sábado, diciembre 22, 2007

Nosotros salimos

Salimos como quien ofrece un servicio público. Con la abnegación del funcionario, la hormiguita o el travesti. Salimos siempre y salimos mucho, pero sobretodo, salimos bien. En eso consiste básicamente volver a Oviedo por Navidad, estas son unas fechas entrañables aquí porque toda la juventud emigrada vuelve al nido y se encuentra por los bares. Solemos empezar en la Calleja tomando cerveza para acabar después del Flamin’ dando tumbos en cualquier otro lugar oscuro y sudoroso. Ayer lo pase bien, al principio sonreí algo forzado en el concierto pero al final me derramé por el Oviedo antiguo y en cada bar, en cada esquina, detrás de cada birra había un viejo o nuevo amigo y lo de siempre,ya-ves-cuanto-tiempo-aquí-por-navidad-a-ver-si-nos-llamamos.Estaba contento anoche, celebraba mi reciente admisión in extremis en el selecto Máster de Periodismo de El Pais -ya ven, un astrofísico-, aunque si no me hubiesen cogido hubiera celebrado cualquier otra cosa, porque en la vida hay que estar siempre celebrando y de la muerte, que no es poca, ya hablaremos otra noche. Ya muy tarde me encontré solo, perdido y azorado, y decidí irme a dormir describiendo extrañas trayectorias y arabescos, que ya iba a amanecer. Y hoy Resaca, el pan nuestro de cada día. La Resaca hay que afrontarla con el estoicismo del que se sabe perro viejo, metidito en la cama con un libro de poemas, esquivando los ordenes de mi madre y sus recados intempestivos. Esta noche volveremos a la carga: la sempiterna cena de compañeros del colegio, esos viejos amigos que casi nunca ves pero de los que siempre tienes noticias. Tengo ganas de saber cómo les va, escuchar de sus matrimonios y sus hipotecas y sus hijos, decir alguna extravagancia, recordar los viejos tiempos. Luego, cuando los más tibios se retiren, los demás saldremos, científicamente, como estrictos profesionales, tomando el barrio viejo con oficio de guerrilla, hasta que el cuerpo aguante o se quiebre el cielo. Si no dedicase tanto tiempo a esto tendría una novela o hubiera quemado tres iglesias o fundado un sindicato o estudiado dos carreras o levantado un imperio financiero o trabajado en McDonalds o trabajado en cualquier otra cosa, pero ya ven, yo por lo pronto prefiero esperar a que oscurezca, a que abran los bares, ponerme la chupa y volver a salir.

miércoles, diciembre 19, 2007

Estrené mi sexo
con mi almohada.

La abrazaba con mis piernas
y su cuerpo se amoldaba a mis deseos.

Era blanda, menuda y amable,
olía a suavizante.

Nunca la valoré lo suficiente
mientras estuvimos juntos,
imaginaba que ella era otras mujeres
-compañeras del colegio,
modelos de revista,
la que fuera-,
le era infiel de esta manera.

Comprendí mucho después
que ella era mejor que muchas otras,
aun careciendo de la piel y del aliento,
aun estando rellena de plumas.

Ella fue mi maestra.
Después de hacerlo
apoyaba en ella la cabeza.

viernes, diciembre 14, 2007

Evento

Presentación de la primera novela de Sergio C. Fanjul. Año 2050. Sobre la mesa el voluminoso libro de 1500 páginas. El escaso público está expectante. El editor comprueba el micrófono e inicia el discurso. Habla de las maravillas de la opera prima de tan veterano y underground escritor. Se lamenta de que haya tardado tantos años en regalarnos esta obra sublime que con tanto cariño han editado. Es, sin duda, una soberbia descripción de los últimos años de la historia de este planeta, en la que se recrea fielmente el ambiente tras la Tercera Guerra Mundial y los efectos del Calentamiento Global, con especial cuidado en las pequeña tragedias cotidianas que rodearon a estos hechos vertebradores de la Historia Contemporánea, la historia, con minúsculas, de tantos actores anónimos. Por fin da paso al autor. Aplausos. Sergio C. Fanjul, calvo, orondo y luciendo una luenga barba canosa, toma la palabra. Bueno, (el autor se acaricia lentamente la desértica frente cerrando los ojos, como quien rebusca una profunda reflexión o pone un huevo. Se crea cierta expectación entre los asistentes), bueno (continúa), lo cierto es que a mi estos actos literarios –y convendrán en esto conmigo- siempre me han parecido algo absurdos. Nos traen aquí para que hablemos, como si tuviésemos algo que decir, cuando ya lo hemos echado todo en el libro (levanta con esfuerzo el tocho de 1500 páginas y lo agita como puede). Supongo que es porque los escritores siempre quisimos estrellas del rock pero tuvimos que conformarnos con esto, y esto es lo más parecido a un escenario que pisaremos. Al menos eso me pasa a mí. Yo de joven quería ser una rockstar, y bien sabe Dios que lo intenté, pero ya ven, aquí me tienen y no colgado en los posters de miles de paredes de miles de cuartos de miles de adolescentes. (El autor tose sonoramente y bebe un sorbo de agua). Perdonen. Con la música no tuve éxito en mis bandas juveniles y luego ya no tiene importancia que tengas una esponjonsa melena rubia que menear o rudos complementos de cuero porque eso nadie lo ve, a no ser que salgas en la anecdótica foto de la solapa –si es que hay foto- donde todos los escritores aparecemos sobándonos la cara o fumando, como si fuéramos muy listos. Ellos son jóvenes atormentados y lozanos, hermosos, miren a Jim Morrison o Kurt Cobain, mientras que los escritores somos ancianos pesados vestidos de traje. Aunque bien es cierto que mueren pronto. Eso, miren ustedes, también se lo envidio, que esto de ser viejo la verdad es que me parece una puta mierda (el autor vuelve toser con violencia y recoge su esputo en un pañuelo blanco arrugado). Los rockeros lo tienen más fácil, por muy feos que sean les cuelgas una guitarra y a todas las fans se les caen las bragas. Yo no veo ningún sujetador cruzar el cielo por aquí. No veo a gente saltando, bailando, gritando de excitación, están ustedes aburridos (da una palmada y un espectador de la segunda fila se despierta sobresaltado y se recompone en la silla). Para ligar lo tenemos difícil, tenemos que depurar mucho el estilo, adjetivar bien, controlar la prosodia, las subordinadas. Y cuando consigues ligar, entonces vienen el chasco (sonoro puñetazo en la mesa que hace vibrar al micrófono, aunque difícilmente al libro), ellas piensan que les vas a hablar en verso, que se te van a ocurrir piropos marcianos todo el rato, rebuscadas dedicatorias para los libros que les obligas a leer, todo eso. Y claro, se decepcionan al comprobar que hablamos como todo hijo de vecino. Miren, señores, nosotros escribimos cuando escribimos, en cuartuchos oscuros, en noches de insomnio, borrachos, sin ningún glamour. Si destrozamos una habitación de hotel nos vamos a la ruina para pagar los desperfectos. Y eso que nunca vamos a hoteles, solo a pensiones cuyos cuartos ya están destrozados de antemano. Las putas no vienen a nosotros, tenemos que buscarlas por los callejones y al final son siempre tan feas como baratas. Y la última vez que esnifé cocaína que no fuera tiza machacada todavía no se había inundado Benidorm tras el Cambio Climático. Así que piensen ustedes lo que quieran. Si les interesa el libro, léanlo, yo, en verdad, no se lo recomiendo. Y ahora si tienen alguna pregunta, no pienso respondérsela. Buenas tardes. Se hace el silencio. El editor, visiblemente avergonzado, da las gracias en nombre del Autor y la Editorial. Alguien inicia un tímido aplauso, un par de personas lo siguen, pero la cosa no va a más y el conato se extingue rápidamente.

lunes, diciembre 10, 2007

La palabra calla, duerme pero sigue atenta, solfeo entonces
sobre tu cuerpo, silencio roto, pistones en tu pecho
y cuerdas tensas en tu clavícula y tu cuello,
contrapunto de tu aliento con mi aliento,
armonía de muelles, sábanas revueltas,
sudor y teclas que muerden labios,
la lengua experta, explora, conoce, húmeda, calla,
fusas, semifusas, clave de sol en tu caderas.
La palabra duerme, enmudece, nunca despierta,
solfeo entonces sobre tu cuerpo, acordes que arranco
a la pálida piel, el oído escucha, la boca inútil
sino es para eso, para qué la palabra,
para qué los conceptos:
la música discordante y átona del sexo
retumba entre nuestros cuerpos.

miércoles, diciembre 05, 2007

La ciencia es mentira
y tu cuerpo la geometría curva
en la que sucede el mundo.

Con lengua exploradora
avanzo palmo a palmo,
sondeo, palpo, mido, trato
de entender el mensaje
cifrado de tus pecas,
el significado oculto
que duerme entre tus piernas.

Me voy por la tangente,
adoro más que a Dios
las cavidades cóncavas
de tus clavículas.

viernes, noviembre 30, 2007

SuperLudwig

La otra noche coincidió que vi en la tele, en el concurso de las supermodelos, cómo les hacían a todas un cambio radical de look capilar. Entraban al peluquero con una venda en los ojos y luego descubrían, muy sorprendidas e invariablemente chillando –porque las supermodelos novatas expresan todos sus estados de ánimo con el mismo chillido histérico, más propio de una hiena en celo que de una personita- su nuevo aspecto. Una de ellas, la que más gracia me hizo, se quedó notablemente perpleja y visiblemente indignada: pero yo no quería tener el pelo corto, dijo, yo, luchando por tenerlo largo tantos años y ahora me lo cortan, dijo, y este color..., dijo, y la presentadora: ¿no querías ser una rubia de bote, verdad? ¿Es eso? Ten en cuenta que hay muy pocas rubias naturales. Y entonces ella lloró. Se rompió la presa precaria que contenía sus lágrimas y la chica lloró. Desconsoladamente, como un niño abandonado, como la madre de un desaparecido. No crean, anyway, que yo veo la tele habitualmente, reitero que lo vi por casualidad, porque la gente como yo solo ve en la tele los debates, los documentales y las noticias, y eso si hay suerte ¿Me creen? ¿Eh? ¿Me creen? El caso es que mientras ocurría esta coincidencia cósmica que me hacía presenciar atónito tan bizarro espectáculo, tenía entre mis manos el Tratactus Logico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein. Wittgenstein me fascina por varias razones: por su excéntrica biografía, por su estricta filosofía, por ese carácter mítico que hizo que todos los que le conocieron le creyeran el mayor genio de la historia de la filosofía desde el mismísimo Platón; pero sobretodo por esa mirada perdida y lunática que muestra en todas las fotos, como si estuviésemos ante la imagen de un hombre que se hubiera extraviado para siempre en los tortuosos caminos del pensamiento más abstracto y con la mayor vehemencia posible, un psicópata al fin y al cabo, un psicópata de la filosofía analítica que ya estaba más en otro mundo que en este donde vivimos los demás mortales viendo la tele. El Tratactus es una obra que muy pocos comprenden. Yo, claro está, tampoco lo hago, pero a veces paso largos ratos –cuando echan Supermodelo, por ejemplo- hechizado por esas sentencias numeradas cual teoremas y corolarios en las que con un lenguaje parco, preciso y a la vez enrevesado, trata –y consigue, según él- de resolver todos los problemas de la filosofía. A veces encuentro algo de luz en un pasaje, entiendo algo aquí o allá, algo que hace sentido entre la oscuridad de sus sentencias, y entonces siento el vértigo de aproximarme al pensamiento de este hombre arrebatado y genial. El libro, dicen, trata sobre la naturaleza del lenguaje y el autor se topa con la dificultad de analizar el lenguaje con el propio lenguaje y sin poder salirse de él, problema que me recuerda al de entender la mente mediante la propia mente, o al teorema de Gödel del que hablaré más prolijamente otro día o tal vez no. En el texto construye su teoría palmo a palmo, y al final descubre que su razonamiento no sirve: el que haya entendido deberá quedarse con la luz al final del camino y olvidar el propio camino -todo el libro, su único libro en vida-, como alguien que ha subido por una escalera al conocimiento y después se ve instado a tirar la escalera y quedarse allá arriba ya para siempre. Y esto es hermoso y raro y quisiera poder hacerlo, tirar la escalera, quedarme cegado por la luz, allá arriba, conociendo. En la ultima frase declara que ha dicho todo lo que se podía decir del mundo, en esas pocas páginas se contiene todo. Lo demás, que también existe, es inexpresable – se trata del misticismo, la metafísica, lo que no abrazan nuestras tristes palabras- y la frase final reza: de lo que no se puede hablar, mejor callar. Pensé entonces de nuevo en la aprendiza de supermodelo a la que la habían cortado el pelo tan corto después de tantos años de barbecho, en ese horrible tinte de furcia rubia de bote, y me la imagine al final de la escalera de Wittgenstein, haciendo todo el camino y tirando después la escalera, sin marcha atrás ya, pues el pelo no se puede estirar, no se puede sacar del cráneo más de lo que hay –excepto en ciertas muñecas y juguetes de Play Doh- y ese tinte la acompañaría ya quién sabe por cuánto tiempo y sentí pena y horror y dije, aún cuando no había nadie allí, en la penumbra amarilla del salón, para escucharme, dije con voz baja y herida: joder, pobre chavala.

