En teoría gané, pues, según me explicaron muy amablemente los editores y miembros del jurado después del fallo –nunca un fallo fue tan fallo-, conseguir llegar a finalista después de una compleja selección de entre 508 originales presentados a concurso y publicar mi relato en un libro de 40.000 ejemplares de tirada que se distribuirá gratuitamente por los cortes ingleses de toda la piel de toro ya es un premio importante. Sí, claro, asentí poniendo la mejor sonrisa que pude inventar. El premio gordo, el millón de pesetas, la gloria y la fama de las entrevistas con la prensa, el champán, las prostitutas de lujo y la cocaína -¿era así, no?-, se lo llevó un tipo que me cayó bien, un murciano, ya ven, que al parecer escribió un cuento muy moderno que aún no he leído sobre pistolas, internet y cosas de esas. Nos dieron de comer, al menos, en el Círculo de Bellas Artes, en una sala con unas vistas espectaculares a la urbe, donde comprobé una vez más, sumido como ando últimamente en eventos culturales donde despilfarran la comida y la bebida, que los presupuestos de cultura en este país se dedican casi íntegramente a alimentar y emborrachar a los artistas muertos de hambre, cosa que, por otro lado, me parece estupendo. Solo falta que nos repartan la droga. Allí sentado, con tres copas delante y cientos de cubiertos diferentes, preparando ya en mi cabeza mi discurso de ganador, recibí la noticia de que conservaba mi estatus de mero finalista. Estuve por levantarme y gritar señalando con el dedo al secretario del jurado, trampa, esto está amañado. Pero qué dices capullo, si ni siquiera has podido leer el resto de los relatos, me diría él, haciendo un gesto a los hombres de seguridad. Ya, respondería yo orgulloso y desafiante, pero está amañado, lo sé. No me quedó otro remedio que comer, callar y tomármelo con filosofía, al fin y al cabo si no me hubiera puteado no sería un verdadero creador y todo eso. El almuerzo fue correcto pero no exuberante, lo más notable el rollo de carne relleno de ciruela. Creo que me sentó un poco mal.
Y a ustedes... A ustedes les deseo mejor.
Gracias