martes, octubre 30, 2012

Consideraciones sobre la lluvia realmente existente




En el sitio en el que yo vivo llueve poco, pero cuando llueve, llueve de forma autorreferencial. La lluvia se llueve a sí misma. El cielo se llueve a sí mismo. Parece que el cielo se va a disolver y a dejarnos a la intemperie cósmica.

He pasado toda la tarde mirando la lluvia en la ventana. Obviaré los comentarios sobre las gotas de lluvia smashed contra el cristal. He pasado toda la tarde mirando la lluvia en la ventana y he pensado que, como aquí, donde yo vivo, no llueve mucho, ahora que llueve debe de haber varias decenas de carreteras abriéndose en horrendas grietas que bajan hasta el Infierno y varias decenas de muros derrumbándose sobre varias decenas de ancianas distraídas. Pero la congoja ha sido mínima. He pasado toda la tarde mirando la lluvia en la ventana, hasta que el monstruo con el que vivo ha salido aparatosamente de debajo de la cama, donde suele pasar el rato, y me ha venido a dar una colleja. Yo pensaba que el sitio en el que vivo era tan pequeño que no cabrían monstruos, pero se conoce que con la crisis los monstruos ya se adaptan a cualquier cosa, como todos.

El monstruo ha salido aparatosamente de debajo de la cama, como digo, ha venido, me ha dado una colleja y me ha dicho:
  
          -  - Haz algo provechoso de una vez, hombre, no te vayas a pasar ahí toda la tarde, mirando la lluvia en la ventana.

Ahora yo me he venido al ordenador a escribir esto, y el monstruo se ha quedado ahí, de espaldas a mí, con sus pelos raros y sus cornamentas, mirando la lluvia en la ventana, seguramente pensando algunos obvios comentarios sobre las gotas de lluvia smashed contra el cristal.

Dicen que nunca llovió que no escampará, pero quién sabe, siempre puede ser la vez primera, musita el monstruo.

miércoles, octubre 17, 2012

El peor de los secretos



 Jorge se arrepentía hasta el infierno, se sentía una puta mierda cruel por ocultar aquello tan terrible a Matilde, pero lo mejor era no contárselo a nadie, ya se sabe que lo que nadie sabe no transciende, que casi no existe. Pero tal era su remordimiento cada tarde al verla entrar tan contenta por la puerta, que no pudo más que confesar, escupirlo todo, poner las cartas sobre la mesa, aunque no fuera ante Matilde. Se lo contó a Diego un día que salieron solos de copas: Diego le dijo que ya le valía, que le parecía fatal, que tendría que decírselo a Matilde, pero que, bueno, al fin y al cabo era su mejor amigo, y los amigos tienen que estar a las duras y a las maduras. Y que confiara en él: era una tumba. Por supuesto, al llegar a casa medio borracho, y como no se pueden guardar secretos con quien se comparte almohada, se lo soltó a Ximena, que, aunque estaba medio sopa, en seguida se despejó ante tan suculenta información. Pero no se lo digas a nadie, que Jorge me mata. Vale, vale. A la mañana siguiente Ximena telefoneó a Maru para contarle lo de Jorge, y Maru, en la mani contra los recortes en educación se lo dijo a Joan. Joan aceptó en no difundir esas noticias tan suculentas, qué mundo, vive Dios, vaya con el Jorge, pero como Joan era camello de esas drogas nuevas y raras (se le podía telefonear y venía a tú casa), una tarde que estaba consumiendo con un cliente desconocido (porque Joan hacía mal y tomaba de su propia mierda), se lo contó, todo ciego, al cliente. Hostia, dijo, pues yo conozco a ese Jorge. Menuda historia, dijo, y es que Jorge era muy conocido en el barrio y eso tenía sus peligros a la hora de contener un secreto de tal índole. El cliente este resultó ser compañero de trabajo de Olguita, mi compañera de piso, que esa tarde vino azorada contándome “lo de Jorge”, porque lo de Jorge ya se había convertido en “lo de Jorge”. Yo, la verdad, lo flipé, aluciné bellotas, y prometí por mi vida, y que me muera ahora mismo, no contárselo a nadie jamás, porque si Matilde se enteraba de “lo de Jorge”, se iba liar una buena, no, lo siguiente: una buenérrima. Lo siguiente que yo hice, ese viernes, fue establecer contacto sexual con una incauta que respondía al absurdo nombre de Piti, algo pija, a la que no había visto en mi vida. Me parecía tan buena y salvaje, tan dura y desoladora la historia de Jorge que se lo conté a la tal Piti con el afán de impresionarla y llevármela a la cama, cosa que, como digo, finalmente conseguí (Desde aquí, gracias, Jorge) Piti no me dijo nada, pero conocía a Jorge, como todo el mundo, y a Matilde, porque iban al mismo gimnasio. Qué casualidad. Un día, por aquello de hacer el mal, y aunque no hablaban mucho, la pérfida Piti se colocó estratégicamente en la bicicleta estática al lado de Matilde y, tras una animada charla intrascendente, soltó la bomba. Soltó “lo de Jorge”. Matilde se quedó blanca y sintió que una presa de hormigón se quebraba dentro de ella. Tuvo que irse al vestuario, esconderse a llorar, volver a casa buscando las esquinas. Aquella noche, cuando Jorge llegó de ver el fútbol con Diego en el bar de abajo, se encontró a Matilde sentada en el sofá muy recta, con un kleenex arrugado en la mano y los ojos enrojecidos. Creo que hace tiempo que tienes que decirme algo, le dijo Matilde, hace tiempo que me estás engañando. Vamos, dímelo, quiero oírlo de tu boca. Jorge se sentó algo azorado, rascándose la nuca y dijo