lunes, noviembre 26, 2007


tú querías ser Arthur Rimbaud.
poner color a las vocales.
recibir la bala de Verlaine. arañar con tus dulces zarpas
las almas de la burguesía. y huir con toda la gloria.
a los diecinueve años. con la carne aún blanca
y blanda. y la sensibilidad extenuada.
cagándote en Dios, ciego de absenta y láudano.

tú querías ser Guy Debord.
derrumbar la sociedad como objetivo. destruir
el Espectáculo y hacer de la vida cotidiana una revuelta.
buscar, debajo de cada adoquín, una playa. al final
sentir el hierro negro, frío y pesado contra tu paladar,
apretar entonces el gatillo. a los sesenta y tantos.
arruinado por el alcohol, ya casi muerto.

tú querías ser Johnny Rotten.
Dios Salve a la Reina. en los escenarios
de toda Inglaterra, manifestaciones puritanas
a las puertas de los bares.
me importa un cojón: Sid y Nancy consumidos con la droga
y ningún futuro para nadie. los dientes verdes
y un lugar de honor en la historia del (punk) rock.

querías agarrar la Tierra con los dedos.
hacerla retumbar contra los Cielos.


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En la imagen el Autor - ¿o debería de decir curita?- somnoliento.

jueves, noviembre 22, 2007

Premio!

Pues sí, la semana pasada me concedieron el tercer premio del I Certamen de Relato Corto de Renfe. La ceremonia se celebró en un tren de cercanías vacío en el que los tres ganadores leímos nuestras obrillas y recibimos un dinerito y un diploma de la mano del ínclito Javier Reverte. La cosa tuvo su gracia pues el trayecto cubierto por nuestro extraordinario convoy literario fue Atocha-Príncipe Pío, viaje que dura unos diez minutos si se hace en línea recta, pero que duró casi una hora dada la vuelta completa a la ciudad –por el norte- que dimos. Le comenté jocosamente este hecho a un jerifalte de Renfe en el vino español que se ofreció después, en una disco del centro comercial de Príncipe Pío, cómo siendo de Renfe no se habían dado cuenta que el camino más corto era otro, el barbudo señor no pilló mi ironía y se ofendió un poco, aunque más tarde me regaló un billete para volver a casa (¡). También me regalaron, at least, dos entradas para el Tren de Cervantes, que te lleva a Alcalá de henares de visita turísticas y gastronómica y que va lleno de simpáticos actores vestidos de época. Lo mejor del asunto es que colgarán los relatos en los trenes de cercanías para que los viajeros aburridos se entretengan.

Aquí va el microrrelato que envié y, de oferta, otro que no envié pero que me gusta más.

Delicias-Méndez Álvaro. Duración del viaje dos minutos treinta. En la ventana fábricas abandonadas, naves industriales, bloques de edificios en ladrillo visto, chimeneas. Rachid, 34, obrero de la construcción, se sienta, cansado después del trabajo. Deja su mochila en el suelo, cerca de su pierna. Matilde, 41, secretaria, mira asustada la mochila. Ramón, 67, jubilado, mira alternativamente a Rachid y a esa mochila. Nuria, 24, estudiante de Económicas, desea llegar cuanto antes a la próxima parada. Llegada a Méndez Álvaro. Rachid coge la mochila, se va a casa, le queda otro trasbordo. Matilde, Ramón, Nuria, se sienten un poco tontos.

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Cruza el tren la ciudad que se deshace lentamente. Él tiene 32 y ella no pasa de los 20. Él ve por la ventana: polígonos, bloques, fábricas abandonadas, ella va a fumar al baño. A la vuelta él y ella se cruzan la mirada. Ella va sentada enfrente, él también, según se mire. Ella juega con su móvil, él la mira de reojo, levanta ella la mirada, él, interceptado, abre el periódico. El tren se para. Ella se baja. Él ve como se aleja. Ella no se da la vuelta. El tren se va, como otras veces.

Salud.

Una foto del Autor leyendo el relato junto al Sr. Reverte aquí, en un diario digital.

lunes, noviembre 19, 2007

Enemigo

Apenas levantan un metro cincuenta del suelo y, sin embargo, ellas son el Enemigo. Los domingos por la tarde pisan fuerte la escalera de la iglesia aferrandose a su bolso mientras rebuscan algo de limosna para los mendigos de la puerta. Son altivas a pesar del cuerpo de botijo, lucen pelo corto y teñido de colores a veces imposibles. Tienen la certeza de estar en lo correcto en todo lo que dicen y en todo lo que piensan, si es que piensan y no solo repiten. A su espalda queda el párroco recogiéndose en la sacristía, orgulloso de todo lo que poco antes sermoneó desde los púlpitos

ayudad a los más desfavorecidos.
amad al prójimo.
echad pasta en el cepillo (y en la máquina automática de velas).


Ellas a su vez adoctrinan a sus nietos con palabras de la Biblia

ofreced la otra mejilla.
lo valioso es dar cuando no tienes, no cuando te sobra.
es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de lo Cielos.

Y los niños, antes de dormir, escuchan atentos y asombrados las vivencias del judío galileo. Y a veces, los más listos, plantean el dilema que ninguna abuela se atreve a resolver: pero abuela, Jesús era un jipi, ¿verdad?, con ese pelo largo y predicando el comunismo.

Los domingos por la tarde van del templo a la confitería como un grupo de gallinas. Toman chocolate y el pastel más caro, tratando de disimular que tienen una pensión de mierda, dando a entender que jamás entrarán en el Reino de los Cielos (al menos no antes que el camello por el ojo de la aguja). Y allí cotorrean sobre Elena, la hija de Paquita, que parece una putilla, sobre Jorge que yo creo que se droga, y los nuevos inquilinos del cuarto que son -seguro- terroristas. Sobre tanto marica que se casa y sobre la desmembración de España. Cada cuatro años dan su voto a la derecha que ya está bien de tanto moro que llega a nuestras tierras.

Ayuda a los desfavorecidos, ama al prójimo como a tí mismo: mentiras al igual que democracia y socialismo. Las viejas que salen de misa, ellas son el Enemigo, que si ahora apareciera Jesucristo les faltaría tiempo para escupir en su camino.

lunes, noviembre 12, 2007

Que era mar y mano al mismo tiempo y me mecía,
más arriba, más abajo, donde no podía tocarme,
donde el dolor, donde la herida que se abre cómo un pétalo
que huele a miel pero es veneno.
Que era muerte y Dios y cielo al mismo tiempo
línea de horizonte e infinito,
huracán y suave brisa,
y yo era escoria, desecho, despojo, desperdicio,
residuo de un hombre suplicante de rodillas,
títere vencido, pelele, marioneta.
Pero a veces me hacía creer que yo era bueno,
que había algo en mí que era valioso,
para luego mostrarme la verdad obscena:
que ella era sucesivamente el mundo
y yo era cada vez menos,
nada más que mugre entre sus dedos.

martes, noviembre 06, 2007

Memoria

Diciembre del 39. Fausto es fusilado. Los cargos: rojo, sedicioso, revolucionario, leal a la República. Al igual que otros miles de personas. En consejos de guerra ilegítimos donde las sentencias ya estaban dictadas de antemano. Franco Franco Franco. En la fachada de los ayuntamientos. El águila, el yugo, las flechas. Un colosal mausoleo para los caídos por Dios y por España. Y una gran cruz de madera. El Cielo estaba de su parte. A Fausto, en cambio, le fusilaron de madrugada. Junto a otros 16 hombres. Contra el muro del cementerio. No hubo Dios que los salvase. Ni misericordia alguna. Aurora, su hija, pudo saber donde se hallaba su cuerpo enterrado. En una fosa común. En una cuneta. En un país cuyas cunetas esconden miles de cuerpos. La vergüenza oculta al borde de las carreteras comarcales. Envuelta en el silencio. Uno de los hombres que cavó la fosa de Fausto, amigo de la familia, le dijo a Aurora dónde yacían sus restos. Cual era el lugar exacto. Al reabrir la fosa se encontraron los cuerpos de todos los hombres. Incluso niños. Sus esqueletos en todo tipo de posturas. Habían sido arrojados sin cuidado. Como escombro. Lo más difícil fue identificar a qué cuerpo correspondía cada hueso. Quién era el dueño de cada costilla. De cada vértebra. Antes de ser fusilado su mujer le preguntó a Fausto cómo le reconocerían. Pues le iban a enterrar en una fosa común. Fausto dijo que se ataría un cordel en el tobillo. Cuando el tiempo eliminase la carne pútrida y el hueso quedase desnudo, aún estaría allí el cordel que le identificaría. Así fue. Un cordel alrededor de un fémur fue la pista que dio con los restos óseos de Fausto. Cuando a Aurora, octogenaria, le fue entregado el cráneo de su padre, ella beso su dentadura. Dijo sentir un gran sosiego. La paz que por fin la embargaba. Abrazando el esqueleto de su padre. Setenta años después.

miércoles, octubre 31, 2007

Mudanza. Último día.

Perfecto material de la nostalgia,
guardar la casa en las cajas,
moverme a otro sitio,
tirar a la basura las cosas que olvidasteis,
recordar lo que queda dormido
entre estas cuatro paredes
que pintamos en rojo
cuando llegamos aquí.

Mañana otros vivirán en este sitio,
el tiempo cubrirá todas las cosas
como una fina capa de ceniza,
se disolverán en la memoria las palabras
que dijimos tantas noches,
las fiestas aberrantes,
lo mal que a veces lo pasamos,
todo aquello.

Todavía queda mucho por hacer,
arreglar una persiana,
fregar muy bien los suelos,
devolver cuatro juegos de llaves
que vosotros usasteis
cuando llamabais a esto hogar,
y ahora queda vacío.

Tal vez algún día encuentren
una foto nuestra extraviada bajo un mueble
y se pregunten quien era aquella gente
con la mirada colmada de futuro.

