Anoche pusieron Eyes Wide Shut de Kubrick en la primera y la volví a ver porque mola, porque va de sexo y de la pérdida de la pasión, y de la infidelidad y todas esas cosas que a todos nos conciernen y nos gustan. Y cuando estaba terminando llama mamá -mamá siempre llama a horas intempestivas- diciendo que ponga la 2 si aún no me he metido en al cama, que en Redes están hablando de la química cerebral del amor, uno de mis temas favoritos (que casualidad, qué programación inteligente la de la tv pública socialista, oiga) con el que llevo dando la coña a propios y extraños regularmente desde hace un par de años, cuando descubrí el tema por un reportaje en el Cosmopolitan u otra publicación todavía más inconfesable.
El caso es que en Redes (que, para el no iniciado, es el programa de divulgación científica dirigido por Eduard Punset, ese viejo de los pelos locos) salía una mujer guiri contando la historia esta que yo conozco en profundidad: que el enamoramiento es un estado de excitación producido por unas drogas cerebrales, unos neurotransmisores, con estructura molecular y efectos parecidos a las anfetaminas y otros estimulantes (ya sabeis, esas cosas que esnifáis los fines de semana en los baños de los bares). Así que uno se siente eufórico, creativo, feliz, activo, vamos, como si estuviera bien puesto. Y después de la pasión, que necesariamente se apaga, viene el momento de otros neurotransmisores más tranquilos, parecidos a los opiáceos (morfina, opio, heroína), llamados endomorfinas, y que te mantienen tranquilito y sereno al lado de tu pareja, los niños y, si me apuras, el perro y la suegra. El trauma más característico de una relación sentimental, lo más difícil, es el paso entre unas sustancias a otras, el empalmar el bajón de speed con el chute de jaco, caballo, jamaro. A mí lo que más gracia me hace de todo esto es que no seamos más que mecanismos que responden a estos estímulos neuroquímicos, que un día te sientas triste y solo sea porque tienes el cerebro empapado de no se qué mejunge o falto de cualquier otro. Con lo profundos que parecemos -algunos-.
Luego, en el plató, Eduard entrevistó a un par de expertos en el amor (!): un psicologo de la complutense y una escritora que ha escrito un ensayo sobre el amor a través de los tiempos. Estos hablaron de las diferentes reacciones según el sexo ante una infidelidad: por lo general el hombre reacciona sintiendose ultrajado y furioso, mientras que la mujer -siempre tan entrañable- se pregunta que es lo que ha hecho mal. Explicaron, también, que el hombre tiende a la infidelidad pues su misión biológica es esparcir sus semilla, que su material genético se mezcle lo más posible, mientras que la mujer teme la falta de su pareja por la necesidad de ayuda a la hora de sacar adelante a las criaturas. Además explicaron que tendemos a cambiar de pareja cada cuatro años porque en principio, hace miles de años, y aún hoy en tribus primitivas con dietas ligeras, el ciclo de la mujer es de cuatrp años, desde que se fecunda una vez hasta que puede volver a ser fecundada. A mi todo esto me recuerda a la teoría del gen egoísta de Richard Dawkins, que viene a decir que el sentido de nuestra vida es únicamente es transportar los genes en el tiempo, permitir que se repliquen, que se mezclen, en fin, que hagan todo lo que tengas que hacer.
Curioso, con lo chachis que nos sentimos, y solo somos maquinitas biológicas que responden a impulsos drogatas o recipientes tupperware para llevar a los genes a conseguir sus fines, quién sabe para qué.
jueves, marzo 31, 2005
miércoles, marzo 30, 2005
Todo fluye, colega
Me fascina la lejana procedencia de las cosas. Ahora, por ejemplo, tengo un disco en la mano.
