domingo, noviembre 27, 2011

Txe Peligro vs. Javier Marías



Y entonces, apareció Javier Marías. Estaba yo tomándome una birra y leyendo el periódico en una cervecería irlandesa de la calle Mayor, haciendo tiempo para no irme ya a casa, cuando le vi cruzar por delante del ventanal. Recién había anochecido y Javier Marías iba muy ufano, se diría que contento, muy recto, fumándose su buen piti, aunque caminando un poco a trompicones, con dificultad, como si fuese un mueble con patas, iluminado por la primera luz anaranjada de las farolas. Fue visto y no visto,  pronto se perdió en el puzzle humano que se forma en el Centro cuando es viernes tarde-noche y las Navidades se acercan. “Wow, chico”, me dije como si estuviera en una película estadounidense, “así que este es Javier Marías ¿eh? Formidable”. Lo cierto es que ya era hora de que nos cruzásemos, después de nueve meses en el barrio nunca me lo había encontrado ni en la Librería Méndez, ni en la Plaza de la Villa, ni en el Mercado de San Miguel, ni atascado en una de esas procesiones militares o religiosas que colapsan la vía pública y a las que Javier Marías profesa verdadero odio. Pero, de alguna forma, sentía su presencia poderosa, y pueda que, tal vez, él sintiera la mía, aunque sin identificarla.

Lo cierto es que viví otro avistamiento de Javier Marías hace exactamente 10 años, es curioso. Por entonces yo acababa de llegar a Madrid hacía un mes y pico y perdía el tiempo explorando la ciudad y fumando porros en el jardín del Reina Sofía, mirando con mucha atención, con los ojos enrojecidos, cómo la escultura móvil de Calder hacía esfuerzos por girar una vez más. (Cuando a Salvador Dalí le enseñaron las esculturas móviles de Calder dijo que lo primero que le había que exigir a una escultura es que se estuviese quieta, informo). De aquella vino a visitarme mi amigo Txavi y, una mañana gris, yendo al Prado a ver las Pinturas Negras de Goya, Txavi me dio un codazo y me señaló al tipo que caminaba delante. No era gordo, sino más bien grande y compacto, tenía una nuca arrugada y poderosa y una incipiente calvicie y se movía como un mueble.

-         – Creo que ese es Javier Marías, o Pedro Piqueras, no estoy seguro, me dijo.

Como yo acababa de llegar a Madrid todavía no me había acostumbrado a la tridimensionalidad de la gente que aparecía en la tele o en los periódicos, así que me puse muy contento de haber visto a Javier Marías o a Pedro Piqueras en el paseo el Prado (pues nunca conseguimos adelantarle y comprobar su identidad), y se lo conté a toda la gente que pude. De hecho, yo tenía 21 años y aún no había leído a Marías, así que me puse a ello, tras aquella primera aparición mariana.

A mi Javier Marías, qué quieren que les diga, me gusta. Sus novelas, no las he leído todas, me parece que están bien. Yo soy estilista en esto de la literatura, pero no de los que ponen la ropa a las modelos de la portada del Vogue, sino de los que casi casi se fijan más en el estilo o la “calidad de párrafo” como me la llama Guillermo Aguirre, que en los argumentos y las tramas. Luego cuando me leo una novela o veo una peli nunca me acuerdo bien de cómo iba la historia. Eso sí, disfruto con una escritura sorprendente, o fresca, o muy elaborada, o irreverente, o cuando Javier Marías detiene el tiempo (al parecer aprendió este recurso en el Tristam Shandy de Lawrence Sterne) y utiliza 100 páginas para contar como un tío se sirve un vaso de agua, o cuando se pone repetitivo, y se enrolla en plan Thomas Bernard o Miguel Noguera. Si no pasa nada en una novela, me da igual. Si pasan muchas cosas y están bien contadas, también lo acepto. De todas formas, ya casi no leo novelas, porque estoy en Facebook, que es mejor. Respecto a los artículos de Javier Marías en nuestro sacrosanto EPS, bueno, vale, a veces se me repite, y a veces me parece un viejo cascarrabias, o muy monjil, o muy resabidillo, con sus rollos anglófilos y su defensa académica de la lengua, con sus ataques a los poetas que recitan en telefonillos, pero, bah, es Javier Marías protestando de nuevo, y lo leemos. Total…

Como ven, la visión de Javier Marías cruzando la calle Mayor, muy ufano y fumándose su buen piti, me hizo un poco de magdalena de Proust y me dejó un poso espeso y aceitoso en el cerebro, ignoro si les ocurrirá los mismo a sus coleguis Arturo Pérez Reverte y Agustín Díaz Llanes, cuando salen en plan rat pack. Estoy seguro que Javier Marías también vio un destello, o sintió un pinchazo en el costado o un aura en el cráneo al cruzarse por delante de la cervecería, una señal que seguro que no supo a qué achacar. Lo que si me di cuenta tras la aparición o avistamiento, es que Javier Marías es lo que todo el mundo en el mundo de la literatura quisiera ser. El que siempre se cita como epítome del éxito, porque vendió un millón de ejemplares en Alemania y todo eso, pero además, porque es literatura seria y no subliteratura comercial como su amigo Pérez Reverte, o Carlos Ruiz Zafón. Vamos, que Marías triunfa y mola, y si no te mola, al menos lo respetas, porque, como dicen, “contenta a crítica y público”. A ver si dentro de 10 años vuelvo a verlo. A él o a Pedro Piqueras, que también tiene tela.