Lo mismo nos preguntaremos entonces
cuando el paso de los años
nos haya hecho irreconocibles
incluso ante nosotros mismos,
y nada de este piso parezca ya
pertenecer a nuestras vidas,
tan familiar y tan lejano,
tan extraño, al fin y al cabo.

viernes, octubre 26, 2007

Yo viví con un bakala

Decía llamarse Ángel aunque de angélico resultó no tener nada. Lo que más me sorprendió el día de su primera visita, además de su gran estatura y extrema delgadez, su labio colgante y su mirada estúpida, fue la soltura con la que se sentó en nuestra sala de estar a fumarse mis Luckys y a explicarnos, con una minuciosidad que rayaba en lo exasperante, su cometido como informático en ING Direct. Después de comentarnos cada uno de los impresos que rellenaba, de las conexiones que realizaba con otras secciones de la empresa, su horario de cada día, étc, pareció quejarse de tener taponada una fosa nasal. Qué te pasa en la nariz, le preguntamos, nada, nada, una movida, respondió misteriosamente. Enseguida me imaginé el trasiego de sustancias ilegales al que debía someter a su órgano olfativo o esnifante. Él no se hizo de rogar y explicó, sin que nadie insistiera en la demanda de explicación, que hace unos meses en el parking de la tristemente célebre (por su bakalao) discoteca Radikal, un tipo que se cruzaba en su camino había murmurado algo a sus dos jóvenes acompañantes. Cuando Ángel les preguntó que había dicho aquel tipo, las presuntas Juanis respondieron: ¡nos ha llamado putas! Cuando Ángel se volvió heroicamente, ciego de ira (y otras cosas) y ávido de venganza, deseoso de restituir el honor de las ofendidas doncellas, el murmurador, que se encontraba a su espalda le propinó un crochet a la nariz que le produjo la fisura craneal que ahora le atormentaba. No pude hacer nada, se lamentó Ángel, y eso que soy cinturón negro de taekwondo. Lo peor es que no podré cumplir por el momento mi sueño. ¿Qué sueño?, repusimos. Entrar en el Cuerpo. En el Cuerpo de la Guardia Civil.

A semejante pájaro le escogimos como compañero de piso, para ocupar la habitación que quedaba libre. Rocío y yo nos negamos de plano, pero Ale nos acabó convenciendo (cosa que, si estás leyendo esto, Ale, nunca te perdonaremos) de que no era tan mal tipo, de que al menos era fiestero y de que, sobretodo, necesitábamos el dinero del alquiler urgentemente. En la bizarra convivencia con Ángel pudimos ver sus chándales rosas, sus continuas pérdidas de trabajo como informático para acabar descargando fruta en Mercamadrid durante la noche, esas ojeras después de currar de madrugada que le asemejaban al mismísimo Batman, los robos de ordenadores portátiles a las empresas en la que tuvieron la mala idea de contratarle y hasta la sustracción de teléfonos móviles a compañeros de curro que no le caían en gracia. Su tatuaje de un idiograma japonés en todo el cuello cambiaba de significado cada día y la que en principio presentó como su novia, resultó ser la novia de un amigo a la que se cepillaba. También sufrimos su etapa de DJ de poca monta, los temazos de bakalao con cantadita que se marcaba durante las horas de plácida sobremesa, y sus continuos retrasos en el pago de facturas y alquileres. Aún así Ángel vivía la tragedia de desear ser un hombre fiable, un hombre de verdad, cuando no era más que un tirado. Por eso le gustaba hablar con propiedad, como si fuera un hombre culto, aunque leer, como decía él, lo que es leer, no leía mucho. En ocasiones, cuando llamaba a las empresas buscando trabajo soltaba expresiones como: “aún no barajo esa franja de horarios” o “me considero efectivo y polivalente”. Nada más lejos de la realidad. La mañana que fui a su cuarto a cobrarle el último mes de alquiler había desaparecido con las pocas cosas que almacenaba en una esquina de su sucia caverna. Se había fugado en mitad de la noche, en nuestras narices, dejando tan solo unos asquerosos zapatos que se solía poner cuando quería ser elegante, cosa que nunca consiguió, y mucho menos en su huida.

Que te vaya bien, neng, o al menos un poco mejor. Pero no mucho.

martes, octubre 23, 2007

Otoño revisited

Este otoño, este otoño pútrido y mecánico,
me siento colilla, escupitajo, calamar,
absurda figurita de Lladró.
Y vendréis hablando del romanticismo del otoño,
enfundarse un abrigo rojo, la bufanda, la boina
puesta de lado y caminar por el Retiro
arrastrando la hojarasca ocre a cada paso.
Y yo me levanto y digo No:
que se quiebre el cielo y pase la luz,
que brote un tímida primavera en cada cuerpo.
Que extiendan terrazas en mi pecho.

viernes, octubre 19, 2007

Nucleosíntesis

Todos los elementos de la tabla periódica que hoy en día conocemos y que conforman el mundo fueron formados de dos maneras: primero el hidrógeno y el helio –aunque también algo de litio, boro y magnesio-, los átomos más simples y fundamentales –con número atómico más bajo-, fueron creados, según el modelo aceptado de la Teoría del Big Bang, durante las primeras etapas de vida del Universo, en la llamada Nucleosíntesis Primordial. Posteriormente y después de la condensación de la materia en estrellas, las grandes temperaturas alcanzadas en el núcleo de éstas en virtud a las fuertes compresiones gravitatorias propiciaron las reacciones nucleares de fusión necesarias para la formación de elementos más masivos. Finalmente, en procesos más violentos y energéticos como la explosión de las supernovas, se formaron los elementos pesados. Se trata de la Nucleosíntesis Estelar. Todos estos elementos pasaron a formar parte de la composición de nuevas generaciones de estrellas y de todos los demás objetos del Universo, incluidos nuestros propios cuerpos.

Sus átomos, señora, fueron creados en el interior de una estrella.

jueves, octubre 11, 2007

El tiempo y tal

La otra tarde, en la presentación de la antología Tic-Tac, Relatos y poemas contra el tiempo (Atlantis, 2007), el amigo y vecino Guillermo Aguirre y otros jóvenes autores participantes charlaron animadamente sobre el tiempo sin llegar a ninguna conclusión, como es lógico, pero haciéndonos pasar un buen rato. Yo recordé las palabras de Leibniz o de Kierkegaard (no lo tengo claro ahora): el tiempo: si no me lo preguntas se lo que es, si me lo preguntas, lo ignoro. Volví a pensar a raíz de aquello en el tiempo cíclico y el tiempo lineal, y recordé el encargo más extraño que nunca he escrito: la presentación de una ponencia en un congreso de cirugía maxilofacial que me encargó un cirujano. Quería que escribiera sobre la importancia del conocimiento de la historia de la ciencia para consolidar el progreso o algo así, yo, en cambio, le solté un bizarrísimo texto donde se mencionaba a dioses hindúes, presocráticos, consideraciones relativistas einstenianas e incluso a los ideólogos de la Revolución Francesa. El tema que se destilaba de tal maremagnum era la contraposición entre concepciones lineales y circulares del tiempo. El tipo se quedó algo perplejo y en principió descartó utilizarlo, finalmente, según informaciones que se han filtrado, lo leyó palabra por palabra, colando así mi creación en un lugar donde jamás imaginé que tendría cabida.

Que la repetición, la circularidad es lo que hace patente la naturaleza del tiempo es claro. Así gira la tierra cada año alrededor del Sol y cada día rota en torno a su eje, así pasan y vuelven las estaciones, las vueltas ciclistas, los gobiernos socialistas, las guerras y mis periódicas visitas a Asturias. Oviedo otoñea muy bien, con su parquecito ocre, su cielo plomizo y la flema asturiana, y mamá me comunica a la llegada que tiene una sorpresa: ha comprado dos lubricantes. ¿Dos lubricantes?, repongo asustado, sí, dos lubricantes, confirma mamá, ¿lubricantes del coche o lubricantes vaginales?, pregunto yo, lubricantes, hijo, como las langostas; entonces mamá cae en la cuenta que los bichejos que guarda en la cocina son en realidad bogavantes, y después se ríe, vaya lapsus. Nos acercamos a verlos, mamá los saca de la nevera y los pone sobre la vitrocerámica. Ojalá estén muertos, dice, pero no están muertos, todavía hacen agónicos movimientos sobre la encimera. Nos quedamos los dos un buen rato observando las patas de los bogavantes, moviéndose muy lentas, la espuma que uno de ellos escupe, y yo me pregunto cómo dos animales tan feos, cómo dos pequeños monstruos con enormes pinzas atadas pueden conmoverme de tal manera y producirme tal ternura, cómo es que siento tanta angustia al imaginar a los lubricantes finalmente sumergidos en agua hirviendo. Mamá, sin apartar la mirada de los mariscos dice, no sé qué será peor si agonizar de esta manera o morir en un momento escaldados en la olla. Y todavía nos quedamos un buen rato más mirando, en silencio, fascinados por la vida que se acaba lentamente, hipnotizados ante la muerte que acontece ahí delante, en la cocina.

sábado, octubre 06, 2007

He aquí la mano trémula del insomne,
la que trata de abarcar la vida, romper el muro, saltar la valla,
cavar el túnel que escapa horadando la tierra y sale a la luz
si es que esa luz existe. He aquí al hombre asustado,
su verbo indeciso, la voluntad endeble, el inútil timonel
de un barco a la deriva que es un hombre, que encalla
en cada playa atraído, ebrio, por los cantos de sirena.
Y por favor que haya esa luz, que exista y sea cálida,
que ilumine al menos el final del camino,
la meta extraña, el muro, la llegada
después del hambre y la sed,
el puerto donde atracamos para olvidar el sudor,
que nos digan cuando vamos a llegar,
si es que llegamos algún día
y es tal y como creíamos.

lunes, octubre 01, 2007

Bestiario

Decía que había escrito una manada de libros sobre animales: algunos trataban sobre perros y gatos, animales, por otra parte, de lo más cotidiano, pero decía también -y cuando decía esto se reclinaba orgulloso sobre la silla entrelazando sus dedos detrás de la nuca- que había publicado extensos tomos sobre animales de lo más exótico, habitantes de regiones lejanas desconocidas para nosotros, como el oso polar, el ñandú o el ornitorrinco, uno de sus preferidos. Incluso, decía, había escrito sesudos tratados sobre animales míticos e inexistentes, como el catoblepas, con cuerpo de búfalo y cabeza de cerdo, o el basilisco, que fulminaba a cualquier osado que le mantuviese la mirada. Viajaba en un barco velero en busca de nuevos animales en regiones ignotas o en el interior de mentes bárbaras, y se consideraba, en su soberbia, un discípulo aventajado de Charles Darwin, al que le había copiado, sin duda, una larga y enmarañada barba blanca. Un día anunció su marcha: viajaría de nuevo en su barquito, cual Darwin a bordo del Beagle, en pos de las pocas criaturas que aún le faltaban en su biblioteca de bestias. Fuimos todos a despedirle al puerto, con una mezcla de pena y alivio, y le ayudamos a cargar sus cientos de obras en la bodega de la nave. Le deseamos suerte y el barco desapareció, tras un rato, en la línea del horizonte.

Del naufragio nos enteramos a los pocos días. El hecho de que los libros salieran a flote formando en la superficie del océano una gran mancha blanca de pasta de papel ayudó a la localización del barco y en las labores de rescate. Desgraciadamente nadie halló su cuerpo ni su luenga barba. El arca se había hundido y él, como un Noé a la inversa, se había perdido para no volver en las profundidades azules, tal vez atraído por los peces abisales.

miércoles, septiembre 26, 2007

Cicatriz



estaba tan furioso y ni siquiera recuerdo el motivo recuerdo en cambio el cristal rompiéndose alrededor de mi mano el ruido del cristal haciéndose pedazos y cayendo al suelo el dedo abierto las gotas de sangre espesa y roja sobre el parquet su cara de espanto corrí a la habitación sujetándome la mano dejando un reguero de sangre a mi paso el corte era profundo en el dedo meñique tanto que se me veía el hueso llamé a Marta nervioso le conté lo del cristal de la puerta le conté que me embargó la ira y solo pude golpear la puerta sin pensar le conté que me estaba viendo un hueso por primera vez una falange que era verdad que había huesos ahí dentro vertebrando los cuerpos mamá estaba fuera del cuarto me hablaba me ofrecía ayuda pero yo tenía mi orgullo atravesado en la garganta le decía que se fuese que no quería saber nada Marta me dijo desde el otro lado del teléfono que cediese que me dejase llevar al médico finalmente salí mamá se puso el abrigo me abrazó me miró el dedo mamá ya solo se preocupaba por mi corte había olvidado todo lo demás la discusión el motivo de la discusión había limpiado mi sangre del suelo con un paño de cocina me llevó al ambulatorio a dos calles de casa era de madrugada estaba vacío era un día laborable reinaba el silencio allí un médico calvo gordo simpático adormilado me cosió sabiamente la herida tras atender a un gitano borracho que tenía hepatitis o eso decía

aún se adivinan los puntos sobre mi dedo tres siglos después

aunque sane la herida queda siempre la cicatriz




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el montaje fotográfico con el autor perplejo por cuadruplicado es cortesía de la ínclita Esther a.k.a. La Nini.

sábado, septiembre 22, 2007

Me pones punk, punk, punk,
cuando te miro y tú miras al techo o al cielo,
me pones punk y me lo juego a suertes,
si sale cara tomo tu cara
y sello tus labios con mis labios,
si sale cruz hacemos un juego:
yo me tumbo en la cruz,
tú me clavas los clavos.

