martes, diciembre 01, 2009

Apisonadora

El día primero de cada mes uno es tragado por la boca de metro y al fondo, donde deberían de estar sus cuerdas vocales y su campanilla (las de la boca del metro, me refiero) pero hay, en cambio, una máquina expendedora, se compra uno el abono mensual que le permitirá tomar todo tipo de transporte público durante los siguientes 30 días. Y en el abono, ese todopoderoso y pequeño cartón, uno lee, en tres cifras y dos letras, las exactas coordenadas temporales: DIC 09. ¿No se siente usted como arrollado por una apisonadora?

Recuerdo mi primer abono transporte, decía: OCT 01. Eran aquellos días extraños de recién llegado a la ciudad y fantaseaba con que alguna vez aquel cartoncito dijera, 03 o 04, y no conseguía imaginar como sería llevar aquí tanto tiempo. No sólo dijo esas cifras, el abono, si no que llegó a decir 07 y 08 y hasta este DIC 09 al que nos asomamos con vértigo. El último mes de la década.

El tiempo te arrolla y uno no puede más que sentir esta impotencia y este miedo. El devenir es como ese momento cuando el avión va a despegar y a uno no le gusta volar, y sabe que la máquina tremenda va a rugir como una bestia horrenda y va a alzar el vuelo traqueteándose y uno no va a poder hacer nada para evitarlo. Simplemente va a ocurrir y ya está. Como esperar con el culo al aire la inyección del practicante cuando se es niño. Como observar la salida del vello púbico, el crecimiento de la barba, la caída del pelo, la deficiente metabolización de las grasas, la decadencia inexorable de los cuerpos. Sin que uno pueda hacer nada.

Al menos el metro es un lugar donde el tiempo parece que no pasa. Su luz es igual a primera hora de la madrugada que a última de la noche, como si ahí los relojes, los calendarios, todo estuviese abolido, excepto la fecha de los periódicos gratuitos y el reflejo que te devuelve, en el vagón, entre las cabezas de otros dos viajeros, el cristal de enfrente. Y viéndose uno cambiar muy poco a poco, cada día, en ese cristal, observa horrorizado en su mano el abono transporte, sus tres cifras y dos letras, y se pregunta cuáles serán el último día de la vida.

11 comentarios:

giraluna dijo...

estos son días aún más extraños...
y
el metro es un no lugar eterno... aunque
añore las estaciones de metro antiguas, esas de hace 10 años...

♥ La Haine ♥ dijo...

yo conservo casi todos los bonobús que he usado... no me preguntes por qué, pero la verdad es que siempre me fijo en las fechas de cada uno cuando abro la cajita en donde los guardo.. vaya tonteria no??

. dijo...

Madre mía, qué angustia me ha entrado.

Anónimo dijo...

acojonante

Anónimo dijo...

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vaderetrocordero dijo...

Y dese cuenta: Se aproxima la Odisea 2. Ya fue bastante trauma cuando me ví inmerso en Una Odisea En El Espacio. Y, si seguimos vivos, incluso veremos a los nuevos Madelman.

El futuro ha resultado ser una mierda, ¿verdad?

Jim Botón dijo...

Tres cifras, dos letras. Tres letras, dos cifras.

saturniana dijo...

En Sevilla acaban de abrir un metro hace poco, y me da que por mucho que me cuide de los billetes apisonadores malvados, me veré atrapada en tal cruel reloj de metal...

Txe Peligro dijo...

en sevilla cabe un metro? Tal vez solo ochenta centímetros...

kay dijo...

Siempre me inspiró el metro, es un hecho

pipa dijo...

No es la primera vez que te leo esa sensación de que el tiempo se te escapa de las manos. Me deprime un poco esa nostalgia tuya pero eso es porque la comparto completamente.