Un día, Isaac del Valle Mogarra, en pie en una céntrica plaza de Madrid y aferrado firmemente a una lata de Mahou Clásica, dijo: han convertido a esta ciudad en un gigantesco bar. Alrededor un enjambre de chinos con bolsas de plástico revolteaban de grupo en grupo una y otra y otra vez vendiendo cerveza.
Los chinobirras vendiendo su chinobirras a un mísero euro; cuando las tiendas de alimentación ya te niegan el suministro, cuando los bares tienen precios desorbitados: hay están ellos. En Malasaña, en Chueca, en las esquinas de Gran Vía. Y los hindúes haciendo lo propio en el sur del Centro, en Lavapiés y en La Latina. Como dijo el clarividente Del Valle Mogarra, Madrid es un gigantesco bar cuando anochece, porque no hay nada que más le guste a los madrileños que salir a la calle y beber. Por eso hay celebraciones de campeonatos mundiales, y días del orgullo gay, y fiestas en cada barrio, y noches en blanco, incluso manifestaciones cualquier día por cualquier cosa. En la calle estamos mejor. Y eso lo ha sabido ver la hacendosa civilización amarilla.
Siempre imagino a un ejecutivo chino, enjuto y trajeado, en despacho en lo alto de un rascacielos de Shangai, con una acongojantes vistas a través del ventanal, la ciudad, el legendario río Yangtsé, los millones de luces de neón en el distrito de Pundong, todo arrodillado a sus pies. Y en su pared, un plano del centro de Madrid en el que coloca chinchetas: “quiero a un chinobirra aquí, en Alonso Martínez, y otro aquí, en la esquina de Fuencarral y Velarde, y otro aquí, al lado de esta puta de Valverde”. Él lo maneja todo.
Porque además de bar, Madrid es un gigantesco prostíbulo, con meretrices enseñando las carnes por el más puro centro, donde todo el mundo está también están ellas (¿por qué no? ¿habríamos de esconderlas? ¿acaso cambia la realidad porque se la oculte?), como sólo ocurre en ciudades grandes y viciosas, salvajes y extremas, sucias, como Madrid.
Por lo demás el centro de Madrid es como casi todo lo que puedas imaginar. Yo cuando venía con mamá de niño a resolver asuntos relacionados con la danza siempre asocié Madrid a este arte. Cuando vine a vivir lo asocié primero con el flamenco, luego con el techno. También lo asocié con las casas okupas y los movimientos revolucionarios. Lo asocié con la física y la literatura. Lo asocié con el periodismo y la moda y cocktails. Lo asocié con todo esto en diferentes momentos, porque todo está aquí, y según como se mire, junto y revuelto, a presión, las tiendas de cómics, los jugadores de rol, los siniestros, las tascas de copla, los extranjeros, el sadomaso, los africanos, los musicales, la comida hindú, todo lo que puedas imaginar está aquí, regado por la burbujeante mercancía de los chinobirras. Salud.
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8 comentarios:
Todo, lo que se dice todo, no. Que este finde pasado no hubo manera de encontrar unas botas Chelsea de mi número (un 42, tampoco es tan raro). Eso sí, las camisas hawaianas, Eels, los mojitos con marufla en El Económico y las zapatillas del lacón y queso de tetilla del Melos estaban. Vaya si estaban.
el Melos, tierra soñada por mí
Los chinobirras, esos agentes lubricantes de la actividad madrileña. Y Madrid, esa a la que te follas pero con la que jamás verías una peli en el sofá un domingo por la tarde.
Con este post casi me haces llorar de añoranza en medio de la oficina de Guarrifesta 8. Que lo sepas.
Has confundido un ahí con un hay.
Ouch
Evoluciona usted al son de sus intereses. Y Madrid cada vez está más presente. ¿Echando raíces?.
No olvide la tierra.
Si en China alguien controla el mercado de alcohol clandestino en Madrid, ya va un poco retrasado. Que actualice sus investigaciones de mercado y que los chinos empiecen a vender cubatas preparados. Con sólo estar un poco mejor que el garrafón de los locales se hacen con el mercado. Fijo.
ya venden cubatas. el otro dia los tenian en la plaza de la grunge.
los chinos son muy listos. mas que nosotros.
Por lo que escribes, yo debo de vivir en otro Madrid. El mío me gusta más :)
Los chinos son extraterrestres. Se les nota en la cara.
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