- ¿Y qué nos dice la ecuación 8? - dice el tipo con gafas y frente ancha sacando mis ojos de la ventana y mi cabeza de las ramas de los árboles del parque de ahí enfrente.
Bien, pongo los pies sobre las baldosas del suelo, me siento correctamente y la busco entre las fotocopias. Aquí está, la ecuación 8. Mmmm. La miro y agudizo el oído. Acerco un poco la oreja derecha pero nada. No oigo nada. No dice nada. Intento iniciar el diálogo.
-¿Hola?- susurro. El tipo que se sienta al lado me mira. Lleva una horrible camisa de cuadros. Vuelvo a lo mio.
-¿Hola?- Y la ecuación 8 no me responde. Es una ecuación tímida o, acaso, muda.
Me quedo mirándola un poco chafado. En verdad es bonita: hay una integral y una derivada segunda. También un par de sinuosas letras griegas, psi y epsilon. Y un sumatorio. No tengo ni idea de lo que quiere decir, si es que quiere decir algo. Así me quedo un rato, perdido en sus curvas, mecido suavemente por el ronroneo del profesor, comenzando a sentirlo todo un poco borroso -el sol calentándome levemente la nuca- y perdiendo progresivamente rigidez en el cuello. Y entonces la oigo. La ecuación 8 me habla:
- Siente como pesan tus párpados. Siente que son de plomo y que caen irremediablemente. Ven conmigo, ven. Duerme, mi niño, duerme.
Mmm.
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1 comentario:
Jajajaj Es lo mismo que me dicen las ecuaciones a mi, todas sin excepción..
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