sábado, febrero 28, 2009

Otros Demonios




Veamos: ¿se puede hacer algo sin saber lo que se está haciendo? Toma, pues claro. Yo, mismamente, no se muy bien qué es la poesía –ya estamos otra vez en las mismas ¿eh?-. Hace unos años, cuando no solía leer las cantidades ingentes de poemas que me trago ahora, tenía las ideas más claras. Relacionaba la poesía con la escritura en verso, con las melenas, con follar y con algunos nombres que si que conocía, ya saben, Gil de Biedma, Ángel Gónzalez, Lorca y así. Luego, cuando te sumerges en algo se hace cada vez más vasto e inabarcable, de la misma manera que el concepto del océano se tiene muy claro desde el interior, pero cuando te arrastra la resaca mar adentro y no tienes donde asirte te sientes perdido y abrumado –por decir algo. Así que lo de la poesía cada vez se me hace más raro y ya no se donde poner la línea que separe la poesía y el mundo.

¿A qué viene esto? se preguntarán. Bueno, hace unos meses gané el Premio Asturias Joven de poesía con mi poemario Otros Demonios y todavía, misteriosamente, no lo había publicitado. Tal vez subsconscientemente echaba paladas y paladas de modestia sobre mi recién nacida y temblorosa vanidad de poeta galardonado. El caso es que además del premio en cash, se publicó el libro en muy bonita edición de KRK.

Y un libro de poesía ¿para qué sirve? Lo cierto es que lo ignoro, también ignoro cómo se utiliza. ¿Se lee de adelante hacia atrás o de atrás hacia delante? ¿Se abre al azar y se lee el poema que toque? ¿Se le entero o por partes? ¿Se lee, en definitiva? ¿Cuánto tarda en hacer efecto? ¿Y qué tal dejarlo en el váter? Como ven todo son misterios, pero aún así se puede escribir un libro sin conocer estas respuestas, igual que estamos vivos sin saber qué coño es la propia vida, la realidad y el cosmos.

Pero no nos vayamos de la olla, que ahora viene lo más prosaico: ustedes pueden pedir mi libro y utilizarlo como bien decidan en: La casa del libro de toda España, en las librerías Fuentetaja, Visor y Paradox de Madrid y en las más importantes librerías asturianas. También pueden encargarlo en la web de la editorial y lo recibirán al dia siguiente cómodamente en su domicilio, pinchando aquí.

Otros demonios, Sergio C. Fanjul, Ediciones KRK 2008.

Sean felices.

martes, febrero 24, 2009

Unos señores opinan

Claro, hay que ir a los bares, a las tabernas, a las tascas, sobre todo si uno quiere inspirarse y coger el pulso a tus congéneres o a eso que siempre llamamos realidad o la calle. Hay que ir a un bareto cualquier tarde y pedir una cerveza y abrir un periódico o un libro que finges leer mientras estás atento a lo que allí se dice y se escucha. Esta misma tarde, mientras disfrutaba de una caña doble mal echada con olivas verdes, tuve la oportunidad de asistir como invitado incógnito a una de esas charlas entre señores muy curtidos de solysombra, de manos gruesas por el trabajo duro y con el rostro surcado por profundas arrugas negras. Esos borrachos que aún no lo están pero que, sin duda, acabarán estándolo en un rato. “Un español, si es verdaderamente español, es español nazca donde nazca”, dijo uno con barba. Los otros dos se opusieron –no podía ser de otra manera- con gritos incomprensibles, que es como suelen desarrollarse estos debates tabernarios. Respecto a la sentencia del barbudo, llámenla circunloquio, tautología o, simplemente, monstruo lógico con tres cabezas que no quiere decir nada. No entraré en el análisis de la proposición absurda y aberrante –que dejo a los lectores-, pero si diré que así son los nacionalismos: absurdos y aberrantes, girando obsesivamente siempre alrededor de conceptos tan evanescentes y etéreos como patria o nación. “Tienes que abrir tu mente”, dijo otro en un sorprendente arrebato de lucidez. Sí, habría que abrirlas con cascanueces y sacar con pinzas esos chirimbolos del pensamiento. Por lo demás, para patria, esos bares, esas barras, sobre todo, estas letras.

Luego hablaron del recientemente dimitido Sr. Bermejo, ministro de Justicia. A mí este caso me hace gracia porque se originó, aparte de la sonada huelga, en la afición del ministro a la caza. Por una vez en este país se oyeron comentarios muy feos –si exceptuamos a la muy vegetariana Doña Sofía-, incluso en su propio partido, con respecto a ese deporte rancio. Aunque el asunto de la montería fuese irrelevante, se vio por la opinión pública como algo antediluviana y aristocrático, cosa que debió alegrar a los defensores de los animales. Yo lo fui, y mucho, en mi época de fuerte militancia, aunque ahora ya no, y me alegro –no digo ya por la dimisión, sino por ese matiz anticinegético- como quien se alegra cuando toca el gordo de Navidad en el pueblo donde uno nació y en el que ya no vive. Salud.

lunes, febrero 16, 2009

Usted es un ciborg

Como el mundo real, el mundo cibernético (que cada vez muerde un trozo más grande del real, si es que éste último definitivamente existe) está lleno de cadáveres. Pasa a menudo: acaba uno dando con un blog que desconocía, después de seguir uno de esos inextricables y misteriosos hilos de links que se encadenan aleatoriamente como los pensamientos de un fumado; y, después de leer algunos posts con agrado (o no), descubre sorprendido que el último fue colgado hace seis meses o un año o dos. El blog está abandonado. Entonces repara uno en un silencio en el que no había reparado antes, en el frío que llena ese blog y que ahora muerde el cuello, y se imagina esos rastrojos esféricos que ruedan en los desiertos pueblos del far west y todo es desolación. El blog sigue ahí, impertérrito, pero ¿qué ha sido de su autor?

