Perfecto material de la nostalgia,
guardar la casa en las cajas,
moverme a otro sitio,
tirar a la basura las cosas que olvidasteis,
recordar lo que queda dormido
entre estas cuatro paredes
que pintamos en rojo
cuando llegamos aquí.
Mañana otros vivirán en este sitio,
el tiempo cubrirá todas las cosas
como una fina capa de ceniza,
se disolverán en la memoria las palabras
que dijimos tantas noches,
las fiestas aberrantes,
lo mal que a veces lo pasamos,
todo aquello.
Todavía queda mucho por hacer,
arreglar una persiana,
fregar muy bien los suelos,
devolver cuatro juegos de llaves
que vosotros usasteis
cuando llamabais a esto hogar,
y ahora queda vacío.
Tal vez algún día encuentren
una foto nuestra extraviada bajo un mueble
y se pregunten quien era aquella gente
con la mirada colmada de futuro.
Lo mismo nos preguntaremos entonces
cuando el paso de los años
nos haya hecho irreconocibles
incluso ante nosotros mismos,
y nada de este piso parezca ya
pertenecer a nuestras vidas,
tan familiar y tan lejano,
tan extraño, al fin y al cabo.
miércoles, octubre 31, 2007
viernes, octubre 26, 2007
Yo viví con un bakala
Decía llamarse Ángel aunque de angélico resultó no tener nada. Lo que más me sorprendió el día de su primera visita, además de su gran estatura y extrema delgadez, su labio colgante y su mirada estúpida, fue la soltura con la que se sentó en nuestra sala de estar a fumarse mis Luckys y a explicarnos, con una minuciosidad que rayaba en lo exasperante, su cometido como informático en ING Direct. Después de comentarnos cada uno de los impresos que rellenaba, de las conexiones que realizaba con otras secciones de la empresa, su horario de cada día, étc, pareció quejarse de tener taponada una fosa nasal. Qué te pasa en la nariz, le preguntamos, nada, nada, una movida, respondió misteriosamente. Enseguida me imaginé el trasiego de sustancias ilegales al que debía someter a su órgano olfativo o esnifante. Él no se hizo de rogar y explicó, sin que nadie insistiera en la demanda de explicación, que hace unos meses en el parking de la tristemente célebre (por su bakalao) discoteca Radikal, un tipo que se cruzaba en su camino había murmurado algo a sus dos jóvenes acompañantes. Cuando Ángel les preguntó que había dicho aquel tipo, las presuntas Juanis respondieron: ¡nos ha llamado putas! Cuando Ángel se volvió heroicamente, ciego de ira (y otras cosas) y ávido de venganza, deseoso de restituir el honor de las ofendidas doncellas, el murmurador, que se encontraba a su espalda le propinó un crochet a la nariz que le produjo la fisura craneal que ahora le atormentaba. No pude hacer nada, se lamentó Ángel, y eso que soy cinturón negro de taekwondo. Lo peor es que no podré cumplir por el momento mi sueño. ¿Qué sueño?, repusimos. Entrar en el Cuerpo. En el Cuerpo de la Guardia Civil.
A semejante pájaro le escogimos como compañero de piso, para ocupar la habitación que quedaba libre. Rocío y yo nos negamos de plano, pero Ale nos acabó convenciendo (cosa que, si estás leyendo esto, Ale, nunca te perdonaremos) de que no era tan mal tipo, de que al menos era fiestero y de que, sobretodo, necesitábamos el dinero del alquiler urgentemente. En la bizarra convivencia con Ángel pudimos ver sus chándales rosas, sus continuas pérdidas de trabajo como informático para acabar descargando fruta en Mercamadrid durante la noche, esas ojeras después de currar de madrugada que le asemejaban al mismísimo Batman, los robos de ordenadores portátiles a las empresas en la que tuvieron la mala idea de contratarle y hasta la sustracción de teléfonos móviles a compañeros de curro que no le caían en gracia. Su tatuaje de un idiograma japonés en todo el cuello cambiaba de significado cada día y la que en principio presentó como su novia, resultó ser la novia de un amigo a la que se cepillaba. También sufrimos su etapa de DJ de poca monta, los temazos de bakalao con cantadita que se marcaba durante las horas de plácida sobremesa, y sus continuos retrasos en el pago de facturas y alquileres. Aún así Ángel vivía la tragedia de desear ser un hombre fiable, un hombre de verdad, cuando no era más que un tirado. Por eso le gustaba hablar con propiedad, como si fuera un hombre culto, aunque leer, como decía él, lo que es leer, no leía mucho. En ocasiones, cuando llamaba a las empresas buscando trabajo soltaba expresiones como: “aún no barajo esa franja de horarios” o “me considero efectivo y polivalente”. Nada más lejos de la realidad. La mañana que fui a su cuarto a cobrarle el último mes de alquiler había desaparecido con las pocas cosas que almacenaba en una esquina de su sucia caverna. Se había fugado en mitad de la noche, en nuestras narices, dejando tan solo unos asquerosos zapatos que se solía poner cuando quería ser elegante, cosa que nunca consiguió, y mucho menos en su huida.