-          - De acuerdo. Vengo del planeta Zordon, situado a tres kilopársec tirando a la derecha según vas a Alpha Centauri. Tengo tres corazones y dos páncreas. Soy un extraterrestre. Pero soy tu extraterrestre.

martes, octubre 16, 2012

El salto del puto loco



 
36 kilómetros así, en tierra firme horizontal no son muchos, es  la típica distancia que dices: venga va, cogemos el coche y en 40 minutos estamos ahí, comiendo una parrillada en cualquier asador o visitando el centro comercial ese que acaban de abrir y que dicen que está de la hostia. Pero 36 kilómetros en vertical no son moco de pavo. No nos damos cuenta de lo horizontal que es mundo en el que vivimos.

Yo, que tengo vastos conocimientos universitarios de Astronomía & Geodesia no sospechaba que a la altura a la que iba a subir el globo del Red Bull Stratos se iba a poder ver la curvatura de la Tierra y el profundo negro del espacio interplanetario. Al fin y al cabo, si el radio de la Tierra es del 6730 km, la altura a la que subió el globo, que al final fue de unos 39, es casi despreciable. Pero así es la educación superior, uno se pasa unos cuantos años con el culo pegado a una silla de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid resolviendo ecuaciones de trigonometría esférica y calculando eclipses con precisión centesimal para dentro de diez siglos; y a nadie se le ocurre, en todo ese tiempo, montarle en un globo, llevarle a la estratosfera y decirle: mira, esto es el Universo.

Al que si subieron fue a Felix Baumgartner, 43 años, el paracaidista austriaco especializado en realizar los saltos más cortos y los más largos, siempre los más arriesgados. Al parecer este señor que ha cruzado el canal de La Mancha y que se ha arrojado sin miramientos de rascacielos, fue entrenado por el ejército austriaco para realizar aterrizajes en zonas muy pequeñas. Es decir, que se tiraba de un avión a 10.000 pies y podía aterrizar sobre un peón de ajedrez y mantener el equilibrio sobre él, o sobre un peón de la construcción, e ídem, aunque estos están más acostumbrados a que les salten encima y, además, ya son difíciles de encontrar en campo abierto.

Total, que yo, como muchos, veíamos este salto publicitario (porque lo que os han contado del interés científico de la misión es pura patraña; ni siquiera lanzar a Yuri Gagarin tuvo más interés científico que tratar de ganar la carrera espacial) como una comedieta, un espectáculo tonto más propio de la MTV rampante que, encima, no paraban de retrasar de forma vergonzosa debido a las condiciones meteorológicas. Una jaimitada, como dicen ahora con esta curiosa palabreja que está de revival.

Sin embargo, me puse a verlo vía web (los comentarios en Teledeporte eran vergonzosos, el tipo de la web, en inglés, contaba al menos los entresijos técnicos del vuelo), sobre todo por si ocurría algún accidente, y Félix moría de forma horrible y luego censuraban las morbosas imágenes y me quedaba sin ver la tragedia del año. Pero me quedé obnubilado, mirando a aquel tipo en aquella misión absurda, subiendo en un globo que parecía un condón usado (era así para que no se rompiera cuando la presión atmosférica disminuyese y el helio se inflase). Supongo que todos los que no estábamos sobre la faz de la Tierra (nunca mejor dicho), cuando Neil Armstrong dio el pequeño salto para un hombre, envidiamos en cierta manera el asombro que debió sentir toda la Humanidad en plan Fuenteovejuna aquel día de 1969. Ese vértigo de cruzar fronteras definitivas. De pronto me pareció estar viendo una gesta como la de Armstrong, como la de Ernst Shackleton en pos de la Antártida, como las de Scott  y Amundsen en el Polo Norte, o como la de Charles Lindberg cruzando el Atlántico en a bordo del Spirit of Sant Louis. Como las de Miguel de la Quadra Salcedo en Ruta Quetzal. Solo eché de menos la locución de Jesús Hermida.

