Tengo vértigo me dijo cuando subimos a la última planta del centro de
salud mental o sea del manicomio la acerqué al borde y ella se encendió
un cigarro muy nerviosa le temblaba la mano casi no podía acertar con la
llama en el extremo del tabaco hace tiempo que no nos vemos ¿sabes? yo
antes te quería pero eso era antes hace mucho tiempo me dijo ahora no es
que tenga miedo a las alturas no es eso cojones es que el vacío me
llama dijo es que cada vez que veo todo ese espacio me dan ganas de
tirarme estoy muy mal ¿sabes? me dijo estoy muy loca cada vez que subo
aquí fantaseo con estamparme contra el puto asfalto y fantaseo con cuál
será la imagen de mi bonito cuerpo abierto y roto mis vísceras rojas
esparcidas contra el suelo como una puta muñeca rota ¿sabes? me dijo y
yo pensé que en verdad era bonito su cuerpo y que en verdad era una
muñeca y yo también fumaba y el humo no temía de mezclarse con el aire
frío del crepúsculo haciendo remolinos ella se tapaba la cara con las
manos estoy fatal dijo estoy muy mal y empezaba a incomodarme y abajo
estaba el aparcamiento los coches de colores ford fiesta negro peugeot
205 blanco y sucio un audi metalizado ¿sabes? dijo mi padre hacía cosas
malas tú también me hiciste daño pero menos o el mismo pero diferente
¿sabes? yo siempre leo todos esos libros de Freud dijo cuando me dejan
porque a veces no me dejan hacer nada de lo que quiero aquí es todo muy
blanco dijo y ¿sabes? y ella seguía diciendo y yo empezaba a marearme y
se ponía el sol tiñendo el cielo de morado y naranja infierno y ella no
paraba de cogerme del brazo con fuerza casi me hacía daño me clavaba los
dedos las uñas era una puta loca pensé ¿sabes? yo ya no sabía quién
decía cada cosa si era ella o era yo y veía la punta de mi zapatilla en
el borde del precipicio siete plantas de psiquiátrico un edificio nuevo
de metal y hormigón pagado por la Comunidad me sentía tan libre y tan
liviano el aire fresco mordiendo mi cuello solo faltaba un paso pensé
¿sabes? estaría bien tirarse destruirse contra el suelo ver lo que luego
dirían los demás saber qué sacarían los periódicos de pronto parecía
tan atractivo el mundo tiraba de mi y la eternidad sólo estaba un paso
más allá de las puntas de mis adidas ¿sabes? necesito mis pastillas dijo
necesito bajar y tomar mis putas pastillas enredando su pelo entre los
dedos como una niña pequeña como una loca me vuelvo dijo ¿sabes? y yo
dije a tomar por culo y me balancee suavemente hacia atrás y hacia
delante y me tiré más bien me deje caer me dejé atrapar por la atracción
del planeta mi cuerpo ingrávido y celeste incapaz de controlar los
movimientos de las extremidades como un pelele absurdo en el aire
cayendo a 9,81 metros por segundos cada segundo la aceleración de la
gravedad el cuerpo hacia la Tierra hasta estamparse contra el suelo
perder la respiración verla alejarse ahí arriba asomada la melena
colgando mi corazón detenido y no ver mi vida cruzando delante de mis
ojos ni a Dios todo era mentira y de repente y así como si nada chof y
todo negro.
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este texto es viejo, circa 2008. la imagen, de Dennis Maitland. el gusto, mío.
jueves, marzo 22, 2012
martes, marzo 20, 2012
Ancianas contra la Ley (de la Gravedad)
Me gusta ver cómo se caen al suelo las ancianas. Dirás que
soy cruel, vil, frívolo o malvado, pero no hay maldad en ello, de hecho, me
gusta ver cómo se cae todo el mundo al suelo, pero especialmente las ancianas.