Que te vaya bien, neng, o al menos un poco mejor. Pero no mucho.
A semejante pájaro le escogimos como compañero de piso, para ocupar la habitación que quedaba libre. Rocío y yo nos negamos de plano, pero Ale nos acabó convenciendo (cosa que, si estás leyendo esto, Ale, nunca te perdonaremos) de que no era tan mal tipo, de que al menos era fiestero y de que, sobretodo, necesitábamos el dinero del alquiler urgentemente. En la bizarra convivencia con Ángel pudimos ver sus chándales rosas, sus continuas pérdidas de trabajo como informático para acabar descargando fruta en Mercamadrid durante la noche, esas ojeras después de currar de madrugada que le asemejaban al mismísimo Batman, los robos de ordenadores portátiles a las empresas en la que tuvieron la mala idea de contratarle y hasta la sustracción de teléfonos móviles a compañeros de curro que no le caían en gracia. Su tatuaje de un idiograma japonés en todo el cuello cambiaba de significado cada día y la que en principio presentó como su novia, resultó ser la novia de un amigo a la que se cepillaba. También sufrimos su etapa de DJ de poca monta, los temazos de bakalao con cantadita que se marcaba durante las horas de plácida sobremesa, y sus continuos retrasos en el pago de facturas y alquileres. Aún así Ángel vivía la tragedia de desear ser un hombre fiable, un hombre de verdad, cuando no era más que un tirado. Por eso le gustaba hablar con propiedad, como si fuera un hombre culto, aunque leer, como decía él, lo que es leer, no leía mucho. En ocasiones, cuando llamaba a las empresas buscando trabajo soltaba expresiones como: “aún no barajo esa franja de horarios” o “me considero efectivo y polivalente”. Nada más lejos de la realidad. La mañana que fui a su cuarto a cobrarle el último mes de alquiler había desaparecido con las pocas cosas que almacenaba en una esquina de su sucia caverna. Se había fugado en mitad de la noche, en nuestras narices, dejando tan solo unos asquerosos zapatos que se solía poner cuando quería ser elegante, cosa que nunca consiguió, y mucho menos en su huida.
Que te vaya bien, neng, o al menos un poco mejor. Pero no mucho.
martes, octubre 23, 2007
Otoño revisited
Este otoño, este otoño pútrido y mecánico,
me siento colilla, escupitajo, calamar,
absurda figurita de Lladró.
Y vendréis hablando del romanticismo del otoño,
enfundarse un abrigo rojo, la bufanda, la boina
puesta de lado y caminar por el Retiro
arrastrando la hojarasca ocre a cada paso.
Y yo me levanto y digo No:
que se quiebre el cielo y pase la luz,
que brote un tímida primavera en cada cuerpo.
Que extiendan terrazas en mi pecho.
me siento colilla, escupitajo, calamar,
absurda figurita de Lladró.
Y vendréis hablando del romanticismo del otoño,
enfundarse un abrigo rojo, la bufanda, la boina
puesta de lado y caminar por el Retiro
arrastrando la hojarasca ocre a cada paso.
Y yo me levanto y digo No:
que se quiebre el cielo y pase la luz,
que brote un tímida primavera en cada cuerpo.
Que extiendan terrazas en mi pecho.
viernes, octubre 19, 2007
Nucleosíntesis
Todos los elementos de la tabla periódica que hoy en día conocemos y que conforman el mundo fueron formados de dos maneras: primero el hidrógeno y el helio –aunque también algo de litio, boro y magnesio-, los átomos más simples y fundamentales –con número atómico más bajo-, fueron creados, según el modelo aceptado de la Teoría del Big Bang, durante las primeras etapas de vida del Universo, en la llamada Nucleosíntesis Primordial. Posteriormente y después de la condensación de la materia en estrellas, las grandes temperaturas alcanzadas en el núcleo de éstas en virtud a las fuertes compresiones gravitatorias propiciaron las reacciones nucleares de fusión necesarias para la formación de elementos más masivos. Finalmente, en procesos más violentos y energéticos como la explosión de las supernovas, se formaron los elementos pesados. Se trata de la Nucleosíntesis Estelar. Todos estos elementos pasaron a formar parte de la composición de nuevas generaciones de estrellas y de todos los demás objetos del Universo, incluidos nuestros propios cuerpos.
