Lo más importante si decides hacerlo es alimentar el odio. Tienes que recordar una y otra vez, con la minuciosidad del relojero, en cinemascope y technicolor, todas aquellas noches que llegó tarde y borracho, todas las veces que te humilló cuando no tenías razón y erraste, todos los reproches que continuamente, como avispas, conseguía colar dentro de tu cráneo. También todas la veces que, tras prometerte algo con firmeza, acababa olvidándolo o dejándolo pasar o, simplemente, haciendo justo lo contrario. Las mentiras. Esto es lo más importante, es preciso mantener el rencor vivo como una hoguera entre el estómago y el vientre, como una bestia voraz, a ser posible a esa hora de la tarde en la que el sol se cae y la luz es tan propicia para el odio.
Recuerda, por ejemplo, las cantidades ingentes de Mahou Clásica que ingería en botella de litro o las Mahou 5 estrellas que prefería tomar en lata de medio o de 33 centilitros, hasta perder el sentido. La ropa sucia arremolinada en las esquinas de la habitación. La desidia que reinaba siempre, el silencio, la ansiedad que se impregnaba como tinta en el ambiente. Todos los días que, sin ninguna excusa, faltaba a su puesto de trabajo.
Después tienes que hacerte con un arma. Se recomienda una 9 milímetros, ligera y fácil de manejar, elegante. Es posible conseguirla por Internet o tal vez en el mercado negro, sin trámites ni permisos ni ningún tipo de molesto papeleo. Una vez conseguida debes practicar, familiarizarte con su manejo, cargar y descargar el cartucho, quitar y poner el seguro, apuntar certeramente. No estaría de más pasar algunas tardes en algún lugar apartado, en el campo, lejos de ojos y oídos inconvenientes, disparando contra latas vacías o melones. Nada puede fallar, hay que evitar que la situación se te vaya de las manos, cualquier imprevisto o torpeza puede avocarte al más absoluto desastre.
Conviene hacer un seguimiento férreo: controlar sus entradas y salidas a su nuevo piso de Atocha, las horas exactas en las que sale o desaparece en la oscuridad de su portal, saber si va a por el periódico al kiosko, o a la panadería, o a la tienda de los chinos a por algo de beber. Sus turnos de trabajo y sus hábitos de ocio. Tratar de conocer, si es que esto es posible, a qué dedica las horas muertas y fatales de los domingos, los bares que frecuenta en el fin de semana y también dónde toma un par de cañas al salir del trabajo con sus compañeros.
Te hizo mucho daño, no lo olvides, debes recordar siempre esto, repetírtelo como un mantra, como una oración o un poema que se reproduzca como un bucle en tu cabeza. Convencerte hasta lo más profundo de que vas a hacerlo, de que has decidido que eso se acabe de esa manera y no de otra, de que no queda otra solución, pues el destino ha querido que así sea y tú eres solo un instrumento del destino que va a obrar la justicia que el mundo espera. Como si fueras el ejecutor de una ley natural inevitable.
Entonces llega el día en que todo esta ya listo. Has dado de comer tanto a tu odio -cada hora, cada minuto, durante tanto tiempo- que ha crecido sucio y monstruoso y sientes que no cabe dentro de tu cuerpo y se irradia alrededor, como un pequeño fuego que se ha extendido en un incendio. Has conseguido un arma, quién sabe de qué manera, no es tan difícil, y te has habituado a su uso como un experto: manejas la pistola con rapidez y eficacia, la conoces como si fuera un apéndice negro y metálico, y consigues poner la bala justo en el lugar en que deseas. Por lo demás, conoces perfectamente la vida de tu víctima, todos sus movimientos, su horarios, sus hábitos y aficiones, te dices, a veces, que incluso podrías leer sus pensamientos, saber qué siente y por qué en cada momento.
