testaruda: van a la playa incluso cuando el cielo está blanco leche de nubes. Como el tiempo cambia tanto en Asturias siempre pillan, como mínimo, cinco minutos de sol. Luego llueve. Miran el cielo con ingenua esperanza y dicen: “bueno, parece que va abrir”. Yo creo que los que nacimos en climas nublados somos los más listos aunque pocas veces los parezcamos. Mira sino la ciencia o la filosofía alemana: no podría haberse creado en la costa gaditana. ¿Schopenhauer, Nietzsche, Schrödinger o Heisenberg en Algeciras? No. Chiquito y el Camarón de la Isla. Vale.

Desde aquí, si fuera un francotirador y tuviera un rifle con mira telescópica, podría matar a algún gijonés o a algún mod británico de los que vienen estos días. Luego dirían: está chiflado, ya escribió en su blog que iba a disparar, como quería aquel surrealista, sobre la inocente muchedumbre. Cómo no pudimos evitarlo. Peligroso izquierdista, diría Intereconomía, decadencia de la civilización. Pero no tengo nada de eso, ni tampoco quiero matarlos, claro. Pero el mar siempre me habla de la muerte.

---------------------------------------------
(en la foto Esther Minia haciendo el gamba)