viernes, noviembre 25, 2011

El punk rock me robó la virginidad (+ OBK)

Los Descendents son uno de mis grupos favoritos de cuando me estaba saliendo la barba. Algunas noches que acompaño mis sesiones de YouTube con unas buenas Mahous Clásicas descubro a un montón de chicas guapas versioneando sus temas, webcam y guitarra acustica mediante. He aquí algunos ejemplos de punk rock comparado ¿comparado con qué?

Aquí están los Descendents haciéndose el Clean Sheets, uno de los temas más emocionales que tienen. Adviertan que Mylo Auckerman, doctor en Bioquímica, ya llevaba gafapastas de las gordas cuando usted, querido lector, pensaba que se llevaban las de carey.


Ahora una hermosa oriental se lo marca con la guitarra, y no lo hace mal.


El Good good things tambien me la ponía llorona cuando viajaba a Madrid solito en el Alsa.


Pero luego viene una caucásica y lo hace en plan Carla Bruni y te rompe el corazón.



El Hope ya era un pelín más punkarra. En este video nuestros chicos ya están talluditos.



Sin embargo, una joven latina, por aquello de la paridad racial, nos lo suaviza en su cuarto.



¿Eran los Descendents un grupo punki para nenas? No sé. No importa. El punk ha muerto, viva el punk y sus chavalas. Así que, ahora, para bajar los ánimos, una de OBK.


Enjoy!

jueves, noviembre 24, 2011

Le dije que


Le dije que me dejara en paz, le dije que,
le dije que me dejara, le dije, le
dije que todo olía, a lejía, le dije que,
le dije que escarabajo, murciélago, que crustáceo,
le dije que me dejara en paz, le dije, se lo
dije clavando clavos, oxidados, a ver si así,
a ver si, a ver si así me oía, decirle,
decirle que, que me dejara en paz, que me dejara.

domingo, noviembre 20, 2011

Una obra de arte con patas


Este tipo no es un artista. Este tipo es una puta obra de arte. O quiere serlo. Isaac del Valle Mogarra, natural de Madrid, marsellés de adopción desde hace unas semanas, posa en el Museo de Arte Contemporáneo de Marsella (MAC) donde nos cuenta su ambicioso proyecto.

"Le voy a proponer al Museo vivir aquí. Siempre que el museo esté abierto yo estaré paseando por las dependencias", explica. No le importa "trabajar" las horas que sea, le da igual que el MAC abra en agosto o en días festivos. Si el museo abre sus puertas, Del Valle Mogarra estará de cuerpo presente. Le vale  con 1.000 euros al mes (menos que el sueldo mínimo en la República Francesa). "O mil y pico", matiza. Eso sí, será un trabajo para toda la vida. "No me interesa la jubilación, estaré expuesto hasta el día de mi muerte".



Su pareja, que se llama Suspirito Alemán, al principio se mostró reticente. "Si haces eso te dejo", le dijo. Luego se dio cuenta de que, en resumidas cuentas, este trabajo no se diferencia mucho del de un oficinista a jornada completa. "Bien mirado, está guay, podré escribir un libro que se llame 'Yo me follé a una obra de arte".

Del Valle Mogarra, que aún no ha trasladado su propuesta a las autoridades del museo, no ve más que ventajas: "Podré incluso viajar, podrán cederme al MoMA o a la Tate Modern, veré mundo. Además, en las elitistas fiestas del artisteo diré con un vino tinto en la mano: '¿que tú eres artista?, pues yo soy una obra de arte".


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(Arriba, en una de las imágenes tomadas por Esther Minia, dos obras se superponen: en primer término, la obra de arte humana, Isaac del Valle Mogarra, al fondo Tela-Nicchia de Michelangelo Pistoletto. Más abajo, Del Valle Mogarra al lado de una ficha que bien podría decir: Isaac del Valle Mogarra, autor: Pedro y Amalia, fecha: 1981, materiales: carne, hueso, bilis e indeterminados litros de alcohol.)

viernes, noviembre 11, 2011

Mejor callar



“Qué rico el limón, ¿eh?” Hay gente que dice este tipo de cosas, que se admira de las cosas buenas de pronto, después de haber convivido con ellas durante muchos años, porque, precisamente, es la gente mayor de 50 años, según he observado, la que más pronuncia estas sentencias. “Qué rica la leche entera, ¿eh?”. “Qué rica la carne, ¿eh?”. Llevan varias décadas aliñando los mejillones hervidos con limón, o bebiendo vasos de leche antes de dormir o comiendo carne poco hecha. Sin embargo, un día cualquiera, repararan de nuevo en las bondades de los productos. No este limón, ni esta leche, ni esta carne. Si no el limón, la carne, la leche, así, en general. Es como tomar conciencia de nuevo de la vida en esencia una vez que ya están demasiado acostumbrados a ella, cuando los días pasan uno tras otro si apenas rascar, como cuando se bebe agua. “Qué rica el agua cuando se tiene sed, ¿eh?”, dice mucho mi madre con un vaso en la mano.