La mayoría de blogs que se inauguran acaban abandonados al poco tiempo. La mayoría de los blogueros inician sus aventuras posteadoras para relatar un viaje a un país exótico, o para desahogarse bajo el anonimato precario que otorga un pseudónimo del mal ambiente laboral de su oficina, o sobre todo, para gritar al mundo las penas que le produce la reciente ruptura con su pareja. Estos últimos se cuentan por miles. Lo cierto es que los blogs están minusvalorados, con eso de que cualquiera tiene acceso a escribir uno y teniendo en cuenta –y en esto hay que darle la razón a los críticos- la mierda intranscendente que circula por ahí – blogs con fotos de paellas y gatitos, familias numerosas, vírgenes suicidad y góticas- muchos desconfían de este medio tan moderno y actual, tan contemporáneo, de comunicarse. Pero también es cierto que hay que echarle huevos para mantener uno, tener ideas y poco pudor, ser constante y disciplinado (bueno, esto último no mucho). Así que, como digo, son muchos los que se embarcan pero pocos los que sobreviven. La red acaba pareciendo un cementerio de ballenas.

Ahora imagínense que el bloguero ha muerto, y ahí ha quedado su legado. Es posible que los navegantes poco avisados no sepan nada del autor y mucho menos que está tieso. El blog sigue ahí, se puede seguir leyendo en él la vida o la escritura del finado, y también sigue ahí su facebook, su mail, su suscripción a la página porno. Por fin el ser humano, ya casi un ciborg, ha conseguido la trascendencia, la vida eterna, por lo siglos de los siglos, hasta que la red desaparezca. Oí hace tiempo a unos agoreros anunciando el fin de internet por culpa de no se qué colapso de no se qué servidores. Y lo peor, también leí hace tiempo de una empresa que, empeñada en acabar con esta nueva ciberinmortalidad, ofrecía sus servicios para, en caso de muerte del sujeto, clausurar su blog, su correo, su tuenti, su entrada en la wikipedia y, en fin, todo rastro digital de su paso por este mundo –me refiero al mundo real y también al virtual. Cuídense de ellos.

martes, febrero 10, 2009

¿Qué hacer con un sobaco?

Yo nací con una flor en el culo y un pan bajo el brazo. Ahora que me he ido comiendo el pan, relleno el hueco que ha dejado bajo mi axila con un periódico, por aquello de no extrañar el pan como quien extraña un miembro fantasma, como echa de menos la pierna el cojo y la mano el manco. Así que cuando, al caminar por un andén de metro de la línea cinco, o al cruzar un paso de cebra en la Gran Vía, entre amodorrado y resuelto, me encuentro con un conocido, muchas veces, después de saludarle, juntar mis mejillas con las suyas, sonreír un rato, me dice, señalando con un gesto craneal al periódico que tímidamente asoma debajo de mi brazo: intelectual ¿eh?

Bien, que en un país se considere a alguien que lee la prensa diaria –y ya no digo la revista Claves o el Cahiers du Cinema- como un intelectual dice bien poco del nivel cultural de su población. La lectura de la prensa debería de ser, cómo decirlo, una obligación moral, por aquello de tener ciudadanos informados, votos de calidad y gobiernos decentes. Una opinión pública como Dios manda y todos esos rollos. Antes, al menos, muchos compraban el periódico por puro pudor, por pasear las mañanas soleadas de domingo, entre caña y caña, con él diario bajo el brazo, tal y como hago yo, para que le llamaran intelectual. Ahora que parece que la prensa de papel será subsidiaria de las ediciones digitales todos pueden excusarse con aquello de: yo lo leo en internet. Y, claro, para comprobar eso habría que introducirse en sus sistemas operativos, revisar sus historiales e incurrir, si no ya en una falta legal, al menos en un asunto muy feo.

Éste es el más banal de los cambios que trae la nueva prensa digital. El más importante, a mi juicio, es que los periódicos perderán su principal utilidad, que ya señaló el ahora tan recordado Julio Cortázar: la de, después de sucesivas y fantabulosas transformaciones en los bancos de los parques, acabar sirviendo de envoltorio para las acelgas. O para los ciudadanos sin techo en las noches da más frío. O para la yerba de los imitadores de Bob Marley. Pero no nos pongamos analógicos ni nostálgicos, que aún somos jóvenes –aunque cada vez menos. Una cosa está clara: el futuro será cibernético o no será. Amén.

martes, febrero 03, 2009

Que venga aquí el tipo que me dicta los poemas,
quién es, qué cara tiene, dónde se esconde
cuando su voz me llega de improviso y me remueve
los pliegues del cerebro y una válvula
de ese extraño músculo que hemos dado en llamar

corazón -entre otras cosas. Por qué
está ausente hoy, por qué no llama
ni se conecta al messenger, quién
-dime quién- guiará ahora las yemas de mis dedos,
los versos que se incrustan

en mis huellas dactilares como roña. Agarro la litrona
de Mahou clásica, la froto con un paño
por ver si sale él, como el genio de la lámpara,
a salvarme del silencio. Pero la botella está vacía
y maldigo y me revelo y reto a las siete musas

y me pregunto, ahora, quién me está dictando esto.