No hay nada que aprecie
más en ti que el desprecio,
ese muro aviva el deseo.


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Esta semana Txe Peligro en DULCE ARSÉNICO:
http://dulcearsenico.blogspot.com

Y además, Txe Peligro galardonado con el prestigioso tercer premio "María Giralt de Relato Corto"

Weah!

miércoles, septiembre 19, 2007

Y cuando duerme se oxida su cuerpo, pero no solo eso,
también la cama, la sábana, el suelo, las paredes, la ventana,
la luz, la esperanza, el espinazo de la noche, la mañana.
Y al fin despierta y su mirada neonata extrae de nuevo la belleza
de allí donde se posa, y va mirando el mundo somnolienta
y el mundo se descubre ante ella, paso a paso, parte a parte,
trozo a trozo deja el sueño, cobra entidad de nuevo todo,
el cielo se despliega, la tierra se hace sólida y caliente,
se disuelve la herrumbre allí donde ella mira.

Ya es de día,
todo suena y todo vibra.


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esta semana Txe Peligro en DULCE ARSÉNICO: http://www.dulcearsenico.blogspot.com

lunes, septiembre 17, 2007

Falta el aliento cuando se vive a la carrera,
entre el atentado y la fiesta, desde la guerra
a las páginas del libro donde algún día dormirán
estos poemas, falta el aliento y no basta el latido
de un pulmón para suplir de aire a esta hoguera.
Cre-pi-to, me consumo, y he aquí una brutal
metáfora de esta opresión: un yunque sobre el pecho,
y más abajo, las chispas que desprenden dos cuchillos
que se cruzan en mi vientre demandando ansiolíticos.
Lexatin, Orfidal, la paz química se impone suavemente
en el sistema nervioso desbocado, se doman los caballos
en la entraña de la mente que tantas veces
se convierte en ese cuerpo al que le falta el aliento,
que vive a la carrera, y se queda exhausto,
sin resuello.


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esta semana Txe Peligro en DULCE ARSÉNICO: http://www.dulcearsenico.blogspot.com

miércoles, septiembre 12, 2007

Ale ya no vive aquí


Ojalá nunca nos viéramos movidos a la poética de la pérdida, pero todo ojalá implica precisamente su opuesto, así es que Ale nos deja, se va. Ale, gran amiga desde hace cuatro años, compañera de piso desde hace dos, se muda a Sevilla en busca de una vida mejor. Los motivos: un sueldo mastodóntico, un trabajo mejor y, a qué negarlo, una triste situación en todos los ámbitos durante sus últimos meses en la capital. Quiero a Ale como a una hermana que nunca tuve, mi amor por ella es calmado y físico, visceral y telúrico, como el que uno siente por una parte de su propio cuerpo. Así que su marcha me hace sentir como si me arrancaran una pierna, un brazo o cualquier órgano vital, el hígado, por ejemplo, o un puñado de tierra del pecho. No quiero caer en el lirismo fácil de la nostalgia desbocada, pero su marcha me ha hecho recordar estos cuatro años de ese grupo explosivo y hedonista que se formó allá por el 2003 y que se ha ido disolviendo poco a poco. Fuimos gente anónima y perdida en la ciudad que se encontró en nocturnas casualidades cósmicas y formó un comando, unido por sus tendencias estéticas, sus adicciones y aficiones, una familia de descastados. Acabamos conviviendo en las mismas casas, en los mismos barrios. Pero somos ya muy pocos de aquellos, aunque hayan ido llegando más. Los que quedamos de aquella camada, de aquella generación ya casi extinta, albergamos el sentimiento de supervivientes o de náufragos. Un sabor de fin de fiesta al fondo de la boca.

Suerte.

viernes, septiembre 07, 2007

Algunas reflexiones sobre la sociedad de mercado o El capitalismo me robó la virginidad

1. Los creativos publicitarios de Burger King parecen tener en muy poca estima la capacidad intelectual de las clases trabajadoras; así, en las puertas de algunos establecimientos se puede ver un anuncio de reclutamiento donde se pretende enmascarar, bajo un simpático juego de palabras, una ironía lacerante. El cartel de marras muestra el logo de la empresa, una foto al más puro estilo United Colors of Benneton en la que posan alegres un grupo multirracial de trabajadores, cada uno con su gorrita, y debajo de esto el devastador lema: “Buscamos a gente que quiera comerse el mundo”.

2. Los Lazy Beggars son unos mendigos que ustedes conocerán si se mueven por Madrid en invierno, en Caños de Meca en verano, además de otra miríada de lugares del mundo. Son esa estrambótica pareja que inventaron eso de poner varios tupperwares en el suelo cada uno con una leyenda: “para comida”, “para birra”, “para cocaína”, “para resaca”. “Al menos somos sinceros”, es su leiv motiv. Los Lazy Beggars son el primer grupo de pedigüeños que han adoptado técnicas de publicidad y marketing, aunque algo toscas, y, de hecho, disponen de una página web donde explican sus motivos, sus biografías y sus movimientos por el ancho mundo, además de una extensa galería de fotos donde posan con alguno de sus benefactores anónimos. Según se puede leer en el sitio web la máxima de su precaria filosofía es “ofrecemos más que los otros, cambiamos limosna por provocar una sonrisa”. Juzguen ustedes.

3. De niño pasaba algunos sábados con mi tía, cuando mi madre salía. La ruta era la siguiente: misa, corteinglés, macdonalds. Después de soportar el tedio que le supone a un niño la eucaristía mi tía me daba un largo paseo por todas las secciones del centro comercial. Primero yo la acompañaba mientras ella veía todas las cosas que le interesaban y luego ella me recompensaba con un juguete de la última planta. Así me pagaba por el tedioso tiempo en la iglesia y en la sección de ropa de mujer madura y relojes lujosos. Por si no fuera suficiente, luego, para extasiarme, me convidaba a un Happy Meal en el fast food del payaso siniestro, con lo cual yo me sentía doblemente recompensado. Era feliz, créanme.

4 . Pero todavía queda la esperanza, puede haber aún un revulsivo que trastoque las cosas para siempre y las ponga del revés. No sé si ustedes se han fijado, pero antes, en los lugares donde se despacha en varios puntos, véase cines, restaurantes de comida rápida, oficinas de correo, los clientes solían formar una cola delante de cada uno se esos puntos, de modo que, en virtud de la Ley de Murphy, uno siempre se ponía en la cola que avanzaba más lento. Pero ahora, tras algunos años, la gente ha decidido espontáneamente formar una única cola que se distribuye entre todas las taquillas o cajas, avanzando más rápido e igual para todos. Es un proceso de autoorganización similar a los que ocurren en la base de la biología y que se ha llevado a cabo durante un tiempo propio de los procesos evolutivos o geológicos. Un detalle que le hace a uno creer de nuevo, al menos por un momento, en el ser humano y albergar una pizca de esperanza en una sociedad autogestionada e igualitaria. Que así sea. Salud.

miércoles, septiembre 05, 2007

Momentos de la vida del artista

Que ya es hora de hablar de uno mismo.

A veces ocurre: uno sale de unos líos para meterse en otros, ya ven, mi agosto en Oviedo fue caótico y bombástico, y durante las últimas jornadas casi desfallezco inmerso como estaba en una vorágine de nocturnidad, estudio y todo tipo de angustias y ansiedades. En mi primera jornada de vuelta Madrid tuve el examen de Atmósferas Estelares, la asignatura más pétrea de la especialidad de Astrofísica. Creo que nunca había sufrido tanto con la preparación de un examen pero finalmente me sorprendí a mí mismo haciendo la prueba mucho mejor de lo que esperaba; todavía está por ver si la profesora, una de las más duras corrigiendo y con la que ya tuve muchos tormentos en otras ocasiones, piensa la mismo. Después del examen, y por motivos personales de los que prefiero no hablar, volví a chapotear en viejos fangos que ya deberían estar resecos y olvidados pero que inopinadamente han vuelto a escena. Una de las cosas que más me desespera es la imposibilidad de la comunicación entre las personas y no tanto porque el lenguaje sea defectuoso, que lo es, sino por las pocas ganas que tenemos unos y otros de entender nada de lo que ocurre y por la forma en la que vivimos instalados en la subjetividad, que al final es la única realidad que existe últimamente. Al final tuvo solución, no teman.

Ahora lo que me queda este mes es acabar la carrera en cuatro incómodos pasos, los cuatro exámenes que trufan mi futuro hasta finales de septiembre, cuando llega el abismo. Vuelvo a sentarme en bibliotecas repletas de estudiantes y compruebo desesperado que ellos son cada vez más jóvenes y yo cada vez menos, y rezo secretamente para que ésta sea ya la última convocatoria de mi vida, que ya me vale. Cuando coges años compruebas, algo horrorizado, que los hechos más nimios son agudos cinceles que perfilan la estima hacia uno mismo; y se ve uno azorado y ansioso por los acontecimientos futuros, por las puertas que habrán de cerrarse para que la existencia transcurra por caminos unívocos y rectilíneos hasta configurarse esa rutina ignominiosa que debe de ser lo que llaman vida adulta. Propongo una vida múltiple y expansiva. Y que no llegue el otoño, que da miedo.

domingo, septiembre 02, 2007

Tres amigos

Yo penetraba su vagina y tú le introducías al mismo tiempo tu miembro erecto por el culo; allí, dentro de ella, y a través del trozo de carne que separa el coño del recto, sentía el roce de tu verga, como dos espadachines cruzando sus espadas. Ella gemía, gritaba, farfullaba obscenidades y parecía poseída por todos los demonios del vicio sodomita, hasta que llegaba Juan y la dejaba muda en un instante con lo suyo. Era hermoso aquel silencio y era hermoso aquel amor.

jueves, agosto 30, 2007

Basado en hechos reales

Ramón ojos perdidos,

baba en el labio, mente de crema,

se lo monta en el pueblo

con su hermana pequeña.


Como el musgo,

como el moho en la nevera,

brota silenciosa la vida,

en el útero ignorado.


Algún remedio casero,

el hechizo de la abuela,

los ritos ancestrales,

arrancan el tubérculo del vientre,

lo entierran en estiércol,

quizá no eche raíces.


Su viejo pastor alemán,

ya casi muerto,

halla escarbando el tesoro ignominioso.

Se pasea un domingo soleado por el pueblo,

después de misa,

con el feto entre los dientes.

martes, agosto 28, 2007

La pálida Claudia
siempre amaba a escondidas.
Nocturno y débil su abrazo.
Su amor, trémula llama.
Falaz promesa su boca.

Tras ser descubierta amando,
su cuerpo abrazó la sombra,
expiró el minúsculo fuego,
sus labios albergaron piedras.

Enterrada en vida
entre adulterio y vergüenza,
su candoroso cadáver
fue cubierto de tierra.

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Ana tenía la cabeza llena de pájaros.
Su corazón, un nido de gorriones.

Decidió hacerse ornitóloga,
tratando de cambiar algunas cosas.

Conocer los animales que te pueblan,
no es garantía de acabar con ellos.