Y cuando decides a llevar a cabo tu plan, ahora que ya estás preparado, un anochecer de bochorno y tedio, te encuentras sentado en la cama de tu cuarto, los pies desnudos en el suelo y toda la ropa sucia formando ovillos por las esquinas. La mesa repleta de litronas y latas de cerveza, la conciencia carcomiéndote por dentro, maldiciendo tu inconstancia y tu irresponsabilidad, reprochándote a ti mismo todos los errores que cometes. Y tus manos, tus manos frías y seguras, introduciendo metódicamente - tal y como habías planeado al milímetro tantos y tantos días de fiebre - el cañón del arma en tu garganta, hasta el fondo, el dedo preparado, apoyado sobre el gatillo dispuesto a realizar el mínimo movimiento que termine. Porque esto es una decisión irrevocable del destino y tu eres solamente un ejecutor que va acabar con todo esto. Acabar con la condena de soportarte a ti mismo.
jueves, abril 10, 2008
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25 comentarios:
Es cierto al odio, hay que alimentarlo. No tengo animales por ese mismo motivo.
Un beso, Miriam G.
El odio hay q olvidarlo. Dejarlo en un rincon cual trasto viejo, alimentarlo.... solo sirve para cometer errores. Hay mejores formas de escapar de uno mismo, de ella, de el, de ellos. Odiar, solo sirve para perder la cabeza y tener una obsesion enfermiza q no te dejara vivir tu vida. Vivir con odio es morir antes de dejar de respirar.
Me encanto su relato, como siempre.
El odio es importante. Cuanta más capacidad de odiar se tenga, más capacidad de amar se encuentra.
Saludos
Bien. Algo extenso.
Me gusta, pero no desvelas el final demasiado temprano? Al principio parece que hablas en relacion a 2 personas y luego ya se ve que es 1.
Bueno ya sabes, es solo una humilde opinión
Saludos!
Simplemente, me gustó.
Saludos
Pues...
Yo me he puesto a pensar en un maltratador de estos que al final matan y luego se suicidan...
Siempre he pensado que debian intentar cambiar el orden...
Primero suicidarse... y despues... si pueden... que sigan en su punzoñoso objetivo... si pueden...
Buen fin de semana.
Impresionante.
Hijo mio, el odio si se dirige con sapiencia es atributo del virtuoso.
No mas que odio siento por el sufrimiento que los hombres me infrijieron. No me pidan perdon que me costará toda la vida perdonar porque todos quieren lo mismo de la mujer onrada.
Ay cuanta desdicha me causaron
¡¡¡¡HAAAAAAAAAAAAAAALLLA!!
que le veo muy "Tarantiniano", pero mola, este relato se desenroscó tan vivaz como una pitón negra...
Estoy con Luna. Un cambio de orden evitaría dobles desgracias.
Un saludo.
final impaciente, pero francamente brillante.
ufffffffffffffff...!!!
me he bebido el relato,
glub, glub, glub...
Es cierto el odio,
acaba consigo mismo,
todo un Expediente X,
que nunca debería aparecer,
como tal.
Saludos Txe.
a ver, el texto en sí
que te voy comentar que no sepas
tú ya, eres grande;
pero sobre el tema odio
no sé por qué
pero siempre me viene a la cabeza
el espectáculo del gitano, la cabra y la trompeta
y no sé por qué coño me viene
la imagen de la cabra
con sus cuatro patas juntitas
intentando hacer equilibrios
sobre una misera lata vacía
y mientras el gitano
primero la azuza, y si el animal
falla en el intento
entonces se produce un odio
mutuo;
es decir
se odia porque no se consigue algo
y si se consigue es por palo
o por miedo.
no sé es todo un chocho,
tengo que dejar el humo
o la espuma.
abrazo, tío.
Eres muy bueno, colega.
Cada vez que odio el fuego se apodera de mi, lo peor de todo, es que se me agotan las maneras de apagarlo.
Kus
buen final
Desde luego el odio, como el amor, hay que trabajárselo. Pero no sé por qué, parece que cuesta menos, sobre todo cuando tenemos la delicadeza de dedicárselo a los demás.
Un saludo
Estupendo. En cada párrafo hay varias frases que brillan.
YO odio a mi espejo, empeñado en agigantar mi alopecia. Saluditos
La primera vez que lo leí: suspense.
La segunda vez me he dado cuenta de que está muy bien construido. En cada detalle.
He de marcharme. Tengo la casa llena de montones de ropa sucia y latas de cerveza. Miedo me da.
Besos
Se me hizo tan breve.....
Genial, brillante, lúcido.
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