Sus átomos, señora, fueron creados en el interior de una estrella.
Sus átomos, señora, fueron creados en el interior de una estrella.
jueves, octubre 11, 2007
El tiempo y tal
La otra tarde, en la presentación de la antología Tic-Tac, Relatos y poemas contra el tiempo (Atlantis, 2007), el amigo y vecino Guillermo Aguirre y otros jóvenes autores participantes charlaron animadamente sobre el tiempo sin llegar a ninguna conclusión, como es lógico, pero haciéndonos pasar un buen rato. Yo recordé las palabras de Leibniz o de Kierkegaard (no lo tengo claro ahora): el tiempo: si no me lo preguntas se lo que es, si me lo preguntas, lo ignoro. Volví a pensar a raíz de aquello en el tiempo cíclico y el tiempo lineal, y recordé el encargo más extraño que nunca he escrito: la presentación de una ponencia en un congreso de cirugía maxilofacial que me encargó un cirujano. Quería que escribiera sobre la importancia del conocimiento de la historia de la ciencia para consolidar el progreso o algo así, yo, en cambio, le solté un bizarrísimo texto donde se mencionaba a dioses hindúes, presocráticos, consideraciones relativistas einstenianas e incluso a los ideólogos de la Revolución Francesa. El tema que se destilaba de tal maremagnum era la contraposición entre concepciones lineales y circulares del tiempo. El tipo se quedó algo perplejo y en principió descartó utilizarlo, finalmente, según informaciones que se han filtrado, lo leyó palabra por palabra, colando así mi creación en un lugar donde jamás imaginé que tendría cabida.
Que la repetición, la circularidad es lo que hace patente la naturaleza del tiempo es claro. Así gira la tierra cada año alrededor del Sol y cada día rota en torno a su eje, así pasan y vuelven las estaciones, las vueltas ciclistas, los gobiernos socialistas, las guerras y mis periódicas visitas a Asturias. Oviedo otoñea muy bien, con su parquecito ocre, su cielo plomizo y la flema asturiana, y mamá me comunica a la llegada que tiene una sorpresa: ha comprado dos lubricantes. ¿Dos lubricantes?, repongo asustado, sí, dos lubricantes, confirma mamá, ¿lubricantes del coche o lubricantes vaginales?, pregunto yo, lubricantes, hijo, como las langostas; entonces mamá cae en la cuenta que los bichejos que guarda en la cocina son en realidad bogavantes, y después se ríe, vaya lapsus. Nos acercamos a verlos, mamá los saca de la nevera y los pone sobre la vitrocerámica. Ojalá estén muertos, dice, pero no están muertos, todavía hacen agónicos movimientos sobre la encimera. Nos quedamos los dos un buen rato observando las patas de los bogavantes, moviéndose muy lentas, la espuma que uno de ellos escupe, y yo me pregunto cómo dos animales tan feos, cómo dos pequeños monstruos con enormes pinzas atadas pueden conmoverme de tal manera y producirme tal ternura, cómo es que siento tanta angustia al imaginar a los lubricantes finalmente sumergidos en agua hirviendo. Mamá, sin apartar la mirada de los mariscos dice, no sé qué será peor si agonizar de esta manera o morir en un momento escaldados en la olla. Y todavía nos quedamos un buen rato más mirando, en silencio, fascinados por la vida que se acaba lentamente, hipnotizados ante la muerte que acontece ahí delante, en la cocina.
Que la repetición, la circularidad es lo que hace patente la naturaleza del tiempo es claro. Así gira la tierra cada año alrededor del Sol y cada día rota en torno a su eje, así pasan y vuelven las estaciones, las vueltas ciclistas, los gobiernos socialistas, las guerras y mis periódicas visitas a Asturias. Oviedo otoñea muy bien, con su parquecito ocre, su cielo plomizo y la flema asturiana, y mamá me comunica a la llegada que tiene una sorpresa: ha comprado dos lubricantes. ¿Dos lubricantes?, repongo asustado, sí, dos lubricantes, confirma mamá, ¿lubricantes del coche o lubricantes vaginales?, pregunto yo, lubricantes, hijo, como las langostas; entonces mamá cae en la cuenta que los bichejos que guarda en la cocina son en realidad bogavantes, y después se ríe, vaya lapsus. Nos acercamos a verlos, mamá los saca de la nevera y los pone sobre la vitrocerámica. Ojalá estén muertos, dice, pero no están muertos, todavía hacen agónicos movimientos sobre la encimera. Nos quedamos los dos un buen rato observando las patas de los bogavantes, moviéndose muy lentas, la espuma que uno de ellos escupe, y yo me pregunto cómo dos animales tan feos, cómo dos pequeños monstruos con enormes pinzas atadas pueden conmoverme de tal manera y producirme tal ternura, cómo es que siento tanta angustia al imaginar a los lubricantes finalmente sumergidos en agua hirviendo. Mamá, sin apartar la mirada de los mariscos dice, no sé qué será peor si agonizar de esta manera o morir en un momento escaldados en la olla. Y todavía nos quedamos un buen rato más mirando, en silencio, fascinados por la vida que se acaba lentamente, hipnotizados ante la muerte que acontece ahí delante, en la cocina.