Melancólica se tiró de un puente alto,
pensando que volaba.

lunes, agosto 13, 2007

Una estrella

Bastó verte una vez -la primera- para que todos mis sentidos aspiraran únicamente y ya para siempre a captar de nuevo el fenómeno que eras, para que tu imagen ocupara mi mente todo el rato, bastó verte aquella tarde, semidesnuda –solo un liguero rojo, unas medias, unas botas altas de cuero-, abierta de piernas mientras aquel hombre de verga heroica te poseía sobre un sofá hortera. Oh, Samantha Horny, cómo quise ser él aquel día y tenerte tan cerca y olerte de veras. El flechazo fue tan posible como amar de verdad a una estrella lejana, aún se produce un temblor en mi vientre al recordar la primera simiente cremosa que te vi recibir en tu rostro pecoso, a la vez perverso y a la vez inocente, y como cerrabas los ojos por temor a que algo de aquello nublara tu pupila verde. Quise verte más veces después, no fue fácil, tardé en encontrar nuevos videos donde otros te amasen. Era duro surcar la ciudad buscando tu imagen en lugares de vicio, preguntándole a hombres obesos, con gafas de pasta, con gorra de béisbol, con poca vergüenza, dónde podía encontrar más de ti y de aquello. Vivimos, al fin, muchos buenos momentos: esa orgía que hiciste en tu casa e ibais todos con máscaras, ese viaje en un yate de lujo con un viejo muy bien tatuado o aquella fiesta privada con champagne y tu amiga tan guapa. Y yo siempre tan solo. Eras la primera la luz del alba y la última chispa del crepúsculo, acompañándome en el trémulo fulgor de la pantalla mientras yo con mis manos desnudas me acariciaba. Al final decidí que sería mejor olvidarte, tirar los videos, tirar las revistas, tirar las fotos. Tirarlo todo, incapaz de tirárteme a ti.

Qué tristeza, Samantha, haberte amado tanto mientras tú amabas a otros.

miércoles, agosto 08, 2007

Caños de Meca

Dicen que todo comenzó cuando unos jipis, aprovechando el agua dulce que cae por los acantilados que delimitan las playas para lavarse y beber, y las cuevas que hay en lo bajo de estos acantilados para cobijarse, se instalaron en este lugar por primera vez. Pero eso es solo la leyenda, claro, de la fundación de Los Caños de Meca. Éste es uno de los lugares más hermosos y encantadores que existen. Aquí el sol cae a plomo sobre el mar hasta sumergirse en la línea del horizonte, cada tarde que termina, y el cielo se tiñe de violeta hasta que la esfera de fuego, cada vez más roja, desaparece completamente oculta por el borde del planeta. Y es grato dejarse arrastrar por la vida fácil que transcurre perezosa bajo la luz abrasadora que broncea nuestra piel a mediodía, cuando el sol está en el cenit, ingresar en ese orden de excepción donde al segundero le cuesta conquistar cada fragmento de tiempo a cada hora, abandonar el cuerpo y el alma al rumor insistente y eterno de las olas lamiendo cada cala, al paseo de la tarde por la arena, al tinto de verano que fluye incontrolado de los grifos de los chiringuitos y la Jaima. Aquí casi no hay nada, el pueblo -que no es pueblo sino solo un puñado de casas- se vertebra a lo largo de una única calle o carretera recorrida insistentemente de extremo a extremo por los pocos que allí pasamos una parte del verano -tanto que pronto se reconocen los cuerpos y las caras y se crea una leve fraternidad o confianza- y salpicada por los cinco o seis establecimientos donde uno puede beber o comer pinchos morunos sentado en sillas de mimbre y escuchando la música alegre y pausada que todos los hosteleros eligen aquí para llenar el aire. Y sobretodo El Camaleón, ese camping asilvestrado donde, hace algunos años, todo estaba permitido, y donde acampamos, en compañía de fabricantes de pulseras y colgantes y vendedores de hashís, debajo de la sombra trenzada por miles de ramas de pino y vivimos inmersos en una dulce desidia, a mitad de camino entre la naturaleza y la civilización. En los días más claros se ven los montes marroquíes recortando el horizonte, donde se acaba el mar de nuevo, porque todo se acaba en algún sitio, eso es claro, y esto se acabó ya hasta otro año.

jueves, agosto 02, 2007

Vamos

Venga, vamos a hacer algo malo. Lo haremos a escondidas, en casa de un amigo. Nos reuniremos el viernes por la noche. Estaremos todos muy nerviosos, al principio. No habrá nada que temer, no tengas miedo. Estaremos ocultos, lejos de la gente. Luego ya lo haremos más frecuentemente. Cada vez será más perverso y divertido, cada vez será mejor. Nadie sabrá nunca nada de lo que estemos haciendo. No podrán imaginar lo que traemos entre manos. Será excitante la vida clandestina. Nuestras familias pensarán que somos buenos chicos, cualquier excusa servirá, no son muy listos. Podremos grabarlo en video y pasar el video de uno a otro. Después tendremos que borrar las grabaciones, no será conveniente dejar pruebas, si lo hacemos. Con el tiempo lo haremos ya a diario. No podremos dejar de hacerlo todo el rato. Nuestras vidas girarán en torno a eso. La existencia cambiará cuando lo hagamos, nada será de nuevo lo que era, todo será luminoso y fascinante. No sabes las ganas que tengo de que empecemos a hacerlo, no me aguanto. Venga, vamos a hacerlo.

jueves, julio 19, 2007

Tamagotchi

En aquella época nos comprábamos antes una guitarra eléctrica que unos technics. Tratábamos de emular a los Pixies y no a James Holden. El grunge hizo mucho daño a nuestra higiene postural. Todo el día encorvados, sujetando los pantalones que se nos caigan. Pero más daño nos hizo la práctica del skate. Nuestros cuerpos adolescentes enteramente magullados. Lo peor, sin duda, era el tamagotchi. De tamago, huevo y chi, afecto, en japonés. El huevo del afecto. Se llamaba Pablito, el tuyo, decías. Recuerdo tu cuerpo desnudo perlado de sal en una playa de Cádiz. Cuando aún no habían construido todos esos hoteles en la costa. Buscabas tu tamagotchi en el capazo a cada rato para darle de comer. Le quitabas la arena. Recuerdo también el viaje en autobús hasta el Pop Festival, en Badalona. Te pasaste todo el trayecto preocupándote de que Pablito fuera bien dormido. No hacías otra cosa, no prestabas atención a mis palabras. Recuerdo, sobretodo, la tarde de domingo en la que nos desvirgamos. Sobre la cama de tus padres. Y cómo después de hacerlo te pusiste histérica porque Pablito había desaparecido. Finalmente lo hallaste perdido entre las sábanas húmedas. Estos son solo algunos ejemplos. Siempre sospeché que querías más a ese puto aparato que a mí.


Tal vez te llame un día de estos para preguntártelo. Debe estar ya muy crecido. Ese Pablito.


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Este texto y el anterior fueron compuestos para el proyecto Canciones en Braille de la cibercompañera eme. Lo podéis ver en su blog Polaroid Mondo

domingo, julio 15, 2007

Yogur

Decían que había que echarle un chorrito de aceite de oliva para que no dañara el estómago. ¿Te acuerdas? Le pediste a tu madre que dejara yogures durante su ausencia. Se puso contenta de que comieras algo sano. Luego, a la noche, cuando ya se habían ido, nos invitaste a todas al chalet. Tenías un poster del Dirty en la habitación. Alguien dijo que lo pincharas. Encendimos velas, también. A mediados de los noventa lo que deseábamos era acabar las noches yaciendo inconscientes en una esquina. Con el pelo grasiento y los vaqueros rotos. Pero nunca lo conseguíamos. Por eso aquel nuevo intento. Primero pulverizamos concienzudamente todo el hashís. Lo hicimos repartiéndonos la piedra en trozos pequeños, uno para cada una. Estábamos excitadas. Parecía un ritual. De vez en cuando alguien saltaba al ritmo de la música. Seguíamos el ritmo con la cabeza. Nuestros labios pronunciaban la letra sin emitir sonido alguno. Luego lo mezclamos todo. Espolvoreamos el hashís en los yogures. Echamos un poco de aceite. Lo removimos bien con cucharillas. Al cabo de un rato salimos a caminar por la urbanización. Estaba oscuro. Caminábamos en silencio, en fila de a dos. Alguien le dió una patada a una lata. Rebeca dijo, de pronto, que la urbanización parecía una maqueta. Era sorprendente, pero todas estábamos pensando lo mismo. Todo parecía plano, como hecho de cartón piedra, las casas, los coches, las farolas. Empezamos a palpar los muros, los troncos de los árboles, alucinadas, buscando las cosas que se escondían detrás. Algunas corrían y saltaban, no podíamos parar de reír. La sensación de irrealidad era brutal. Estuvimos un buen rato vagando. Luego decidimos volver. Más alcohol, más música. Entonces fue cuando notamos la falta de Al y nos pusimos a buscarla por la casa. La encontraste tirada en mi cama. Se había puesto amarilla. No paraba de revolverse y sudar. Decía que sentía vértigo, que estaba mal. Llamamos a sus padres, que vivían cerca. Nos asustamos. Recuerda a la madre de Al, cuando llegaron, cogiéndole de la muñeca, poniéndole paños húmedos en la frente y cómo ella se resistía. Y su padre caminando alrededor de mi cama llamando a un médico por teléfono, furioso. Recuerda como nos costó decirles lo que habíamos hecho. Cómo bajamos la cabeza de vergüenza. La mueca de pánico en el rostro amarillento de Al. Sus ojos perdidos. Y cómo trataba de explicar que sentía que el mundo no era real.
Que éramos pegatinas.

lunes, julio 09, 2007

Pequeñas perversiones

El primer coño que vi lo saqué de un pequeño sobre blanco que me entregó Adolfo aquella mañana antes de la clase de matemáticas. Después, los misterios del cálculo y el álgebra me parecieron nimios ante el desconcierto de aquel pedazo de cuerpo arrugado, flácido y colgante. Adolfo fue el primero que tuvo los huevos de pedir revistas porno en el kiosko de su pueblo y se convirtió en un fiel divulgador de la secreta anatomía femenina y las más oscuras prácticas del sexo. Un par de veces por semana aparecía con aquellos pequeños sobres blancos que repartía muy discretamente entre sus mejores amigos. Los sobres contenían fragmentos recortados de las páginas de las revistas que compraba, Adolfo se esmeraba para que en la porción de cada uno hubiera algo de interés por ambas caras y en eso era un maestro. A veces te tocaba una anónima teta siliconada en una cara y en el dorso una porción de mamada. Luego, en el recreo, comparábamos nerviosos, ocultos de los ojos no iniciados, lo que nos había dado a cada uno.

María ya nos parecía una macarra y aún teníamos trece años. Tenía unas espesas cejas negras y el cuello lleno de mordiscos. Nos hablaba de sus múltiples amantes: el motero que la paseaba en su Harley, el camionero que le llevaba en su camión a sitios raros. Una vez faltó a clase durante unas semanas, a su vuelta dijo que un marinero se la había llevado en barco a cruzar no se qué mares. Por alguna extraña razón que se me escapa todos aquellos hombres mitológicos tenían la insólita obsesión de hacer viajar a María en sus respectivos medios de locomoción. Yo, que no tenía ninguno de esos medios, podría haberla llevado entre mis brazos, pero era enorme y, además, fea. María también manejaba algo de material porno, principalmente una revista titulada Polvo Violento, que decía encontrarse cada mes en una papelera de su barrio.

A Gabriel le sorprendieron durante un recreo encerrado en clase cascándose una paja con la revista futbolera Don Balón. No se qué ha sido de él ni que excitación encontraba en las fotos de las plantillas de los equipos de la Liga.

Hace años, muchos años, que abandoné aquel colegio. Las noticias que ahora me llegan hablan de drogas y otras cosas. Como una adolescente de la que se difundió un video casero en el que se masturbaba mientras decía, entre sollozos, quiero ser tu puta. Era un regalo para su novio que fue interceptado y divulgado, tal vez por él mismo, en un fascinante momento de irresponsabilidad. Tanto que la niña, dicen, tuvo que dejar el colegio y, su familia, la ciudad. Pero esto son solo rumores.

La ignorancia nos hacía perversos polimorfos. Íbamos, todo hay que decirlo, a un respetable colegio de pago.

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Los nombres se ha modificado para proteger a los culpables.

