viernes, octubre 01, 2010

De viaje

Viajé a hacer un reportaje a una capital de provincia. Durante el viaje de ida en autobús, fui ojeando mis anotaciones y algo de documentación para realizar el trabajo. Cuando llegué hacía una mañana esplendorosa. Le pregunté a una transeúnte como llegar al monasterio y me explicó que debía cruzar la calle y tomar un autobús de línea, el número 7. Seguí sus instrucciones y me coloqué junto con otras personas que esperaban, entre ellas dos chicas japonesas algo despistadas que parecían venir a hacer turismo. Como el autobús no acababa de llegar y habían pasado ya 15 minutos, opté por tomar un taxi. En unos minutos llegué al monasterio, donde me identifiqué como periodista. No tardó en bajar la jefa de prensa y una guía, con las que me había citado el día anterior desde la redacción. Me dieron una exhaustiva vuelta por el lugar y me explicaron todo tipo de detalles y anécdotas, para ser algo tan rematadamente aburrido como un monasterio de clausura, se podía sacar algo de interés. Luego tomé un taxi de vuelta al centro. Había calculado mal el tiempo y ahora tenía demasiadas horas vacías por delante antes de que saliera el autobús de vuelta, así que me dispuse a recorrer la ciudad. Fui a la catedral, curiosee por las tiendas de casco viejo, pensé que era una ciudad agradable aunque algo desangelada, sobre todo al mediodía, como todas las capitales de provincia. Cuando llegó el hambre decidí darme un homenaje y entré en una pizzería cara que tenía muy buena pinta. La decoración era muy cuidada y había cierta penumbra acogedora. Pedí una lasagna que estaba deliciosa y una copa de vino tinto. Después de comer me encendí un cigarro y me puse a leer el periódico, donde el caso Gürtel seguía copando la portada.

Luego fui al baño. Y en el baño lloré. Lloré desconsoladamente, como una explosión detrás de los ojos, lloré convulsamente, agarrándome el vientre, tapándome la cara con las manos, sollozando, lloré apoyando todo el peso de mi cuerpo contra la puerta, tapándome la boca para que no me oyera nadie, lloré en cuclillas con la frente apoyada en los antebrazos, no había forma de parar aquel llanto como vómito, aquel llanto que nacía en lo más profundo de mi estómago, aquel llanto como una presa que quiebra, y cae el agua y anega todo lo que encuentra en su camino, ese era mi llanto, un llanto de alimaña, de bestia herida, de trinchera. Lloré hasta quedar exhausto, hasta que toda la electricidad dejó mi cuerpo, mi cuerpo frágil y deshecho, y me quedé inerte. Me recompuse. Me lavé la cara. Me froté los ojos frente al espejo. Dejé de llorar y salí. Salí del baño.

Después pagué la comida y me dediqué a pasear. Estuve leyendo en un parque. La lugareñas me parecieron muy hermosas, con una belleza felina y ojos almendrados de aire italiano, de peli neorrealista, perdidas en medio de Castilla. Estuve en una librería y busqué una novela de Charles Baxter que no tenían. El librero me ofreció encargarla pero le expliqué que estaba de paso y que me marchaba en un rato. Fui caminando a la estación que estaba en el extrarradio. En el bar de enfrente, un bar cutre de capital de provincias, me tomé una caña y me reí en silencio de las chorradas que decían los parroquianos. Hice pis. Por fin llegó la hora irse. Tomé el bus y durante el viaje de vuelta fui admirando como el cielo castellano se iba volviendo naranja y violáceo y era sobrecogedora esa belleza.

11 comentarios:

. dijo...

Pocas cosas hay más bellas que un cielo castellano atardeciendo.

vaderetrocordero dijo...

Ya eres uno de los nuestros.

Bienvenido.

Meme dijo...

Me he quedado muda contigo...

Trapi dijo...

Great!, señor Txe.

Raúl dijo...

Jeje, un post como los de antes, ;)
Me gusta.
Por que llorabas?

Absurdo Rutinario dijo...

Joder! ¿Qué o quién se ha muerto?

Nicolás Fabelo dijo...

No llores por Camps, tiene buenos abogados...

missangria dijo...

Este relato me recuerda a mi misma en innombrables ocasiones, explorar una ciudad desconocida con la única compañía de uno mismo...Las escenas cotidianas se magnifican por la propia soledad del paseo...

Espero que el llanto resultase terapéutico.

la cónica dijo...

Ir al baño y llorar de esa manera es como ir al baño y vaciar la vejiga o vaciar los intestinos o vomitar si hace falta. Unas lágrimas que empiezan a hacer daño si no se expulsan. Otro tipo de excremento, casi... Al terminar, parece que el agua del grifo no hace ni más ni menos que lo que el papel higiénico...

Salvo infortunio, hay que hacérselo mirar, cuando se llora así.

Txe Peligro dijo...

si hay miseria, que no se note, como dicen por ahí

Olalla dijo...

Hay un monasterio en Extremadura, seguro que lo conoce. Una cosa mínima y casi tan hermosa como su texto. Se llama el Palancar.