Alguien camina por una calle, digamos, en un lugar indeterminado. De pronto la visión de algo provoca en su cabeza la idea de una melodía que tatarea hasta casa. Allí agarra la guitarra y la acompaña de acordes. Al día siguiente se la muestra al resto de la banda y le ponen, en una semana, letra y sección de ritmo. Meses después el disco está a punto y llega la hora de meterse en el estudio a grabar. Lo graban en una semana con la ayuda de un gran productor, el master se manda a la fábrica que graba miles de cd's, que circulan por cintas transportadoras, son metidos en sus cajitas, manipulados por unos cuantos obreros, precintados y almacenados en grandes cajas de cartón en un oscuro almacén de Alabama u Oklahoma. Pronto llegan los camiones que los llevan al aeropuerto, el avión tarda unas once horas en llegar a europa, en madrid se ponen en manos de la compañía, que a su vez se lo pasa a la distribuidora que se lo hace llegar a las pequeñas tiendas y a las grandes superficies. Y en este momento es cuando aparezco yo, aburrido cualquier día laborable al atardecer y con mucha pericia, habilidad y disimulo me hago con una copia gratis.
Esto para los cd's, pero ¿no es inescrutable el camino que siguen los mecheros por el mundo? ¿Por qué siempre tengo mecheros de desguaces y ferreterias si nunca visito estos negocios? Como decía un viejo amigo: los mecheros son universales.
Alguien camina por una calle, digamos, en un lugar indeterminado. De pronto la visión de algo provoca en su cabeza la idea de una melodía que tatarea hasta casa. Allí agarra la guitarra y la acompaña de acordes. Al día siguiente se la muestra al resto de la banda y le ponen, en una semana, letra y sección de ritmo. Meses después el disco está a punto y llega la hora de meterse en el estudio a grabar. Lo graban en una semana con la ayuda de un gran productor, el master se manda a la fábrica que graba miles de cd's, que circulan por cintas transportadoras, son metidos en sus cajitas, manipulados por unos cuantos obreros, precintados y almacenados en grandes cajas de cartón en un oscuro almacén de Alabama u Oklahoma. Pronto llegan los camiones que los llevan al aeropuerto, el avión tarda unas once horas en llegar a europa, en madrid se ponen en manos de la compañía, que a su vez se lo pasa a la distribuidora que se lo hace llegar a las pequeñas tiendas y a las grandes superficies. Y en este momento es cuando aparezco yo, aburrido cualquier día laborable al atardecer y con mucha pericia, habilidad y disimulo me hago con una copia gratis.
Esto para los cd's, pero ¿no es inescrutable el camino que siguen los mecheros por el mundo? ¿Por qué siempre tengo mecheros de desguaces y ferreterias si nunca visito estos negocios? Como decía un viejo amigo: los mecheros son universales.
domingo, marzo 27, 2005
La primavera en Sevilla
Es divertido bromear con el caracter de los andaluces: esos seres que funcionan a ocho megahertzios y que son incapaces de pronunciar correctamente ciertas consonantes. Esos seres simples aptos solamente para las emociones extremas, y para portar llorando gigantescas imágenes de la virgen por las calles durante toda la noche. En definitiva esos seres-lagartija, amantes del sol y del buen rollo.
Bromear, claro, porque muchos de mis mejores amigos proceden de ese trozo de la península e incluso yo mismo, que papá era de Cádiz -aunque tal vez ese era su problema.
Así que durante el primer findesemana de las vacaciones de Semana Santa nos plantamos en Sevilla. Nos alojamos en un piso vacío prestado por un tal Guten, amigo de Ale, al que pronto bautizamos como Gluten, que sonaba más sonoro y vistoso, que vestía más, vamos. Se dice que examinando la basura de una persona se la puede conocer al detalle, aún sin haberla visto jamás en persona. Algo así nos ocurrió con Gluten viviendo en su casa, husmeando en su ropa, en sus fotos, en el polvo acumulado en las esquinas del pasillo. Aunque el último día nos fuimos sin esperar su llegada y ni siquiera tuvimos la oportunidad de estrecharle la mano, Gluten siempre vivirá en nuestro recuerdo como un viejo amigo.
