Era hermoso, cogerte de la mano y subir contigo al monte. Subir bajo el sol de algún domingo filtrado entre las hojas, jugando entre los árboles. Como cuando niños subíamos solos a recoger castañas, y era el primer resquicio de libertad que nos dejaban. Era hermoso ver que el bosque era nuestro entero, que durante toda una jornada nadie aparecía, como si el mundo estuviese vacío por un rato y sólo los dos lo recorriésemos. Era hermoso volver a pasar, volviendo a otros otoños, ante el lecho de hojas secas y amarillas sobre el que por primera vez nos acostamos, pasados ya los quince años. Siempre volvían a estar allí las hojas, como invitándonos de nuevo. Invitación que, aunque el tiempo iba pasando, nunca rechazamos. Porque era como ganarle al tiempo otro pequeño instante, hacerlo nuestro. Era hermoso constatar que te ibas haciendo una mujer a cada nuevo encuentro, cada año después de un largo estío. Las caderas ya anchas, las tímidas arrugas al borde de los ojos, el rostro cobrando significado con el poso amargo de los días, aunque tu mano, ya curtida, seguía teniendo el mismo tacto, agreste y suave. Subir, tocar la cima, ver el mismo valle verde a nuestros pies, los pueblos creciendo como musgo, y respirar el mismo aire revolviendo nuestro pelo, arreglando nuestros rostros, ya mellados por la edad.
Cuando ya la vida nos iba separando decidimos que aquel monte fuera nuestro para siempre, cerrar el libro, fijar la historia, tomar posesión de la memoria. Y eso fue lo más hermoso. Vernos por última vez, furtivos en la noche, y escabullirnos en silencio hasta la cima. Yo llevaba el bidón de gasolina y tú, borracha, llevabas el mechero. Nos costó esparcir bien el combustible, sin casi ver donde pisábamos, pasando algo de frío. Pero luego llegó el calor, cuando yo le prendí fuego a todo aquello, era un infierno. Y bajamos corriendo y tropezando, algo asustados, escapando de las llamas. E imaginábamos las portadas de la prensa al día siguiente, potentes titulares anunciando un gran incendio forestal. Enormes pérdidas económicas, terrible impacto ambiental, posibles víctimas humanas, todo eso daba igual, no nos importaba. Y desde abajo vimos arder el viejo monte. Cómo se quemaba, cómo las llamas teñían el cielo e iban consumiendo el bosque poco a poco y el humo negro iba velando a los demás lo que había sido nuestra historia. Ya para siempre nuestra, solo nuestra. Y aquello, aquel olor, tu cuerpo tembloroso pegado mi costado sollozando, como digo, aquello fue lo más hermoso.
No volvimos nunca vernos. Quemamos nuestro monte. Nuestro monte había ardido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
23 comentarios:
La verdad Txe, es que tus historias me dejan siempre un cierto desasosiego...
Al leer tanta hermosura, tanto amor bucólico pensé que no eras tú quien escribía.
Luego tropecé con bidón, gasolina y borracha y sentí un auténtoco alivio...sí..eras tú quien escribía, seguías allí, menos mal...
Fascinante, Txe...como siempre.
(¿cuál es la entrada de la sin pierna que folla? ¿cómo se llama? no la he leído...)
Un beso.
L.
Es precioso.
Precioso y redondo, con ritmo, as usual, my friend.
Escriba usted una novela un año de estos, Mr. Txe. Si eso...
Ah, bueno, por no hablar del título. Ya pensé la primera vez que escuché esa canción que tenía un nombre muy literario.
Parece que estás ardiendo...
Guays.
No sabes lo triste que he estado.
Andamos levantando cabeza, mis bichos y yo.
Ah, baidegüei... gracias por lasafinidadeselectivas.
Lo cierto es que esa web nació con vocación de ser una paella de ególatras, y ya está tomando dimensiones valencianas y olor a falla.
Valeeeeeeeencia.
naturalmente, patética hasta ahogarme
Así que promoviendo los incendios forestales, eh?? como se enteren los de greenpeace te van a meter un puro que te vas a enterar!!
Por cierto, yo también usé ese título para una serie de fotos que hice.. muy sugerente, sí..
disfruta!!
N.
Elegimos no volvernos aves fenix...por si las cenizas.
Muchas gracias Txe. Nos seguimos leyendo.
el círculo se cierra con fuego y cenizas. Sólo un pero, nunca se vuelve a respirar el mismo aire.
Gracias, Txe, por leerme.
Nos leeremos.
buena metáfora
Lilith guapa me lo has quitado de los dedos.
Un beso, Miriam G.
metáfora????
estos lectores son más listos que yo!
guaus. Gracias.
Tú que me viste con buenos ojos.
Espero que lo pasarais bien, yo tuve que retirarme prontito.
Si es que los que levantamos el país somos cuatro gatos, mientras gente indeseable fomenta la piromanía...
:-)
Me alegro que te gustase
Un saludo jefe
Me vas a disculpar que estuviera escuchando a Johnny Cash cuando he empezado a leerlo. Pero el caso es que le va al pelo. Has escrito una buena cashada.
¿y que fue de la Calleja?
Muy de Asturias, el relato.
igual que maga, creo que es precioso.
Yo una vez tuve una plaza y una cita a las diez de la noche... Hace unos años construyeron allí un resturante de diseño...
Un beso
renuevate, que luego dices de otros blogs...
claro, no iban a grabar un corazón en un árbol, o mejor, pegar un polvo no...juventud
Vaya, qué bonito. Me alegro de volver a leerte.
Besos
parece que hay un incendio cada vez que nos juntamos
eso le digo a mi amiga la cocainómana,
que sepas que de aquí a un par de semanas te cuelgo este texto en el blog de lavidarima sin falta
(a estas alturas imagino que ya lo conoces)
me ha encantado, un beso, txe
Publicar un comentario