Me pasa desde niño: la primera noticia que tengo de mi vida, después de mi
propio nacimiento, es aquella ocasión que me cuenta mi madre con frecuencia en
la que mi abuela (que murió poco después de nacer yo y de la que no guardo
recuerdo alguno) se tropezó y se dio un buen hostiazo y yo, aún siendo un bebé,
me descojoné de la risa. Supongo que, desde entonces, me gusta ver el
descalabro de la orgullosa verticalidad humana, aunque sea momentáneo, a manos
de las implacables leyes de la naturaleza. Memento
mori.
Toda esta noche estuvo girando la Tierra lentamente y de mañana
subió el Sol. Dejé al Sol pasar a mi casa, a mi cuarto, a mi salón, y aquí,
tomándome un expresso y fumando de
liar, me he puesto nostálgico al escuchar una canción de los tiempos heroicos.
Entonces he empezado a recordar a todas las ancianas a las que he visto caer en
mi vida. Aquella, ya entre nieblas, que se tropezó en la calle principal de
Torremolinos. Aquella que, en Oviedo, se estampó sobre los pasteles que llevaba
bien envueltos. La que en un pueblecito ignoto se precipitó portando una bolsa del
supermercado en cada mano y no pudo usar los brazos para frenar el golpe.
Aquellas dos que se cayeron simultáneamente, una delante y otra detrás,
subiendo las escaleras del la estación de metro de Sol, a principios de este siglo. Mis entrañables viejas
kamikaze, algunas las recuerdo, pero otras creo que las inventé yo mismo en mi
memoria.
Dicen que si una anciana se cae corre el peligro de romperse
la cadera, una lesión complicada a esas edades. No es eso lo que yo deseo,
desde luego, solo verlas caer, y escucharlas emitir ese gritito y luego ver a
señores genéricos, con pies y con brazos y con manos yendo a socorrerlas,
escucharlas luego murmurar y maldecir, y amenazar con denunciar al
ayuntamiento: esa baldosa estaba suelta.
¿Recuerdas cuando íbamos a misa de ocho? Al final, las
ancianas, con su cabello morado pero nada punk, salían agarrando muy fuerte el
bolso, temiendo a los mendigos que esperaban en la puerta. Alguna rebuscaba alguna moneda
pequeña para alguno. Y luego se iban a la confitería a tomar pasteles y
descafeinado. Yo sé que las ancianas tienen soluciones para la Humanidad. María
Angustias, por ejemplo, sabe lo que hay
que hacer para frenar el cambio climático. Doña Remedios tiene la solución para
salir en un plis de la crisis y cortar la sangría del paro. Alfonsina sabe como
aprovechar los fines de semanas fuera de los bares. Ellas saben estas cosas
pero no las dicen por el mero gusto de saber que lo saben y que no lo sabe nadie
más. Que podrían cambiar el mundo, pero pasan. Por eso disimulan, y en vez de hablar de la emergencia China o de la solución
energética global, hablan de la hija de Conchita, que está claro que es prostituta, y
del hijo de la del quinto, que está claro que es drogadicto. Y luego mojan el
croissant en el café, y lo remueven y lo muerden, y se quedan sumidas en sus pensamientos
y piensan que jamás, jamás de los jamases, se van a caer al suelo.
martes, marzo 13, 2012
El día que conocí a Princess Filter
Mi casa últimamente está llena de presencias extrañas. El
otro día vinieron los simpáticos dibujantes de Dibujo a Domicilio. Un grupo de
artistas que, si les llamas o contactas en su web, viene a tu salón, les pones
una cerveza (más bien cinco), brindas, y te hacen retratos durante un par de horas en diferentes esquinas
y poses. Es gratis, pero luego puedes comprarles las obras originales o
versiones digitales en alta calidad. Pero eso ya lo voy a contar en la prensa moderna.
Ayer el que vino fue Pepe, de Princess Filter, que también estuvo un
par de horas contándonos historias alucinantes. Todo comenzó el verano pasado
cuando, en la bizarra Feria de Muestras de Gijón, participamos en el sorteo de
un coche dando nuestros datos personales. Meses después nos llamaron diciendo
que, claro, no habíamos ganado el buga, pero que si aceptábamos una amena
demostración de no sé qué en nuestro hogar, nos regalaban una noche de hotel.