Sevilla es un ciudad curiosa (tiene un color especial, dicen). Al llegar, estancados en el tráfico, pudimos contemplar durante un rato lo que antes fue la Expo 92, y esto me hizo experimentar esa inquietante sensación del paso del tiempo. Hace 14 años visité aquel recinto y yo aún era un niño, aquellos pabellones se veían nuevos, modernos, aún brillantes. La vida era también brillante y en la memoria parece que siempre hace sol. Ahora todas aquellas edificaciones engrisecidas, las calles desiertas, el atardecer, le daban un aspecto cadavérico. Le comenté a Rory, que se sentaba en el asiento de al lado del autobús, que lo mejor sería que demolieran todo aquello. Que resultaba tan triste como los intentos en vano de algunas folclóricas de mantenerse eternamente jóvenes. Un hombre que se sentaba delante y estaba escuchando disimuladamente nuestra conversación se dio la vuelta y me miró incómodo.
Lo pasamos bien durante el finde, aunque no hicimos mucho. Paseamos sin cesar por los barrios más notables, vagabundeamos más bien, recorrimos las callejuelas y tomamos cañas. Todos los edificios son bajos en Sevilla, es como si hubieran cortado la ciudad con una sierra por la mitad. La densidad de pijos y señoritos de cortijo es bastante importante. Por las noches nos dedicamos a festejar, lo que mejor se nos da. Conocí en un garito de última hora a una chica de Cádiz que, misteriosamente, parecía compartir todos mis gustos y opiniones. La coincidencia era fascinante. Ella visitaba a su amiga de Sevilla, que también estaba presente, y habían asistido, horas antes, al festival indie que se celebraba, con Lali Puna, Oslo Telescopic y otras bandas del mismo pelo. Cuando se cerró la puerta del taxi que tomó tras depedirse sentí no poder verla ya nunca más y decidí escribirle eso en un mensaje. Iniciamos un camino errático sumergidos en el sol de la mañana y compramos unos litros de cerveza para tomar en un banco de la Alameda. Cuando ya estábamos aproximándonos a nuestro destino matinal miré distraídamente dentro de un bar y allí estaba el vestido verde de la chica de Cádiz, y ella dentro del vestido desayunando con su amiga, con su cara debajo de su flequillo amarillo. Qué casualidad, pensé alegremente; finalmente ellas aceptaron a venirse un rato al sol de la Alameda y pudimos disfrutar de su compañía un ratito más.
Nuestro autobús de vuelta salía a las 12 de la noche, regresamos dormidos. Durmiendo.
Bromear, claro, porque muchos de mis mejores amigos proceden de ese trozo de la península e incluso yo mismo, que papá era de Cádiz -aunque tal vez ese era su problema.
Así que durante el primer findesemana de las vacaciones de Semana Santa nos plantamos en Sevilla. Nos alojamos en un piso vacío prestado por un tal Guten, amigo de Ale, al que pronto bautizamos como Gluten, que sonaba más sonoro y vistoso, que vestía más, vamos. Se dice que examinando la basura de una persona se la puede conocer al detalle, aún sin haberla visto jamás en persona. Algo así nos ocurrió con Gluten viviendo en su casa, husmeando en su ropa, en sus fotos, en el polvo acumulado en las esquinas del pasillo. Aunque el último día nos fuimos sin esperar su llegada y ni siquiera tuvimos la oportunidad de estrecharle la mano, Gluten siempre vivirá en nuestro recuerdo como un viejo amigo.
Sevilla es un ciudad curiosa (tiene un color especial, dicen). Al llegar, estancados en el tráfico, pudimos contemplar durante un rato lo que antes fue la Expo 92, y esto me hizo experimentar esa inquietante sensación del paso del tiempo. Hace 14 años visité aquel recinto y yo aún era un niño, aquellos pabellones se veían nuevos, modernos, aún brillantes. La vida era también brillante y en la memoria parece que siempre hace sol. Ahora todas aquellas edificaciones engrisecidas, las calles desiertas, el atardecer, le daban un aspecto cadavérico. Le comenté a Rory, que se sentaba en el asiento de al lado del autobús, que lo mejor sería que demolieran todo aquello. Que resultaba tan triste como los intentos en vano de algunas folclóricas de mantenerse eternamente jóvenes. Un hombre que se sentaba delante y estaba escuchando disimuladamente nuestra conversación se dio la vuelta y me miró incómodo.
