Un día Macarena me dijo que, algunas extrañas noches, cuando estaba sola en casa, con la persiana bajada hasta el tope, sin que quedase ni una sola rendija por la que pasara la luz amarillenta de las farolas, se sentaba en la cama tan solo iluminada por la penumbra de la lamparilla, e imaginaba que su cuarto era lo único que existía en todo el Universo, que no había nada más allá de sus cuatro paredes, ni ninguna otra persona esperando fuera. Que solo existía aquella cama de 2,10, aquella mesa con dos libros, una vela y un ordenador portátil, aquellas estanterías llenas de recuerdos de gente que no estaba en ninguna parte, porque ella era la única consciencia que habitaba el Cosmos. Lo que había fuera, me dijo Macarena, no lo imaginaba como un vacío totalmente blanco o totalmente negro, infinito en todas direcciones, sino más bien al contrario, como si todo el espacio infinito estuviera relleno de una sustancia sólida y dura, como si alguien, algún demiurgo malévolo hubiese llenado de hormigón el Universo y en el centro hubiera dejado una burbuja minúscula, menos que infinitesimal, que era su cuarto, con ella dentro, iluminado únicamente por la luz tenue de la mesilla de noche.
Entonces Macarena sentía una ansiedad irrefrenable, un peso horrible aprisionando el pecho y mucha dificultad para respirar, como si el aire fuera espeso o metálico, y empezaba a contemplar absurdamente la idea de aquello, aquella teoría salvaje, fuera cierta mientras que todo lo anterior, los recuerdos, las personas, el mundo alrededor, fuera solo un sueño que había soñado una noche (¿existían, pues, la noche y el día?) cautiva en aquel cuarto. Y que antes de ahogarse, tenía que correr a la ventana y levantar la persiana con toda su fuerza y desesperación para comprobar felizmente que no, que fuera no estaba todo lleno de hormigón de allí a los confines del espacio y la existencia, sino que se veían los pintorescos tejadillos de Malasaña, plagados de antenas de telefonía y chimeneas bajo las cuales chisporroteaba la vida.
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7 comentarios:
Joder, Txe, qué agobio!!!...
ya te digo tio. está loca!
como pellizcarse para después sentir el alivio de dejar de hacerlo...aguantar hasta lo posible la sed para luego disfrutar de un simple vaso de agua...
Curiosa manera de llegar a apreciar las cosas..
Un beso!
usted hace esas cosas?
Hay que ver cómo nos torturamos.
El ser humano, qué cosa insólita...
Fumaba algo raro la tal Macarena? o cenaba setas alucinógenas...qué ganas de sufrir.
cenaba queso, que dicen que da pesadillas
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