Así que aceptamos.
A las 21.30, sonó el timbre y era Pepe. Cuando abrí la
puerta, el tipo entró arrastrando un carricoche lleno de bultos enormes. Dijo:
- -
Buenranifoa, fjfkoemfjoeo fikeofeie Princess
Queen.
Yo dije:
- -
¿Qué?
- - -
Hola, soy Pepe, vengo haceros la demostración de
Princess Filter – respondió. Al tipo no se le entendía nada, devoraba con fruición sus
propias palabras, como quien no ha comido palabras en décadas.
Princess Filter resultó ser una especie de purificadora de
aire y aspiradora de aspecto industrial. Pepe era un comercial, que es la forma
guay de decir vendedor de aspiradoras a domicilio. Pero eso suena muy a Pajares
& Esteso. Balneario: spa, medrar: networking, investigar: research, mejorar
algo: implementar, hotel pijo en país pobre en guerra: resort, follar con el
puño: fist fuckin’, vendedor de aspiradoras a domicilio: comercial. Esta son
las deviaciones del lenguaje en las que vivimos inmersos, y, como dijo Ludwig
Wittgenstein, el lenguaje es el mundo.
Como digo, el lenguaje no era el punto fuerte de Pepe.
- --
¿Aekjfiek jfcji jfjiror, DVD? – dijo.
- - -
¿Qué? – dije yo.
- -
Que si tenéis un DVD donde pueda poner un video.
Así que puso un video supersensacionalista en el que
explicaba el peligro mortal que supone respirar (si no tienes una Princess
Filter que te salve). “El aire mata”, era uno de los lemas y, con mucha razón,
hablaba de los altos niveles de contaminación que permite la señora Botella. 2 millones de muertos al año por respirar contaminación, decía. Luego
hacía preguntas evidentes como ¿dónde crees que hay mayor contaminación, en
casa o en la calle? Entonces Pepe paraba el DVD y nos preguntaba. Lo normal es
pensar que en la calle, pero si paraba el video y nos preguntaba con cara de
misterio, era obvio que la respuesta correcta era ¡oh sorpresa!: en casa.
Para demostrarlo conectó el purificador Defender, parte de
Princess Filter, y en efecto, el filtro se quedó de color grisáceo en unos
minutos, qué aire tan guarro. Luego nos explicó, atragantándose, los procesos
físicos y tecnológicos que hacen posible las maravillas de Princess Filter y de
su aspiradora Majesty, con un lenguaje científico e ingenieril que no
entendimos, no porque no tengamos background científico (conocimiento de base= background), sino porque a Pepe no
se le entendía nada. A Esther Minia le dio un ataque de risa cuando el tío
hablaba no se qué de la succión, el “flujo de aire constante, eso es lo importante” (esto
lo decía con mucho orgullo, como quién ha descubierto un agujero en el espaciotiempo) y los voltios y los vatios. Lo cierto es que era una situación bastante absurda: un tipo desconocido en nuestro salón, tratando de vendernos con ahínco algo que no compraríamos ni en el mejor de sus sueños y al que, encima, no se le entendía más que palabras sueltas. Yo andaba pensando en
otras cosas.
- -
- JHhoahfnoafaenf fjaijf aw fjaijf – dijo
-
- ¿Qué?
-
- Que si tengo cara de chiste- dijo esbozando una sonrisa
a lo Jean Dujardin.
Lo peor es que se llevaba los chistes aprendidos en plan
carrerilla y que se notaba mogollón. Cuando a Esther Minia se le pasó la risa
nos limpió una alfombra guarra que tenemos en la terraza, el sofá, el suelo, y
lo cierto es que sacó mucha mierda y los dejó como nuevos. A qué negarlo:
Princess Filter mola.
Le dije que debía ser la alfombra más sucia que había limpiado jamás. El dijo (le entendimos a la segunda) que llevaba ocho años y medio en ese trabajo y
que había visto muchas cosas. Lo dijo también con orgullo y con cierto
misterio, como quien ha estado luchando en la selva de Camboya y ha sido torturado como John McCain. También dijo que tenía una casa en su pueblo y otra en Sanse (San Sebastián de los Reyes). El verdadero
misterio es como podía Pepe y su ensalada verbal llevar ocho años en el negocio
y conseguir colocar Princess Filters, sobre todo a ese precio. Pero el aire mata, amigo.
