lunes, enero 09, 2012

Zeta


Entonces, ¿cuándo te marchas? El lunes. ¿Y qué día es hoy? Es sábado aún, me voy pasado mañana. Ella se deja caer en el sillón y mira cansada a través del ventanal. Todavía no ha amanecido, dice. Está anocheciendo aún, le digo, son las siete de la tarde. Uy, muy pronto anochece. Es invierno. Y entonces ¿cuándo te marchas?, repite. La recuerdo hace tan solo unos años, cuando era una mujer temible, severa y examinadora, ahora permanece ahí sentada como un pájaro pequeño tratando de diferenciar el alba del crepúsculo. Del sillón a la cama, de la cama a la cocina, de la cocina al sillón en días que no se diferencian unos de otros, en un día infinito que gira y gira mientras fuera amanece, la gente vive y, luego, anochece. Y entonces ¿cuándo te marchas? El lunes ¿Y qué día es hoy? Es sábado aún, me voy pasado mañana. La recuerdo conduciendo su Peugeot 205 blanco, subiendo el monte Naranco en días nublados, yo era aún un niño, desmenuzando un pollo asado con los dedos y dándome de comer. La recuerdo planchando trajes de danza en un camerino al fondo del Teatro Campoamor, riñendo a alguna niña y recuerdo la algarabía que se formaba con sus regalos generosos el día de Reyes. Nunca le gustaron las zetas, pero eso ya no importa, ahora me mira como quién trata de descifrar un acertijo: vive dentro de un poema japonés, sola en el instante más preciso, con un brócoli dentro del cerebro, al borde de un suspiro, luego se borra en bucle y resetea. Va perdiendo su corteza. La recuerdo muy entera el día que murió su marido, mordido por un cáncer salvaje que le doblego mientras veía la tele en el mismo sillón ajado en el que ahora ella se sienta: allí me enseñó dos dedos de la mano derecha y me enseñó lo que significa la palabra filosofía. La tele, una suerte de meditación transcendental, ver y no ver al mismo tiempo, pasar las tardes dentro y fuera del planeta. Entonces, ¿cuándo te marchas?, dice la niña. El lunes. ¿Y qué día es hoy? Es sábado aún, me voy pasado mañana, mientras ella se va yendo, sumergiendo en una densa y suave bruma.

4 comentarios:

Nicolás Fabelo dijo...

Me ha recordado a la antológica entrada de "Esteban se disuelve", es de la misma (excelente) factura.

Anabel dijo...

Preciosa entrada! solo puedo decir eso.

Un abrazo

Trapi dijo...

Muy bueno. Echaba de menos textos de este tipo.

Un saludo

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

toma y yo!