El otro día recité para presentar el libro, veanlo pinchando aquí.

miércoles, julio 04, 2007

Imaginaria (fragmento)

Las cosas que aún no han ocurrido son siempre mejores que las cosas que ya han tenido lugar porque cuando todo está todavía por delante uno puede imaginárselo en cinemascope, con los mejores colores, en días soleados, y tu sonrisa es perfecta y no hay ni una sola arruga en tu falda y todo sale siempre bien. Después, cuando el presente alcanza al porvenir y se funden en una misma cosa -y luego se convierten en pasado- siempre aparece una nube inoportuna que ciega al sol o un bordillo con el que te tropiezas para caer sobre un charco o una gota de café que se precipita sin piedad sobre tu falda. Lo múltiple, las infinitas posibilidades, se convierten en lo uno, se concretan, toman cuerpo, se almacenan en la experiencia y entonces ya solo se pueden recordar, y la memoria no es la expectativa, es siempre más gris y al final se pierde en las brumas.
Por todo esto, cuando alguien se va, lo más triste no es recordar las cosas que habéis hecho juntos, sino caer en la cuenta de que no llegarán esas cosas que habíais planeado hacer -las habías visto en tu cabeza, en los mejores colores, en días primaverales, perfectas- y que nunca ocurrirán.

martes, julio 03, 2007

Madrid Grotesque

Hay un hombre sin brazos que sujeta con la boca un vaso de plástico en el que los transeúntes arrojan sus monedas. El hombre gruñe, cabecea, y suena el sonido del metal chocando contra el metal. Lleva una camiseta de tirantes y se puede apreciar cómo mueve sus muñones, parece un pájaro sin alas. Me pregunto cómo, acabada la jornada, saca las monedas del fondo del vaso. Me pregunto tambien como hace uso del dinero. Si no tiene manos.

Hay una anciana diminuta que pide limosna. Lleva en una bandeja una muestra de cajas vacías de los medicamentos que necesita. Gelocatil, cosas así. Las arrugas que surcan su rostro son tan profundas que podría esconder en ellas todos mis secretos. Y no son pocos.

Hay una mujer arrodillada en el suelo durante horas, con la frente golpeando rítmica y levemente el asfalto. Va vestida de negro y repite un lamento, una oración, algo así como mantra que nadie entiende. A nadie parece, por supuesto, importarle.

Los viandantes pasamos caminando al ritmo fuerte de nuestros auriculares, en brazos de la prisa. Los miramos sorprendidos las tres primeras veces. Luego aprendemos la pericia de esquivarlos, haciendo a veces acrobacias imposibles. Una vez superados los escollos miramos al frente y comprobamos reconfortados que el mundo sigue ahí. Todo en su sitio.

sábado, junio 30, 2007

Hostias Gratis

Han de ser flácidas y abundantes, preferentemente. Levemente coloradas. Regordetas. A ser posible, estiradas hacia el suelo por efecto de la gravedad. El sujeto que las porte ha de tener expresión estúpida. La mirada perdida, si lo encuentran. Aún así, aún no reuniendo estas condiciones ideales, debe usted perseverar en su propósito. Cualquier mejilla es susceptible de ser abofeteada, eso es claro. Para llevar a cabo la bofetada coloque su mano abierta y rígida a unos treinta centímetros del rostro del abofeteado potencial. La palma perpendicular a la superficie a golpear. Inicie bruscamente, cuando menos se lo espere el espécimen, un movimiento que describa una trayectoria circular hasta impactar contra su cara. El impacto debe ser seco y resonar. He aquí una bofetada limpia y perfecta. Después del punto cúlmen continúe el movimiento de la mano hacia el otro lado de la cara, que estará girándose hacia a un lado alrededor del eje de las vértebras cervicales. Si usted aspira a nota puede rematar la faena con un sencillo movimiento de revés. Para ello, al final del primer arco de circunferencia, retome el movimiento en sentido inverso siguiendo la misma trayectoria. Golpeará, esta vez, la cara del sujeto, que estará recuperando su posición original, con el dorso de la mano. Su impacto lo recibirá otra mejilla. Habrá golpeado usted, en una sola operación abofeteadora, ambos lados de su cara. El sujeto abofeteado girará, simétricamente, su cabeza en el sentido opuesto al anterior. Si una gota de saliva se desprende de sus labios dibujado una parábola antes de perderse en el ambiente, habrá alcanzado usted la perfección.

Salgan a la calle. No sean moñas. Hay que dar más bofetadas. A cualquiera que se cruce. Lo merecen. Salgan a la calle con un cartel que diga: Hostias Gratis.

miércoles, junio 27, 2007

Veintisiete


Ayer cumplí años. 27 no es un número hermoso. Al menos para cumplir. 27 es el número que te toca en la charcutería del supermercado, cualquier tarde, cuando van aún por el 5. Las puñaladas con que un desviado cose de sangre a su esposa. 27 son los bloques en un odioso cubo de Rubik. El número de libros del Nuevo Testamento. Tres multiplicado tres veces por si mismo: tres al cubo. Hay cosas buenas, aún así: 27 es el número de días que toma la Luna para orbitar la tierra. Las letras del alfabeto son 27. La velocidad (en millas por hora) de la eyaculación humana. Chof. 27 está cerca de 30. Qué horror. A los 27 murieron Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Robert Jonson, Jim Morrison, Brian Jones y Janis Joplin. Me alegro, al menos, de no ser rockero.

En fin. Allá vamos.

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Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Esta tiene palabras encima, así que valdrá 1027, o así. En la foto, y a modo de celebración, el autor, pertrechado con sus bambas mágicas, en actitud entre desfiante y temerosa, encarando al plúmbeo cielo asturiano. Que se caiga el cielo, si tiene huevos.

domingo, junio 24, 2007

Polillas

El bibliófilo empedernido entiende que no hay nada en la ancha faz de la tierra comparable a la literatura, ni siquiera la compañía amable de una mujer hermosa que pose su mano pálida en su mejilla cada noche, ni siquiera eso. Así que, en vez de coleccionar siluetas de mujer ronroneantes tendidas a su lado en la cama, bañadas en la penumbra, colecciona libros que almacena en estanterías por todas las paredes de su casa, del techo al suelo, de extremo a extremo, también en las esquinas, en el suelo, sobre las mesas.

Una tarde el bibliófilo empedernido descubre con gran disgusto polillas en su biblioteca –que viene a ser lo mismo que su casa-, insectos del orden psocópteros, según lee en la enciclopedia, que a veces invaden las bibliotecas apolillando los volúmenes encuadernados, en busca de los hongos que crecen sobre la cola.

Esa noche el bibliófilo empedernido va al bar a beber, tratando de olvidar el problema de las polillas. Allí siempre le ocurre lo mismo: es tal su atractivo, es tal la atracción que producen la indiferencia y el rechazo, que todas las mujeres tratan de trabar conversación con él y de llevárselo a la cama al final de la noche. Hoy hay una especialmente insistente, es hermosa y tiene unos grandes ojos verdeamarillos, los parroquianos del bar no le quitan los ojos de encima a sus movimientos felinos. El bibliófilo empedernido, ya desesperado, le pide por favor que le deje en paz, que ya tiene bastante con lo suyo.

Cuando cierran el bar, el bibliófilo empedernido se encuentra, en el camino de vuelta, a un simpático gatito perdido en un callejón. Le hace gracia y decide recogerlo. Al llegar a casa el gatito salta de sus brazos y antes de tocar el suelo sufre una alucinante metamorfosis que le transforma en la mujer que antes, en el bar, trató de ligar con él durante horas. Una mujer-gato. El bibliófilo empedernido le muestra a la mujer-gato el camino a la habitación, abre la cama y mientras se quita los pantalones piensa resignado, bueno, tal vez mañana se desayune a las polillas.

jueves, junio 21, 2007

Papá

A mí el padre de mi amigo Felipe nunca me cayó bien. Tenía las manos blandas y siempre húmedas. A veces, en los fines de semana nos llevaba a Felipe y a mí a una cabaña que tenía en el monte. Dábamos paseos por los bosques. Nos enseñaba secretos de la naturaleza. Nos daba nociones de primeros auxilios. Curar heridas. Poner vendas. Orientarnos siguiendo las estrellas. Sacábamos fotos a las flores con su cámara. Con su objetivo caro y potente. El padre de Felipe era cariñoso, amable y siempre sonreía. Pero no me gustaba cuando revolvía mi pelo con sus manos blandas y sudorosas. Aún así. Por las noches, después de cenar salchichas, nos reuníamos alrededor de la chimenea o de una hoguera en verano. Entonces nos hablaba de la Iglesia. Era de lo que más hablaba, de lo que siempre hablaba. Sobre todo de los mártires de la Iglesia. De Esteban, el primer mártir, que murió apedreado en las afueras de Jerusalén. O de Sebastián que fue primero asaeteado y luego azotado hasta la muerte. O de Mauricio, ejecutado por negarse a perseguir cristianos.

Felipe solía pensar en los mártires de la Iglesia. Cuando su padre le ponía a cuatro patas sobre la mesa. En aquella misma cabaña. Y se repetía que había que soportar el dolor para ser piadoso. -Como Catalina que sufrió el suplicio en una rueda de pinchos. O Simón Pedro, crucificado boca abajo.- Mientras su padre le violaba. Y el fuego proyectaba sus sombras temblorosas contra la pared de madera. Esto Felipe nunca me lo dijo. Esto Felipe se lo callaba. De esto me enteré el día de su entierro. Cuando una voz amiga me lo susurró. Y ya metían su ataúd en el nicho. Y todos nos preguntábamos por qué se había quitado la vida. Y además, de aquella forma. Tan horrible.

martes, junio 19, 2007

Un proxeneta francófilo

Me gusta imaginarla en blanco y negro, menuda y delicada, corriendo por la ribera del Sena; imaginar el repiqueteo de sus tacones de aguja mientras cruza el Pont des Arts y se vuelve para saludarme sonriente y soplando hacia arriba ese flequillo negro tan parisienne, con la manita enfundada en un guante de seda. Así me gusta imaginarla, pero ella es Manuela, más conocida como Vanessa, y lo que cruza en realidad no es el Sena a través del Pont des Arts sino la M-30 a través de una pasarela de hierro ya oxidado que colocó el ayuntamiento hace unos años; rumbo a su casa al otro lado del Manzanares después de menudear algo de caballo a los yonquis del barrio para que pasen la noche. Allí la espera su madre orgullosa al lado de una olla express humeante. Ya están las lentejas, dice al tiempo que sumerge el cucharón en el potaje marrón espeso. Chof.

Me gusta imaginarla comiendo unos crepes en la terraza de un bistró del Montmartre: el plato sobre un mantelito de cuadros rojos y blancos, dando un sorbo a cada rato a una fina copa de vino francés. Después un cigarrillo de señorita, ponerse la boina verde oscuro, la bufanda roja y callejear envueltos en el otoño charlando hasta llegar a casa. Pero esto es lo que hay: las lentejas de su madre con unos trozos de chorizo, el plato de vidrio transparente y un mantel de plástico blanco amarilleado. Después la colocaré en una esquina tras acariciar su pelo grasiento.

Menuda mierda, ¿verdad?