Llegó la hora de pagar. Yo le echaba 500 euros, pero resultó
que costaba ¡¡¡4.000!!!. Eso sí, por ser nosotros, y entregando nuestra antigua
aspiradora, se quedaba en 2.900. Como no tenemos aspiradora dijo que daba
igual, que servía la escoba. 1.100 euros de descuento por una escoba vieja, están que lo tiran. Nos hizo
albergar esas paradojas mentales de trilero para hacernos entender que si teníamos que
limpiar la casa durante los 50 años que nos quedan de vida, si Dios quiere, nos
salía muy barato al mes. Y que lo importante era la salud.
Total, que le dijimos que no y después de muchas insistencia y de llamar a un jefe (el Sr. Ruiz) que yo creo que no estaba al otro lado del teléfono, pasamos a hablar de
videojuegos, porque Pepe resultó ser un jugón “que los fines de semana se
pasaba la hostia jugando” y le despedimos amablemente.
- - Jnjaowmfiwsaf fneifj fweifjh0w e fm f0w ef –dijo cuando salió por
la puerta con los enormes bultos que supone la Princess Filter.
- -
¿¿¿Qué??? - Espero que no nos estuviera insultando.
viernes, marzo 09, 2012
Apoteosis
09- 03-2012. EFE. MADRID.
Apoteosis, esa es la palabra. Delirio generalizado y desenfreno en el estreno,
anoche, de la obra teatral Este sistema
me pone nerviosa, en el Microteatro por Dinero (c/Loreto y Chicote, 9, hasta el 1 de abril).
Horas antes del comienzo miles de seguidores colapsaban las calles del centro
de Madrid buscando aparcamiento y se aglutinaban en las inmediaciones del
recinto para ver a sus ídolos. La céntrica calle, off side de Gran Vía, vibró con la llegada de los apuestos
intérpretes Joan Carles Sau y Mario Tardón, fusilados por los flashes de los
más de 3.000 periodistas acreditados, y aún vibró más, sobre todo en el sector
femenino, cuando pisó la alfombra roja el autor Sergio C. Fanjul, el microdramaturgo revelación de sorprendente
ingenio y sex appeal (eligió Armani). La obra, que fue estrenada junto a otras
de Nancho Novo, Borja Cobeaga, Juan Luis Iborra o Pedro Casas, logró la ovación
del siempre difícil público madrileño.
Titiriteros, variopintas gentes del mundo de la cultura,
embajadores, proxenetas, camioneros, miembros del Gobierno y los de la ceja, se
unieron para asistir al evento. “Son unos diálogos de la hostia, ay omá, en la
vida había visto nada igual”, explicó a la salida Aaron Sorkin conocido por sus
trabajos en El Ala Oeste de la Casa
Blanca o La Red Social. Javier
Bardem, que fue también centro de miradas junto con su esposa Penélope Cruz
(vestida por Valentino) fue meridiano con el trabajo de los actores: “son mucho
mejores que yo, me voy a casa a buscar mi Oscar para dárselo”, declaró derrochando simpatía.
“Estos chicos no saben hacerlo mal. La verdad, viendo cosas así se me quitan
las ganas de seguir trabajando”, confesó visiblemente emocionado Kevin Spacey.
Alguien le tuvo que prestar dos kleenex. “Es una mezcla del primer Karl Marx y
de don Santiago Ramón y Cajal. Un puente, si prefieren, entre el cine de Ken Loach y el
programa de Eduard Punset”, explicó el autor a los periodistas. Objeto de
murmullo y chascarrillo fue el escote de Elsa Pataky: “estos tíos los tienen
bien puestos”, dijo la actriz.
