Esteban se está disolviendo. Cuando vengo unos días a la ciudad le visito con frecuencia. Me abre la puerta, me hace pasar al salón, él solo en aquella casa tan grande. Yo miro por el ventanal, abajo pasan los coches y conversamos en bucle. Ayer, por ejemplo, le conté lo del dentista. Esteban me preguntó qué dentista era, yo le dije que Corbes, él frunció el ceño. Le di más señas y finalmente le ubicó y me contó un par de anécdotas sobre él. Era de Palencia y hacía 20 años había sido su vecino. Estaba más delgado entonces. Luego me pregunta cuánto me quedo. Hasta el martes, le digo. Entonces empieza el bucle. Me pregunta por el dentista, le digo que Corbes, frunce el ceño, al final lo recuerda. Me cuenta que fue su vecino, que es de Palencia, que ha engordado unos kilos. ¿Hasta cuando te quedas?, me dice luego.
Ayer se levantó renqueando y fue a su habitación en busca de unas fotografías. Desde el salón oí como movía cosas. Pasaron quince minutos y no volvía, así que me acerqué al cuarto. Me miró con sorpresa: se había olvidado de que yo le esperaba en el salón. Sin embargo se excusó diciendo que era una broma, que no se había olvidado. Le seguí el juego. Nunca sé si avisarle de sus despistes, si es mejor hacerle ver que se está disolviendo o hacer como si nada. Como si el mundo fuera un bucle. Tenía las fotografías en las manos. Estoy seguro de que muchas de ellas le resultan extrañas, como si pertenecieran a otra persona, porque no reconoce a nadie de los que aparecen en ellas.
Cuando las cosas tienen nombre se vuelven más reales. La demencia senil siempre ha existido, es normal que los viejos se vayan deshaciendo. Antes se decían que estaban chochos, viejos. Ahora hay una palabra terrible: alzheimer. Una palabra con un zeta, con una hache intercalada. Palabra del demonio. Tiene cierta poesía el alzheimer: igual que uno no empieza a existir realmente cuando nace, no guarda ningún recuerdo del día siguiente al nacimiento, sino que va surgiendo de forma borrosa, de una nebulosa de la que al final resulta una persona, este mal es el proceso inverso. No morirse de pronto, sino volver a adentrarse en esa nube, esa niebla, hasta llegar a la oscuridad de la muerte, a la nada primigenia. Una vida simétrica, igual al principio que al final. Un adulto que vuelve a ser un niño y muere en posición fetal.
Ayer, antes de despedirme Esteban me preguntó ¿hasta cuándo te quedas? Hasta el martes, le dije. Pensé que tal vez en nuestra próxima visita Esteban abra la puerta y no me reconozca. Que sea uno más en esas fotos que no entiende por qué guarda si no son suyas. Y como nuestra identidad es nuestra memoria, como somos memoria, entonces Esteban ya no existirá. Se habrá disuelto.
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10 comentarios:
mi abuela tuvo de esa demencia, cuando aun no era romantica ni poetica ni llevaba z. La unica z que llevaba mi abuela era en el apellido. Pero nunca se olvido de nosotros. eso si, se invento a un nuevo nieto, Pepito. Mi madre solia consolarse pensando que los dementes seniles se quedaban atrapados en la mejor etapa de su vida, en aquella en la que fueron mas felices. Quiza por eso Maria Manuela me pedia sus tacones blancos a pesar de que le amputaron una pierna.
tu entrada me puso un poco triste, pero me ha resultado no casual. Gracias!
No recuerdo si era carpintero (o herrero...), pero el tipo había tallado (o forjado...)la cancela de la catedral de Cuenca. Ese era su bucle. Salía todo sin preguntarle. Sabe usté, yo he sido herrero toda la vida...
Mi amigo Miguel, que era el que se cruzaba con él en la residencia, le preguntaba ¿y de dónde es usted? ¿cómo dice que se llama? ¿no será usted el que forjó la cancela de la puerta de la catedral? Al parecer, al hombre le brillaban los ojos y preguntaba a su vez: ¿cómo lo sabe? ¡es usted nombrado en toda Cuenca!, le decía Miguelito...
Se desmenuza la vida entre los dedos y lo peor no es lo que queda de memoria ni lo que se va, sino la angustia de notar cómo se escapa... recoger esa arena y poder reconstruir con ella un castillo diluido es a veces la única manera de que el demenciado pueda dormir abrazado a las fotografías.
Un beso, Txe. ¿Esto está en papel?
por el momento no está en papel, y supongo que nunca.
pero el papel ha muerto!
Me ha gustado mucho don Txe!!
Me he acordado de una cosa que decía Borges, que el pasado no son recuerdos reales de lo que vivimos, sentimos..., si no recuerdos del último recuerdo que tuvimos sobre ello. No recordamos realmente la realidad de ese pasado. Eso a él le ponía triste.
Un saludo
NO somos nada- decía mi padre.
Da miedo hacerse mayor de este modo.
Impresionante Txe.
Mi tía se disolvió hace algún tiempo. Gracias por el texto, Txe.
¿Estás en Londres? No, en Murcia, abuela, ah, una amiga mía tenía una casa ahí cerca, en, cómo era, Mazarrón, sí, Mazarrón, ahí, una casa en la playa, no estaba mal, una chalet de estos, adosado, yo la verdad es que nunca llegué a ir, pero vi fotos... Pero entonces, tú, hija, ¿dónde estás? ¿En Londres, verdad?
Ayer vi en la 2 una peli en la que Fernando Guillén hacía el papel de un anciano que se está "disolviendo". Su familia ponía etiquetas por toda la casa para indicarle el lugar de las cosas y, en una escena sobrecogedora, el hombre, mirándose al espejo, toma una etiqueta en blanco, la pega y escribe torpemente: YO
Cova Varela.
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