Aunque he de confesar, en petit committe, que yo no soy Jean Paul Belmondo en aquella película de Godard, ni sé morder ni dar vueltas a un cigarrillo Gitanes entre mis labios –que no son carnosos sino escuálidos- como Jean Paul persiguiendo a Jean Seberg. Solo soy Avelino, chuloputas del sureste de Madrid, y aprendí a escribir así de bien leyendo el Marca y las crónicas taurinas con un solysombra en la mano apoyado en las barras metálicas de las tabernas de mi barrio, inmerso en el humo y el sonido de la máquinas tragaperras; aunque siempre he soñado con conocer París y a sus putas, y perder allí la cabeza. Mi principal ocupación por el momento, y mientras permanezca aquí y no vagando a la deriva por la capital de Francia, es soltar a Manuela, digo Vanessa, cada noche para que se saque algo de dinero, la pobre, que con lo de la droga no tiene bastante, y luego darle una petite paliza para que me entregue el dinero que recauda y no se olvide de que la quiero, ma petit cherie.

viernes, junio 15, 2007

Chicago-Madrid egotrip

Mediados de los años 90. El Chicago Stadium está a rebosar. Es el séptimo partido de la final de la NBA entre los Bulls y los Suns de Phoenix. Los Bulls pierden por dos puntos y queda tan solo un segundo y medio para el final del partido. Tiempo muerto. Los jugadores se reúnen en torno a los entrenadores en los banquillos. Phil Jackson les da instrucciones a sus chicos, solo les queda una oportunidad para ganar el título. Todo el mundo sabe lo que va a pasar, todo el mundo tiene la mirada fija en Michael Jordan. Michael, con el número 23 a la espalda, masca chicle aparentando una calma tensa. Sabe que va a tener que hacerlo. Sus 198 centímetros de cuerpo ébano están cubiertos de perlas de sudor. Se reanuda el partido. John Paxson, nacido en Dayton, Ohio, saca desde la banda. Michael Jordan busca la frontal de la canasta. Prácticamente los cinco jugadores de los Suns están sobre él, tratando de impedir que reciba el saque. Finalmente Michael se hace hueco. La pelota llega a sus manos desde la banda. Los jugadores de los Suns levantan los brazos desesperados para evitar el tiro pero es inevitable: Michael está en la línea de 6,25 metros, hace un reverso; cuando encara la canasta, suspendido en el aire en un salto imposible, lanza de tres. En ese momento el tiempo se para. Se hace el silencio. Todos los Estados Unidos encogen el aliento. La mitad del planeta encoge el aliento. Lo que importa ahora es esa esfera de 30 centímetros de diámetro que sigue una trayectoria parabólica perfecta sujeta solamente a la ley de la gravedad. De pronto suena el roce de la bola con la red. Estallan los flashes. Ha entrado limpia. La red hace un movimiento de retroceso. Suena la bocina. Tres puntos: los Bulls han ganado el campeonato por tercera vez consecutiva. El estadio se derrumba. La histeria se desboca. Michael Jordan saca su enorme lengua rosa. Levanta el puño. Es el mejor.

Un tórrido viernes de principios de verano de 2007. Facultad de Filosofía de la UCM. Madrid. Txe Peligro espera sentado en un aula a que comienza su examen de Filosofía de la Física. Hace calor. Sus compañeros parecen nerviosos. Nadie sabe bien que puede caer, nadie tiene nada claro lo que ha estudiado. Los alumnos de filosofía no alcanzan a comprender las partes matemáticas del temario. Los alumnos de física no consiguen estudiar correctamente textos largos plagados de citas y referencias a autores de nombres extraños. Txe Peligro, hombre de ciencias y letras, comprueba el estado de sus bolis Bic. Correcto. Llega el profesor Rivadulla, sonriendo. La tensión se palpa. Reparte papel. Txe Peligro coge cinco hojas. La pregunta es: Límites clásicos en física y su papel en la racionalidad de las revoluciones científicas. Bingo. Txe Peligro comienza citando al Kuhn de The Structure of the scientific revolutions, 1962. Después desarrolla someramente la teoría kuhniana y amplía con algo de Feyerabend y las críticas a Popper y al neopositivismo. En el siguiente párrafo describe los casos límite de las teorías de la física moderna, relatividad y mecánica cuántica, citando la posición de varios filósofos al respecto. Es hora de ensuciarse las manos: matemáticas. A partir de la ecuación de la geodésica en Relatividad General y con las ecuaciones de Campo de Einstein reduce la teoría de Einstein a la mecánica de Newton. Deriva más de lo mismo a partir de la ecuación de Schrödinger de la mecánica cuántica y del teorema de Ehrenfest. Demuestra la invariancia de la masa en todo sistema de referencia. Etcétera. Todavía le queda tiempo y ánimo para disertar sobre la tesis de inconmensurabilidad. Las revoluciones científicas son racionales, concluye. Se levanta, con las cinco hojas repletas, no le falta ni le sobra un espacio. Han sido cinco hojas justas. Perfecto. Las entrega dobladas al profesor Rivadulla y sale de la clase con andar cadencioso, al ritmo del hip hop que suena en su cabeza. Va al baño de alumnos y saca su gran glande rosa delante del espejo. Puede escuchar los gritos de las animadoras que están subidas a los urinarios meneando el culo. Es el puto delirio. Solo le falta ser negro. Es el mejor.

miércoles, junio 13, 2007

Ataque al corazón con bombas nucleares,
con barcos destructores y armas biológicas,
ataque preventivo al corazón plagado de mentiras
y de muerte de cosas que esperaba
como espera uno lo imposible,
como espera uno la mano pálida
que venga cualquier mañana melancólica
a salvarnos, ataque a la ilusión bombardeando
las costas cenagosas de mi cuerpo,
las ciénagas perdidas donde tantas
veces nos hundimos pensando que en vez de ciénaga
era mar abierto, sin costas y sin bordes,
bombardeo fatal de la distancia,
palabras putrefactas lloviendo en las trincheras
sobre los soldados muertos,
un gesto con la mano que parece ya un siglo o dos,
una mano que saca el dedo corazón desnudo y te lo muestra,
envuelto en la inmundicia
manchado de pecados no confesos,
invasión de manos ensuciadas por la ira
y el rencor que tanta falta hizo
para romper las cosas más terribles
que ocurrían en el mundo,
para evitar estar anclados en el barro
y en la mierda
inmersos en la brea
inútiles, perdidos,
doscientos años más.

viernes, junio 08, 2007

Deslocaliza a tu vieja

Hoy esto va de la deslocalización, ya saben, ese fenómeno fascinante que tiene lugar cuando una empresa poderosa descubre que puede retirar sus fábricas de los países desarrollados y trasladarlas al otro lado del mundo, donde no hay legislaciones laborales que defiendan los derechos de los trabajadores y es posible -y muy rentable-, sacar el máximo rendimiento a sus obreros durante jornadas laborales kilométricas pagadas con calderilla. La idea, desde luego, es cojonuda, nunca se sacó tanto provecho de eso que ahora llaman el capital humano desde la abolición del esclavismo. Así, felizmente, el planeta se asemeja cada vez más a una gigantesca huerta que las minorías del norte explotan, sacando beneficios millonarios como tubérculos arrancados de las tierras del sur. Y luego aparece en tu televisor algún bocachancla, generalmente un directivo de alguna de estas empresas al que parece que la gomina le ha carcomido no ya el cerebro sino la vergüenza, aseverando compungido que es una pena (sic) que la pobre gente de esos países cobre tan poco por tanto trabajo, pero que así, continúa el bocachancla, al menos tienen algo en lo que trabajar y la oportunidad de mantener, aunque sea precariamente, a sus familias. Pero vamos a ver, hijodeputa, si os parece tan penoso que los salarios sean tan bajos, pues subidlos, o sino no exportéis esta miseria a otros países. Y eso por no hablar de la mano de obra que se queda aquí más que deslocalizada confusa, con una mano delante y otra detrás, y la única e insistente idea de llenar la autopista de neumáticos y quemarlos, una de las acciones más hermosas que puede un trabajador llevar a cabo con sus curtidas manos pero que, al parecer, no aporta tanto, en el plano nutricional, como la dieta mediterránea de toda la vida. Y luego por aquí, cómo no, abundan los cerebrocencerros que comulgan con estas ideas peregrinas de que al menos los pobrecitos pobres tienen algo en lo que ocuparse, no se sabe bien si porque no les da la lógica para más, porque la razón ha descolonizado mal sus cráneos, o porque no quieren tener remordimientos de conciencia cuando vuelven de compras de una franquicia de inditex con un nuevo modelito, así muy posmoderno, para lucir el fin de semana.

La diferencia fundamental entre los revolucionarios franceses de finales del siglo XVIII y nosotros, aparte de que no llevamos coulottes y de que la libertad no nos guía con una teta fuera y un rifle en la mano, es que no tenemos a nadie a quien cortarle la cabeza: donde antes había un rey de peluca empolvada y una nobleza de finos cuellos níveos y jugosos, ahora tenemos difusas juntas de accionistas y miles de diminutos inversores grises difuminados por todos los resquicios del mundo, de tal manera que si nos pusiésemos (o pusiéramos) a decapitar tendríamos que ocuparnos de una buena parte del censo y ya verías tú qué lío y qué guarrada. No ganaríamos para canastos de mimbre donde recoger las cabezas. La ventaja de la decapitación es, a todas luces, que durante los nanosegundos en que la conciencia permanece aún estando tu cabeza separada de tu cuerpo, se ven las cosas desde otro punto de vista. Por lo demás, lo único que parece cortarse hoy en día a guillotina por aquí son los precisos flequillos rectos de las dependientas más modernas del Zara. Así están las cosas.

sábado, junio 02, 2007

Bonito golpe de efecto
encontrar el resto de tus cosas
arremolinadas en una esquina.

Tantas veces te observé yaciendo
en la cama inmersa en sueños de alcohol
–tu cuerpo electrizado por la oníria,
la desazón de tu gesto dormido,
mi mano inútil tratando de llegar
a través del triste simulacro de tu piel-
y tantas veces se rompió el mundo
en pedacitos tras el portazo
que dabas al marcharte.

Tenías vocación de animal herido
y de indígena de la noche:
primero feroz pantera,
finalmente gata inválida,
siempre era lo mismo;
y el absurdo teatro que decidimos
un mal día interpretar
se pulverizó en el ambiente
espeso de aquel cuarto:
construimos, en cambio, un silencio
minuciosamente ensimismado.
Fue lo mejor que nunca hicimos.

Después de todo.

_________________
este poema saldrá publicado en una antología de jovenes poetas asturianos compilada por el afamado crítico J.L. García Martín durante el estío, junto con otros nueve mios, y que leeré con voz temblorosa el día 7 de julio en el Norte. El primer verso es una apropiación de mi buen amigo y mejor poeta Uh Uh Him, a cuyo fotolog podeis acceder pinchado ahí al lado. Hacedlo y deslumbraos con una mente preclara.

miércoles, mayo 30, 2007

Un beso nipón

Publicado en El Invisible Anillo nº 4


¿Saben?, a veces llama mamá y hablamos. Me cuenta como le va y le cuento como me va, por lo general nos va regular, la vida es descafeinada aunque nos empeñemos en lo contrario: hay que barrer el suelo y fregar los platos todos los días. Hablamos de las cicatrices del pecho y de las heridas que aún no se han cerrado. Cuando se acaba la conversación me dice te quiero y yo le digo que también, luego me manda un beso y yo le envío otro, imito con la boca el sonido que hace un beso y mi beso va montado en una onda electromagnética por los aires desde el centro de la península donde estoy yo a la costa del Norte donde ella lo espera.
Porque un beso es algo más que un gesto que hacemos con el cuerpo, algo más que cuatro labios que se tocan y retozan, algo más que dos labios que acarician una mejilla, o dos mejillas que se rozan a un lado y otro de una cabeza; más, sin duda, que dos labios que se posan sobre unos dedos y luego se levantan y soplan suavemente para enviar el beso a alguien que está lejos y lo espera y se despide agitando la mano o un pañuelo, más que dos lenguas lascivas que pelean o incluso que una boca en la entrepierna. Es algo más que eso, un sonido que revolotea: los labios son mariposas que expulsan a una mariposa hija, así que le envío a mi madre un beso al final de la llamada y éste alza el vuelo errático y sale de Delicias y de Madrid entero, y pasa sobre la sierra y cruza Segovia y Zamora y lo que haya después, hasta pasar la Cordillera Cantábrica, y entre la niebla que lo recibe sigue incansable hasta mi casa donde echada en la cama grande y con el teléfono al oído mi madre usa su oreja/mejilla como pista de aterrizaje para el bicho loco volador recién llegado, que vino de la capital, de mi casa, de mis labios, todo eso en menos de un segundo.