Una vez conocí a un poeta mayor que, caminando por la calle, siempre te señalaba las cosas buenas de las cosas que nos cruzábamos. Señalaba un árbol y lo nombraba por el nombre, porque los buenos poetas saben el nombre de todos los árboles y de todos los pájaros, aunque no de todos los estados del alma, si es que el alma existe. “Mira que árbol tan impresionante”, decía, yo ya no recuerdo que árbol era. Y se ponía nervioso esperando el postre y me hablaba de gente talentosa que le caía bien, como si no tuviese interés en la gente odiosa, como si eso fuera una pérdida de tiempo. Muy al contrario de lo que hacen la mayoría de los escritores y de la sociedad en la que fermentan, que siempre prefieren hablar mal y acertar mucho.

Luego hay gente que prefiere detenerse en los aspectos más sórdidos de la existencia, las corrientes de aire traicioneras o los descuidos del camarero, que revisa los tickets y las vueltas minuciosamente, que no quiere que se le cuelen en el cine, pero trata de colarse, que no se fía de su madre. Pero de esos limones, como diría el poeta, mejor no hablemos.

jueves, noviembre 10, 2011

Naturaleza vs. Cultura





El de arriba es el Cerditín con Bragas. Esa cosita linda es una de las pocas razones que me animan a levantarme cada mañana y vivir. Sus suaves mofletitos, su mirada de algodón, su caracter siempre alegre son un rayo de luz que ilumina y da sentido a esta experiencia áspera y fangosa que es la vida.

El de abajo es un cochinillo, vecino mío, que vive en el escaparate de un grasa bar de la calle Toledo. Muchos días le miro un rato al pasar, no se a qué espera ahí metido, como la momia de Lenin.

Esta es la diferencia entre Cultura y Naturaleza.

Obrar esta transformación: esto es a veces la función  del Arte.

Eso sí, eventualmente, el de abajo se puede comer.

jueves, noviembre 03, 2011

Abducciones generales


 
El 20 de Noviembre se va abrir el cielo y van a bajar ellos. Grandes naves espaciales con forma de tartera flotando misteriosamente sobre las grandes urbes, los pueblos, las pedanías de la España más negra, al ritmo del theremin cósmico. Nos abducirán tirándonos de los pelos y nos llevaran al planeta Zordon, donde todos seremos felices pero sobre todo: libres!

Libertad: de empresa! Libertad: para los mercados y los mercadonas! Libertad: de despido! Libertad: de horarios para las grandes superficies! y para los empresarios taurinos! ¡Qué bien sabe la libertad en la galaxia de Andrómeda!

El planeta Zordon está en el sistema solar xv56PPs, un lugar privilegiado donde la radiación de su estrella permite la vida tal y como la conocemos: temperaturas templadas que permiten la existencia de agua líquida, frondosa vegetación y todo recalificado para urbanizar la costa, porque en Zordon todo es costa y estaremos muy morenos, como los alcaldes de Benidorm, comiendo ladrillos repletos de vitamina. Pero sobre todo, en Zordon, nos espera el Gran Líder, que lleva túnica pero no ropa interior. ¡Grandes orgías en Zordon! ¡Circulación libre de capitales!

El Gran Líder es un señor de Pontevedra (porque en Zordon también hay Pontevedra igual que en Argentina también hay Córdoba), al que le gusta fumar puros después de comer bien, tomarse una copa, abrirse el cinturón y contar chistes picantones. ¡Un señorón de provincias! Nuestro Gran Líder –su verbo líquido, su labios húmedos, su barba que pincha cuando le besas- nos dará empleo a todos, de mano de los aguerridos emprendedores: trabajo barato! trabajo gratis! Podremos trabajar todo cuanto queramos por muy poco dinero ¡o por nada! ¡Qué bien se está en el paro, sin subsidio, mano sobre mano!

Porque en el planeta Zordon nos reuniremos con nuestra verdadera naturaleza: la selva. Retournons a la nature, que dijo Rousseau, aquel jipi. Allá vamos, en Zordon. Cada uno tendrá lo que se merezca. No pagaremos por el médico de otros, ni por la educación de los niños de padres sin iniciativa, ni riqueza (ni herencia): queremos a los niños listos de los emprendedores. Ellos se lo han ganado, no los otros, indigentes o extranjeros. No más regalos a los vagos: Zordon es para los que valen.

Estoy deseando llegar a Zordon, la neolibertad que nos interesa, y que Moody’s me rebaje a piltrafilla.