En aquella época nos comprábamos antes una guitarra eléctrica que unos technics. Tratábamos de emular a los Pixies y no a James Holden. El grunge hizo mucho daño a nuestra higiene postural. Todo el día encorvados, sujetando los pantalones que se nos caigan. Pero más daño nos hizo la práctica del skate. Nuestros cuerpos adolescentes enteramente magullados. Lo peor, sin duda, era el tamagotchi. De tamago, huevo y chi, afecto, en japonés. El huevo del afecto. Se llamaba Pablito, el tuyo, decías. Recuerdo tu cuerpo desnudo perlado de sal en una playa de Cádiz. Cuando aún no habían construido todos esos hoteles en la costa. Buscabas tu tamagotchi en el capazo a cada rato para darle de comer. Le quitabas la arena. Recuerdo también el viaje en autobús hasta el Pop Festival, en Badalona. Te pasaste todo el trayecto preocupándote de que Pablito fuera bien dormido. No hacías otra cosa, no prestabas atención a mis palabras. Recuerdo, sobretodo, la tarde de domingo en la que nos desvirgamos. Sobre la cama de tus padres. Y cómo después de hacerlo te pusiste histérica porque Pablito había desaparecido. Finalmente lo hallaste perdido entre las sábanas húmedas. Estos son solo algunos ejemplos. Siempre sospeché que querías más a ese puto aparato que a mí.
Tal vez te llame un día de estos para preguntártelo. Debe estar ya muy crecido. Ese Pablito.
--------------------
Este texto y el anterior fueron compuestos para el proyecto Canciones en Braille de la cibercompañera eme. Lo podéis ver en su blog Polaroid Mondo