sábado, octubre 06, 2007
He aquí la mano trémula del insomne,
la que trata de abarcar la vida, romper el muro, saltar la valla,
cavar el túnel que escapa horadando la tierra y sale a la luz
si es que esa luz existe. He aquí al hombre asustado,
su verbo indeciso, la voluntad endeble, el inútil timonel
de un barco a la deriva que es un hombre, que encalla
en cada playa atraído, ebrio, por los cantos de sirena.
Y por favor que haya esa luz, que exista y sea cálida,
que ilumine al menos el final del camino,
la meta extraña, el muro, la llegada
después del hambre y la sed,
el puerto donde atracamos para olvidar el sudor,
que nos digan cuando vamos a llegar,
si es que llegamos algún día
y es tal y como creíamos.
la que trata de abarcar la vida, romper el muro, saltar la valla,
cavar el túnel que escapa horadando la tierra y sale a la luz
si es que esa luz existe. He aquí al hombre asustado,
su verbo indeciso, la voluntad endeble, el inútil timonel
de un barco a la deriva que es un hombre, que encalla
en cada playa atraído, ebrio, por los cantos de sirena.
Y por favor que haya esa luz, que exista y sea cálida,
que ilumine al menos el final del camino,
la meta extraña, el muro, la llegada
después del hambre y la sed,
el puerto donde atracamos para olvidar el sudor,
que nos digan cuando vamos a llegar,
si es que llegamos algún día
y es tal y como creíamos.
lunes, octubre 01, 2007
Bestiario
Decía que había escrito una manada de libros sobre animales: algunos trataban sobre perros y gatos, animales, por otra parte, de lo más cotidiano, pero decía también -y cuando decía esto se reclinaba orgulloso sobre la silla entrelazando sus dedos detrás de la nuca- que había publicado extensos tomos sobre animales de lo más exótico, habitantes de regiones lejanas desconocidas para nosotros, como el oso polar, el ñandú o el ornitorrinco, uno de sus preferidos. Incluso, decía, había escrito sesudos tratados sobre animales míticos e inexistentes, como el catoblepas, con cuerpo de búfalo y cabeza de cerdo, o el basilisco, que fulminaba a cualquier osado que le mantuviese la mirada. Viajaba en un barco velero en busca de nuevos animales en regiones ignotas o en el interior de mentes bárbaras, y se consideraba, en su soberbia, un discípulo aventajado de Charles Darwin, al que le había copiado, sin duda, una larga y enmarañada barba blanca. Un día anunció su marcha: viajaría de nuevo en su barquito, cual Darwin a bordo del Beagle, en pos de las pocas criaturas que aún le faltaban en su biblioteca de bestias. Fuimos todos a despedirle al puerto, con una mezcla de pena y alivio, y le ayudamos a cargar sus cientos de obras en la bodega de la nave. Le deseamos suerte y el barco desapareció, tras un rato, en la línea del horizonte.
Del naufragio nos enteramos a los pocos días. El hecho de que los libros salieran a flote formando en la superficie del océano una gran mancha blanca de pasta de papel ayudó a la localización del barco y en las labores de rescate. Desgraciadamente nadie halló su cuerpo ni su luenga barba. El arca se había hundido y él, como un Noé a la inversa, se había perdido para no volver en las profundidades azules, tal vez atraído por los peces abisales.
Del naufragio nos enteramos a los pocos días. El hecho de que los libros salieran a flote formando en la superficie del océano una gran mancha blanca de pasta de papel ayudó a la localización del barco y en las labores de rescate. Desgraciadamente nadie halló su cuerpo ni su luenga barba. El arca se había hundido y él, como un Noé a la inversa, se había perdido para no volver en las profundidades azules, tal vez atraído por los peces abisales.
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