Desgraciadamente la cosa se fue de las manos cuando
aparecieron de nuevo, tras la sesión, los artífices de Este sistema me pone nerviosa. Turbas de fans descontrolados
trataban de tocar, aunque solo fuera con la última yema del último dedo a Suau,
Tardón & Fanjul, con tal ímpetu que se precisó la actuación policial
autorizada por la siempre violenta delgada del Gobierno. Por culpa de minorías
violentas la velada acabó en cargas policiales y guerra de guerrillas durante
toda la noche por el centro de la ciudad. Cuarenta personas resultaron heridas,
hubo 100 detenidos y una muerta (de amor por los actores). Éstos y el autor
tuvieron que ser evacuados por helicópteros de las Fuerzas Armadas.
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Más información en http://www.teatropordinero.com/
lunes, marzo 05, 2012
El Buffet Chino de la Muerte
El buffet libre pone en un brete a los que, como yo, padecemos
una débil fuerza de voluntad, disciplina distraída, y, además, no nos
importa una mierda el mañana. Porque, aunque nos propongamos comer con tino y
mesura, acabamos saltando grácilmente la fina línea que separa el buen yantar
de la indigestión más aberrante. En los buffets libres, como en las barras
libres, siempre salgo a cuatro patas.
Mis favoritos son los buffets chinos, que ponen de todo, sea
chino o no chino. Cuando visito a Mamá Peligro en Asturias, nos gusta a ir a uno que
está en el centro comercial Parque Principado, que el año de su inauguración
fue premiado como el mejor mall europeo. Es el tipo de sitio que tiene un
pasillo lleno de tiendas bautizado como Boulevard de los Manzanos, o Paseo de
las Estrellas o Plaza de la Luna. En Asturias, a pesar de que vivimos en
permanente crisis, tenemos centro comerciales de la más alta gama, y fuimos
de las primeras provincias donde llegaron avances como el McDonalds, el Corte
Inglés y demás hits civilizatorios. Hay quien dice que, contrariamente a lo que
se puede pensar, la crisis fomenta el consumo. En Asturias parece que ha sido
así tradicionalmente. Total, no hay futuro. Pero me voy por las ramas: en ParquePrin mamá y yo
vamos a jugar a que somos una familia feliz, primero me compra ropa en el
H&M y luego cenamos en el buffet oriental. Esos días no solemos discutir.
Lo curioso es que, por muy oriental que sea, lo que más comemos son las
costillas de cerdo, que son iguales que las de cualquier asador occidental, pero mejores.
Estos buffets del lejano oriente suelen tener servicio de
wok o tepanyaki. Para el lector poco avisado: lo primero es una sartén muy
profunda y fina (yo tengo una metida en el lavavajillas) y lo segundo es la
plancha. Así uno coge un pupurrí de alimentos crudos y se los entrega al
cocinero, que en el acto y a la vista del público, los cocina con unas salsas
guays. Las mezclas que hace la gente son de lo más bizarro: pollo con
chipirones y pimiento verde, todo junto, con salsa picante, o ternera con
almejas y fideos, con salsa de soja. Los cocineros deben pensar que la gente
está muy pero que muy pasada de rosca, pero, con mucha gravedad y sin rechistar,
lo cocinan. Porque, mientras que los camareros de los restaurantes chinos son
sonrientes y amables, estos cocineros son de una seriedad propia de un sumo
sacerdote realizando un ritual milenario. Vaya aires.
Ayer fuimos a comer a uno de estos buffets en la calle
Campomanes, cerca de Ópera, Madrid. Espero que lean esto a tiempo: no vayan, es
una mierda. Si lee usted estas líneas ya sentado en una de sus mesas y a punto
de empezar a comer, cosa bastante probable, mis condolencias. En este sitio
tienen poca variedad de comida, el pescado del sushi tiene el grosor de un
papel de fumar y no tienen costillas. Lo peor de todo es que no te puedes dejar
nada: el hipster de la mesa de al
lado se dejó una empanadilla dim sum intacta en una esquina del plato y, entonces,
de la parte de atrás surgió un chino gordo, calvo, con coleta, con la tripa y
el torso al aire y le cortó la cabeza de un tajo con un extraña cimitarra.
Nos lo comimos todo.
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