Lo pasamos bien durante el finde, aunque no hicimos mucho. Paseamos sin cesar por los barrios más notables, vagabundeamos más bien, recorrimos las callejuelas y tomamos cañas. Todos los edificios son bajos en Sevilla, es como si hubieran cortado la ciudad con una sierra por la mitad. La densidad de pijos y señoritos de cortijo es bastante importante. Por las noches nos dedicamos a festejar, lo que mejor se nos da. Conocí en un garito de última hora a una chica de Cádiz que, misteriosamente, parecía compartir todos mis gustos y opiniones. La coincidencia era fascinante. Ella visitaba a su amiga de Sevilla, que también estaba presente, y habían asistido, horas antes, al festival indie que se celebraba, con Lali Puna, Oslo Telescopic y otras bandas del mismo pelo. Cuando se cerró la puerta del taxi que tomó tras depedirse sentí no poder verla ya nunca más y decidí escribirle eso en un mensaje. Iniciamos un camino errático sumergidos en el sol de la mañana y compramos unos litros de cerveza para tomar en un banco de la Alameda. Cuando ya estábamos aproximándonos a nuestro destino matinal miré distraídamente dentro de un bar y allí estaba el vestido verde de la chica de Cádiz, y ella dentro del vestido desayunando con su amiga, con su cara debajo de su flequillo amarillo. Qué casualidad, pensé alegremente; finalmente ellas aceptaron a venirse un rato al sol de la Alameda y pudimos disfrutar de su compañía un ratito más.
Nuestro autobús de vuelta salía a las 12 de la noche, regresamos dormidos. Durmiendo.
jueves, marzo 17, 2005
Times are a-a changing
Llego hoy a este ordenador procedente del parque situado frente a la facultad. Mañana comienzan las vacaciones de semana santa y hace un dia que parece recortado del verano y pegado aquí. Irene me dijo esta mañana que ella y unos compañeros de clase iban a poner un puesto de venta de sangría así que, después de las clases de la mañana, me he acercado a comerme un bocata en su compañía. Todo el césped estaba cubierto de cuerpos estudiantiles y olía a fiesta, había lo de siempre, jaleo, tambores y malabarismos, y me ha recordado a cuando, algunos años atrás (cada vez son más), empezamos la universidad y todo era tan excitante y nuevo; nos dedicábamos en primavera y en otoño a festejar en el entorno de la diferentes facultades, no sé el qué, pero a festejar. Tal vez la vida. Y he extrañado los dieciocho y los veinte, y los raros días de sol allá en Oviedo; los amigos de Asturias y todo lo bien que lo pasábamos y lo poco que -al menos yo- hacía. Parece que ha pasado una eternidad. Ahora, por la tarde, asistiré a una clase aburrida: parece que han cambiado mucho las cosas, hace seis u ocho años nadie hubiera sido capaz de sacarme de la fiesta y meterme en el aula. Será la madurez o qué se yo.
martes, marzo 15, 2005
Mis 5 minutos de gloria
El otro día volviendo a casa me asaltó uno de esos comandos formados por periodista, cámara y técnico de sonido. La chica quería que respondiese a una pregunta, yo le dije que de acuerdo pero que tal vez no conociera la respuesta. Finalmente resultó que debía decir algo a la cámara sobre Ana Torroja. Era para un programa del canal de tele Sol Música. Le dije que bueno, que podía hablar de Mecano y que me sentía bastante identificado con el tema Hoy no me puedo levantar. Pero ella repuso que no, que no les interesaba Mecano: tendría que hablar de su nueva carrera en solitario. Como yo no sabía nada de esto le pregunté si podía inventarme mi opinión, mentir. Ella dijo que claro, que nadie quería perder el tiempo con ellos y que si yo les daba unas declaraciones les ayudaría mucho. Así que el cámara comenzó a filmar haciendo esos modernos movimientos de cámaras tan arriesgados y yo solté que era superfan de Ana Torroja, que me encantaba su música y todo lo que hacía, que su nuevo peinado era estupendo y que había que ver: no pasaban los años por ella, estaba cada vez más joven. Al final se me escapó un poco la risa y a la periodista también, me dijo que se me daba muy bien esto de la tele -y sobretodo mentir, pensé yo.