El salto de Baumgartner, desde luego, no tiene nada que ver con la hazaña lunar (algunos siguen diciendo que aquello fue hoax), pero como vivimos en tiempos mediocres en lo que el enaltecimiento del espíritu humano y a la aventura (que no sea financiera) se refiere, pues supongo que a los de mi generación, sea eso lo que sea, nos sirve. Vimos en directo la curvatura de la Tierra, vimos al tipo encaramarse a la cápsula y decir unas frases no tan históricas como las de Armstrong. Y luego le vimos tirarse y se nos encogió el estómago y el corazón.  Y lo comentamos todo en Facebook y Twitter. Y el resto es historia.

Hay quien dice que es inmoral que Redbull se gaste tropecientos millones en un salto así. A mí, si fuera dinero público destinado a causas mejores, quizás también me lo parecería. Si RedBull fuera a donárselo a las monjitas del Monasterio de Yecla (¿hay monasterio en Yecla?), cosa que dudo, condenaría este salto. Pero seguramente se lo iban a embolsar en bonus millonarios los excelentísimos miembros del consejo de administración de la empresa, o lo iban a invertir en promoción, en esos coches marcianos con un RedBull gigante encima y unas chavalas ligeras de ropa plateada repartiendo dosis gratuitas alrededor. Pero miren, es hora de que haya inversión privada en las grandes gestas ¿científicas? de la humanidad. Como decía Juan Soto Ivars, el último salto lo pagó el ejército, que es una institución que tampoco nos merece mucha confianza.

Con este salto vemos lo frágiles que somos y lo solos que estamos. Debajo de los pies de Baumgartner ya estaba la mayor parte de la capa de ozono, y se sometía a una radiación ultravioleta mortal. La temperatura era de veinte grados bajo cero y la presión de una centésima de atmósfera. Sin su traje Félix se hubiera achicharrado, congelado y explotado, ignoro en qué orden. Nos vamos a Aranjuez, pero para arriba, y llegamos a la indiferente crueldad del Universo. Y seguimos jodiendo la Tierra, que al final, resulta que no era plana.

lunes, octubre 15, 2012

Dragones en el techo




Las humedades del techo parecen dragones con las fauces abiertas (es una cuestión de percepción, ilusiones creadas por un cerebro lento y caro que rellena aquello que no abarca), el falso cielo, el techo verde, una vida entera que pasaría tremolando junto a ti, aterrorizado por dragones (animales mitológicos fabricados con una mezcla de miedo y de sueños que, sin embargo, y en diferentes manifestaciones, se dan por buena parte de la geografía) japoneses, gaélicos, indios pero todos acechándonos terribles mientras tiemblas bajo el edredón, pero ¿quién eres? ¿por qué vives aquí?, ¿en qué momento me enamoré de ti? ¿cuándo te raptaron los dragones? (dicen que vienen de la luna, y que se ocultan en las cuevas donde guardan preciados tesoros y doncellas, sin embargo yo creo que estamos en Carabanchel o Malasaña), abramos la ventana y que la luz imponga su justicia, que responda toda duda, que extinga a los dragones, ¿cuánto cobras? ¿sabes una cosa? En el techo: tienes humedades.

martes, octubre 09, 2012

La tumba de los gorriones




Los gorriones se metían en la estatua ecuestre por la boca del caballo y luego, en la oscuridad, nunca lograban encontrar de nuevo la salida. Como Jonás en la ballena, pero alados.

Revoloteaban hasta morir en su real panza metálica. Y nadie lo sabía.

Cuando una explosión republicana, durante una guerra, abrió el vientre de la estatua como un libro, aparecieron cientos de pequeños huesos de gorrión.

El caballo lloró lágrimas de óxido. El rey, montado encima, hacía tiempo que había perdido ya su reino. Los gorriones no tenían nada que decir, estaban muertos.

Contra el poder legítimamente establecido, que hablen los huesos.