Y en ese justo instante truena en Tokio, ya saben, el batir de alas de una mariposa encima de la meseta castellana provoca una tormenta en la megápolis japonesa y allí están en un callejón Yeiko y Tetsuo y sus labios están a menos de un milímetro aun sin tocarse, las caras muy juntas, vestidos con el uniforme escolar, la chaqueta azul marino, la falda y el pantalón gris, después de tanta mirada furtiva en clase y en el comedor y de provocar tantos encuentros supuestamente accidentales: si pasas por el parque esta tarde y hace sol tal vez esté allí, a veces por las tardes me siento en un banco y leo un libro tomando el fresco –mentira, mentira-; Tetsuo acude al parque como quien no quiere la cosa y allí está Yeiko siempre hermosa, flequillo negro perfectamente cuadrado enmarcando su sonrisa franca y la falda un poquito más corta después de la escuela, se sientan a pasar la tarde y a hablar de cosas japonesas –ella no ha podido leer ni una sola página atenazada por los nervios-, algún día incluso se han rozado la mano, son jóvenes y todas estas cosas se sienten con fuerza y en el pecho, donde deben de sentirse, sus cuerpos tiemblan casi imperceptiblemente, y así decenas de tardes y decenas de noches de insomnio y de adolescentes cabecitas incapaces de conciliar el sueño sobre sábanas empapadas de sudor, hasta que llega el día de hoy: quién sabe por qué motivo o con qué estúpida excusa Yeiko y Tetsuo se han adentrado en ese callejón, tal vez siguiendo a gato pequeño que se les ha cruzado en el camino o queriendo ver algún árbol recién florecido –debe de ser primavera y los japoneses aprecian estas cosas-, así que por fin están escondidos del mundo y en el silencio solo roto por la brisa y las ramas frotándose, sus rostros casi en contacto, sus labios crepitando antes del primer beso mil veces imaginado en noches húmedas, y ya están muy cerca y los pechos casi explotando cuando de pronto truena fuerte, muy fuerte –millones de martillos cayendo a destiempo sobre un mismo yunque-, y todo se oscurece: Yeiko se asusta, abre los ojos, se encuentra los ojos recién abiertos de Tetsuo y comienza a llover como nunca y todo se llena del agua –el suelo, las mejillas, el pelo- y del sonido de un mar desparramándose sobre el asfalto, Yeiko siente el aliento caliente de Tetsuo en su rostro y se avergüenza y enrojece y dice adiós tímidamente bajando la cabeza, se da la vuelta, agarra bien la cartera contra el pecho y echa a correr a casa desesperadamente, buscando las esquinas, y allí se queda Tetsuo, taquicárdico y puteado –con el buen día que hacía minutos antes, joder-, su primer beso oriental chafado sin explicación aparente, simplemente –pero esto él no lo sabe- porque yo le mandé un beso aéreo a mi madre al final de la llamada antes de irme a dormir y la atmósfera es un sistema dinámico caótico extremadamente sensible a las condiciones iniciales, ya saben, esas teorías raras.

viernes, mayo 25, 2007

Apuntes para una experiencia Zen en la Gran Vía

Con el fin de dominar sus pasiones, durante una tarde de furiosa tormenta primaveral –el cielo negro roto por los rayos, la lluvia torrencial, el trueno apocalíptico-, camine por la Gran Vía madrileña en camiseta de manga corta. Hágalo erguido, aprovechando las aceras desiertas que le brinden el resto de transeúntes arrimados temerosos a las fachadas grises, escondidos como roedores en los portales, rezando en silencio. No se apresure, es importante vencer el miedo: camine con parsimonia, indiferente a los charcos que pueda pisar, ignorando el aire frío, la humedad, despreciando la furia de los elementos, altivo. No se alarme, notará las gotas de lluvia helada chocando contra su rostro, traspasándole el pecho, corriendo por su sien y por su nuca como balas perdidas de un dios iracundo. Ahí está usted, respirando hondo y sereno, ajeno a sus bajos instintos, poderoso, surcando la avenida como quien surca verdes colinas, praderas templadas a la orilla de un lago en primaveras distintas a ésta. No pierda la calma, no se acelere, sobretodo, camine. Alcance la pureza. Resplandezca.

martes, mayo 22, 2007

Cómo hacer daño gratuitamente en cuatro cómodos pasos

1. Localizar a una mujer fea en el andén del metro, fea pero muy fea, fea con avaricia, con granos, erupciones faciales, facciones simiescas, rasgos desproporcionados, mirada estúpida, hedor en el aliento si es posible. Es preferible que no sea descuidada en el aspecto, que vista con esmero, que quiera ser moderna, que se ponga maquillaje en demasía, que sea coqueta al fin al cabo. Que quiera ser guapa pero que sea fea cual cuerno, muy fea, feísima.

2. Acercarse, presentarse y decir estas palabras: “Eres hermosísima, eres la mujer más bella que he visto en mi vida. A tu lado el crepúsculo palidece y la primavera es un engaño. Tu belleza merece la muerte de mil hombres, el asedio de una ciudad griega durante meses, el delirio.”

3. Observar cómo se ilumina su rostro grotesco, cómo sonríe tímida y enrojece. Cómo surge la alegría y se desborda, cómo la atraganta y la hace tartamudear nerviosa alguna palabra de agradecimiento.

4. Reírse entonces con maldad y a carcajadas mucho rato, doblar el espinazo de la risa, señalarla con el dedo, llamarla pringada, reírse más, marcharse.

viernes, mayo 18, 2007

Bricks de vino barato
como ladrillos de una muralla
que construyo sobre mi frente.

Una borrasca en mi entrecejo,
un remolino.

Y llegan lentos
los pútridos dedos
de una tarde metálica
para apretar mi cuello.

Oh!

Volvió la noche y se hizo frío el frío.
Corrimos a buscar, de nuevo,
el narcótico calor de las tabernas.

Nos creímos todas las mentiras
que nos decían por la noche.

Y no queríamos aprender.
Y no aprendimos.


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he soñado
no sé
tu cuerpo lejano y el mío
tan presente
enredados en la cama
con un tercero
desconocido

me he levantado
he visto
no sé
en pie delante del espejo
del baño
esta mañana
en vez del cepillo de dientes
mi miembro erecto
rodeado por mi mano

martes, mayo 08, 2007

Caution

Peligro es una palabra que nunca pude entender, tantas veces vi mi cuerpo y mi mente asomados al abismo de la droga, mis pupilas revoloteando como mariposas y mis mandíbulas mordiendo cueros inexistentes, al borde del daño cerebral severo –aunque todo esto era mentira-, después de ¿cuántas? horas o días sin pegar ojo, mis miembros temblorosos y mi verbo siempre grácil y seductor, eso sí, mis palabras siempre por encima de las ojeras tatuadas y de la confusión reinante, en todo momento, las palabras no solo sobrevivían a aquel naufragio físico sino que se engrandecían, cada vez eran más hermosas y más llenas de significados no sospechados antes, eso era lo bueno, eso es lo bueno de la droga, preservaban el verso y la prosa y la promesa, preservaban sobretodo la broma y el susurro y los hacían mejores e infinitos, en contraste con el resto de mi cerebro empapado como una esponja en endorfinas e incapaz de gestionar el movimiento de mis párpados o mis piernas desquiciadas. Y si la vida no era esto, que le den por culo a la vida, la felicidad era real y tan tangible como tangible es el esparto, podía uno extender la mano sobre el cuerpo y palparla con la yema de los dedos; nunca fui tan feliz como con mis primeros comprimidos de éxtasis, cuando amaba a la humanidad entera y todo era hermoso y delicado, todo poético, el mundo era un pétalo que caía suavemente en la palma de la mano, y el cuerpo, lo que habitualmente nos ata a la cotidianeidad y a la muerte, casi desaparecía, era ágil, no pesaba, era fácilmente dominado -como un títere- por los hilos de la música y aquello era lo mejor que jamás me había pasado.

jueves, mayo 03, 2007

Weah!

¿Acaso no hay belleza en los flexibles cuerpos de la juventud cimbreados en el acto de lanzar algún objeto contundente a la poli? ¿Acaso no es hermosa la trayectoria parabólica de un adoquín, sujeto solamente a las leyes de la gravedad, en su camino hacia los escudos de la bofia? Las húmedas miradas, los rostros embozados, la ingenua creencia de que se puede defender un ideal cada noche, en cada esquina, parapetados detrás de un contenedor en llamas. El gran teatro del mundo representado en el barrio de los bares rockeros: el dolor, la ley, la embriaguez, la autoridad, la justicia y la injusticia, el héroe trágico y el vil mezquino, ¡oh!, es todo tan sublime que creo que me voy a tomar otra litrona.

Tiene que haber más disturbios, es necesario. Han de seguir de esta manera deleitando mis sentidos. No queda más remedio. Arte-como-crimen, crimen-como-arte.

viernes, abril 27, 2007

Premio Booket

En teoría gané, pues, según me explicaron muy amablemente los editores y miembros del jurado después del fallo –nunca un fallo fue tan fallo-, conseguir llegar a finalista después de una compleja selección de entre 508 originales presentados a concurso y publicar mi relato en un libro de 40.000 ejemplares de tirada que se distribuirá gratuitamente por los cortes ingleses de toda la piel de toro ya es un premio importante. Sí, claro, asentí poniendo la mejor sonrisa que pude inventar. El premio gordo, el millón de pesetas, la gloria y la fama de las entrevistas con la prensa, el champán, las prostitutas de lujo y la cocaína -¿era así, no?-, se lo llevó un tipo que me cayó bien, un murciano, ya ven, que al parecer escribió un cuento muy moderno que aún no he leído sobre pistolas, internet y cosas de esas. Nos dieron de comer, al menos, en el Círculo de Bellas Artes, en una sala con unas vistas espectaculares a la urbe, donde comprobé una vez más, sumido como ando últimamente en eventos culturales donde despilfarran la comida y la bebida, que los presupuestos de cultura en este país se dedican casi íntegramente a alimentar y emborrachar a los artistas muertos de hambre, cosa que, por otro lado, me parece estupendo. Solo falta que nos repartan la droga. Allí sentado, con tres copas delante y cientos de cubiertos diferentes, preparando ya en mi cabeza mi discurso de ganador, recibí la noticia de que conservaba mi estatus de mero finalista. Estuve por levantarme y gritar señalando con el dedo al secretario del jurado, trampa, esto está amañado. Pero qué dices capullo, si ni siquiera has podido leer el resto de los relatos, me diría él, haciendo un gesto a los hombres de seguridad. Ya, respondería yo orgulloso y desafiante, pero está amañado, lo sé. No me quedó otro remedio que comer, callar y tomármelo con filosofía, al fin y al cabo si no me hubiera puteado no sería un verdadero creador y todo eso. El almuerzo fue correcto pero no exuberante, lo más notable el rollo de carne relleno de ciruela. Creo que me sentó un poco mal.


Y a ustedes... A ustedes les deseo mejor.

Gracias

lunes, abril 23, 2007

Poética



Lo fundamental es el lenguaje, la palabras que habitamos como habitan las ramas las ardillas o moran las lombrices los tubos digestivos, lo importante es la sintaxis contundente y la audacia en el propósito, saber subordinar, conjugar, adjetivar, yuxtaponer, tomar las palabras con las manos desnudas y retorcerlas a tu antojo hasta el absurdo, deformarlas, tratarlas con desdén o con cariño, eso depende, doblarlas hasta la fractura, forzarlas, violarlas, sacarles jugo y brillo como a una lámpara maravillosa. Hay que follarse a los cerebros, hay que utilizar el lenguaje como polla, hay que correrse en los oídos de los otros, hacer pasar los susurrantes sonidos silábicos suavemente a través del cerumen que tapona las orejas; lo fundamental y lo primero es rascar el corazón como rasca la mano sabia las cuerdas de una guitarra y después de esto ya veremos lo que hacemos con la boca y con los sesos.

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En la imagen el Autor resplandeciente en estados alterados de conciencia ¡bang!

martes, abril 17, 2007

Al final, después de tanto tiempo,
tanta guerra y desconcierto,
vuelven a aflorar las cosas buenas,
quién lo iba a decir.

Aquella vez
-¿recuerdas?-
que montamos en la noria
y yo me mareaba,
tu sonrisa franca en primavera
delante de una fuente
donde siempre ibas
a mojar las manos,
las carreras entre flores
de colores
que acababan de estallar,
todo aquello:
la noche en que tu padre
nos pilló follando
en el trastero
y cómo nos reímos
de su cara
aunque después
te escociese
un poco
el culo.

No sé,
prefería más odiarte.