Caballero de ciencias y letras
Hacía tiempo que no pisaba una facultad de humanidades y ya no recordaba lo que eso era. Como sabreis los estudiantes nos dividimos en dos categorías bien diferenciadadas, inconexas e incluso, a veces, enfrentadas: los de letras y los de ciencias. Aunque de natural yo me considero de los primeros las circunstancias de la vida hicieron que finalmente me encuadrara entre los segundos. Pero este año me he martriculado como asignatura de libre elección en Novela Española Actual y hoy -un poco tarde ya- he asistido a la primera clase. Se imparte en la Facultad de Filosofía y Letras B; he conocido una parte de la Ciudad Universitaria antes ignorada por mí y lo cierto es que me ha gustado bastante: hay mucho verde, placitas, arbolillos, gente tirada por ahí pasando el rato, tranquilidad y muchas chicas bonitas que seguramente han leído muchos libros. La facultad es vieja, oscura y cutre, como las que salen en las peliculas -he de recordar que la Facultad de Física es lujosa como El Corte Inglés- y me ha sido romántico asistir en tal escenario a una clase de tales características. Me ha sorprendido lo diferente que es ese mundo, más que una clase parecía una actividad lúdica, algo que uno hace porque lo disfruta y no por obligación. Acostumbrado a lidiar tan solo con números y ecuaciones frías e incomprensibles, ha sido excitante pasar dos horas oyendo hablar de monologo interior o del machismo social en La Familia de Pascual Duarte. A veces me pregunto que hago rompiendome la crisma para entender algo tan abstruso y oscuro como la Física pero, a estas alturas, qué se le va a hacer. Rendirse ahora sería una tontería y, por qué no, una deshonra.
martes, marzo 01, 2005
¡Reciclemos el Windsor!
Ayer, después de invitarme a un cocido madrileño, a Tere se le ocurrió visitar el edificio Windsor; así que allí nos plantamos con el frío que hacía, en Nuevos Ministerios. Y la verdad es que así, visto al natural, no es tan impresionante como en la tele: se ve más pequeñito, porque, además, está rodeado de edificos tan o más altos que él. Lo que si es interesante es la parte exterior derretida, cayendo como la cáscara de un plátano a medio pelar, y en la parte superior sólo la estructura interna. Es bonito, se pueden ver las cosas chamuscadas, el churrasco de cables, vigas, ordenadores, de todo lo que tenían allí dentro...
Me enteré que existe una inicitiva ciudadana para evitar su desmantelamiento, a la que me voy a unir. Se trataría de apuntalar todo, tal y como está ahora, y dejar el cadáver de la torre como monumento a nuestros tiempos, tiempos de caos, cuando la humanidad ha visto que debe dejar de confiar en la razón, la ciencia y el progreso, ideales que se iniciaron en la Ilustración y que trajeron tecnología y democracia pero también guerras mundiales, bombas atómicas, destrucción del medio ambiente, terrorismo global, el miedo, la confusión y el Gran Hermano en todos los sentidos. Así que dejemos el Windsor como monumento al caos posmoderno, a la era Bin Laden, a los maremotos, al terrorismo internacional, a los trenes que explotan, a la desconfianza. Además en las plantas de abajo, intactas, podríamos habilitar un centro cultural con exposiciones y cosas de esas y evitaríamos que alguien se lucre si en realidad el incendio ha sido provocado para sacar beneficios.
Me enteré que existe una inicitiva ciudadana para evitar su desmantelamiento, a la que me voy a unir. Se trataría de apuntalar todo, tal y como está ahora, y dejar el cadáver de la torre como monumento a nuestros tiempos, tiempos de caos, cuando la humanidad ha visto que debe dejar de confiar en la razón, la ciencia y el progreso, ideales que se iniciaron en la Ilustración y que trajeron tecnología y democracia pero también guerras mundiales, bombas atómicas, destrucción del medio ambiente, terrorismo global, el miedo, la confusión y el Gran Hermano en todos los sentidos. Así que dejemos el Windsor como monumento al caos posmoderno, a la era Bin Laden, a los maremotos, al terrorismo internacional, a los trenes que explotan, a la desconfianza. Además en las plantas de abajo, intactas, podríamos habilitar un centro cultural con exposiciones y cosas de esas y evitaríamos que alguien se lucre si en realidad el incendio ha sido provocado para sacar beneficios.
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