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Inspirado en una historia sobre la estatua ecuestre de Felipe IV sita en la Plaza de Mayor de Madrid, al lado de la choza del autor.

domingo, octubre 07, 2012

Cárceles de tierra


Las prostitutas rumanas que se exhiben en la calle Montera de Madrid son iguales, o muy parecidas, a sus homólogas españolas: alquilan (no venden, como suele decirse) su cuerpo por un rato, de igual manera que lo alquilamos todos los que trabajamos por cuenta ajena, y visten faldas muy cortas y maquillajes excesivos, igual que las putas españolas. Mircea Cartarescu es un escritor rumano del que dicen que, a pesar de su juventud, es candidato a ganar el Premio Nobel. Cartarescu es un escritor rumano que es igual, o muy parecido, a los escritores españoles o estadounidenses o franceses. Usa americana, escribe libros, asevera cosas profundas (aunque no muy comprobables) en sus entrevistas. Las prostitutas son iguales, o muy parecidas, en todos los países del mundo, como los escritores. Los pocos ricos que vi en Senegal, o en Nepal, o en Filipinas, son iguales, o muy parecidos, a los ricos españoles (que muchas veces están allí yéndose de putas); los muchos pobres son iguales a los que aquí malviven en los barrios más desfavorecidos o en el mismo portal de tu casa. Los antidisturbios reparten estopa en defensa del status quo igual aquí que en Chile o Indonesia. El lujo es igual en todo el planeta (aquella enorme suite en Manila, aquel restaurante de lujo en Dakar), lo mismo que la suciedad y el hambre (la periferia de la Cañada Real, los barrios de Katmandú). El nacionalismo, pues, es una fantasía perversa.

Todo esto que digo no es nuevo, porque no existe nada nuevo, pero también porque tradicionalmente la izquierda ha sido internacionalista: lo que diferencia a las personas no es eso que se denominó “nación” (y que muchas veces se confunde con “idioma”), sino la clase social, aunque se diga que tal cosa no existe. Es decir, usted no es francés, rumano o español, español, español, sino pobre o rico, mileurista o nimileurista, o, por ser fino, humilde o pudiente. Por eso se tenían que unir los hermanos proletarios por toda la faz del planeta, y por eso la Internacional comunista (la organización y el himno) se llamaba internacional, y por eso aquello de arriba parias de la Tierra, en pie famélica legión. Por eso no hay nada más absurdo que la contradictio in terminis del nacionalismo de izquierdas: la nación es una entelequia para manipular a los trabajadores y empujarlos a morir en las guerras o a fliparlo en las urnas. Ni siquiera los ricos son nacionales, ya que su capital interviene en grandes emporios internacionales. Se privatiza internacionalmente el beneficio, y las pérdidas, eso sí, se socializan en cada país, como estamos viendo.

Pero nacionalistas haylos, como las meigas, y vaya si los hay.  Aunque la idea tan ilustrada del Estado-Nación, esa que decía que cada nación tenía que tener su propio Estado, está más que muerta en vista de la libre circulación de capitales, los mercados de deuda pública, las uniones europeas y demás, la quimera de la tribu sigue tirando centrípetamente , es decir, hacia dentro de la nada. España: unidad de destino en lo universal. Euskadi: askatu. Catalonia: is not Spain. Caña, caña, caña, Asturies: nun ye España. Bueno, estamos arreglados. Hablemos esperanto: la lengua del amor.

Lo cierto es que estoy a favor de que cada grupúsculo de personas que ocupan una región geográfica tenga su dosis, y alta, de autogobierno. Me parece muy hermoso eso del federalismo pero, como soy de ciencias, me gusta una cierta simetría. Si las comunidades humanas obtienen ciertos derechos políticos que sea por ser humanas y por practicidad y democracia. Lo que no es de recibo es que se reciban derechos por cuenta de la cultura, la nación o la historia, porque eso supondría que un señor nacido en Palencia tendría menos derechos que uno nacido en una comunidad histórica, simplemente porque existió la Corona de Aragón, porque existe el idioma gallego, o porque en Cataluña se comen calçots y se embolan toros con fuego, cosas que, por muy viejo que sea uno, no dependen del individuo y vienen dadas, por mero azar, por el lugar en el que uno no nace, sino que le nacen. El reparto de derechos entre los seres humanos en función de su idioma, lugar de nacimiento o eso que llaman cultura (la mayor parte de las veces tradiciones rancias, rurales, y muchas veces crueles) no se sostiene. Las putas rumanas, como los escritores, los barrenderos y los sommeliers, son iguales en todo el mundo. Viva la Internacional.